Empezó con un grupo de amigos en una pequeña oficina. Hoy la ong española trabaja en 12 países, con proyectos educativos, sociales y ambientales, que ayudan a vivir a dos millones de personas. Cuando se cumplen los 25 años de su fundación, ofrecemos algunos fotogramas de este recorrido para entender el método original que Cesal ha generado
Nuestra Señora del Carmen. Es el nombre de la calle en el que se encuentra el Centro Hispano-Dominicano de la Comunidad de Madrid. Estamos en uno de los barrios con más población extranjera de la capital de España. En torno a un 30 por ciento de los que viven en estas casas bajas son inmigrantes de primera o de segunda generación. La tasa de paro oficial supera el 20 por ciento. España es el país de la Unión Europea con más “ninis”, jóvenes que ni estudian ni trabajan. Uno de cada cuatro de los chicos entre 19 y 20 años está en esta situación. Y el porcentaje en la zona se dispara. A unos metros las tensiones sociales han estallado, y un grupo de neonazis ha ocupado un edificio. Se refugian en la ideología para no tener que afrontar los retos de una sociedad compleja, con mucha gente diferente.
El Centro Hispano-Dominicano es un centro creado por el Gobierno Regional para ayudar a los inmigrantes, especialmente golpeados por la crisis y con dificultades de integración. La gestión la hace Cesal, una ong que celebra ahora sus 25 años. Una de las obras más consistentes que ha levantado la gente de CL en España.
El brillo. El ambiente detrás de unas puertas blancas y rojas es muy animado. Adolescentes y jóvenes poco formales se mueven de forma nerviosa, hay carreras y gritos. «El concepto “nini”, joven que ni estudia ni trabaja hay que revisarlo», nos cuenta Fernando Morán, responsable de Juventud de Cesal: «La culpa en parte es de los adultos que ni confiamos ni apostamos por ellos. Aquí estamos teniendo la experiencia de que apostando y trabajando con los jóvenes encuentras respuesta. Muchos de los que andan por aquí habían renunciado a integrarse en el mundo adulto porque no encajaban en el actual sistema escolar». Quedarse fuera del sistema laboral (en España el fracaso escolar es de los más altos de Europa) significa marginalidad asegurada.
«Nuestra experiencia», continua Morán, «es que el problema se puede solucionar si impartes cursos que realmente se adapten a sus necesidades. La mayor parte de los que vienen por aquí no tienen formación previa. Hay que darles una formación que les permita partir de cero. Es lo que hacemos, por ejemplo, con la hostelería». El secreto: volver a despertar la curiosidad y encontrar un buen maestro. «Lo primero que hacemos es proponerles algo atractivo. Y luego tenemos la suerte de que contamos con un formador, un chef excelente, que les transmite la pasión por el trabajo y por la cocina. Cuando están delante de esa pasión, se ponen manos a la obra y se dan cuenta de que tienen capacidad de crear y de construir. Lo bueno de la cocina es que el fruto se ve enseguida. De pronto se dan cuenta de que pueden dar de comer a su familia, a otras personas, y eso les hace sentirse útiles, les ayuda a reconstruirse como personas. En un recorrido más o menos corto, de cuatro o cinco meses, pueden empezar a trabajar».
Cero de abstracción, atención a la necesidad de cada persona en la condición en la que está y ayuda para hacerla protagonista. Empieza a asomar el “método” Cesal. «Me acuerdo de que un día un chico me dijo: “Yo quiero servir. Servir para algo y servir a alguien en la vida”», recuerda Morán. La Escuela de Hostelería que menciona nació hace 6 meses. Uno de sus padrinos es David Muñoz, el chef de moda en Madrid. Su restaurante DiverXo, de cocina fusión, cuenta con tres estrellas Michelin. Chema Isidro, otro chef afamado, es el que se ocupa directamente de la formación de los jóvenes que están en riesgo de exclusión social. «Los chavales que llegan al curso de cocina de Cesal vienen con muy baja autoestima. Cuando se ponen delante del plato ven que crean algo. Se sienten orgullosos de lo que hacen y se sienten queridos. Un día uno se me acercó después de hacer un show cooking y me dijo: “Jamás me habían aplaudido en la vida”». Lo cuenta Isidro con entusiasmo.
Wilber Sanboy, uno de los alumnos, explica por qué siguió las clases, a pesar de su exigencia: «A mí las normas no me gustan. Por eso Fernando no me gustaba. Pero poco a poco me di cuenta de que siempre lo buscaba. Y él siempre estaba allí, siempre podía encontrarlo fuera cual fuera el momento que estuviera pasando». «Esto es lo importante, que tú veas un brillo nuevo en sus ojos porque eso es lo que te pone también a ti mismo en movimento», añade el propio Fernando. En el Centro Hispano-Dominicano, abierto en 2007, no solo se cocina. Hay cursos de baile, de apoyo escolar, se hace deporte... Se vive y se acoge.
Dayhani Santos cuenta que llegó hasta sus puertas con 15 años, «para pedir ayuda porque me había quedado embarazada. María, la psicóloga del centro, me acompañó a hacerme todas las pruebas, a las sesiones de preparación al parto, estuvo conmigo en el momento de tener a mi hija... Necesitaba alguien que me cuidara, no que me respondiera solo como una profesional». La mayoría de los abortos en España se producen por causas sociales y por la soledad de las mujeres. Desde fuera se percibe la diferencia. Pablo Gómez Tavira, el que fuera responsable de política de inmigración del Gobierno de Madrid, asegura que «lo más importante de Cesal es que se cree lo que hace, para explicarlo con una palabra que quizás se ha quedado antigua, se puede decir que la gente de Cesal tiene vocación. Otros se dedican a lo social y no lo hacen mal pero también podrían estar en la banca y eso se nota».
La historia. Año 1989. Una pequeña habitación interior de un pequeño piso en el centro de Madrid. Un recién licenciado en filosofía, Javier Restán, y dos universitarios, Juan Orellana (luego crítico de cine) y Luis Rubalcaba (ahora catedrático de Economía), se arremolinan en torno a tres mesas que están muy juntas. Restán vuelve de una estancia en Argentina. Luis Enrique Marius, entonces secretario general de la CLAT, el gran sindicato católico latinoamericano, quiere abrir una oficina en Madrid. Para difundir sus actividades y para buscar recursos. José Miguel Oriol, presidente de Ediciones Encuentro y mentor de Cesal, acepta la propuesta pero la amplía y decide poner en marcha un centro de estudio y de solidaridad. Estamos en el final de una década convulsa. El muro de Berlín todavía no ha caído. En España y en América la batalla cultural es intensa, el marxismo sigue considerándose la interpretación de referencia. Cesal se mete de lleno en el barro a pesar de los escasos medios. Organiza varios congresos en la Universidad Complutense a los que asisten importantes personalidades del momento que abren una perspectiva diferente tomando la fe como criterio de interpretación. Una novedad importante en un ambiente cerrado.
Sobre el terreno. En los años 90 empiezan a surgir las convocatorias públicas para cooperación al desarrollo. Cesal se distingue pronto como una ong que sabe bien de lo que habla. Trabaja sobre el terreno, conoce los países para los que pide fondos, se involucra realmente. Se gana el respeto de los gobiernos de izquierda y de derechas. Sin padrinos, desde abajo. Hasta llegar a realizar 500 intervenciones en todo el mundo, emplear 100 millones de euros y llegar hasta dos millones de beneficiarios.
Los últimos años han sido difíciles para la cooperación internacional. Los presupuestos públicos se han reducido drásticamente y desde muchos sectores se ha empezado a cuestionar que la ayuda al desarrollo tenga sentido. Algunos defienden que el mercado por sí solo es el mejor agente del cambio. Gonzalo Robles, secretario general de Cooperación en España –máxima autoridad política en la materia–, no está entre ellos. «Si uno mira qué ha conseguido Cesal ve que ha mejorado la vida de mucha gente», asegura: «El desarrollo que consigue el mercado no es suficiente. La cooperación sigue teniendo sentido». También Francois Brikke, uno de los responsables del Banco Mundial para América Latina, sigue creyendo en la cooperación. «El trabajo que está haciendo Cesal, trabajo de proximidad, de reflexión, de promoción, es fundamental», señala.
Cesal, a pesar de las dificultades económicas, mantiene una importante actividad internacional. Tiene 179 empleados en 12 países. El Gobierno sigue encargándole importantes proyectos. Y el sector privado se ha convertido en uno de sus mejores socios. Con las fundaciones y con las empresas con las que trabaja vuelve a suceder lo mismo que con las administraciones. «Nos gusta cómo trabaja esta gente en el terreno, cómo se involucra, cómo siente el dolor de las personas», señala Julio González, director de la Fundación Real Madrid. Es uno de los nuevos compañeros de camino.
Trabajo, no asistencialismo. ¿Qué permite que la Administración y el sector empresarial sigan apoyando a una ong como Cesal cuando el dinero escasea y cuando la cooperación internacional está tan cuestionada? Seguramente es un modo de hacer de las cosas que hace muy concreto la utilidad de la ayuda al desarrollo. ¿En qué consiste? Amparo Espinosa, directora de la Fundación Sembrar, ong ecuatoriana con la que Cesal trabaja en barrios marginales de Quito, explica que su ayuda es decisiva porque «contribuye a que se despierte la persona, a que descubras lo que hay en ti que te permite moverte de otro modo en el barrio». Cleuza Ramos, de la Asociación de Trabajadores Sin Tierra de Brasil, que de trabajo con los pobres lo sabe todo, añade: «Cesal es una organización que trabaja con la persona y no de una forma asistencial. Consigue hacer protagonistas». ¿Qué significa trabajar con la persona? «Es responder a todas sus necesidades, no solo a aspectos particulares», responde Pablo Llano, actual director de la ong. 25 años, miles de amigos de las más diversas procedencias que reconocen un aire diferente y muchos más por llegar.
LOS NÚMEROS
Cesal nace en 1989 como Centro de estudios y solidaridad con América Latina. En 1993 llega a África. En 1997, a Europa del Este.
- 179 trabajadores
- 500 proyectos
- 12 países
- 2 millones de beneficiados
www.cesal.org
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón