¿Qué es tan interesante en el documental que recibió un premio en la última edición del festival de cine de Cannes? Que la realidad vence. Con toda su carga de dramatismo. Lo cuenta el director de la película, Emmanuel Exitu
Greater – Defeating Aids, el documental sobre Rose y el Meeting Point de Kampala, dirigido y producido por Emmanuel Exitu, ha sido premiado en Cannes. Nada menos que Spike Lee lo ha elegido entre unos sesenta trabajos (al comienzo los concursantes eran un millar) que han llegado del mundo entero para el concurso organizado por Bebelgum, una televisión online. Es una película potente como saben muy bien quienes la han podido visionar. Las imágenes que se suceden en la pantalla muestran simplemente a Rose, Vicky, los huérfanos y las demás mujeres ugandesas que viven en un barrio de chabolas: bailan, lloran, hablan de su vida, de la enfermedad y de la victoria sobre el sida. Todo se narra con el lenguaje del documental, directo, sin filtros. Los hechos imponen la forma narrativa: las imágenes tienen que mostrar sin artificios lo que se está viviendo.
Más allá del premio, hay algo en lo que merece la pena profundizar. ¿Cómo nació la idea de realizar este trabajo? ¿Qué manera de mirar la realidad se plasma? «No me interesa el engaño de una imagen sofisticada. Me dejo arrollar por lo que sucede y por su desbordante concreción y verdad. No hubiera podido grabar ni una escena si Rose no se hubiera fiado de mí y de mi cámara. Lo más bonito que me dijo fue: “Vale, vente. Me fío de tu corazón porque siento que te interesa lo mismo que a mí», cuenta el director boloñés que ha tomado su nombre artístico, Exitu, de una novela de Giovanni Testori, del que se declara hijo ilegítimo.
Pegado a las cosas
No se trata de un reality, las cámaras no están ocultas y no se le pide a nadie que actúe. «La cámara se declara siempre, forma parte de la realidad misma que se está narrando –explica Exitu–, y su declaración retroalimenta, paradójicamente, agudiza el sentido de la realidad. Su punto de vista deja de ser falsamente externo y distanciado; permanece pegado a las cosas, obligado a seguirlas para ver lo que sucede». El espectador se encuentra así siendo un compañero de viaje, un co-protagonista proyectado dentro de lo que se está contando. El riesgo que se corre al optar por el lenguaje documental es muy alto. Sabes de dónde partes, pero no sabes adónde llegas. «Tengo una confianza absoluta en que la experiencia habla», comenta Emmanuel. «El método era sencillo. Cuando Rose iba a recogernos, le preguntaba: “¿Qué vas a hacer hoy?”, y la seguía. No preparaba nada. Sólo quería que la realidad me golpeara».
Ningún proyecto, entonces. Pero nada casual o espontáneo. No se pone en marcha la cámara sin saber adónde ir. Para realizar la película fueron necesarias varias visitas, cincuenta horas de grabación, tres días de trabajo y una labor de chinos para montar las tomas. Desde las imágenes no nos llega ningún lamento. Llega la vida, lo que tiene dentro, que es más que enfermedad y miseria. Algo así como lo que escribe Testori hablando de Cristo crucificado: «El espacio dulce / de tu cuerpo / que se extiende, / tiembla, / y en nosotros enciende / una proyección distinta / de la indefinición humana» (Signo de la gloria, Ed. Scheiwiller).
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