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Huellas N.6, Junio 2014

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

QUERIDO PADRE ALBERTONE…
Corría el año 1993, cuando el padre Alberto Bertaccini vio la necesidad de una educación para nuestros niños que tuviera en cuenta todos los factores de la realidad. Así nació el Jardín de Infantes “Dos Cocodrilos” (el nombre estaba inspirado en el canto que Albertone popularizó en la comunidad), donde él con su gran humanidad, acogió a chicos de diferentes estratos sociales aplicando cuotas diferenciadas. Siempre preocupado de enjuiciar los hechos, realizábamos actividades haciendo experiencia y aprendiendo a valorarlas. Era una gran familia, visitábamos las casas de cada niño, expresando la pertenencia y la acogida que nacen de la relación con el Misterio. Después de diez años de ausencia en el Paraguay, retornó para enseñarnos ahora a nosotros los adultos, a mirar lo esencial trabajando la Escuela de comunidad, buscando siempre la verdad, con gran libertad ante los acontecimientos que se nos presentan, sin huir de ellos. Más bien nos provocaba constantemente a no estar tranquilos. Esos encuentros con el padre Alberto eran tan concretos, llenos de libertad, que generaron en nosotros una unidad para ayudarnos a mirar lo esencial a pesar de todos nuestros límites e incoherencias. Lo voy a extrañar muchísimo, pero con la certeza de que nos cuidará como un verdadero padre. Así, de hecho, es como nos tenía acostumbrados.
Rita

UNA SEMILLA QUE CRECE
Desde el primer día que acompañé a mi tía a un encuentro de CL me sentí identificada con su manera de enseñarnos y ponernos a reflexionar. Me encanta cuestionarme y llegar al fondo de las cosas. Anteriormente intenté integrarme en algún grupo, pero yo no puedo seguir algo que no me convence y que no me pone a pensar como ustedes lo hacen. En mi familia no me educaron en la fe, no tengo domingos familiares de misa, ni actividades relacionadas con esto. Pero siempre he tenido una inquietud y he detectado una necesidad muy grande dentro de mí. Después de pasar por muchas etapas de mi vida en la inmadurez o en las que me ha faltado orientación o en las que incluso creía no necesitar a Dios o, aún peor, llegué a dudar de su existencia. Ahora reconozco con humildad que lo necesito en mi día, en mi corazón, en todo mi ser. Sigo sin estar educada en la fe, no conozco su historia, me he propuesto leer la Biblia y nunca termino el Génesis, hasta ahí llego. Pero ahora tengo la apertura y la disponibilidad para crecer y doy las gracias, a ti y al movimiento, por existir y compartir tanto con personas como yo, que tenemos una necesidad, pero no sabemos como aterrizarlo. Ya soy capaz de detectar mi necesidad, pero me siento muy incongruente entre lo que deseo y lo que hago. Desde que conocí CL hasta el momento, considero que una semillita quedó sembrada dentro de mí, una inquietud y a pesar de que apenas estoy por comenzar en este camino, me sorprendo al ver cambios positivos en mí, cosas pequeñas, pero que van conformando mi día a día, y ya me voy enfocando en lo que es esencial para mí. Estoy contenta de que se haya despertado esta actitud problemática en mí, porque ahora ya no puedo solamente ir viviendo por sobrevivir, ahora necesito encontrar el sentido de mi vida, de este regalo que antes no valoraba y ahora quiero usar de la mejor manera.
Natalia, Monterrey (México)

SCHOLÉ
Esta mañana ha venido la madre de dos niños que estamos acompañando en Scholé (ayuda al estudio) para hacer una encuesta en la que pretendemos conocerlos mejor, acompañarlos con más audacia y entender mejor qué es lo que necesitan y qué podemos mostrarles. En definitiva, entender mejor la razón de estar con ellos. Cuando terminamos me dice: «La verdad es que yo lo que más noto en mis hijos es que se tratan de otra manera. De hecho, en el cole a mis hijos les preguntan que si son amigos de esos niños sucios, que siempre van en chándal y que todos los niños rechazan, y ellos les dicen que sí, que son sus amigos de Scholé y que no son distintos a ellos. Es más, mi hija María me preguntaba cómo podía ayudar a uno de ellos a bailar porque se había partido un pie y no podía ensayar. Y a mí eso es lo que me gusta y por eso los llevo con vosotros». Cuando yo he oído eso me he conmovido porque justo estaba expresando que sus hijos han entendido que «el otro es un bien»,y lo han aprendido estando con nosotros. Sorprendente. Os aseguro que nunca les he hablado a estos niños del manifiesto, pero me doy cuenta de que viviendo, estando atentos a la realidad y respondiendo a su provocación, hasta a un niño aprende lo que otro vive. Y lo que uno vive es que es un mendigo que se da cuenta de que nada de esto ni nada de mi vida sería posible si Él no estuviera. Por esa razón yo hago Scholé:para entender mejor quién es Cristo.
Lolo, Osuna/Sevilla (España)

UN ENCUENTRO Y UN CAMINO
Querido Julián: Hace unos años que trabajamos con un grupo de amigos en una muestra sobre las Independencias de Hispanoamérica que presentamos en el Meeting de Rímini en su edición 2012. Muy interpelados por la llegada del Papa Francisco –al que cruzábamos por las calles de Buenos Aires– y por sucesos sociales y políticos acaecidos en la Argentina, durante 2013 revisamos completamente el contenido de la muestra porque entendíamos que ya no podía ser la misma. Lo que empezó a cobrar más relieve del contenido que habíamos trabajado fue la evidencia de que el apego a la ideología genera polarizaciones violentas y la constatación de que las posibilidades de construcción social surgen cuando hay hombres que, sinceramente, se preguntan por el significado de la vida, de sí mismos, de la realidad y se preguntan también por el otro en cuanto tal. Y vimos que esto, que podría quedar en una lúcida afirmación de cierto interés cultural, contiene en cambio una verdad decisiva para una herida que los argentinos arrastramos desde hace tiempo y que, en lugar de ir cicatrizándose, parece recrudecer e ir asumiendo distintas formas con el tiempo. Hemos sufrido y sufrimos muchas de estas polarizaciones violentas y sentimos como una condena la imposibilidad de diálogo y reconciliación entre nosotros. Mientras pensábamos que nuestro diálogo con el corazón de aquellos independentistas de hace dos siglos podía ser nuestro aporte para mirar a la cara esta dificultad que nos duele, Aníbal retomó contacto con un viejo amigo que durante los años 70 fue oficial montonero (guerrillero) en los crudos episodios de violencia que sufrimos entonces los argentinos. Un hombre que, despojado de todo sectarismo ideológico, ha revisado su vida, su modo de actuar, su utopía, desde la lealtad consigo mismo y con la realidad, hasta llegar a hablar de perdón. De allí surgió la idea y la posibilidad de presentar junto con la muestra, algunas mesas con testimonios de hombres y mujeres de ambos bandos que protagonizaron aquellos episodios. El tema, en mayor o menor medida, nos toca a todos. En mi caso, como en el de muchas familias argentinas, se han juntado personajes de ambos polos: ha habido guerrilleros –tíos, primos bastante mayores– y por otro lado, mi padre fue funcionario durante la dictadura militar. Es una realidad que ha generado –en el menos trágico de los casos– heridas profundas, dolor, silencios de los malos, división... Que compartan un espacio de diálogo un ex montonero y un ex militar que han mirado sus vidas hasta el fondo es que suceda lo imposible. Y no es un mero hecho para admirar o una posibilidad de esclarecimiento para tantos cabos sueltos que aún quedan en nuestra historia. Que ocurra significa que se introduzca una realidad distinta. La sola perspectiva de que se concrete, conmueve. En este momento, ya nos hemos encontrado con algunas de estas personas y la sorpresa es muy grande. Te diré lo que me sorprende en ellos y lo que me sorprende en mí. En ellos, me llena de respeto y admiración la sinceridad con la que han tratado sus vidas, la seriedad con la que han vivido el dolor, el fracaso o el error hasta el fondo, y que los lleva a una desnudez deseosa de diálogo y reconciliación. A una sosegada pero profunda necesidad de que aquello que es y que fue, sea reconocido tal como es, entendiendo además que esta es la única manera de que las heridas comiencen a cicatrizar y se pueda construir. Una necesidad de mirar las cosas a la cara y asumir cada uno su responsabilidad. De alguna manera, están esperando. Estamos aprendiendo mucho de esta gente; son actores del capítulo 8 de Los orígenes de la pretensión cristiana. En cuanto a mí, me sorprende el modo en que los miro y la pasión que siento por cada uno de los que vamos encontrando (pasión que se traslada también a otras circunstancias). Es una desproporción total: porque, por ejemplo, ¿qué puedo decirle yo a una mujer a la que le han llevado el hijo de 17 años de su propia casa y nunca más apareció y que –se presume– fue torturado y asesinado? Sin embargo, tengo un gran deseo de estar con ella y una certeza inquebrantable sobre Cristo. El nombre de Jesús y la gratitud porque Él existe se me vienen solos al pecho, como lo esencial para mí antes que nadie. Una certeza inquebrantable de que Dios no abandona al hombre, de que está ahí conmigo, de que todo está en un orden misterioso pero que tiene su sentido. Que el designio es bueno. Y que somos suyos. De alguna manera, diría que allí ya acontece todo, aun antes de poder concretar nuestras mesas de diálogo que están previstas para agosto y setiembre. Estamos encontrándonos con gente. Son encuentros. Y estando allí, pienso en cuánto tiempo he perdido y en qué simple es la cosa, porque lo que llevamos encima no es nuestro; sin embargo, yo soy mi encuentro, somos nuestro encuentro. Y esto, simplemente, se ve. Te copio un fragmento de un mail que me escribió un viejo político argentino, muy conocido, luego de haberse encontrado con cinco de nosotros para presentarle el tema: «Tengo un hijo con síndrome de Down y te puedo asegurar que con él encuentro una inocencia profunda que termino admirando. Charlar con ustedes para mí es importante (...). La fe conmueve, yo la tengo pero demasiado amplia (...). Me gustó hablar con ustedes, son gente que se nota plena, con un destino para sus vidas (...). Son una maravilla escuchando, eso nos enriquece a todos». Un abrazo.
Lola, Buenos Aires (Argentina)

DONDE NO ME LO IMAGINABA
En vísperas de festivo, nuestra niña de apenas 40 días comenzó a devolver todo lo que comía. En medio de la confusión por su cuadro clínico, decidimos salir con urgencia hacia la ciudad de Santa Fe, a unos 170 km de donde vivimos. Desde nuestra llegada a la medianoche –cuando nos recibió una amiga– hasta la estancia en una casa de Memores Domini durante los días subsiguientes, vivimos ocasiones de encuentro y esperanza. Las caras de todos nuestros amigos nos hacían reconocer a Alguien más grande que nuestra angustia y cansancio. Sin embargo, allí donde no me lo imaginaba ni tampoco me lo esperaba, en la terapia de neonatología también se hizo evidente que Otro sale a mi encuentro y me vuelve a despertar. Después de una semana de hospital, los encuentros con las mamás de los otros niños se iban acrecentando. Nuestros horarios de visitas eran cada tres horas, lo que hacía que prácticamente nos viéramos gran parte del día. Cuando ingresábamos en neonatología, sucedía algo maravilloso: todos eran como nuestros hijos, estábamos al tanto de lo que le sucedía a uno y a otro. Antes de recibir el alta, había llevado la revista Huellas para regalarle a una mamá que, justo ese día y en ese horario, no estuvo. No me quedó más remedio que dejársela con una nota. Allí le dejaba mis datos y le recomendaba un artículo porque entendía que la iba a ayudar a juzgar la dura realidad de su pequeño. Yo, después de este gesto quedé contenta, ¡me había animado a dársela! Sin embargo, luego de varios días, me llegó un mensaje suyo que decía: «Querida Carolina, soy Gaby, mamá de Milo. Quería agradecer el artículo que me dejaste y decirte que allí también hallé el testimonio de un papá cuya hija tiene un daño en la médula. No creo que ello sea casual. Veo a Dios en todos lados, por eso he perdido el miedo y le dejo a Él actuar a su tiempo. Haberte encontrado el día del renacimiento de Milo no fue azar, fue un remanso para el dolor que agobiaba mi corazón porque allí te escuché cantar y sentí que ese canto era para tu niña y para todos los niños de la neo. Nada, absolutamente nada es casual y agradezco a la vida por las personas que me permite conocer». Sin duda esto era lo más bello que pudiera haber sucedido, se me hizo evidente lo que escuché en el retiro de la Fraternidad: Dios se sirve de todo lo que sucede para la maduración de aquellos a los que Él ha elegido.
Mª. Carolina, San Francisco/Córdoba (Argentina)

CONOCER EL CIELO
Esteban es un feligrés muy especial de nuestra parroquia. Podías encontrarlo cada día en misa, o de rodillas adorando la Eucaristía, o rezando en el último banco de la iglesia. Pero también lo encontrábamos a la salida de misa, pidiendo limosnas de los amigos y los fieles que cada vez con mayor familiaridad se acercaban a él. Es uno de los que llamamos indigentes. Hace años me senté a su lado escuchando a un coro que cantaba la Misa Criolla. Cuando llegó el Agnus Dei, «Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten compasión de nosotros», me conmoví profundamente por la intensidad de la súplica y la belleza de la música. A mi lado, Esteban lloraba con la misma conmoción. Empecé a mirarlo como a un verdadero amigo, sorprendida por su “ser”, por el misterio infinito de esa persona, tan distinta y a la vez tan igual a mí. Cada domingo mi marido, Fernando, y yo, y luego nuestros hijos, nos quedábamos hablando con Esteban, que acabó aprendiendo todos nuestros nombres y las fechas de nuestros cumpleaños. Esteban vive en una casita de madera (ahora un poco más adecentada gracias a la ayuda de nuestros amigos) en un barrio de la periferia desde donde parte a pie (con muchas dificultades porque hace tiempo sufrió un ictus), cada día se cruza treinta cuadras para llegar a la iglesia. «¿Por qué haces este sacrificio cada día?», le pregunté una vez. «Vengo para decirle a Jesús: “Tú en mí y yo en Ti”, y a mi madre María: “Yo soy tu hijo y tú mi Madre”». Este año le llevamos a las vacaciones del movimiento. A la vuelta, nos dio las gracias por haberle permitido «conocer el cielo». Unos días después, su salud empeoró y desde entonces no puede caminar. Mi marido fue a verle con dos amigos. Estaba en una condiciones terribles, deprimido y con ganas de dejarse morir. Entonces, con una enfermera ya jubilada y una religiosa de la parroquia, fuimos a visitarle y a ayudarle. Estaba preocupada por su alma y procuramos que se confesara. Muchos hechos han pasado desde entonces. Quizás el más significativo, por la gracia que supuso, fue poderle hospedar en nuestra casa tres días. Más no nos dejó para no “molestar”. Su dignidad humana seguía intacta. Hemos asistido a un espectáculo de caridad, atención y unidad por parte de nuestros amigos que le han atendido, lavado, curado, acompañado. Así vamos aprendiendo el Amor, esa concepción de la vida que Cristo ha encarnado plenamente y nos ha enseñado.
Carolina (Argentina)

LA INTELIGENCIA PARA RECONOCERLE
En el último momento decidí ir a los Ejercicios de la Fraternidad. Los viví intensamente, con mucha alegría. Me sorprendía cada día lo que decía Carrón, principalmente la pregunta sobre qué es lo esencial en mi vida. Durante el regreso, comentaba con una amiga la maravillosa experiencia que habíamos vivido, además del trabajo que teníamos que realizar al volver a nuestras actividades diarias. Unas horas después, suena mi celular y mi esposo me dice que tiene que darme una mala noticia. Mi corazón sufrió un vuelco, esperando lo peor. «Unos ladrones entraron en la casa y nos robaron todas tus alhajas y muchas otras cosas». Mi amiga se dio cuenta enseguida y me preguntó: «¿Qué vais a hacer?». Y yo: «He tenido dos pérdidas más grandes, la muerte de mi hermano y de mi madre. Esta es una pérdida material y no debe afectarme». Pero no era cierto. Sentía una rabia tremenda, impotencia, frustración. No tenía ganas de llegar a casa y enfrentarme a la realidad. Lo que más me dolía era el robo de mis alhajas que guardé durante más de 30 años. Cada una tenía un significado y me recordaban personas y momentos especiales de mi vida. En un abrir y cerrar de ojos todas se habían esfumado. Unos días después, retomando los apuntes de Carrón, me pregunté: «Durante todos estos años, ¿qué ha sido lo esencial para mi?». Hice una lista: trabajar y trabajar, cumplir al máximo, tratar de dar lo mejor de mí para recibir el reconocimiento de mis pacientes; fijarme una meta, llegar a tener una jubilación; tratar de ser una excelente madre y esposa; acumular cosas materiales que al fin y al cabo ni usaba. Y la lista crecía. Me di cuenta de que Cristo no ha sido lo esencial en mi vida y de que tengo que realizar un trabajo diario para reconocer que Él es el único en quien puedo abandonar mi tristeza, mi frustración. Y esperar que Él se haga presente en cada momento de mi vida y me conceda la inteligencia para reconocerlo. También darle las gracias porque afortunadamente no había nadie en la casa y toda mi familia está bien.
Naty, Coatzacoalcos (México)

POR AQUELLA CARRETERA DE CAMINO A LOS EJERCICIOS
La invitación a participar en los Ejercicios de la Fraternidad hizo que surgieran en mí muchas preguntas, como esta: «¿Es que acaso allí me va a suceder algo distinto de escuchar cosas que ya habré oído en años anteriores?». Cuando le dije a mi madre que haría el viaje para ir a los Ejercicios, me preguntó: «¿Por qué carretera irás?». Le respondí: «Por la que atraviesa Wukari». Mi madre se quedó sin habla. Se trataba de la misma carretera en la que unos desconocidos habían asesinado a un pariente mío. Esto había sucedido apenas una semana antes. Pero escuchar a Carrón durante esos tres días ha despertado mi mente y mi corazón y me ha hecho retornar al origen, del cual yo vivía separado cada día, debido al miedo, pensando que nada bueno podía sucederme. Los pocos días pasados junto a nuestros amigos procedentes de las diferentes zonas de Nigeria, han comprometido toda mi humanidad volviéndome a dar las razones por las que me conviene mantenerme pegado a lo esencial. Solo Su mirada me puede iluminar. Una de las cosas de estos ejercicios que no podré olvidar nunca es el hecho de que todos estamos viviendo dificultades que no se le ahorraron ni a Jesús ni a don Giussani. Es como la mirada amorosa de una madre. Volver a escuchar las palabras de Carrón me ha puesto en movimiento para abrazar de nuevo el camino de la vida. Ha encendido de nuevo el deseo de caminar porque esto, el viaje, es lo que nos hace crecer en la experiencia. La compañía de Cristo está prometida desde el inicio hasta el final del camino y esto hace que disminuyan mis miedos. Cuando me lamento o me preocupo es porque me he alejado de lo esencial.
Bitrus, Jalingo (Nigeria)

LA ÚLTIMA RESISTENCIA
Querido Carrón, la lección del sábado por la mañana en los Ejercicios entró en mi corazón como una flecha. Salieron a la luz mis preguntas más profundas. Me di cuenta de mi incapacidad para dar un sí total a Dios. Después hablé con mi marido y con algunos amigos que me abrazaron y que me dijeron que esta tristeza mía es el lugar en el que Dios puede actuar, y que es una gracia sentir esta tristeza y también ofrecer a Dios esta última resistencia mía. Realmente es lo único que puedo hacer. He vuelto a casa agradecida y contenta, y he abrazado a mis hijos de un modo distinto, lleno de afecto, no por una decisión mía, sino por gratitud y leticia.
Rada, Viena (Austria)

Reunión de trabajo
LOS MEJORES RESULTADOS SON LOS NO PROGRAMADOS
Estuve en una conferencia de trabajo en Francia. Me quedé sin respiración hablando con un profesor alemán (en nuestra conversación habíamos partido de la presentación de mi investigación, descrita en el expositor, pero después continuamos hablando durante otra media hora más). En un cierto punto de la conversación me decía, contándome cosas de su historia, que había llegado a ser bueno en su trabajo, y a tener éxito en sus investigaciones, pero que el aspecto verdaderamente fascinante de su trabajo no era ese. Me dijo que los resultados más hermosos de su trabajo son los que había obtenido casi jugando, sin programarlos, haciendo intentos sin tener la más mínima idea de qué era lo que podía obtener después. «Son los más bonitos», decía, «porque de otro modo tienes tú ya una idea e, incluso aunque no quieras, fuerzas un poco las cosas. En cambio, cuando no sabes dónde intervenir, quieres realmente comprender, no tienes nada y estás a la espera de todo», añadía, describiendo tardes enteras en el despacho rodeado de tres mil folios. Me ha impactado fuertemente encontrar en un desconocido esta pasión por el Misterio, por el totalmente Otro. Nada me corresponde más. ¿Quién eres Tú que vibras en la humanidad de un desconocido, en un lugar aparentemente tan extraño, y vuelves a sorprenderme?
Benedetta, Perugia (Italia)

Concierto en la cárcel
EL SILENCIO DE LOS PRESOS
Ha pasado un año desde que un grupo de amigos iniciamos la Cooperativa social 153 ONLUS, para la gestión de una empresa agrícola en la cárcel de Perugia, que proporciona trabajo a los presos. Nos encargamos de producir hortalizas de monte y de campo; frutas, aceitunas, y además hemos preparado una granja de pollos. Hace apenas un mes, propusimos a toda la comunidad de la cárcel un concierto del coro. El motivo era el de ofrecer algo hermoso a los otros 400 presos con el fin de decirles también a ellos quiénes somos y de qué experiencia nacemos, ya que con algunos se ha abierto un diálogo, relacionado en particular con la lectura de Huellas. El día después del concierto, fui a la cárcel porque tenía varios encuentros previstos y, en cuanto entré, fui realmente “asaltado”. Tanto los educadores como los guardias, pero también el personal administrativo, me contaron que los presos estaban increíblemente entusiasmados con el concierto. La responsable del “área de tratamientos” me dijo que en cuarenta años no se había emocionado tanto en un concierto en la cárcel y me dijo que no había asistido nunca a un silencio entre los presos como aquel. Me contaron que se habían quedado extasiados sobre todo durante las canciones napolitanas y que quieren que el coro vuelva a visitarles. Esta circunstancia me hace ver dos cosas. La primera es que las cosas suceden, es decir, que sucede un Acontecimiento, allá donde haya un hombre herido. La herida es nuestra fuerza, el deseo, el deseo abierto de par en par a la vida es nuestro mayor aliado. Para el hombre herido y consciente de haberse equivocado, y por tanto con el corazón en busca de una esperanza para volver a empezar, reconocer el acento de la Belleza es fácil. La segunda es que todo el mundo desea ver la Belleza, la Resurrección, y por tanto lo que a nosotros se nos pide es gritarlo al mundo.
Michelangelo

LA PRUEBA IRREFUTABLE
Queridísimo Carrón, quería darte las gracias por la Escuela de comunidad. Estoy muy ajetreada durante este período, tengo muchos problemas y no estoy segura de si podré resolverlos pese a todos mis esfuerzos. Sin embargo, lo que se decía de la nostalgia correspondía profundamente a mi corazón. Puedo por tanto afirmar, por haberlo experimentado en tiempo real, que la nostalgia es precisamente la prueba irrefutable de que la respuesta a nuestro deseo existe, incluso aunque la vida sea en este momento para mí muy difícil y dolorosa. Y realmente, si somos leales, basta muy poco para volver a despertarla; por ejemplo, un domingo dando un paseo me conmovía delante de la belleza del cielo de mayo… ¿Cómo es posible no tener un profundo anhelo infinito? Verdaderamente sin mirar al propio corazón así como es, no se puede estar con verdad ni frente a uno mismo ni frente a los demás. Muchas gracias por tu amistad.
Carta firmada

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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