LA CASA DE ROMA
¿La misión? Comienza en Vía Boccea
La educación que los jóvenes reciben en nuestra Casa de formación pretende ser el eco de la que hemos recibido de don Giussani. En él, junto a su decisión, sobresalía una gran apertura, una curiosidad intelectual y el deseo de conocer a las personas. Todo esto lo convirtió en protagonista de grandes debates con los pensadores de su tiempo. La memoria de Cristo que le animaba, unida a una insaciable apertura hacia la realidad, lo empujaba a salir al encuentro con todo y todos. Su apertura se expresaba mediante las innumerables propuestas concretas con las que, desde los primeros días de clase, educó a sus muchachos. Esta educación apuntaba de manera especial a convertirlos en protagonistas activos de una tradición y de una historia, que eran la tradición y la historia cristianas. En el seminario de la Fraternidad san Carlos esto se cuida sobre todo a través del canto. Todos los días tenemos quince minutos de escuela de canto. Son los cantos litúrgicos los que más tiempo nos ocupan, ya que son los más profundos. A raíz estos, ha surgido la pasión por otros cantos: por la polifonía, los cantos populares rusos, los espirituales, los cantos de montaña...
Después está la lectura de libros. No nos conformamos sólo con los que nos mandan en clase. Queremos abordar obras de filosofía, teología y literatura, desde los Padres de la Iglesia hasta los autores contemporáneos que nos proporcionen un punto de vista sintético sobre la realidad. Deseamos medirnos con lo que conocemos y valorarlo. En ello radica la verdadera cultura.
También están los encuentros. Nuestros sacerdotes pasan temporadas en el seminario, nuestros seminaristas viven por lo menos un año en las casas del extranjero. Al regresar, o simplemente al pasar por Vía Boccea, cada uno cuenta lo que está viviendo y no sólo las anécdotas curiosas. Tratamos de responder a preguntas como: ¿qué harían en mi lugar mis amigos de la Fraternidad?, ¿qué haría Giussani?, ¿qué haría Jesús?
“Carencia de cultura” puede parecer una expresión fea, pero se refiere a una realidad muy seria. ¿Cómo puede darse una cultura cristiana donde aún no se ha sembrado la semilla de la fe? ¿Cómo puede arraigar en el corazón de los hombres? ¿Cómo comunicarles lo que hemos encontrado? ¿Cuáles son las etapas de esta comunicación? La experiencia, poco a poco, nos va llevando a responder a estas preguntas, a realizar intentos, y éstos empiezan a crear una cierta tradición. Quien sigue esta página ha podido conocer algunos ejemplos.
Y por último, los encuentros con todas las personas que nos visitan. No podemos citar todos sus nombres, son centenares. Entre los más recientes, los jueces Guido Piffer y Aurelio Barazzetta, a los que invitamos para hablar de un tema que nos interesa mucho: la justicia. Giuliano Ferrara nos ha hablado de su camino personal, al igual que Magdi Cristiano Allam. El profesor Tony Anatrella, sacerdote jesuita, nos ha hablado de la homosexualidad, sobre todo en relación a la vocación sacerdotal. Lubomir Zak nos ha dado a conocer al padre Florenskij y Massimo Caprara su particular y conmovedor encuentro personal a través del comunismo. María Romana De Gasperi nos habló de su padre, Giovanni Maria Vian, actual director del Osservatore Romano, compartió con nosotros sus investigaciones de filología antigua. Marcello Pera y Gaetano Quagliariello han hablado de filosofía e historia de la política. Y luego muchos hombres de la Iglesia: el cardenal Christoph Schönborn, el nuevo patriarca de Jerusalén Fouad Twal, el primado de Hungría Péter Erdö, el padre Mauro Giuseppe Lepori, el padre Romano Scalfi y el cardenal Franc Rodé. Para nosotros no se trata de una pasarela de personajes, sino de encuentros personales que dan pie a una relación que después continúa.
Se trata de cuatro ventanas abiertas a la realidad: un dar y recibir ininterrumpido que constituye el acontecimiento de la educación.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón