La gracia, el perdón, la importancia de la comunidad. Y esos versículos del Evangelio que nos retan porque «no nos piden empresas extraordinarias, sino que reconozcamos lo que es humano». Retrato de una escritora ganadora del premio Pulitzer que con sus novelas ha llevado a Obama a preguntarse por la fe
«Me doy cuenta de que siempre he creído en una gran Providencia que, por así decir, nos espera más adelante». Es el comienzo de una carta entre dos personajes de Lila, la última novela de Marilynne Robinson, escrita en 2014. Quien escribe, un predicador que se dirige a la que se convertirá en su esposa, continúa así: «El padre tiende sus manos hacia el hijo que está aprendiendo a andar, lo conforta con sus palabras y lo atrae hacia sí, pero le deja sentir el peligro al que se expone y optar con coraje por la certeza del amor y del consuelo que encontrará cuando alcance a su padre».
Una imagen estupenda. Contiene muchos de los temas que la escritora americana explora en sus obras, tanto de narrativa como de ensayo. Y pone de manifiesto una de sus características más poderosas, porque en sus novelas Robinson plantea casi siempre los personajes como instrumentos humanos, de carne y hueso, para abordar los temas que más le apremian: la misericordia, la identidad, la casa, la pertenencia, la educación, las relaciones entre los hombres y sus actitudes frente al mundo que les rodea.
Marilynne Robinson ha recibido muchos premios literarios y reconocimientos, entre ellos, el Pulitzer en 2005 por Gilead, y la National Humanities Medal americana en 2012. Autora de cuatro novelas (además de Gilead y Lila, Vida hogareña de 1980 y En casa de 2008), Robinson vive en Iowa City y es profesora en el Iowa Writers’ Workschop, un master de escritura creativa en el marco del curso de Bellas Artes de la universidad de Iowa. Nacida en Sandpoint, Idhao, en 1943, se educó en la iglesia presbiteriana, para pasar más tarde a la iglesia reformada congregacionalista. Además de con sus novelas, ha conquistado a los lectores con ensayos sobre la democracia, la religión, la historia americana y el pensamiento. Mother Country: Britain, the Welfare State, and Nuclear Pollution (1989); The Death of Adam (1998); Absence of Mind (2010); When I Was a Child I Read Books (2012) y The Givenness of Things (2015).
Dar testimonio. Se trata de páginas que evidencian distintas facetas de su pensamiento. En ellas se hace patente que su pertenencia religiosa es un factor fundamental al igual que su papel dentro de la comunidad académica. Ciertamente, entre los numerosos escritores que hoy se dedican a verter veneno en sus páginas, Robinson es una autora que bebe de las fuentes de distintas tradiciones y visiones del mundo. Su honestidad y su disponibilidad a arriesgarse suponen al mismo tiempo un aliciente y un reto para los lectores. «Para Robinson», ha escrito el New York Times, «escribir no es un oficio, sino un “dar testimonio”: un acto que exige mucho de quien lo realiza, en particular el coraje de mostrar lo que más le importa». Es una buena definición de una autora que se muestra cómoda ante cuestiones espinosas.
En una reciente conversación con el presidente de EEUU, que tuvo mucho eco en los medios americanos, Obama la interrogó acerca de una de sus actitudes aparentemente más controvertidas. Le preguntó cómo consigue conciliar su concepción de un cristianismo «abierto de par en par a todos» con la mentalidad de muchos cristianos en EEUU que se muestran reticentes al diálogo, cerrados ante cualquier punto de vista que los ponga en discusión. Marilynne contestó así: «Cuando las personas se cierran –¡y Dios sabe cómo se defienden!– ante la idea del prójimo, no están tomando en serio su fe. El cristianismo es profundamente provocador. “Ama a tu prójimo como a ti mismo”: correctamente entendido significa que tu prójimo, tu vecino, es digno de ser amado como lo eres tú, no que tú seas capaz de llevar a cabo una empresa sobrehumana. (…) Supone un desafío».
En sus novelas Robinson se demuestra hábil al utilizar paradojas y matices aparentemente extraños, hasta arriesgarse a confundir a sus lectores al pedirles que se empeñen hasta el fondo para comprender. Por poner un ejemplo, puede escribir que «la casa nos fluía en torno» (como en Vida hogareña). Es obvio que una casa no está hecha de material fluido. Sin embargo, con esa imagen original la autora nos devuelve claramente el sentido de una atmósfera y de un ambiente.
Hay una estrecha conexión entre la obra narrativa y los ensayos de Robinson. La una remite a la otra. Si en Immagination and Community la idea de fondo es que «como individuos y como especies somos impensables sin nuestras comunidades», en las novelas, y en especial en Gilead, En casa y Lila (novelas autónomas que, en su conjunto, forman una trilogía) podemos ver exactamente plasmarse este ligamen en la vida de los personajes.
Gilead está escrito en primera persona, desde la perspectiva de John Ames, un pastor congregacionalista de 77 años que está escribiendo sus memorias para su hijo todavía muy joven que no podrá ver crecer. En casa, escrita en tercera persona, narra la historia de la familia Boughton, cuyo padre es un amigo querido de John Ames. Su vida se narra prevalentemente desde el punto de vista de Glory, la hija de Boughton. También Lila está escrita en tercera persona y cuenta la historia de una precisa experiencia de misericordia y de amor vivida por una mujer, Lila, cuando llega al pueblo de Gilead y se casa con John Ames, al que le dará un hijo.
Sacralidad. En En casa, la hija Glory es un personaje que encarna el tipo del “hijo bueno” de la parábola del hijo pródigo; en cuanto tal, tendría todo el derecho de rechazar el misterioso designio de Dios que acoge generosamente en casa al hijo pródigo, que no merecería misericordia. Sin embargo, su nombre, Glory, es una referencia directa al poder de Dios. Robinson construye a menudo una relación previsible entre los personajes, para luego hacer saltar por los aires las expectativas de los lectores. Dios obra poderosamente en la vida de Glory al igual que en la vida de Jack, el otro personaje que remite claramente al “hijo pródigo”. En ambos personajes se manifiestan y se entrelazan la gracia y la misericordia.
En distintos momentos de la novela, Jack se pregunta si para él sigue habiendo una posibilidad de misericordia. Ha enseñado a toda la ciudad a desconfiar de él, a causa de sus malas acciones: mentiras, robos, incendios… es incapaz de darle a su padre el consuelo de profesar una fe religiosa; ni siquiera sabe mentir acerca de su incredulidad, para no disgustar a su padre. Con todo, en su modo de actuar se intuye una sinceridad de fondo y un desesperado agarrarse a lo que queda (o lo que vuelve a despertarse dentro de él) de su conciencia, junto a la búsqueda de algo distinto. ¿Por qué?
Es la misma Robinson la que responde a las dudas de Jack en el ensayo Son of Adam, Son of Man (incluido en su última colección de ensayos The Givenness of Things): «Se puede decir que lo único que Dios no ha puesto bajo nuestros pies es nuestra naturaleza esencial. El único y gran correctivo a nuestra propensión a devastar es el reconocimiento de nuestra profunda sacralidad. (…) La imagen divina en nosotros, a pesar de todo, es un acto de Dios, inmune a nuestro sacrilegio, y que se manifiesta en una gracia que nunca deja de resplandecer en incalculables formas de belleza, amor y fecundidad que hacen de la desastrosa valoración de nuestro carácter algo que, por muy fuertemente arraigado en nuestra historia y en nuestras perspectivas, es radicalmente falso».
Esta visión de la sacralidad de la persona atraviesa toda la obra de Robinson. En su entrevista-diálogo con Obama, la autora dijo: «Creo que las personas somos imágenes de Dios. No hay una alternativa teológicamente respetable más que tratar a las personas en esta perspectiva. (…) Es el mismo ser humano el que reclama respeto, porque en él está el amor de Dios».
Acercándose a la narrativa de Marilynne Robinson los lectores pueden aprender a conocerse mejor a sí mismos, al prójimo y al mundo circunstante. Este conocimiento nos lleva a experimentar un amor y una comunión mayores.
En Immagination and Community, que forma parte de la colección When I Was a Child I Read Books, nos recuerda la autora que «la gran verdad demasiado a menudo olvidada es que la inclinación a hacer el bien está inscrita en la naturaleza de las personas». Pues bien, leer sus obras puede ayudarnos a recuperar precisamente esta verdad.
QUIÉN ES
Marilynne Robinson, 72 años, nació en Sandpoint, Idhao (EEUU). Debutó en la ficción en 1980 con su novela Vida hogareña (Housekeeping), que tuvo inmediatamente un éxito de crítica. Hubo que esperar casi un cuarto de siglo para su segunda novela, Gilead, que, publicada en 2004, fue incluso más exitosa que la anterior: se hizo con el premio del Círculo de Críticos de ese año y, al siguiente, con el Pulitzer y el Ambassador Book Award. En 2008 publicó En casa (Home). De 2014 es su cuarta novela, Lila. Robinson ha publicado, a partir de 1989, también una serie de ensayos, algunos de los cuales han sido distinguidos con importantes galardones. Entre ellos, The Death of Adam: Essays on Modern Thought (1998). En español:
Gilead
(trad.: M. Gurguí y H. Sabaté), Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2010
En casa
(trad.: M. Gurguí y H. Sabaté), Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2012
Vida hogareña
(trad.: V. Campos González), Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2014
Lila
(trad.: V. Campos González), Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2015
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón