Del 24 al 30 de agosto, siete días de encuentros y testimonios bajo un lema que supone una provocación muy concreta. Hablamos de ello con Marco Bersanelli, uno de los invitados al evento. Nos hace de guía para acercarnos a lo que veremos y viviremos en Rímini
Falta poco para la apertura, el día 24 de agosto. Ya desde hace tiempo la disyuntiva resuena en distintas ocasiones: “O protagonistas o nada”. El lema está tomado del volumen que recoge los Equipes del CLU con don Giussani, publicado el año pasado con el título: Certi di alcune grandi cose. Todos los encuentros, exposiciones y debates de este año girarán en torno a este lema que supone un desafío para todos. Emilia Guarnieri, presidenta de la Asociación Meeting, así lo comenta: «Preguntémonos si existen hoy hombres capaces de medirse con la realidad, descubriendo, investigando y, también, arriesgando».
En el acto central, que lleva el mismo título del evento (programado para el miércoles, 27 de agosto), hablará Marco Bersanelli, astrofísico, profesor en la Universidad de Milán, investigador de la Agencia Espacial Europea y estrecho colaborador del Premio Nobel, George Smoot. En estas semanas se encuentra en el Centro espacial de Lieja para realizar los tests del telescopio espacial Planck. Bersanelli lleva trabajando desde hace más de quince años en este proyecto, que en unos meses se enviará al espacio para sondar sus confines («¿Qué tal los tests? Bien, gracias. El satélite está en la cámara termo-vacía, la electrónica está encendida, los sensores se van enfriando…»).
¿Por qué pedir a un científico que se mida con el tema del Meeting de este año? Basta ponerse en su lugar para entenderlo: ¿en qué sentido es protagonista un puntito llamado “yo” delante del espacio infinito, objeto de su indagación?
Le hemos pedido que nos guíe de manera inteligente a través de las múltiples propuestas del Meeting.
¿Qué pensaste la primera vez al leer la expresión de don Giussani “O protagonistas o nada”?
Que realmente es una expresión giussaniana. Revela su veneración por la libertad de la persona, la urgencia –típica suya– de defender el valor del “yo”. Leyéndola me vino en seguida la imagen de cómo la diría, qué chispa saltaría en sus ojos, con qué ternura la secundaría con un gesto. Giussani vivió su vida como un verdadero protagonista y nos dio a muchos la posibilidad de serlo. No en el sentido superficial de ser estrellas de cine o del deporte coronados por el éxito, sino de ser personas libres, serenas, decididas, deseosas de construir… Es una frase que puede parecer, de primeras, algo exagerada, categórica, pero si uno se detiene un instante comprende que es simplemente verdadera. Si no vivimos en primera persona el presente, ¿de qué sirve el tiempo?
¿Por qué, en tu opinión, se eligió como lema del Meeting? ¿A qué urgencia histórica responde?
El tercer milenio ha empezado bajo la amenaza de los riesgos globales, el terrorismo, la crisis energética, el global warming… Pero existe un peligro global del que no se habla y que quizás es el más insidioso: el de un vaciamiento de la persona, de la abolición del yo. Cada vez es más raro encontrar personas que tienen el sentido de su irreductibilidad, del carácter único de toda existencia humana. En el siglo pasado los totalitarismos trataron de sofocar a la persona con el aislamiento y la violencia física; hoy, paradójicamente, esto se produce por exceso de información y de posibilidad de elegir. La gente se ve inundada por una marea de solicitaciones, sometida a ritmos crecientes y a la necesidad de responder cada vez con mayor velocidad. Incluso en el trabajo de investigación científica corremos el riesgo de ir detrás de demasiados impulsos y de crear muy poco… Como dijo Benedicto XVI, el hombre actual se ve amenazado por un desequilibrio entre las posibilidades que se le ofrecen y una debilidad de juicio, de humanidad. Entiéndeme, no me meto con Internet o con los móviles… Digo que no será ciertamente la hiper-comunicación la que nos vuelva protagonistas de nuestra vida. Más bien, en una marea de posibilidades equivalentes, aparentemente somos más libres, pero la persona, abandonada a sí misma, es presa de una terrible confusión. La persona se ve humillada, no advierte un objetivo adecuado; tanto es así que muchos, para creer que existen, se sacrifican por unas migajas de poder o de fama que otros gozan en abundancia.
Todos coincidirían en una aspiración a ser protagonistas, pero no sobre lo que eso significa. Normalmente, eso se entiende como “tener éxito”, “poder”, “ser famosos”. Está en juego algo mucho más radical. ¿Quién es el protagonista del que se hablará en Rímini?
Protagonista es el hombre libre, consciente de sí mismo y de la realidad. Lo cual depende de que uno advierta en su experiencia algo irreductible, una capacidad de infinito que rebasa cualquier definición sociológica o seudo-científica, que se subleva ante cualquier esquema que pretenda definir el valor de la persona. Debo decir, de todas formas, que esta conciencia de sí y de la realidad no es el fruto de un razonamiento o de una capacidad moral. Es más bien fruto de algo que viene de fuera de uno mismo, de un encuentro. Lo que nos permite descubrir lo que somos es un amor que nos afirma gratuitamente. El cristianismo es este encuentro imprevisto que te cambia la vida, el encuentro con alguien que te mira y te dice: «Hasta tus cabellos están contados». Esto me lleva a decir “yo” con una ternura y una identidad antes inconcebibles. Alguien que se siente mirado así se convierte en un sujeto incansable, en un verdadero protagonista que constuye en sus circunstancias concretas un trocito de mundo mejor, incluso sin proponérselo. Don Giussani decía que «Las fuerzas que cambian la historia son las mismas que cambian el corazón del hombre».
¿Qué relación existe entre ser protagonistas y ser reconocidos por los demás?
Efectivamente, un protagonista es alguien que otros pueden reconocer, de una manera u otra, como significativo. Pero podemos ser reconocidos por un poder que ejercemos sobre los demás, o, por el contrario, por una mayor humanidad, por algo bueno y casi irresistible que nuestra vida comunica. Esto se da a cualquier nivel: político, académico, eclesiástico, y entre amigos. Pueden reconocernos simplemente porque tenemos un poder o porque mostramos una humanidad deseable. Pero sólo una de estas dos posibilidades satisface de verdad.
También impacta la expresión «o nada». ¿Cómo la entiendes tú?
Lo vemos muy bien en nuestra sociedad. Cuando se extravía la libertad, cuando se niega el Misterio que hace quee cada hombre tenga un rostro único e irrepetible, el valor de la persona concreta se relativiza. Hasta el punto de que “uno no es nadie”. Se piensa en la persona como en una piedra que la corriente arrastra, un puñado de células manipulables… ¿Qué somos en el universo? Si la ciencia moderna demuestra algo con claridad y dramatismo es que el mundo es una realidad abismal, sus fuerzas incalculables, el espacio y el tiempo dimensiones insondables en el interior de las cuales el ser humano es un punto invisible, un instante pasajero. ¿Hay algo en el individuo que resista la comparación con la grandeza del universo? Dante, Pascal, Leopardi o Dostoevskij lo entendieron perfectamente: cada hombre es una realidad inconmensurable, pertenece “a otro orden” de factores, supera cualquier medida finita, pues es relación directa e irreductible con el Misterio que lo crea. Si esto se elimina, no queda nada. Dime si nos queda una posibilidad de defendernos de la terrible reducción de los cuerpos y de las almas a mercancía.
Una última sugerencia para acudir al Meeting…
El Meeting es un espléndido ejemplo de esa manera peculiar de ser protagonistas de la historia que es justo lo contrario de la presunción o de la pretensión, porque nace de la gratitud por algo recibido gratuitamente. Sólo hay un modo de disfrutarlo: ser protagonistas.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón