Aparcamiento ilegal
Giordana se acerca a la acera y apaga el motor. Esta mañana es necesario esperar. No hay ningún puesto libre en el aparcamiento. Si bien, “aparcamiento” no es la palabra exacta en esta zona cercana al Verano, el cementerio de Roma, donde cada mañana deja el coche para ir a la universidad. Aquí sólo se encuentran sitios y aparcacoches ilegales. Les conoce a todos de vista. De alguno de ellos tiene miedo, sobre todo de noche, porque a veces están bebidos.
A principios de año, sin embargo, había llegado un aparcacoches nuevo. Tal vez por su camisa bien colocada, tal vez porque le había saludado de modo educado, le había parecido más “normal”, de modo que todas las mañanas había buscado sitio en “su” sector. Se habían intercambiado también alguna que otra frase.
Mientras espera, el hombre se acerca. «Buenos días, disculpe, hoy debe tener paciencia». «Buenos días Joseph. No importa, vengo con tiempo de sobra. ¿Cómo estás?». «A decir verdad, tengo hambre. Esta mañana llegaba tarde y no me dio tiempo a desayunar». «Bueno, como hay que esperar, voy al bar a comprarte un croissant. ¿Te parece?». «Gracias, eres muy amable. Te doy el dinero». «No te preocupes. Tardo dos minutos. Además, ¡me cuidas tú el coche!». A la vuelta, sigue sin haber ningún sitio libre. «Aquí lo tienes, con mermelada…», dice Giordana. Y continúa: «Realmente no pareces un aparcacoches. ¿Cómo funciona aquí el trabajo?». El hombre tiene necesidad de hablar: «Mira, aquí casi todos tienen un jefe. Yo ya no. No doy cuentas ante nadie. Estoy en el nivel más alto. Nadie puede darme órdenes». «¿Tienes familia?». La mira y baja la vista. «No puedo, no conseguiría mantenerla». «Pero entonces, ¿por qué no buscas otro trabajo?». «No es tan fácil, aunque lo he pensado a menudo. Como a menudo me pregunto si…». Se para durante algunos segundos. «Si es justo lo que hago». Giordana le mira, no entiende: «¿Qué quieres decir?». «Me pregunto si, además de ir contra la ley, como realmente hago, no estaré también yendo contra… Dios. Ya está, ya te lo he dicho».
Tras un momento de silencio, el hombre prosigue. «¿Tú crees en Dios?». Giordana no se esperaba esta pregunta: «Sí, creo. Pero, ¿por qué me lo preguntas? ¿Por qué te interesa Dios?». Joseph empieza a contarle: «Mi madre es católica, mi padre es musulmán. Se respetan, se aman. Cuando les miro, veo lo que me han repetido siempre: “Amamos al mismo Dios”. Te pongo un ejemplo. Durante estos días, viendo en los telediarios los atentados del Isis, rezaban juntos por la paz: el en árabe, ella en italiano. Para mí es tan absurdo lo que está ocurriendo con los cristianos. Es algo así, como si mi padre matara a mi madre. ¡Es una guerra completamente enloquecida!». «Joseph, ¿tú eres musulmán o católico?». «Yo creo en Dios y basta».
Un poco más adelante se oye una disputa. Un automovilista está discutiendo con un aparcacoches. Sonidos de bocinas de coche. Joseph continua hablando: «Pero tú, ¿qué piensas de lo que te he contado? Lo que hago, ¿va contra Dios?». Giordana: «¿Sabes lo que dijo Jesús cuando se le preguntaron si era justo pagar tributo al César? “Al César lo que es del César”. Quería decir que respetar la ley es importante. Pero después añadió: “A Dios lo que es de Dios”. Y tu corazón está vuelto a Dios. Son dos caras de la misma moneda porque la vida es una». «¡Nadie jamás me había hablado de Dios de esta manera!».
Se queda libre un sitio. Giordana sube al coche y arranca el motor. Baja la ventanilla: «Gracias. Nos vemos mañana por la mañana». El hombre se inclina. «Hoy he podido ver qué significa lo que me dicen mis padres: Dios es amor». Ella hace la maniobra y piensa: «El Señor nos llama en cualquier situación. Basta con prestarle atención».
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