Me llamo Manuel y llevo en Huesca desde hace casi tres años y estoy dando clase de Religión en un Instituto público de la ciudad. La decisión de irme nació de la propuesta que el obispo de Huesca hizo a CL y que luego me propusieron a mí. Fue algo sencillo, simplemente estaba sin trabajo, me ofrecieron algo que me gustaba. No lo pensé demasiado simplemente dije que si.
Lo primero que entendí
La propuesta no era a “implantar” el movimiento en Huesca, sino vivir allí, realizando mi trabajo. Esta es la primera cosa que creo haber entendido de lo que es la misión en este tiempo: la misión coincide con vivir. Viviendo se comunica lo que yo vivo, a lo que pertenezco. Por eso no supone para mí un esfuerzo extra el hecho de ir a un sitio de “misión” porque lo que hacía era ir a un sitio a trabajar. Una compañera de Instituto el día que tuvimos una evaluación, en la que yo dije la forma adecuada de tratar a cierto alumno vino a hablar conmigo y me dijo que le había parecido muy interesante lo que había dicho y que le gustaría charlar conmigo. Tomamos café y ella contándome su experiencia en el Instituto acabó llorando.
Lo más curioso del asunto es que siendo ella orientadora me pida ayuda a mí, que soy el último en llegar, para cómo hacer bien su trabajo, es decir, me preguntaba qué podía decirle a ese alumno del que yo hablé en la evaluación para ayudarle. Yo me puse a hablarle de Carras, de mi forma de dar clases, de tratar a los chavales, de la excursión este fin de semana en bicicleta con algunos de ellos…Y entonces me dice: «pero bueno, ¿de dónde surge todas estas experiencias». Y yo he empezado a contarle mi vida: Vallecas, la Iglesia, Carras, el encuentro en el Instituto con él, la asociación El Pórtico, la ayuda al estudio que hacíamos el año pasado. Una mujer con la que nunca había hablado y con un deseo de educar adecuadamente a sus alumnos pero que siente la desproporción con la tarea y que está cansada. Incluso me ha llegado a preguntar de dónde sacaba yo las fuerzas.
Es increíble como cuando uno se pone frente a la realidad que tiene delante con este amor por la circunstancia concreta (sea como sea esta) provoca en los demás la pregunta: «¿Quién eres tú que tratas así las cosas, y que se te ve contento?».
La misión nace y es guiada por…
Otra cosa sobre la misión es que no es una cosa particular mía, no es fruto de mi genialidad. La misión nace de mi encuentro personal con el movimiento, es decir, con Cristo, y está guiada y acompañada por Él. Porque de otra forma se volvería algo estéril, un esfuerzo mío por comunicar “no sé que cosas” en mi nombre, y eso no sirve para nada. El protagonista de la misión no soy yo, ni mis amigos que vienen a visitarnos a Huesca; el protagonista es el Señor, porque es Él el más interesado en esto, ¿no? Yo esto se lo digo muchos días a Él: «Mira yo de mi parte lo pongo todo, hago lo que puedo hacer pero en esto estas más interesado Tú que yo, así que…».
En compañía
La segunda cosa que he aprendido es el valor de la compañía. No como hasta entonces lo había entendido, es decir, como un lugar en el que refugiarse en los malos momentos o un grupo de amigos con los que estar ya que todos necesitamos de la amistad. Lo que voy entendiendo de lo que es la compañía cristiana son, sobretodo se me ha hecho evidente en mis años de estar aquí, aquellos que el Señor va poniendo cerca de mí para que mi vida llegue a la plenitud. En estos años han sido más compañía para mi vida aquellos que más me han ayudado a hacer un trabajo sobre lo que yo hago en Huesca, quienes más se han interesado por la verdad de mi vida y me han ayudado más a vivir esta circunstancia concreta. Los amigos de Vallecas, mi visitor, la compañía de los amigos de Zaragoza, con los que he hecho Escuela de comunidad en los últimos años, la compañía de don Jesús, al que evidentemente no puedo ver mucho, pero con el que hago el trabajo de juzgar las cosas que van sucediendo y también con él voy viendo qué pasos dar, en qué proyectos poner nuestra energía, etc. Y también los nuevos amigos que voy conociendo en esta ciudad. Haciendo amistad con algunas personas se empiezan a dar relaciones que son una ayuda para mi vida. Y de ahí nace también querer compartir con ellos la experiencia cristiana que vivo. Por eso este año don Jesús y yo propusimos a algunos de nuestros amigos empezar a hacer la Escuela de comunidad.
Ir a una escuela
La tercera cosa es el valor que, desde que estoy en Huesca, ha adquirido para mí la Escuela de comunidad. Muchas veces la Escuela era una reunión social. Más atento a ver a esta o a otra persona que al gesto en sí. Pero, claramente, cuando tenía que coger el coche todos los miércoles para hacerme 100 km de ida y otros 100 de vuelta, no podía únicamente ir por una cuestión social. Todos los días antes de salir de casa me preguntaba: ¿por qué merece la pena ir a este sitio? Por la cena, por los amigos, pasar un buen rato… no era suficiente. La Escuela era y es el momento de la semana en el que otra persona, don Gius, me explica a través de su propia experiencia humana lo que me ha ocurrido. Es el momento en el que se me explica el porqué de las cosas que vivo, de mis contradicciones, de mis límites. Y es el momento en el que otro va enseñándome una forma más humana de vivir las cosas. Me explico, otras veces he querido entender que ser cristiano era ser como los demás pero haciendo otras cosillas y siendo bueno. No es esto. Lo que voy entendiendo es que ser cristiano es vivir de la conciencia de una novedad que ha cambiado la Historia y mi historia. Ser cristiano es el nacimiento de una conciencia nueva y por tanto de una nueva humanidad.
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