«Sufren. Dan la vida. Y nosotros recibimos la bendición de Dios por su testimonio». El Papa pide al mundo que no mire para otro lado ante los cristianos perseguidos. Rostros e historias de una tragedia que no afecta solo a los creyentes
Es un mapa que hemos empezado a conocer hace tiempo: Mosul, Alepo, los coptos de Egipto, los miembros que el Califato está arrancando al hermoso y antiguo cuerpo de Oriente Medio. Pero también está Nigeria, devastada por Boko Haram. Kenia, herida por las milicias somalíes de Al Shabaab. La República Centroafricana, Pakistán, Orissa, China… y los refugiados que son lanzados al mar por sus compañeros, tan desesperados como ellos, porque en su barca a la deriva entre África y Europa «solo se reza a Alá». Muertos por ser cristianos. Cada vez más a menudo y cada vez más.
La «Iglesia de los mártires» de la que habla insistentemente el Papa Francisco agranda día tras día sus fronteras. «Son más numerosos que en los primeros siglos», nos recordaba en Pascua. «Ellos sufren, ellos dan la vida y nosotros recibimos la bendición de Dios por su testimonio». El Papa levanta su voz para denunciar una situación que interpela al mundo: «Pido que la comunidad internacional no se quede callada e inerte frente a tales inaceptables crímenes, que constituyen una preocupante violación de los derechos humanos fundamentales».
Etnia «sui generis». En esta «tercera guerra mundial por partes», donde el odio contra el ser humano en cuanto tal, el odio al otro porque es otro, se suele traducir en violencia contra las minorías y la libertad religiosa, la persecución de nuestros hermanos cristianos es cada vez más dura. ¿Cómo nos provoca este hecho? ¿Y qué nos pide?
En este “Primer Plano” podéis leer algunos testimonios de cristianos perseguidos. Llaman la atención por el sufrimiento, el dolor atroz que sufren. Pero también –y sobre todo– por su serenidad. No hay casi nunca un deseo de venganza. La necesidad de defenderse, sí. De volver a las casas que han tenido que abandonar, de recuperar el derecho a una vida normal, también. Pero revancha, venganzas, odio, no. Solo perdón. Y la necesidad de vivir aún más su fe.
Ahora bien, esta necesidad es un valor para todos. Porque en esta «entidad étnica sui generis», en palabras de Pablo VI, en esta minoría perseguida no por motivos de la sangre o de la tierra, sino porque ama a Cristo, y con Cristo a sus hermanos los hombres, hay algo universal, que capacita para construir en cualquier situación y hacer el bien. Por eso salvar a los cristianos es defender el mundo.
Los pasos. La Iglesia se está moviendo con todos los medios a su alcance. Con iniciativas diplomáticas, cada vez más decididas que empiezan por fin a tener algún eco. En marzo, en el Consejo de Derechos Humanos de Ginebra, se aprobó una declaración conjunta sobre la «defensa de los derechos humanos de los cristianos y otras comunidades». Es la primera vez que se habla de forma tan explícita en un ámbito como este, señala monseñor Silvano María Tomasi, observador de la Santa Sede en el palacio ginebrino de las Naciones Unidas. Siempre “junto a otras comunidades” porque el problema es muy amplio, pero ya no se discute solo de genéricas “minorías”.
En la misma dirección, pocos días después, también el Consejo de Seguridad de la ONU, en Nueva York, bajo la presidencia de turno francesa, promovió un llamamiento e invitó a que diera su testimonio monseñor Louis Raphaël Sako, patriarca caldeo de Bagdad. Mientras, el prelado Bernardito Auza, observador permanente del Vaticano en el Palacio de Cristal, hablaba en una conferencia de la «tierra asiática bañada en sangre» y de las «miles de personas perseguidas y privadas de sus derechos humanos fundamentales, discriminadas y asesinadas por ser creyentes», añadiendo que se trata de «un fracaso colectivo de esta organización internacional». El 25 de abril llegó el turno de Béchara Raï, patriarca libanés, en la Unesco. Aparecen apoyos inesperados: la ultra-laicista Francia, Rusia… En definitiva, algo se está moviendo. Poco, pero se mueve. «El tema religioso ha sido siempre, hasta ahora, una especie de tabú para estas instituciones», observa Tomasi: «Tal vez por lo que está pasando, ahora es más difícil no tomar en consideración este factor». Una buena señal. Pero, ¿mientras tanto? ¿Qué más podemos hacer nosotros aquí?
Monseñor Amel Nona, obispo refugiado de Mosul, respondió a esta pregunta descolocando a todos: «Vivid con alegría vuestra fe. Necesitamos veros felices». Es decir, necesitamos una mirada redimida, colmada de la presencia de Jesús. Capaz de fijarse en lo esencial y a la vez hacer todo lo posible; capaz de responder al llamamiento sencillo y radical del padre Douglas Bazi, párroco en Erbil, al final del diálogo que podéis leer en este número: «Acogedlos»; capaz de comprender que la clave es llevarlos en nuestra mirada y en nuestro corazón. Acordarse de ellos. Y hacer que el mundo se acuerde de ellos.
También por esto, en Pentecostés, nos sumaremos a la vigilia de oración convocada por la Conferencia Episcopal Italiana, los obispos y la Iglesia del mundo entero: parroquias, movimientos, asociaciones. La forma se irá definiendo en los próximos días. Será un primer paso dentro de ese camino al que estamos llamados, el de nuestra conversión. (@dperillo14)
Comunicado de prensa
Comunión y Liberación se adhiere a la Vigilia de Pentecostés por los mártires contemporáneos promovida por la CEI
Comunión y Liberación se adhiere a la propuesta de la CEI de dedicar la Vigilia de Pentecostés (sábado 23 de mayo de 2015) a los mártires contemporáneos, los cristianos «víctimas de persecuciones y violencias solo a causa de la fe que profesan» (Francisco, 30 de abril de 2015).
«Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él» (I Cor 12,26). ¿Cómo permanecer indiferentes ante los sufrimientos de nuestros hermanos cristianos perseguidos en tantas partes del mundo?
¿Cómo no responder a los repetidos llamamientos del Papa Francisco? «Hay más mártires hoy que en los primeros siglos de la Iglesia; ¡más mártires! Hermanos y hermanas nuestros. ¡Sufren! Llevan la fe hasta el martirio». El Santo Padre nos recuerda que estamos ante un nuevo desafío, que se manifiesta «en verdaderos ataques a la libertad religiosa o en nuevas situaciones de persecución a los cristianos, las cuales en algunos países han alcanzado niveles alarmantes de odio y violencia» (Evangelii Gaudium, 61).
«Adhiriéndonos a la iniciativa de la iglesia italiana», ha declarado don Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de CL, «queremos unirnos a todos los que sienten las heridas de los mártires de hoy como infligidas contra sí mismos, para mostrar toda nuestra cercanía a estos hermanos nuestros que sufren. Como parte del cuerpo que es la Iglesia, quisiéramos llevar sobre nosotros un poco del peso de la incomprensión, la intolerancia y la violencia que el mundo que rechaza a Cristo descarga sobre los nuevos mártires del siglo XXI. Sin embargo, precisamente de los cristianos perseguidos nos llegan continuos testimonios de personas que en su fe encuentran la razón adecuada para vivir y para morir. Ojalá su testimonio despierte nuestra fe del torpor y de la indiferencia. Por eso invito a todas las comunidades de CL en Italia y en el mundo entero a sumarse al gran gesto de oración del 23 de mayo, Vigilia de Pentecostés, en unidad con toda la Iglesia, participando en los gestos organizados por cada diócesis».
Oficina de prensa de CL
Milán, 5 de mayo de 2015
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón