EL DON DE LA VIDA
Dionino, Memor Domini de la casa de Londres, murió el pasado 11 de agosto después de una larga enfermedad que aceptó con gran fe y abandono a Cristo, dando la vida por todos los Memores Domini y por el movimiento. Su hermana María vivió los dos últimos meses en la casa de Londres para cuidarle, y poco antes de la muerte de Dionino escribió esta preciosa carta.
Lo primero que quiero decir es que no cambiaría nada de mi vida y que si tuviera que volver a nacer, volvería a hacer todo lo que he hecho, y sobre todo querría vivir lo que he vivido. Nací en una familia que vivía la fe con sencillez; nunca he mirado al pasado, mi vida siempre se ha proyectado hacia el futuro. Nunca supe qué era sufrir, hasta que mi madre enfermó. Sí, entonces empecé a entender que debía cambiar algo en mi vida y que, si alguien me necesitaba, yo debía ayudarle. Así ha sido, no sé si verdaderamente he hecho algo, pero sé con certeza que mi madre se ha convertido en el centro de mi vida. Juntas superamos momentos muy difíciles, como ella decía: «con la ayuda de Dios» todo se resolvería, porque la Virgen no nos abandonaría. Mi madre siempre me reñía por no tener amigos y porque siempre estaba a su lado; me decía que no debía preocuparme tanto por ella porque, antes o después, dejaría de estar conmigo y añadía: «¿Y tú qué harás?». Yo le respondía: «Está Dionino», pero ella insistía: «Dionino no está cerca de ti, vive lejos». Nunca di mucha importancia a sus palabras, hasta que Dionino cayó enfermo y el mundo se me cayó encima. La situación de mi madre también empeoró con motivo de la enfermedad de mi hermano. Cuando me iba a dormir, la oía rezar y pedir a la Virgen que se la llevara a ella y salvara a Dionino. Comprendí que mi madre ya no tenía ganas de luchar por sí misma, y también yo dejé de rezar por ella, aunque más bien le decía al Señor que me apañaría sin ella, pero no sin mi hermano. Cuando murió mi madre, sus palabras volvieron a mi mente: «Te quedarás sola», y eso me angustiaba. ¿Sabéis qué era lo que no podía aceptar? El hecho de que mi hermano y yo nunca habíamos hablado mucho; cuando llamaba, yo le saludaba y le pasaba con mi madre, porque sabía que ella con sus palabras conseguía darle una tranquilidad y serenidad que yo no era capaz de transmitirle. Mi madre murió el 17 de abril y mi hermano empezó a empeorar. Tenía que ir a verle; a finales de mayo decidí partir. Cuando llegué a Londres, Dionino estaba en el hospital, había empeorado aún más, pero yo nunca perdí la esperanza. Me dirigía al Señor diciéndole que quería a mi hermano, sí, pero si debía sufrir tanto (como le estaba sucediendo), entonces decía: «Hágase tu voluntad, Señor, pero que quede bien claro… yo creo y espero aún el milagro». En Londres he encontrado a una gran familia, en un mes he conocido a más gente que desde que nací. Aquí he percibido inmediatamente una presencia en mí que me ayudaba y que me está ayudando. Cuando decía que mi madre me reñía por no tener amigos, bueno… ahora es como si alguien hubiera detenido el tiempo. Estoy pasando unos días preciosos aquí junto a Dionino – cuando llegué odiaba Londres, ahora empiezo a amar esta ciudad. Estoy tranquila porque mi hermano tiene una verdadera familia, que ahora es también la mía. Siempre estoy a su lado y eso me hace feliz, me sorprendo haciendo las mismas cosas que hacía con mi madre. ¡Quién lo habría dicho! Me parece como revivir los mismos momentos que viví con ella. Con mi madre aprendí a rezar, ¡aunque ciertamente no creo que sea tan buena como vosotros, chicos! Pero os puedo asegurar que cuando me voy a dormir por las noches, rezo y, si me despierto, vuelvo a ponerme a rezar con el rosario en la mano. Hoy no sé qué me pedirá Jesús, cuál será mi destino, pero lo que sé con seguridad es que le estoy agradecida porque me ha dado la vida. ¡Gracias, chicos! Con afecto,
María
EL CORAZÓN DE FORTUNATO
Fortunato es un anciano que se ha quedado solo en la vida y que vive conmigo. Aquí está en la capilla del Santísimo rezando a la Virgen por mí. Se parece a un personaje de Caravaggio en el cuadro de la Virgen de los peregrinos. Las palabras que pronuncia las ha grabado un joven: «¡Por favor, Virgencita, cuídale al padre Aldo de los problemas, del peligro y de la enfermedad. Él me tiene aquí en su casa, él es el único que me cuida. En serio, Virgencita, él me cuida, me da de comer, me ayuda... Por favor, cuídale, ¡haz que no le pase nada!». Amigos, tiene 78 años, pero un corazón de niño. Ojalá podamos ser como él.
P. Aldo
Me acuerdo por Quién voy
EL TESORO DE LA CARITATIVA
¿Cómo me ha cambiado y me ha hecho crecer el gesto de la caritativa? Lo primero que nos pasa al ir a la caritativa, es querer solucionar los problemas y carencias de las personas que visitamos. La caritativa en la Casa Sofía, un asilo para ancianos y enfermos con o sin facultades mentales, me ha enseñado a tener más paciencia. Yo no la tenía. La paciencia se nos da en el momento que nos damos cuenta por Quién vamos y empezamos a mirarlos como Él nos mira a nosotros. Antes tenía tolerancia cero. Ahora me doy cuenta que mi débil humanidad pueda tolerar, donar un poco de mi tiempo, el mal olor que muchas veces despiden los enfermos, sus malos humores, los dolores de las personas postradas, los llantos y lamentos. Cuando me topo con todo esto me acuerdo de por Quién voy, a Quién encuentro en cada persona, me pregunto por qué los escucho. Voy aprendiendo a reconocer al Señor a través de las personas que viven ahí, de manera que la más beneficiada resulta que soy yo. Me doy cuenta de que así como están ellos podría estar yo o alguien de mi familia, y de que Cristo vino a devolvernos la dignidad humana. Antes de hacer este gesto no me daba cuenta de ello. A través de los años, el camino recorrido ha dado frutos, ha dado lugar a un crecimiento maravilloso. ¡Cómo he aprendido mirando a estas personas! Sin la caritativa no sería ahora capaz de enfrentar la enfermedad de mi madre, que tiene demencia senil, la situación dramática de mi hermana, que quedó parapléjica debido a un accidente, así como me habría resultado imposible aceptar la enfermedad reciente de mi padre. Ahora pienso que Dios me llamó para prepararme a vivir todo esto. Lo que marca la diferencia es seguir la propuesta de don Giussani para aprender a mirarlos como Cristo me mira a mí.
Regina, Monterrey (México)
EL CAMINO DE LA PAZ
El Papa nos invitó a pedir por la paz en Siria y en el mundo. Recibimos también el comunicado de Julián Carrón, que nos ayudó a reconocer este grito por la paz como exigencia del corazón, para mirar al otro como hermano y no como enemigo, a mirar aquello que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, la cultura del diálogo y del encuentro como único camino para la paz. Yo pudo verificar que Cristo está vivo porque lo pude reconocer presente en ellos. ¿Quién es capaz de creer en el hombre como hacen ellos? ¿Quién como ellos cree en el diálogo, en los alcances del encuentro, en las intenciones más profundas del corazón, en sus exigencias de paz y de justicia? El cristianismo se encarna en esta historia concreta, mediante la cual Cristo me abraza y me regala su mirada y su criterio. Como hemos aprendido: «la fe tiene que ver siempre con algo que sucede fuera de nosotros, tiene su origen fuera de nosotros». Sin embargo, reconocer su Presencia ahora no está exento de lucha. Implica siempre un acto de libertad. Enseguida advertí la necesidad de proponer un gesto en común, pero después, por mi mente empezaron a circular todos los “noes”. «No, porque es fin de semana; no, por la lluvia; no, porque nadie va acudir…». Vencida esta lucha, al llegar el momento de la convocatoria, tuve de nuevo la tentación de no ir. Llovía a cántaros, la parroquia estaba lejos y dos de las personas que habían confirmado no iban. Al mismo tiempo empecé a cuestionarme: y yo, ¿porqué voy?, ¿qué me mueve a ir?, ¿no es la mortificación motivo de ofrecimiento, no es el ayuno acaso que nos pide el Papa? Empecé a caer en la cuenta que la propuesta era una invitación a salir de mi egoísmo. Me dije a mí misma: «Si yo en primera persona advierto esta guerra dentro de mí y no me pongo en marcha por la paz que deseo, ¿puedo desear acaso la paz para los hermanos en Siria? ¿Quién es la fuente de la paz? ¿En dónde, en qué lugar se construye?». Y entonces pensé en mi comunidad: «Si Él nos reúne en este lugar haciéndonos una sola familia, así hemos de unirnos en un grito común por la paz. «Seguir es identificarse con la experiencia de otro»: seguir al Papa y a Carrón me permitió reconocer la presencia de Jesús ahora. Más tarde vino la sorpresa: a partir de la pregunta de un periodista al secretario de Estado americano se abrió paso la decisión de renunciar al bombardeo en Siria. Un signo impresionante, no casual, demostrando que el diálogo es la única vía para la paz. No sabemos si habrá guerra. Sabemos, sin embargo, que en el designio de Dios está la paz y la Paz ha venido a nosotros.
María Rosa, Monterrey (México)
ESTAR CERCA DE LA LUZ
Las vacaciones en la Masella me han permitido reconocer nuevamente lo que señala Julián en los Ejercicios de la Fraternidad, que todos necesitamos un acontecimiento ahora, porque la salvación de nuestro yo es un acontecimiento, no un pensamiento, y que el cristianismo o está sucediendo ahora o no existe. Llegaba a las vacaciones con mis interpretaciones y pensamientos sobre determinadas circunstancias que machaconamente aparecen delante una y otra vez. Experimentaba una dureza de corazón y un escepticismo que habían borrado la alegría a pesar de mis intentos por cuadrar todo y por superar todo. Pero estaba necesitada, mi petición de cada día era la del canto de Ezequiel: ¡Señor cambia mi corazón de piedra por un corazón de carne! Era consciente de que yo no podía devolverme la alegría por más que lo intentaba.
Misteriosamente empiezan las vacaciones y cada gesto, cada propuesta, cada conversación dejan entrever algo “irreductible”, algo diferente a mis pensamientos, a mi medida. Esto “irreductible” aparece en cosas concretas, no tengo que imaginar nada solo reconocerlo: los testimonios, ¡qué victoria del Señor en el camino de cada uno!; una excursión, ¡qué belleza!; los juegos, ¡quién genera esta creatividad!; el teatro leído, ¡quién ama así la libertad del hombre!; una comida con amigos, ¡quiénes sois vosotros!; los Laudes, ¡expresan mejor que yo mi verdadera necesidad!; la Eucaristía, ¡deseo participar de tu mirada sobre las cosas, Señor! Y poco a poco la alegría vuelve, y no he hablado de mis enredos, pero este “más” que he visto va acariciando mi corazón y aliviándome. Va desapareciendo el lamento y un corazón de carne va sustituyendo al corazón de piedra. Y al volver a casa en las tareas cotidianas comienza a prevalecer un amor, un desear que mi familia esté contenta y que yo pueda contribuir a ello sin medida. En estas vacaciones he vuelto a creer, como los discípulos, al ver como Él está y nos acompaña y nos libera. He aprendido que mi tarea no consiste en evitar caer en el escepticismo, evitar lamentarme, evitar no reducir la presencia del Señor, si no en estar cerca de la luz, cerca del lugar donde puedo encontrarme con esta presencia “irreductible”, Cristo vivo, que es el pueblo de Dios, único lugar de esperanza que se me revela en el carisma del movimiento, en los sacramentos y en su palabra.
Mi corazón está lleno de agradecimiento porque este pueblo de Dios no está solo en estas vacaciones, sino que lo tengo a mi lado continuamente.
Inma, Madrid (España)
PROBAR POR CREER
Uno de los regalos inesperados de habernos venido a vivir a Dubai por trabajo es la Escuela de comunidad. Por una parte, tenemos la suerte de haber ido reuniendo un grupo de amigos: españoles, mexicanos, italianos, libaneses, ingleses con los que nos reunimos semanalmente, bien en nuestra casa bien en casa de unos amigos italianos. Conmueve ver cómo a pesar de toda nuestra limitación y torpeza, o más bien a través de ella el Señor actúa. Es conmovedor ver cómo algunos de nuestros amigos no se pierden la Escuela de comunidad, aunque sea complicado. Realmente sabemos que si no han venido, es que no están en Dubai. Y eso que la hacemos en jueves, que aquí es como si fuese el viernes por la tarde. Nos hemos dado cuenta también de la gracia que es hacer Escuela en un grupo tan pequeño, porque nos ha obligado a trabajarla de una manera más seria, confrontándola con la realidad. Aquí no nos podemos esconder en el grupo, en el pensar que no me ha dado tiempo a trabajarlo esta semana pero ya habrá alguna intervención que me ayude. Nos toca ser protagonistas. Porque las preguntas son directas, pegadas a la experiencia, al dolor, a la dificultad, a la esperanza, y tenemos que darnos respuesta. Además Pilar y yo vemos la necesidad de trabajar la Escuela porque en cuanto lo dejamos de hacer empieza la queja, el enfado, el aburrimiento. Y en cuanto nos damos cuenta, en cuanto nos notamos protestones sobre la realidad, nos ponemos con la Escuela. Tenemos verdadera urgencia en hacerlo, porque nos va la vida en ello. Y aunque la realidad sigue siendo la misma, cambia completamente. Porque pasa de ser algo para fastidiarnos, para oponerse a nuestros pequeños planes a ser una ayuda para nosotros, una llamada a no conformarnos, a no detenernos en el camino, a seguir andando, a buscarle a Él. Qué verdad es que Él siempre está y es nuestra falta de conciencia la que nos impide reconocerle. Y estamos viendo también cómo la Escuela va cambiando a nuestros amigos, y nos va cambiando a nosotros. Un amigo, que es libanés, cristiano ortodoxo, estaba literalmente entusiasmado con los Ejercicios del año pasado. Decía que era el futuro de la religión, de todas las religiones. Porque veía que era algo que tenía que ver con el núcleo de lo que él es, de su necesidad. Y muchos más pequeños testimonios de amigos que nos llaman “su familia”, de gente externa que al vernos juntos nos dice que tenemos una amistad especial. Desde la humildad de ser los últimos que hemos llegado, hemos hablado muchas veces Pilar y yo de que la gente en España a veces no se da cuenta de lo que tiene. De que la Escuela, cuando se trabaja, hace cambiar. Porque cuando la realidad, que siempre nos interroga, se mira con la ayuda de la propuesta del movimiento independientemente de todas las limitaciones y dificultades, cambia. Sin caer en discusiones teóricas, sino mirando de frente lo que nos ocurre y lo que les ocurre a nuestros amigos. Sin esperar a los momentos más críticos, sea por alegrías o por penas, sino en cada día. Porque cada día está lleno de Él, en cualquier parte. Nosotros lo verificamos en la otra punta de mundo. El corazón es terco y ya no se conforma con menos.
Pilar y Luis, Dubai (Emiratos Árabes)
EL CIELO EN UN HOSPITAL
Escribo desde el hospital. Me han mandado reposo total al igual que en mi primer embarazo. Ayer, entre la multitud de visitas de estos días y los testimonios que han ido llegando, se me ensanchaba el corazón pensando que realmente mi marido y yo ¡tenemos un mundo infinito que enseñar a nuestros hijos! Después de haber presenciado aquí en la habitación, desde el teléfono, cómo nos quiere la Iglesia, el pueblo en el que estamos: nuestros amigos, que rezaban por nuestra familia, cada día te llegaba un mensaje de un rosario rezado, de una novena, amigos que no nos han dejado ni un minuto solos. Podría contar mil anécdotas: las preparaciones de la Escuela, un Huellas, un amigo… Reconoces así una Presencia que te llena de conmoción y de sorpresa porque te ves a ti misma viviendo la vida de un hospital como si estuvieras en el cielo. ¡Cuántos regalos! Sin su Presencia que irrumpía en cada conversación, no podría darse esta vida plena. Pido para dejarme hacer por Jesús. Cuando me dejo hacer, la vida se ensancha hasta límites insospechados.
Laura, Barcelona (España
EL OTRO ES UN BIEN
Hace tres meses me encontraba como el “uomo cattivo”, ese hombre que vive decepcionado y observa todo con cierta desesperanza. Tras haber sido promocionado en el trabajo y haber cumplido algunas de esas pequeñas esperanzas de la vida, me di cuenta de que nada de esto me cumplía y que yo me había jugado todas mis cartas en estos pequeños deseos. La tristeza seguía anidada en mí. Empecé a mendigar a Cristo. Primero, fui a las vacaciones de Masella, luego a Medjugorje. Finalmente llegó el Meeting de Rimini donde, tras volver cambiadas las cinco personas que el año pasado trabajábamos en la pizzería, este año nos presentábamos algo más de una docena. El responsable de la pizzería (que no tiene nada que ver con el movimiento) se emocionó al vernos volver, como si del hijo pródigo se tratara. Nuestra tarea consistía básicamente en hacer pizzas y limpiar, algo que es bastante menos emocionante después de las 500 primeras. Por primera vez la estancia en el Meeting se me hacía corta. Deseaba que no terminaran los días, ya que cada día era una sucesión de encuentros inesperados con personas con la que había compartido diferentes fragmentos de mi vida. Me daba cuenta de que la alegría de volver a verles dependía del reconocimiento implícito del valor que tenía el otro para uno, haciéndome sentir preferido y agraciado de encontrármelos en el camino.
Dani, Barcelona (España)
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