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Huellas N.11, Diciembre 2012

BREVES

Cartas

A cargo de Carmen Giussani

AUTOCONCIENCIA
Creo necesario hacer un juicio por escrito de mis cinco semanas en Londres. No para “vivir del recuerdo”, sino para hacer memoria, entendido como tomar conciencia en el presente de algo que empezó en el pasado. Me interesa recuperar la sencillez de esos días en los que la autoconciencia, la concepción del yo como relación con el Padre, marcaba el día a día. Llegué el día 24. Encontré trabajo enseguida, en un restaurante en el que nos dieron un voto de confianza. Ese fue el escenario principal en el que viví en Londres: el trabajo. Pero no el único. Enseguida nos buscamos entre los amigos españoles: Pedro, Marta... procurando acompañarnos. Me acompañaba también el cuaderno de los Ejercicios de la Fraternidad: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”. El trabajo era duro (estaba de bar tender), pero los compañeros muy amables y disponibles, trabé amistad con varios. El trabajo era la ocasión para mí de ponerme en manos del Señor y ofrecer todo mi ser para Su gloria. Creo que este tiempo no habría sido tan crucial si no me hubiera sangrado el corazón, que me hacía preguntar y suplicar, debido principalmente a tres hechos: el despido de papá, la enfermedad de la madre de una amiga y las noticias desoladoras que llegaban desde Siria. Delante de todo esto, yo solamente podía caer de rodillas y ofrecer al Señor todo lo que hacía. Porque si no hay algo que rescate lo que hacemos, todo es vano. Insuficiente para “responder” al mal del mundo. Sólo ofrecérselo todo al Señor me hacía percibir una conexión entre mi circunstancia y el mundo entero. Así me sentía más cerca de mi padre, de Nuria y de los que sufren en Siria. No por lo bien o mal que fuese el día en cuanto a broncas o propinas, sino porque tenía claro que yo soy relación con el Padre, y que sólo de ahí puede florecer lo demás. Era un acto de libertad cada día. Sigue siéndolo, no hay piloto automático y esto a veces decepciona, pero, como dice Emmanuel Mounier, “es necesario sufrir para que la verdad no cristalice en doctrina”. Era fundamental el apoyo de los Ejercicios, porque introducía un criterio distinto al mío. Y si hay desafío puede haber camino. Para mí lo mejor de Londres no ha sido “ser independiente” y ganar mi dinero, sino ver en acto cómo lo único necesario para vivir es un sujeto despierto que vive la relación con su destino a través de una realidad regalada. Por fea que sea. No son los medios, el dinero o los recursos los que te dan seguridad, sino una conciencia que se pelea y pone a prueba. Por eso aquí en Coimbra comprendo que vivir de rodillas es el único modo de permanecer en pie.
Pablo

TÚ, QUE ME LLAMAS
Durante estos años he aprendido a centrarme en la experiencia que vivo y en el juicio que hago ante lo que me sucede. No es suficiente lo que se. Lo que cuenta es la posición que tengo ante lo que vivo día a día. En días pasados me encontraba terminando de desayunar en un restaurante donde voy a menudo con mi grupo de Fraternidad. Cuando estaba ya por retirarme, se me acerca la mesera y me dice: «¿Puedo hablar con usted?». La verdad es que tenía prisa, pero percibí en ella una necesidad más grande que mi tiempo y la escuché sin interrumpirla. Me dijo: «Tengo muchos problemas en mi vida y me he dado cuenta de que sólo Dios puede ayudarme. Nunca he asistido a un retiro y el fin de semana voy a uno por primera vez. Como veo que usted es muy religiosa, quiero pedirle si puede orar por mí estos días y si me puede decir cómo es un retiro». Sus palabras me sorprendieron. No cabe duda de que Cristo me pone en circunstancias ante las cuales no sé qué decir. Ante una persona que sólo conozco de vista mi única respuesta fue: «Déjate sorprender por todo lo que vivas en el retiro al que has decidido ir. Pide principalmente por tu conversión y haz todas las preguntas que tengas. Sólo así encontrarás las respuestas, si no en el momento, en un futuro. Por supuesto, cuenta con mis oraciones». Todo el resto del día estuve pensando en ella y el viernes le llevé una pequeña carta que le entregué antes de que partiera, en la cual le deba las gracias por haberme escogido para preguntar. La experiencia que me deja ese suceso es que muchas veces no miramos a las personas que están a nuestro alrededor, pero a través de ellas Cristo nos interpela. Definitivamente, el Misterio siempre me llama.
Irma, Coatzacoalcos (México)

EL GESTO DE MARITERE
La semana pasada le envié a Maritere una canción que tenía relación con la Carta a la Fraternidad después del Sínodo, de Julián, para que la escuchara porque la veía un poco triste. Es una canción que cuenta cómo el amor, la belleza y la fe ya no son un presupuesto obvio. Frente a esto, el hombre conmovido (el poeta, como nos enseña don Giussani) intenta hacer lo que puede con su propio esfuerzo hasta que cae en la cuenta de que la iniciativa de Dios le precede. Y en ese momento hace lo que Cristo nos enseña: pide. Pues bien, era una canción para acompañar a Maritere y para que miráramos juntos lo que ella está viviendo, pero ella decidió prepararla para Escuela de Comunidad y nos la cantó ayer. Su gesto nos ha conmovido a todos.
Lolo, Osuna / Sevilla (España)

COMO UN SAGRARIO
Miro el reloj. Las once y veinte. Me queda una hora y diez minutos para las doce y media del martes. El día y la hora de la Escuela de Comunidad. Tendré que administrar bien mi tiempo porque no puedo llegar tarde a la cita, en la cola de los taxis de la estación de Atocha de Madrid. Más o menos a esa hora y ese día suele durar una hora el tiempo de espera para recoger viajero; más o menos el tiempo de la EdC. En la bolsa de taxis de la estación de Atocha. En mi taxi. No puedo faltar. Doy unas cuantas vueltas de vacío o con cliente. Miro el reloj de nuevo: las doce y diez, hora de apagar la luz verde de libre y llevar la Escuela Móvil a su sitio, la cola de los taxis de la estación. Mi extenso horario de trabajo, que llega muchos días a las dieciséis horas y me deja exhausto, en mi día libre me impide acudir a cualquiera de las EdC normales. Emilio, mi amigo del alma, a través de quien pude conocer a Cristo, me indica: nada hay más importante que la EdC, así que si te parece voy a hacerla contigo a una parada de taxis cuya espera más o menos dure una hora. Hace ya más de un año de esto y cada martes se ha vuelto a repetir el milagro. Hubo días en que vino Víctor, un compañero taxista; otro día Nacho que pasaba por Atocha y se enteró; a algunas ha venido Gaby el hermano mayor de Emilio. Richard, el cura alumno de Julián, vino un día y no ha faltado desde entonces. Fátima lleva dos Escuelas viniendo. Es hermoso. Y es lo más importante que acontece en la semana. Cuando desde mi puesto de conductor, en otra parada a la espera de viajero, os escribo estas líneas desde la soledad de mi posición de taxista, miro hacia la banqueta trasera y a la del copiloto, donde horas antes han estado ellos y han exhalado por sus poros Su bendita presencia. Se me empañan los ojos de agradecimiento y miro a mi taxi como a un sagrario, porque ha vuelto a ocurrir. Gracias Señor por no dejarme de tu mano.
Pepe, Madrid (España)

GRANDES COSAS HACE EN MÍ EL OMNIPOTENTE
Hace unas semanas fui a Buenos Aires por trabajo y aproveché la oportunidad para ir a la Escuela de comunidad con los universitarios y nuestro querido Mario Peretti. Una chica comentó que a ella no le suceden “grandes cosas” a raíz del encuentro con Cristo. El Padre Mario observó que lo más grande que puede suceder es que Cristo entre en nuestras vidas, porque entonces ya nada es igual. Ya no somos los mismos. Pensando en eso, recordé un episodio que me sucedió con una chica que trabaja conmigo en la fábrica. Un día fui a su sector y le conté que, al final de una misa, un exadicto contó su experiencia. Luego volví a mi oficina. Unos días después, me llegó un correo que reproduzco a continuación.
Claudia, Córdoba (Argentina)

Querida Claudia: Te cuento lo que me pasó gracias a vos, sí gracias a vos. Esa mañana que viniste y hablamos de este muchachito que había dado su testimonio sobre su paso por la droga, dijiste varias cosas que tocaron mi corazón e hicieron un “clik” en mí. Hace muchos años que mi papá está muy enfermo, es alcohólico y hoy está muy mal. Hacía casi un año que no lo veía, la semana pasada lo visité y me encontré con una cruel realidad. Esa realidad que me quebró el alma, me sentí la persona más egoísta sobre la tierra, es mi papá y yo no hacía nada por él. El sufrimiento y los recuerdos me llenaron de egoísmo y no vi que alguien me necesitaba. ¿Y qué tenés que ver vos en esto? Cuando me contaste de este muchacho, cuando mencionamos a Matías, hablabas con tanto cariño de personas que no conocías y pensé: ¿Cómo puede sentir cariño por personas que no conoce? Eso tocó mi corazón. Apareciste en el momento justo. Quiero que sepas que le salvaste la vida a un hombre que tiene ganas de salir adelante, de cambiar y seguir viviendo. El jueves tenemos la primera entrevista en el programa Cambio. Mi papá aceptó mi ayuda y vamos a luchar juntos para vencer esta enfermedad. Gracias una vez más por estar en mi vida. Sos un ángel para mi familia, Dios me concedió este privilegio.
Pao

«EL SEÑOR HA ESTADO GRANDE CON NOSOTROS, Y ESTAMOS ALEGRES»
Hace dos semanas, el Banco de Solidaridad (BdS) pidió voluntarios para la Jornada Nacional de Recogida de Alimentos a su favor. Nos apuntamos varios amigos para ir el sábado de cuatro a siete de la tarde. Como la mayoría vive en el barrio de Vallecas, pedimos ir a un supermercado por allí. Sin embargo, nos adjudicaron un pequeño supermercado de Pozuelo. Al llegar, encontramos a los amigos del turno de mañana, a los que sustituiríamos nosotros. Se les veía contentos. Nos pasaron sus chalecos de voluntarios. Rezamos todos juntos un Gloria, y nos pusimos manos a la obra. Nuestra tarea consistía en explicar qué era el BdS a las personas que pasaban por allí y pedirles que, si lo consideraban oportuno, compraran alimentos no perecederos que luego nos encargaríamos de hacer llegar a familias necesitadas. Y así comenzó todo: el espectáculo de la caridad en acción pasando ante nuestros ojos. ¡Sólo había que mirarlo!
No se puede decidir de antemano quién va a dar y quién no. Gente que piensas que va a dar, pasa de largo, y gente que piensas que nunca daría te llena dos bolsas y te las ofrece tranquilamente. Muchos inmigrantes fueron muy generosos. Alguno, al traer su aportación, nos dijo: «Yo sé lo que es pasar por esto. Muchas gracias por lo que hacéis». La gente joven se implicaba mucho. Dos chicas, de unos diecisiete años, pasaron por allí porque habían quedado cerca. Les contamos lo que estábamos haciendo y entraron a comprar. Cada una nos dejó una bolsa de pasta o de legumbres. Al cabo de un rato, otras chicas de la misma edad venían enviadas por las primeras, pues también querían aportar su granito de arena. Poco después, conocimos a un hombre de unos treinta y cinco años, que aparcó el coche cerca. Al enterarse de que lo que más hacía falta era la leche en polvo para los bebés, los potitos y demás alimentación infantil, nos llenó varias bolsas con esos artículos. En principio no iba al súper, pero ya veis... Más adelante, un hombre que pasaba con su hija, nos preguntó si podía colaborar comprando en otro sitio. «¡Por supuesto que sí!». El hombre hizo una gran compra con todo tipo de alimentos y, no contento, nos preguntó que qué más podía traer. Todos estábamos impresionados. Un señor, que ya había aportado cosas, apareció otra vez en la puerta del súper. Ahora, con toda la familia. Conmovido por la obra del BdS, quería enseñar a sus hijos algo nuevo. Los tres niños, de entre cuatro y nueve años, más o menos, nos preguntaban, mirándonos con sus grandes ojos, todo lo que les decían sus padres. «A ver, Verónica, pregúntale qué necesitan». Y Verónica, la mayor: «¿Qué necesitas? ¿Aceite? ¿De un litro?». Y así los tres. Los niños salieron de la tienda con un paquete cada uno, tal y como les habíamos dicho: un litro de leche entera, una botella de aceite, un Kg. de azúcar y, además, un poco de asombro por poder ayudar a otros y una alegría nueva reflejada en sus caras. Me pareció un gesto precioso por parte de ese padre. Toda la familia se marchó agradecida. En el último minuto, pasó otra familia que nos preguntó si al día siguiente íbamos a estar. «No. Sólo hoy». Al principio, prosiguieron su camino. Pero al cabo de minuto y medio volvieron e hicieron su aportación. Al final de la tarde, una furgoneta del BdS recogió todas las cajas que llenamos y se las llevó al almacén. Todos, contentos, nos fuimos a una churrería cercana a intercambiar impresiones, a compartir nuestro asombro, a charlar de lo divino y de lo humano. No era el súper que habíamos pedido; había estado medio lloviendo toda la tarde, pero aquella experiencia nos había llenado de alegría. Continuamente, también al final de la tarde, me venía a la memoria aquel salmo que dice: «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres». Hay días en la vida que no quieres que acaben, que dejan huella, que quieres que se repitan. El sábado pasado, curiosamente, fue uno de esos días.
Cristina, Vallecas (España)

VIVIR O CAER EN LA CUENTA DE LA VIDA
Hace un año mi compañero de universidad, Enrique, sufrió un accidente de bicicleta muy grave. Tras varias operaciones consiguieron salvarle la vida y le trasladaron al Hospital de Parapléjicos de Toledo. Tanto Enrique como yo éramos profesores y nuestra relación era la normal de dos compañeros de trabajo. Aun así, desde que supe de lo ocurrido me interesé por él y pude ir a verle varias veces a Toledo. En ese hospital varios amigos hacen caritativa, entre ellos la hermana Carmen. Pues bien, la primera vez que fui a verle marcó de una forma definitiva la relación entre nosotros. Al llegar al hospital, lo reconozco al fondo de un pasillo viniendo en su silla de ruedas. ¡Qué alegría vernos! Comenzamos a hablar y le pregunto si lleva más tiempo en el hospital que su compañero de pasillo Chema, también tetrapléjico, y que yo acabo de conocer, y me dice que no. Y sigue, «yo estoy mucho mejor. Yo puedo respirar». Chema respira de forma semiasistida. ¿Y tragar?, le pregunto. «Sí, sí, puedo tragar y hablar bastante bien», me dice. Le comento que seguramente en este tiempo se da cuenta de muchas cosas que antes le pasaban desapercibidas, de las que nosotros no nos damos cuenta. «Ramón, tener que vivir 67 años para ver la diferencia entre vivir y caer en la cuenta de la vida. ¡Qué expresión más bonita “caer en la cuenta”!». Al cerrar la puerta de su habitación, me encuentro a su mujer y le comento la conversación que he tenido con Enrique. «Está cambiando mucho», me dice. Seguimos hablando y le pregunto sobre la relación entre ellos, y ella rápidamente me dice: «No hay comparación, ahora es mucho mejor». Me quedo en silencio. Enrique, ahora, únicamente puede mover muy levemente el brazo derecho, y sin embargo su mujer dice: «No hay comparación, ahora mucho mejor». No cabe duda que me interesa, y mucho, conocer qué es lo que a ambos les permite vivir así esta situación. Y poco a poco lo he ido conociendo. Así el tiempo fue pasando y después de nueve meses en el Hospital de Toledo, muy limitado en su movilidad, lo primero que hizo, tras darle el alta el pasado 1 de septiembre, fue presentarse en la Universidad, en la Escuela de Minas, el día 4 de ese mes para decir al Director que quería volver a dar clase. ¡Qué espectáculo! Lamentablemente, al cabo de un mes, cogió una infección por la que tuvo que ser ingresado. Una mañana, en el hospital, le dije que había muchos amigos que estaban pidiendo por él, a lo cual me dijo que siguiéramos pidiendo porque esto era una batalla. Le dije que esta batalla de una u otra forma ya la había vencido. Queriéndole decir que si vivía, estupendo, pero que si moría iba a estar en los brazos de Aquel que le hacía y le ama. Cuando empeoró, en una de las últimas conversaciones que tuve con él, le dije: «Enrique, tanto a ti como a mí, en este instante, hay Otro que nos está haciendo». Y no pudiendo hablar movió los párpados recociendo, con una conciencia total, esa verdad. A los pocos días, murió. Estando en el tanatorio, un profesor, compañero nuestro, comentó que el deseo de Enrique de volver a dar clase era una forma de autodefensa. Me sorprendió que no me enfadara por este comentario. Pensé: «¡Qué ignorancia decir que Enrique, volviendo a trabajar, lo hacía como una autodefensa! Lo triste es que se pueden decir cosas como esta sin haberle preguntado a Enrique qué había aprendido en esos nueve meses y por qué quería volver a dar clase. Volvió no por una autodefensa sino por una autoconciencia nueva que él reconocía en sí y que había ido adquiriendo a medida que pasaban los meses en Toledo. «67 años para ver la diferencia entre vivir y caer en la cuenta de la vida. ¡Qué expresión más bonita caer en la cuenta!».
Ramón

INTERCAMBIO
El otro día vinieron a verme a mi casa dos chicos que querían venderme la revista Lotta Comunista. Les digo: «Os contestaré como mi madre suele contestar a vuestros colegas: “Yo compro la vuestra si vosotros compráis la mía, la revista de CL”». Normalmente, la respuesta es negativa. En cambio, esta vez uno de los chicos me dice: «¿Qué es para ti el movimiento de CL?». Me llamó muchísimo la atención que me lo preguntara. Era la primera persona que no se paraba en una sigla sino que quería saber de verdad. Le contesté: «El movimiento es una compañía que me remite a Cristo y no me deja nunca solo». Al final se fue con la revista Tracce (la edición de Huellas en lengua italiana, ndt.) bajo el brazo.
Giovanni, Trento (Italia)

Bachilleres - GS
AQUEL SILENCIO MIENTRAS CANTABA
En octubre fui al funeral del tío de una compañera de clase, Ludovica. Me propusieron que cantara durante la misa. Acepté un tanto escéptica. Me parecía inadecuado, creía que no lo haría bien. En cambio, mientras cantaba, me di cuenta de que el ruido y las voces se iban acallando. Entonces, levanté la mirada y vi que todos me miraban en silencio. Ese silencio del que Julián nos habló en la Jornada de apertura de curso de GS: «El silencio cristiano nace del asombro por ver obrar a Cristo, es un silencio colmado de la memoria de Cristo. No es un vacío, sino el reflejo de una Presencia que te llena y te deja sin habla. Tenemos que dar tiempo a este silencio». Cuando acabó el día, me llegó este mensaje de Ludovica: «Nos habéis conmovido a todos. Mis abuelos y mis tíos os dan las gracias de corazón. Ha sido un momento de inmensa verdad». Todavía no podía explicarme del todo lo que había pasado. Simplemente había cantado. Al cabo de unas semanas, Ludovica me dio una nota de sus familiares: «Queremos darte las gracias por tu sincera participación en nuestro enorme dolor y por el canto con que has acompañado la despedida de nuestro querido Paolo». Está claro que no soy yo quien les han conmovido, porque una técnica no basta para tocar el corazón ni puede generar un silencio tan intenso. Soy un instrumento que Otro, ha tocado suscitando ese silencio colmado de una presencia.
Maddalena, Busto Arsizio (Varese)

El cartel de Navidad
EL CAMINO ABIERTO POR LOS REYES MAGOS
La opción compositiva tan libre y conmovedora es uno de los secretos de esta obra maestra de Gaetano Previati (1852-1920), que se conserva en la Pinacoteca de Brera, en Milán. Se trata de un cuadro que se desarrolla totalmente a lo ancho, aunque el focus de la escena se concentra en la mitad izquierda. A la derecha, en cambio, ocupan el espacio los grandes mantos dorados de los Reyes Magos y de sus sirvientes, que desde la retaguardia esperan para entregar los dones. Con esta opción el artista sugiere una idea de dinamismo determinado por la atracción de ese Niño que ha encendido el corazón de los Magos para que emprendieran ese largo camino. Ahora se inclinan con gesto conmovido hacia el Niño. No hay huellas de cansancio en ellos, más bien el sentido pacificado de una meta. A sus espaldas, en un centellear de oro que recuerda el resplandor de los antiguo mosaicos (aquí las teselas corresponden a las pinceladas de la técnica divisionista), se abre una perspectiva insólita en la iconografía tradicional de la Adoración de los Magos. Escribió el escritor y dramaturgo Domenico Tumiati en 1901: «¿Quién mide sus túnicas, dónde se refleja la majestad del Oriente? ¿Quién cuenta su séquito que se pierde en hileras de camellos y trazos en el cielo?». Detrás de los Magos, en efecto, hay un séquito inmenso, una muchedumbre fundida en la luz deslumbrante de un sol que no vemos; una muchedumbre claramente en camino hacia la misma meta, encendida del mismo deseo. Ahora se entiende por qué Previati ha decidido alargar de esta manera su composición: para dar la idea de que el camino de los Magos no fue un recorrido exclusivo, sino un camino abierto para todos y accesible para cualquier hombre.
Giuseppe Frangi

CÉLÉBRATION DU QUOTIDIEN
La autora del libro que estoy leyendo es una profesora belga de literatura francesa. He traducido un pasaje precioso sobre “El despertar”. «En los campamentos juveniles sobrevive la tradición del juego de noche, ¿no se podría instaurar un juego del alba? Cada uno sería invitado a probar el frescor de lo que nace. Allí, se toma una invencible confianza en estas fuerzas de resurrección inscritas en la vida. A este campamento del alba, he sido iniciada por la gracia del padre de mi padre. Se despertaba tempranísimo, lo que tenía el don de exasperar a su mujer: “¿Pero por qué lo haces tan temprano?”. (...) Me siento muy cercana a él mientras actúo con astucia para no despertar a nadie levantándome también al alba. Cada vez, el estupor del despertar: estoy viva, estoy en el mundo. En este breve instante, se abre la conciencia precaria del presente, como un regalo sin precio. (...) Incluso si, como un relámpago, el pensamiento de un acontecimiento desagradable o temido que marca el calendario de este día (...) viene a corromper este impulso, este milagro ha tenido lugar» (el libro está traducido al español y publicado por la editorial mexicana Buena Prensa).
Cristina

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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