Una mirada al presente de Europa desde la experiencia cristiana, en diálogo con personas de distintas identidades y posiciones culturales. La XIII edición del evento madrileño ha disfrutado de una confluencia de libertades que conservan la apertura y el entusiasmo propios de quienes no censuran la pregunta por el significado. Desde Abrahán hasta nosotros: si hay un nuevo inicio para la persona, lo hay para Europa
«Todavía no sé lo que es, no he tenido tiempo de reflexionar. Solo puedo decir, debo decir… ¡aquí pasa algo!». Minutos antes de que empezara el acto sobre el lema de esta edición “Europa, un nuevo inicio”, a las puertas del Teatro Auditorio del recinto ferial de la Casa de Campo, Mikel Azurmendi intercambia impresiones con David y algunos voluntarios. Es la primera vez que acude a EM. En su largo recorrido existencial y académico ha impartido clases en varias universidades, entre ellas, la Sorbona de París; su lucha antinacionalista le ha granjeado amenazas de muerte por parte del terrorismo etarra, cosa que le obligó a vivir varios años en el exilio; y, a pesar de todo, es el alma máter de la Universidad del País Vasco, donde ha impartido Antropología gran parte de su vida. Con todo este bagaje a sus espaldas, a sus setenta y tres años, en su mirada prevalece el asombro, esta misteriosa capacidad de ver lo que hay.
Azurmendi viene a hablar de Europa, de un proyecto que hoy parece provocar únicamente malestar cuando se miran de frente la crisis económica y sus estragos, la desolación de los refugiados, el sufrimiento que desencadena la guerra y el pánico que produce el terrorismo. Sin embargo, para hablar de todo esto, nuestro huésped elige partir de un punto distinto: la persona. «Cada uno defendemos nuestras ideas desde nuestras propias creencias, vivencias y proceso histórico existencial», argumenta el antropólogo. Y cualquier historia personal va ligada a la historia de un pueblo y contribuye a la vida común. Azurmendi señala el gran problema de nuestro presente, que es la incapacidad para afirmar un yo en relación: «Vivimos aislados de los que nos enseñaron a pensar, alejados de nuestra tradición y nuestra historia. Se han disuelto nuestros vínculos y hoy somos pequeñas esferas incapaces de comunicarnos. Libres –se dice– para hacer cualquier cosa mientras no se moleste a nadie. Así, de hecho, “solo nos une lo que nos separa”».
En su discurso ante el Parlamento Europeo en 2014, el Papa Francisco había subrayado precisamente que el futuro de Europa pasa por redescubrir el nexo vital e inseparable entre la apertura a lo trascendente y la capacidad de obrar: «Una Europa que no es capaz de abrirse a la dimensión trascendente de la vida es una Europa que corre el riesgo de perder lentamente su propia alma y también aquel “espíritu humanista” que, sin embargo, ama y defiende». En esta dirección se manifestó Costantino Esposito, catedrático de Filosofía en la Universidad de Bari: «Europa necesita recobrar esa verdadera apertura a la realidad que implica una búsqueda de la razón de las cosas, incluyendo la pregunta por el sentido último de la realidad». Es lo que testimonian hoy la precisión de la ciencia y la genialidad del arte: «Tenemos que abrir la inteligencia para que la realidad nos hable. Mediante el encuentro entre personas, puede darse de nuevo la amistad entre la búsqueda de la verdad y la libertad, tan esenciales para Europa».
Abrahán, el nacimiento del yo. Una apertura de la razón que se deja interrogar por el imprevisto, motor de cambio en la historia. Y quién mejor que Abrahán para concretar el poder de una humanidad atravesada por un acontecimiento imprevisto, por la trascendencia. «Hablamos del nacimiento del yo porque, para volver a construir –también Europa– tenemos que renacer y partir de la persona», explicó Ignacio Carbajosa, catedrático de Sagrada Escritura de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, presentando la exposición central de este EncuentroMadrid. «Todos tenemos la experiencia de un yo fragmentado, que tiene libertad para todo menos para hacerse las preguntas últimas sobre su existencia». Un punto dramático en el que también coincide el periodista Pedro G. Cuartango, cuya sed de respuestas se refleja semanalmente en su columna en El Mundo: «Me sorprende que vivamos en un mundo donde se acalla la pregunta por el sentido. Las grandes cuestiones de la vida, como la muerte, el dolor o la soledad, son temas tabú. Es difícil, también para mí, plantear cuestiones así en una sociedad en la que prima el espectáculo y la representación. Y esa es la causa última de nuestra frustración». Para el columnista, este vivir de espaldas a lo decisivo desemboca en «una especie de nihilismo, en un materialismo y una frivolidad que recuerdan a las grandes ideologías del siglo XX».
La fragmentación del yo es el principal enemigo tanto de la propia vida como de la construcción de la ciudad común. Por ello la crisis del proyecto europeo es algo que tiene que ver directamente con la posición última que asumimos ante la realidad: «La vocación de Europa es la razón. No es una respuesta abstracta, filosófica. Es la vocación a que cada uno de nosotros se deje interpelar por los hechos», precisaba Esposito profundizando en el lema. Así, el corazón de la crisis y de este nuevo inicio posible es un problema de percepción, no simplemente de estrategia o tareas: «No se trata en primer lugar de un problema moral, sino de una apertura: la libertad se juega en la disponibilidad de nuestra razón ante las cosas, ante los encuentros y lo inesperado».
También España. Esta apertura es más que necesaria hoy también en España. En nuestro pasado reciente la Transición fue fruto de un sincero deseo de reconciliación entre los españoles. El Abrazo, el cuadro de Juan Genovés elegido como la imagen para esta edición, es uno de los iconos más reconocibles de este “milagro” histórico que permitió que, por primera vez en la historia contemporánea de nuestro país, los españoles olvidaran sus diferencias y centraran sus energías en construir desde las certezas y los valores compartidos. Y esto fue posible mediante la activación, desde la sociedad civil hasta los aparatos institucionales, de un diálogo auténtico, en el que subyacía una estima por el otro que redimensionaba las hasta ese momento insuperables divergencias.
El yo tiene que recobrar este protagonismo en nuestro país. Lo señalaba Juan Carlos Hernández, subdirector del diario Páginas Digital: «Es el encuentro con gente viva, consciente de sus exigencias de sentido, lo que permite que nazca en el hombre el deseo de construir y que permanezca en el tiempo, que no se quede en algo sentimental». Por su parte Belén Cabello, directora de la Fundación Acogida, en el acto “Fui forastero y me acogisteis: la experiencia de acoger al diferente”, mostró cómo la persona, cualquier persona, renace siempre en un abrazo. Solo habiendo sido abrazados primero, podemos abrazar a otros. A cualquier “refugiado”.
Si algo abunda en EncuentroMadrid son personas vivas, con este protagonismo: políticos como Ramón Jáuregui y Eugenio Nasarre; científicos como Gómez Cadenas, González-Martín y Juan Arana; gente del mundo empresarial como Domingo San Felipe, presidente de la Cámara Franco-Española de Comercio e Industria; el padre Ibrahim, uno de los trece franciscanos que permanecen en Alepo… Y más de 500 voluntarios –¡ojo, 500!– venidos de todos los rincones de España (y algunos del extranjero), que se convierten, año tras año, en el “cuerpo y alma” de este fin de semana. Es el caso de Stefano, que vino desde Milán porque entiende que este encuentro con gente viva es lo que le devuelve la vida y las ganas de construir. O de Julia, que quiere aprender «esta forma de vivir» y llevársela a su simple día a día.
Un aprendizaje que se comunica por contagio, por la atracción que ejerce sobre nosotros una humanidad más verdadera. La experiencia de “un corazón que no se rinde”, como el de hombres como Joan Miró y González Sáinz, protagonistas junto con el Grupo Oldarra de un acto que reunió arte, literatura y música. Y sobre todo la mirada de fe de los promotores del acto. Y es que para ser humanos hace falta mirar a Otro, más grande que nosotros; hace falta participar de una mirada que no es solo humana.
El acto de clausura de EncuentroMadrid contó con una videoentrevista registrada con el padre Ibrahim desde Alepo, en el infierno de la guerra siria: «Junto al acompañamiento de los más necesitados, nos hemos dado cuenta de que la primera necesidad de nuestra gente, de los más pobres que no han podido huir del país, es la educación». Por ello en un acto dedicado a la clave del futuro, Jesús Muñoz de Priego, portavoz del Observatorio por la Libertad de Enseñanza en Andalucía; Gregorio Luri, escritor y pedagogo; Xavier Pericay, responsable del área de educación de Ciudadanos, y Sandra Moneo, secretaria de educación del Partido Popular, dialogaron sobre cómo es posible construir en el ámbito educativo. Y hay acuerdo en un punto: es necesario partir de la libertad.
En la lectura del comunicado final Rafael Gerez, presidente de EncuentroMadrid, se expresaba con estas palabras: «El nuevo inicio de Europa no es un diseño de laboratorio ni un proyecto ideológico, sino una vida que renace continuamente».
Nada mejor que las palabras de Mikel Azurmendi para reflejar el origen de esta vida que renace continuamente: «Aquí pasa algo». Algo que da vida a la persona y crea relaciones. Algo que genera una vida buena, la de un pueblo que hace suya la invitación que el arzobispo de Madrid, Don Carlos Osoro, nos ha dirigido: «Salid al mundo “desarmados”, con la única riqueza del encuentro con Cristo, que da a la vida un sabor y una luz inconfundibles». Y que es capaz de encender la mirada y la razón de un hombre de setenta y tres años que nos ha devuelto a todos la frescura del primer Amor.
COMUNICADO FINAL
Miles de personas han participado en una nueva edición de EncuentroMadrid, que ha reflexionado este año sobre la crisis de Europa y la posibilidad de que el viejo continente recobre impulso desde su raíz más profunda. Como dijo el filósofo italiano Costantino Esposito, la vocación europea es la razón, pero una razón abierta al Misterio, que no censura las grandes preguntas sobre el significado. No podemos renunciar a la búsqueda de la verdad, cuya afirmación y propuesta solo pueden darse en la libertad. En este sentido, Esposito abogó por un reencuentro entre la tradición cristiana y la Ilustración.
Esta vocación europea se ha manifestado especialmente en el ámbito de la educación, de la ciencia y de las artes; en la iniciativa empresarial y en la capacidad de acogida y diálogo, aspectos que han encontrado su espacio en esta edición de EM, que también se ha ocupado de la dimensión político-institucional del proyecto europeo, cuya fragilidad actual requiere también un nuevo inicio.
En un precioso diálogo sobre la reciente historia europea, el sociólogo Mikel Azurmendi explicó que la codificación de los derechos humanos, la gran obra de la Ilustración, no es suficiente para sostener la esperanza y el ímpetu de construcción. Es necesario educar en la gratitud y el deseo de bien, y eso requiere un tejido comunitario, un diálogo sobre lo que es verdaderamente el hombre.
EncuentroMadrid también ha considerado el reflejo de la crisis europea en el momento actual de España. Como dijo el profesor Miguel Ángel Quintana, necesitamos un espacio público en el que puedan encontrarse y dialogar las diversas identidades que componen nuestra sociedad. En EM16 hemos visto en acto ese diálogo, en el que han podido encontrarse personalidades del mundo católico y del pensamiento laico, exponentes de diversos partidos políticos, científicos y periodistas.
El nuevo inicio del que hablamos no es un diseño de laboratorio ni un proyecto ideológico, sino una vida que renace continuamente. En la figura de Abrahán, que ha centrado la principal exposición de esta edición de EM, reconocemos el inicio de una historia marcada por la relación del hombre con el Misterio. Una relación constitutiva que aclara las dimensiones de la persona, que le da una tarea y la coloca dentro de un pueblo.
A lo largo de estos tres días las mesas redondas, la música, el arte, las múltiples actividades en las que han participado desde los más pequeños hasta los mayores y el trabajo gratuito y agradecido de más de 500 voluntarios han reflejado la vida de este pueblo que nace de la experiencia cristiana y que hace suya la invitación del arzobispo de Madrid, Don Carlos Osoro, también presente en EM, de salir al mundo “desarmados” con la única riqueza del encuentro con Cristo que da a la vida un sabor y una luz inconfundibles.
Madrid, 10 de abril de 2016
HAN DICHO
Pedro G. Cuartango - periodista de El Mundo
«Me sorprende que vivamos en un mundo donde se acalla la pregunta por el sentido. Las grandes cuestiones de la vida –la muerte, el dolor o la soledad– son temas tabú. Es difícil plantear estas cuestiones en una sociedad en la que prima el espectáculo y la frivolidad»
Fernando Vidal - profesor de Sociología en la Universidad de Comillas
«Tal vez sepamos lo que se puede hacer con el poder, ¿pero sabemos lo que se puede hacer con amor? ¿Miramos si las personas se siguen donando libremente? Esto implica una nueva forma de relacionarse»
José Luis Pinilla - director del Secretariado de Migraciones de la CEE
«La apertura al otro enriquece en primer lugar al que acoge. Esta acogida es un kairós, una gracia que acontece para el enriquecimiento de todos»
Juan José Gómez Cadenas - profesor de Investigación en el CSIC
«No es el método científico quien tiene la exclusiva sobre el conocimiento de la realidad. No existen hombres religiosos y no religiosos. Todos profesamos una creencia. Es evidente que la ciencia no puede darnos una respuesta moral a los desafíos que hoy llaman a la puerta de Europa, empezando por la crisis de los refugiados»
Juan Arana - catedrático de Filosofía en la Universidad de Sevilla
«Necesitamos una ciencia más humana y un desarrollo humanista que no desconfíe de la ciencia. El papel de la religión me parece fundamental para salvar esta distancia. Debemos cultivar el atractivo que la realidad suscita en nosotros, pues es el motor de la ciencia y de la vida humana. La realidad, al ofrecerse, no deja de mostrarnos su carácter insondable y misterioso»
Padre Ibrahim - franciscano en Alepo
«Permanecer aquí es testimoniar a Cristo con la paz, el diálogo y la misericordia. ¿Cómo hacerlo sin la esperanza que viene de la fe? No podríamos soportarlo. La única forma de acoger verdaderamente y de no “tener miedo a los refugiados” es escuchar lo que nos dice Cristo mismo: “Fui forastero y me acogisteis”»
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