Del 19 al 23 de agosto, 450 personas de 70 países se reunieron para celebrar la Asamblea Internacional de los Responsables. Diario de cuatro días intensos, pródigos de encuentros y testimonios
Un letrero domina sobre la pared del edificio del Hotel Planibel: “Una aventura para uno mismo”. Este año participamos en La Thuile cuatrocientas cincuenta personas, como muestra el mapa que figura junto al letrero, en donde se señala con un puntito azul la presencia del movimiento en el mundo. Cuatrocientas cincuenta personas «para obedecer a lo que Cristo hace entre nosotros, para seguir aquello que se mueve en la realidad como signo de que Él actúa», como escribió Carrón en la carta de invitación a los participantes en la Asamblea Internacional de Responsables. Es la primera noche, miro a mi alrededor: rostros de amigos a los que conozco desde hace tiempo y a los que veo sólo en esta ocasión, otros con los que comparto cotidianamente el trabajo, otros muchos desconocidos. Todos presentes aquí por ese Hecho que nos ha fascinado y que ha hecho y hace de nuestra vida algo pleno. Copio el título en mi cuaderno. Estos cuatro días de finales de agosto son ante todo para mí.
La necesidad del yo
«Empecemos este gesto ayudándonos mutuamente a ser nosotros mismos, pidiendo al Espíritu que venga en nuestro auxilio», introduce Carrón antes de cantar Desciende Santo Espíritu. «Una aventura para uno mismo, para cada uno de nosotros. El Señor, para ayudarnos a comprender qué quiere decir esto, hace suceder como siempre algunos hechos. Como han sido, en estos últimos meses, la muerte de nuestro amigo Andrés Aziani (cf., pp. 44-47 ), de don Danilo Muzzin, de Giovanna, de Alberto Ferrari», comienza Carrón. «Ellos han sido testigos de la fe, porque han mantenido la mirada fija en Jesús. Y este testimonio lo han vivido ante nuestros ojos, para que nosotros podamos ver cómo es posible vivir nuestra fe en este contexto cultural e histórico». La mirada fija en Jesús nos hace ser «hombres sin patria, no asimilables a esta sociedad», pero para que esto suceda concretamente la fe debe ser satisfacción verdadera. «La fe como algo real, el reconocimiento de una presencia real que lleva a una satisfacción. Pero para esto es necesario lo humano, es decir, “el afecto por uno mismo –como dice don Giussani en Uomini senza patria, el texto que nos acompaña en estos cuatro días–, es decir, la seriedad de la mirada a las propias necesidades”».
¿Quién es capaz de ser así? «El pobre de espíritu –continúa Carrón–, aquel que no tiene nada salvo aquello por lo cual y para lo cual está hecho: una aspiración sin fin, una espera. Esta era la mirada de Giussani, llena de ternura, un abrazo a mi humanidad completa». Pero, ¿cómo encontrar respuesta a esta necesidad sin límite? «Sólo en el reconocimiento de Cristo. Pidamos esta apertura, no nos quedemos como piedras, como la muchedumbre que le seguía, pero sin implicarse totalmente».
Mientras salimos en silencio, me viene a la cabeza una frase de Bernanos que Giussani había comentado durante un Equipe: «La punta extrema de la audacia es amarse humildemente a uno mismo». Este es el afecto por uno mismo, el afecto que pide Carrón por nuestras necesidades originales, un afecto que conduce a una apertura a la realidad. Entre la gente veo a lo lejos a Lorenza, mujer de Alberto Ferrari. ¿Cómo puede estar aquí, pocos días después de la muerte de su marido, si no es por una mirada buena que abarca todo, incluso el dolor?
El castillo de los Pirineos...
Miércoles por la mañana. Rezamos Laudes y el Ángelus. Cantamos juntos El monólogo de Judas, Non son sincera, y Romaria. Después Carrón introduce la asamblea: «Este gesto debe ser una ayuda para estar en tensión, para que nos abramos a lo que Él ha desencadenado en nosotros en el encuentro, cuyo punto último es la fe, es decir el reconocimiento. Y para que esto suceda debemos partir de la experiencia. Planteemos las preguntas, los problemas, todo lo que queramos, pero a partir de la experiencia». No hay espacio para los “discursos”. Enseguida se forma una larga fila de personas que quieren preguntar. Alberto: «En julio recibí un sms de un amigo que hace algunos años había decidido romper con el movimiento. Me dijo que quería hablar conmigo. Le llamé. Me contó que en los últimos tiempos, mirando su vida, su historia, su familia, la realidad se estaba rindiendo al hecho de que todo lo bueno, verdadero, y grande que había tenido, procedía del encuentro con el movimiento, y me preguntaba si estaba dispuesto a retomar la amistad con él. Para mí fue fulminante. Yo había terminado la partida con él, había renunciado a la posibilidad de que pudiera suceder algo. Hablamos durante todo el mes. Después me llamó tras conocer la noticia de la muerte de Andrea: “Esta muerte es para mí una gran petición ante la que quiero inclinarme. Debemos volvernos humildes y seguir”. Esto sólo podía ser obra de Cristo». «¿Cuál es el rasgo inconfundible de Cristo? Que no cierra la partida con ninguno de nosotros. Cristo toma la iniciativa hacia cada uno a través de modalidades impensables», explica Carrón. Las intervenciones se suceden, a veces se trata de una sucesión rápida de preguntas y respuestas con Julián, pues está en juego lo más querido para nosotros. Luca: «En un momento dado me he dado cuenta de que soy como el cuadro de Magritte, El castillo de los Pirineos, en donde se ve un castillo construido sobre roca, pero debajo no hay nada. En mi vida había un montón de cosas: el ímpetu misionero, la virginidad, el movimiento, pero todo estaba suspendido en el vacío. Me detenía ante la grandeza del signo sin formular jamás la pregunta hasta el fondo: “¿Quién eres?”. Es una pregunta que cuesta formular. Me quedo bloqueado en las cosas que tengo que hacer». La cuestión es fundamental, Carrón la retomará al día siguiente. Giorgio: «El tema de la necesidad humana es el tema de mi presencia en el movimiento. Desde hace poco he empezado a vivir hasta el fondo esta necesidad delante del Tú, dialogando con el Tú. Hace años pensaba que esto era intimismo...». Carrón nos apremia: «¿Por qué no es intimismo? ¡Porque el punto de partida es un hecho real!».
Llegamos al mediodía. Julián interrumpe la sesión, pero la fila es todavía muy larga. «Nos vemos de nuevo esta tarde». Me siento a la mesa con los rusos, y mi querido amigo Pezzi, arzobispo de Moscú, hace de intérprete. Nos contamos cómo se vive en Moscú y en Milán. Nos levantamos de la mesa prácticamente cuando los camareros nos quitan el mantel. En el bar conozco a “Costola”, universitario de la Católica, que me cuenta su peregrinación “ en chanclas” a Czestochowa. Volveré a verle el último día en el escenario, con los frizzi. En la plaza, fuera del hotel, se bromea en torno a las mesas, se canta, se discute. En todas las lenguas, obviamente.
... y el Claustro de profesores
Son las 16,30. Comienza de nuevo la asamblea. Cristina: «Algunos días antes del último claustro de profesores la directora me pidió que me leyera los informes que los profesores nuevos están obligados a escribir. Por la noche empecé a leer y me conmoví. Sí, me conmoví en aquellos pasajes en los que emergía la humanidad de los que los habían escrito, sobre todo me impresionó que en mi escuela, en donde la impotencia y el fracaso son la última palabra, existieran personas así. Al final del claustro la directora me invitó a hablar de los informes. Empecé a leer entresacando aquí y allá las frases que me habían conmovido. Todos mis colegas se conmovieron también. Se creó un momento de silencio total. De golpe se había creado una brecha en aquel lugar tan estéril y sofocante. Al final me tuve que quedar más de una hora hablando con mis colegas. Me pregunté: “Pero, ¿qué me permite ver ciertas cosas? Cristo”». «Se ve que está Cristo por aquello que uno consigue ver. Lo que permite esta posición no es la repetición de un discurso, sino un yo que es capaz de mirar así», interviene Carrón. Marco: «En julio me encontraba en Lieja por motivos de trabajo. Nos habíamos reunido un equipo de personas procedentes de Europa y de Estados Unidos. Me quedé impresionado por la forma de trabajar de una joven investigadora americana, Brenda. Percibí una atención particular en relación a todo lo que sucedía y sobre todo en la forma de mirar a las personas. Hasta el punto de pensar: “Qué humanidad tan atractiva. Parece uno de los nuestros”. Después de algunos días me llama mi amigo Mauro: “¿Has conocido a Brenda? ¿Sabes que desde hace algunos meses ha empezado a venir con nosotros?”. Existe un modo de tratar las cosas que trasluce la humanidad de Cristo». He aquí el testigo: un trozo de humanidad nueva que se puede reconocer.
Las intervenciones continúan hasta la misa: es un florecer de experiencias, de una vida en acto. Para mí continúa durante la cena con los amigos americanos, y después, mientras tomo un café con Giovanna, y todavía después, mientras fumo un cigarro con Davide. Una serie de encuentros queridos, pero inesperados. La realidad es siempre más grande que nuestros proyectos.
Rose, Cleuza y los demás
Por la noche vemos el cortometraje del director Emmanuel Exitu sobre el trabajo de Rose con los enfermos de sida, premiado en el último festival de Cannes. Me apunto una frase de Rose: «Las cosas que tenemos que hacer cansan; lo que mueve, lo que conmueve es mirar».
Jueves por la mañana. Sobre el escenario se hallan Cleuza y Marcos Zerbini. Carrón introduce: «He pedido a nuestros amigos que nos testimonien qué les ha impresionado, porque lo que veo en ellos es algo único, que me hace temblar por la potencia de su sencillez». Nos hablan sobre ellos mismos, sobre los últimos hechos acontecidos. Su historia ya la conozco (cfr. Huellas, junio 2005), pero me impresiona la fuerza, el atractivo que suscitan. ¿De dónde brota? «El origen es Otro que entra en la vida, pero hace falta un corazón sencillo para reconocerlo», interviene Carrón.
Al terminar el testimonio, Julián puntualiza con respecto a dos puntos críticos que han aflorado durante la asamblea: el riesgo de la sustitución de la fe como conocimiento por una ética; y el intimismo, es decir, quedarnos parados. ¿Cómo hacer frente a estos dos riesgos? «La fe como recorrido de conocimiento, como nos indica la Escuela de comunidad. A partir de la realidad, porque la dinámica de la fe es la misma dinámica de la realidad. Porque en el origen hay un Hecho».
La comida es mitad sudamericana y mitad... kazaja. La tarde es libre, para retomar todo lo que ha surgido de forma sorprendente. Se trata hacer un trabajo personal, a solas o con amigos. Por la noche, los testimonios de Andrea Franchi (Branco) sobre la caritativa en los Bancos de Solidaridad y de Bernhard Scholz, de profesión formador y nuevo presidente de la Compañía de las Obras, sobre su trabajo. «Dos personas –introduce Giorgio Vittadini– que han descubierto en el encuentro con el movimiento su necesidad humana, y han ido hasta el fondo de ella» (cf. box adjunto).
El viernes es día de excursión. Don Eugenio advierte: «Todos pueden hacerla, ¡pero no vayáis con chanclas!». A más de un extranjero hay que prestarle unas botas. Caminamos, comemos juntos, cantamos: la realidad de una compañía tan atractiva abarca todo dentro de sí.
«¿Qué queremos ser en medio de la sociedad?» ha sido la pregunta a la que han respondido Maurizio Lupi, vicepresidente de la Cámara, y Javier Prades (ver box adjunto) en los testimonios de la noche. «Podemos decir que, por lo que respecta a la política, la verdad no puede ser el resultado de una votación, porque si se pierde vale lo mismo, y si se gana, la verdad siempre necesita de la libertad para ser vivida, no puede ser impuesta», concluye Giancarlo Cesana.
El recorrido del conocimiento
Sábado, último día. Después del rezo del Angelus y de las Laudes cantamos Noi non sappiamo chi era, la canción que a Giussani le gustaba escuchar en los últimos tiempos de su vida. Después la última lección. «Cada uno de nosotros ha llegado aquí en una situación determinada, y lo primero que ha pasado es que nos hemos visto enseguida traspasados por una mirada llena de afecto», comienza Carrón. Después recorre el trabajo que se ha llevado a cabo en estos días: el afecto a uno mismo, el yo como necesidad, la respuesta a esta exigencia en la realidad, es decir, un abrazo/mirada que sucede ahora igual que hace dos mil años, los testimonios de este acontecimiento, la libertad de corazón para aceptar. Es el recorrido del conocimiento que florece en la fe.
Al final los avisos, que «no son algo operativo, sino el signo de la vida de la comunidad, la prolongación de esta mirada hasta llegar a la acción», explica Julián. Yo me llevo en el corazón las miradas de Lorenza, Guido, Michele, Ramón, Davide, Alberto, Giovanna, Rose (el elenco es mucho más largo), que en estos días sencillamente han hecho evidente que, como hace dos mil años, Cristo salva nuestra vida abrazándola.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón