EL RORATE Y LAS PALABRAS DE UN SOLDADO ROMANO
Son las nueve y media de la mañana. He acabado de rezar Maitines y Laudes y me he sentado tranquilo a escribir lo que he descubierto anoche antes de dormirme. Anoche necesitaba un canto para la iglesia y se me ocurrió coger el Rorate caeli desuper. Me costó un poco encontrar el libro donde yo lo había consignado con música en mis tiempos de estudiante. No me gustó la traducción que había hecho entonces y lo traduje de nuevo así: «¡Venga el rocío del cielo y lluevan las nubes al justo! No te irrites, Señor, con nosotros, no te acuerdes más de nuestras iniquidades. Mira que la ciudad de tu Santo está desierta, Sión está desierta, Jerusalén está desolada: la casa de tu santificación y de tu gloria, donde te alabaron nuestros padres». Luego, antes de acostarme, abrí el libro por una página que leí un poquito, como siempre hago. Era de Tito Livio. Había un espléndido dibujo de los soldados pretorianos, copiado del Arte Romano. Se había preparado un gran ejército contra Aníbal y estaba a punto de salir de la ciudad. «Las arengas del cónsul Varrón fueron muchas y violentas, denunciando que la guerra permanecería en las vísceras de la República, si continuase habiendo más generales Fabios; que él la acabaría el mismo día en que viese al enemigo. Su colega Paulo sólo pronunció un discurso en el que nada inclemente se dijo contra Varrón, sino únicamente esto: que él se admiraba de cómo un jefe, antes de conocer su ejército y la situación en el campo de batalla, sabía puntualmente lo que iba a hacer cuando estuviese en la guerra. Que él deseaba que tuviese buen éxito lo que se llevase a cabo con prudencia y reflexión, pues la temeridad, además de ser algo necio, había resultado poco feliz hasta hace aquel momento». No necesité leer más. Me metí en la cama y me dormí como si hubiera leído a un Santo Padre, que hubiera encerrado toda su vida espiritual en las palabras robustas de un soldado romano.
Un sacerdote de CL
TAN GRANDE QUE ES UN MISTERIO
Antonia tiene 10 años y, después de haber pasado unos días de vacaciones con su familia y el grupo de Comunión y Liberación de Colombia, escribe estas líneas.
Son días de aprendizaje y experiencia sobre nuestras vidas: nosotros aprendemos las cosas de manera educativa y divertida. Todo lo que hacemos, lo hacemos viviendo intensamente nuestra realidad, teniendo conciencia de que Cristo lo pone en nuestras vidas para disfrutarlo y experimentarlo, así que los problemas que nos aparecen en nuestra realidad Cristo los pone para que los experimentemos y los afrontemos, Cristo tiene todo planeado para nosotros, cuándo vamos a nacer o cuándo vamos a morir, todo, ¡absolutamente todo! Él lo sabe, sabe hasta cuántos cabellos tenemos en la cabeza. Cristo es tan grande, tan grande, que es un misterio.
Antonia
LA VIDA ES CRISTO Y UNA GANANCIA EL MORIR
Pienso en las palabras de Aníbal, cuando me saludó en el velatorio de mi abuela Nilda el sábado y me dijo: «Tienes cara de haber estado en las vacaciones del CLU, y también de la partida de tu abuela, que es un gran acontecimiento». Vivir tan de cerca la enfermedad de mi abuela, para mi familia, para algunos amigos y yo, ha sido un hecho que convirtió nuestros corazones. Cada día que pasé junto a su cama ha sido para mí un punto de partida. Siempre entraba a su casa, tan hermosa y acogedora como ella, y me dirigía a su habitación, y reconozco que salía distinta. Me volvía a encontrar conmigo misma. Los últimos días, la situación te obligaba, como dijo mi hermano Francisco, a ponerte de rodillas, ya que uno solo podía pedir. Pero si uno era leal consigo mismo, esa circunstancia te obligaba a hacerte miles de preguntas: «¿Por qué la quieres de esta manera, Señor? ¿Cuál es el fin de su vida? ¿Y el mío? Y más que nada, ¿cuál es la positividad frente a este hecho?». Ahora, ya tengo respuesta, porque me volví más humana y más necesitada de Quien nos hace. Todo este tiempo, fue volver a mirar mi vida, con mucha intensidad. Puedo repetir lo que Carrón decía, a raíz de la muerte de Giovanni: «El último gesto de amistad de Giovanni ha sido ponernos frente a lo eterno». Para mí ha sido la misma gracia que ha generado la partida de mi abuela, porque es el momento más importante de nuestra vida, donde se juega si todo lo que vivimos es para siempre o termina en la nada. Días antes de la muerte de mi abuela, estaba triste y un poco enojada conmigo, por toda mi nada, mi incapacidad de querer de verdad y sin poder mirar más allá de esto, sin conseguir mirarme con un poco ternura. Pensaba entonces, que ir a Corrientes, a las vacaciones de CL, sería lo ideal, porque iba a encontrarme con amigos a los que deseaba ver. Pero la realidad misma indicaba que teníamos que estar aquí, con mi abuela. Mi mamá entonces nos dijo: «La razón por la que nos quedamos, es la misma razón por la que habríamos ido a Corrientes, porque el Señor lo quiere». ¡Qué cierto! Porque la verdad de cada momento es verle a Él. En medio de todo esto, desde Corrientes, todos nos llamaron muchas veces, y estaban en permanente contacto con nosotros. Eso para mí, fue un regalo. El sábado mi madre me dijo con los ojos llenos de lágrimas que mi abuela había muerto. Yo también me eché a llorar, pero no podía dejar de pensar que ella ya estaba en el Cielo, junto a Él, cara a cara con el Señor. Entonces empecé a hacer las cosas que tenía que hacer, con el corazón distinto, porque me vibraba de sólo pensar en mi abuela. Fue el abrazo del Misterio hacia mi vida también. Inmediatamente avisé a varios amigos de lo que había sucedido, y fue otra gracia: ¡Todos querían venir a Rosario a acompañarnos! Pero lo más grande, es que todos hablaban de un Jesús resucitado. Cuando la miré, fui consciente de toda mi nada, y a la vez reconocí otra cosa: mi deseo, mi deseo infinito. Me daba cuenta de que estoy hecha para el infinito, y que mi corazón lo pide a gritos. Entonces la miré, y fue una certeza inmensa: ¡su deseo se cumplió! Ella esta junto al Padre. ¡Para esto estamos hechos, esta es la grandeza del hombre! Menos que esto no puedo pedir. El cristianismo me pone frente a toda mi verdad, frente a todos mis deseos, y es el único capaz de responder a cada una de mis exigencias. En el entierro, mi tía Daniela leyó una carta, donde recordaba la gran persona que fue mi abuela: una mujer con una alegría inmensa, fruto de su relación con el Señor, que disfrutaba desde los pajaritos que estaban en el patio de su casa, el rayito de sol, un paseo en el palomar con sus nietos, ir a hacer las compras, cocinar, hasta la compañía de los amigos, de su esposo, y de los momentos difíciles en los cuales hasta sus últimos días no dejaba de decir cada vez que suspiraba: ¡Ay Señor Jesús! Su grandeza se encontraba en la sencillez con la que ponía cada cosa en manos de Dios.
Julia, Rosario (Argentina)
SABER MIRAR Y PREGUNTAR
Javi se sienta detrás de mí en clase. Desde el principio nos llevamos muy bien. Dice que hay cosas que sólo me cuenta a mí y que cuando está conmigo, no sabe por qué, pero le sale hablar de otras cosas que las de siempre, de cosas distintas. Yo le miro y doy gracias a Dios porque me envía este amigo para que no me duerma y Le mire actuar. Hoy fuimos todos a tomar algo y, en un momento dado, Javi me comenta, como si nada, que él se guarda bastante las cosas: «Primero las siento en mi corazón, luego van a mi boca y, finalmente, a mi mente. Si cuando siento algo no lo digo, entonces me lo callo para siempre». Lo dice como queriendo expresar un malestar a la vez que temiendo que sus “secretos” salgan a la luz. Me doy cuenta de que lo que mi amigo ve en mí es a Otro distinto de mí misma. Ya en el metro de vuelta a casa, no pude evitar soltar un “qué fuerte”, mientras pensaba en todo lo que me ha sucedido y me sigue sucediendo, esto es, pensando en Cristo. «¿Qué fuerte el qué?», me suelta Javi. A partir de ahí, tuvimos un diálogo que yo trataba de cuidar lo máximo posible. Me pregunta por qué elegí quedarme en España este año y no irme a estudiar fuera. «Por... Por... Por la compañía que he encontrado». «Pero las compañías se pierden con el paso del tiempo; siempre pasa esto». «Ésta no. Ésta es para siempre. Es una certeza que tengo y que tendré siempre». Me sorprendió poder mirarle al decir esto. Y poder mantener la mirada. Y darme cuenta de lo que estaba diciendo. Fue algo nuevo no es sólo para él, sino para mí también. «Una compañía que me hace crecer como nada». «Pero, ¿qué te ha aportado?», pregunta él, con verdadero deseo de conocer la respuesta. «El sentido de la vida. Ese sentido que tanto había buscado, que ni siquiera encontré yéndome a Camboya. Y que no sabía existiera. Pero existe, y esto es algo que me sobrepasa por todos los lados». «Pero, ¿tú has cambiado?». «Sí. Radicalmente». «Si no viene de ti, entonces viene de fuera... ¿Qué es lo que te ha cambiado?». Silencio. Llegamos a mi parada. Me gustaría reír y gritar «¡Cristo!». Pero me callo, porque no lo creo conveniente en ese momento, aunque su pregunta necesita una respuesta: «...Mi relación con el Misterio». Salgo del vagón y nos seguimos mirando; yo sonriendo, él sorprendido. «Pero no te creas que es algo abstracto... No: es algo muy concreto. ¡Te dije que si empezaba no iba a poder acabar a tiempo!». Se cierran las puertas. Veo que Javi se sienta. Su cara dice mucho.
Carla, Madrid (España)
TÚ ME SORPRENDES
Después de varios hechos dolorosos, recibí la noticia de que me cambiaban de cargo y dejaría el de directora administrativa. Es algo que se da comúnmente pero, el hecho de que estaba trabajando a gusto y con la conformidad de mi jefe, hizo que esta noticia me llegara de forma totalmente inesperada. Ante todo esto, y considerando también mi economía, decidí no irme a las vacaciones de CL. Me costaba renunciar a algo que deseaba de corazón. Pero, mis hijos, Fabio y Héctor, al volver eufóricos de las vacaciones del CLU por todo lo que habían vivido allí, me sorprendieron diciéndome que ellos y mi hija Claudia me regalarían el importe necesario para las vacaciones. Agradecí infinitamente a Dios el gesto de mis hijos. Antes, yo les cuidaba, ahora siento que ellos me cuidan y para mí es una gracia tan grande ver que ellos viven con esa conciencia, que me hacen estar segura de que mi sacrificio no fue en vano. Nos fuimos de vacaciones unos 30 adultos y 40 niños. Fue una gracia inmensa mirar cómo los niños se integraban y jugaban. Una niñita me saludó diciéndome: «Soy Ceci y vos, ¿cómo te llamas?». Me quedó grabada su dulzura y pensaba cómo a nosotros los adultos nos cuesta esta atención. Estar atenta a cómo ellos vivían me educaba y tenía la urgencia de volverme niña para abrazar en las cosas pequeñas la grandeza de la obra de Dios. Unidos allí todos, pero con un solo deseo: construir mi persona y ser feliz. Algo que me da esperanza y certeza al volver a casa en mi rutina cotidiana: Gracias Señor porque Tú siempre estás en mi vida y me sorprendes.
Antonia, Asunción (Paraguay)
2 DE FEBRERO
Justo al lado de mi tienda de ropa hay una tienda de comestibles que regenta Antonio, un hombre de cuarenta y pocos años, separado y con una hija, vivaracho, avispado, pero profundamente triste y amargado. Cada vez que lo veo me mira con cara de “no entiendo por qué me sonríes”, “tu cara de felicidad me repatea” y me lo dice constantemente con frases como: «María, ¿tú no sabes lo que es el sufrimiento, verdad?», «María, ¡qué bien vives!, siempre estás disfrutando», «María, ¿tú no tienes ningún problema?». Sé que mi presencia le provoca continuamente y a mí él siempre me suscita, a través de sus ojos, la misma pregunta: «¿“De qué es falta esta falta” que Antonio lleva en los ojos?». Pues, entré como siempre y le sonreí: «¡Buenas tardes!, Antonio». «¡Buenas tardes! Oye María, ¿tú abres mañana?». «¿Cómo vamos a abrir mañana? Mañana es el día de la Virgen». Él, con ganas de vacilar: «Si vírgenes ya no quedan». «¿Cómo que no? Pues yo tengo varias amigas que viven en virginidad». «¿Sí?». «Sí, son mujeres consagradas». «María, ¿y tú también?». «Yo no, que va... (pasan unos segundos, le sonrío)...¡de momento! Bueno, hasta luego». Teníais que haber visto su cara de estupor, de descuadre por completo. Yo salí feliz al ver cómo el Señor conforma cada pregunta y cada respuesta, cada instante para caminar hacia Él. Tanto yo como el que me encuentra porque él también anhela lo que yo anhelo. Es bellísimo poder reconocerlo tan nítidamente y estoy muy agradecida.
Carta firmada
MI VERDADERO PADRE
El 31 de diciembre recibí una llamada de mi padre que me anunciaba que llegaría ese mismo día para comer conmigo y con mis hermanos. Solemos vernos pocas veces al año, porque trabaja lejos de mi ciudad y se ha separado de mi madre. Según el guión tradicional, su visita nos llevaría casi inevitablemente a hablar de lo que hace o deja de hacer la Iglesia católica, a una conversación bastante abstracta y a un diálogo entre dos bandos: uno de mis hermanos defiende el frente católico y los demás estamos allí como espectadores viendo el debate. Hasta ahora, sin embargo, esto le daba cierta alegría a nuestros encuentros, cuando mi padre venía a vernos a casa. También ese día nos reunimos todos – mis hermanos y mi madre – y empezó lo acostumbrado entre mi padre y mi hermano. En un momento dado, recibí la llamada de un amigo de la Escuela de comunidad al que le había contado mi dificultad, quien me dijo: «Mira a tu padre como le mira Dios, sin prejuicios, y confía totalmente en Él». Al cabo de una hora, el tema de conversación cambió, se centró sobre el influjo que el poder tiene sobre cada uno de nosotros. Entonces, me di cuenta de que esto lo he aprendido en la Escuela de comunidad. Así, me decidí a intervenir, superando el miedo que me frenaba. Mi decisión animó también a mi madre y a los demás a hablar. La conversación se hizo más interesante y se centró en nuestra experiencia personal. Se dio un momento de verdadera comunión familiar. En esa ocasión, entendí lo que dice Giussani: que una verdadera petición implica siempre, como hipótesis última, la existencia de una respuesta positiva. Al buscar yo misma una respuesta positiva, caí en la cuenta de que no soy yo quien hace las cosas, sino que a través de mi entrega a Otro, Él puede obrar. Luego, hablamos de la oración, volviendo otra vez a la abstracción, entonces di un segundo paso. Les propuse que rezáramos juntos: «Venga, ¿por qué no rezamos juntos?». Estuvimos rezando y cantando juntos. Mi padre se quedó con nosotros más de lo previsto y, al despedirnos, nos abrazamos como nunca lo habíamos hecho antes. El que yo abrazaba ya no era el padre al que miraba con cierto prejuicio, sino mi verdadero padre: él y, a la vez, el que es su Creador y el mío.
Nataly, Lima (Perú)
ESA PREGUNTA DE MI HERMANO
Querido don Carrón: Estos últimos tiempos han supuesto para mí una provocación muy grande, tanto mi vida en la universidad como mis amistades. En particular, me ha golpeado la muerte de Bizzo (el estudiante que murió en un accidente el pasado mes de diciembre; ndr.), que era muy amigo mío. En los Ejercicios del CLU mi hermano me dejó asombrado. Salió en la asamblea y dijo que, ante la muerte de nuestro hermano y de Bizzo, la positividad de la realidad se quedaba en muy poca cosa. Por un momento, quise sacudirle diciéndole: «Pero, ¡mira todo lo que ha generado el acontecimiento de Cristo!». Pero, tras un instante de rabia instintiva, no pude dejar de conmoverme y sentir gratitud. Por primera vez, pensé: «¡Qué gracia!». No entiendo muy bien por qué vuelve tan fuerte la nostalgia de Mateo, nuestro hermano que murió hace ya diez años, pero el hecho de que mi familia siga pendiente de ese suceso no puede por menos que provocarme. Quiero vivir a la altura de lo que has dicho en los Ejercicios del CLU y que me acompaña ahora en la vida. Espero tenerte siempre como un compañero de camino.
David
“El origen de la pretensión cristiana”
MOZART A LA LUZ DE ELIOT
Lucía, de 17 años, estudia cuarto de Diseño y Moda. Es de origen rumano y de religión ortodoxa. Estuvo en la presentación de la Escuela de comunidad, con su novio. Aunque la sala estuviera en penumbra debido a la retrasmisión vía vídeo, tomó notas todo el rato y se detuvo de manera particular en un punto: «Es necesaria nuestra humanidad para poder comprender el cristianismo. Entonces, tenemos que observar nuestra interioridad para entender cómo estamos hechos del verdad y qué necesitamos». A su lado estaba Dardane, su compañera de curso, originaria de Macedonia y musulmana. Ambas, se quedaron prendadas escuchando el Et incarnaus est de Mozart. Les llamó la atención la idea de que el cristianismo no es de las muchas religiones, ni tampoco una serie de reglas, y más aún les sorprendió la afirmación de que el cristianismo es un acontecimiento, un encuentro y que «todo lo demás viene de allí». Al día después, comiendo con un grupo de estudiantes que han trabajado juntos para preparar los Coloquios Florentinos, la conversación sobre estos temas se amplió a una docena de compañeros. Alguien pregunta qué quiere decir que el cristianismo es un encuentro. Diego, quinto de Artes gráficas, cuenta su experiencia: «Salí una noche a divertirme, y conocí a un amigo, Gioele, que me habló de su experiencia y me invitó en GS». Yurj, cuarto de Artes gráficas, de origen ruso, toma parte en la discusión y comenta que le gusta la tranquilidad de las iglesias cuando no hay nadie, pero que no le mueve a eso la fe, pues no la tiene. Entonces se cita a Eliot. La frase que había citado Carrón, había provocado mucho a Diego, Lucía y Dardane. Inevitable, por tanto, retomarla con los demás, palabra por palabra: «un momento en el tiempo y del tiempo…», «los hombres, carnales como siempre, bestiales y egoístas como siempre…». Un paso tras otro, esa lectura fue proyectando la luz necesaria para entender ese Et incarnaus est que tanto les había cautivado, y para entender «cómo estamos hechos».
Domingo y Patricia, Civitanova Marche (Italia)
EL PARO, EL BANCO DE ALIMENTOS Y EL FONDO COMÚN
Querido don Julián: Desde junio me he quedado en paro y no cobro ningún sueldo. Tengo 51 años y en todas las empresas a las que me he dirigido me han contestado que «soy demasiado viejo y estoy demasiado cerca de la jubilación para que puedan contratarme». Desde hace dos meses, he empezado a colaborar con el Banco de Alimentos en el pueblo de Muggió. Esto me ha ayudado a aceptar mi condición con mayor serenidad. Gracias a la compañía que me rodea y me acompaña hacia mi destino, sé que puedo ofrecer al Señor también esta situación. El documento sobre la crisis y el acto que se celebró en Assago me han ayudado a tener un juicio sobre lo que vivo, y quiero darte las gracias por ello. También mi madre, que es anciana y se preocupa mucho por el futuro, está más tranquila porque, desde que colaboro con el Banco, me ve llegar a casa cansado, pero contento. Lamentablemente, me veo obligado a reducir a la mitad mi contribución al fondo común. Pero espero volver de nuevo a mi cuota habitual en cuanto encuentre una nueva oportunidad de trabajo.
Sergio, Meda (Italia)
Las matanzas en Nigeria
«¿QUIÉN PUEDE HACER JUSTICIA A MI GENTE?»
Querido Carrón: Estoy muy agradecido al trabajo de este año y por los amigos que Dios me ha dado. El día de Navidad en dos iglesias explotaron dos bombas que mataron a personas inocentes (véase artículo en la página 37). En el norte del país veinte bombas han matado a más de cien personas. Mi reacción inmediata y la de mis amigos fue la de acusar al Presidente de no hacer lo suficiente para defender a los cristianos. Pero leyendo y reflexionando sobre la necesidad de justicia, al leer el capítulo undécimo de El sentido religioso, entendimos que no podíamos detenernos en eso. Aunque el Gobierno arrestara a los autores de los atentados, no sería suficiente. ¿Quién haría justicia a esas almas inocentes que han perdido la vida? ¿Quién los devolvería a sus seres queridos? ¿Qué puedo hacer yo ante tanto mal? Soy del todo impotente. Lo único que me queda, de verdad, es pedir a Dios. Sólo Él puede hacer una verdadera justicia. «La urdimbre misma de la vida es un entramado de exigencias». Hoy estas palabras son verdaderas para mí. Veo que en mi vida hay multitud de exigencias, por ejemplo, el deseo de tener éxito, de encontrar la mujer de mi vida, de que haya un Gobierno mejor, una mayor seguridad, una corriente eléctrica que no falle, etc. Mi necesidad continua es la prueba de que me falta algo. Lo que me falta es la presencia de Dios. Así, he empezado a pedir cada día que Él me acompañe en todo lo que hago. El trabajo sobre la Jornada de apertura de curso me ha ayudado a vivir, me asombro ante el hecho de que existo. Además, veo cómo Dios actúa en mi vida diaria y esto hace crecer en mí la evidencia de que la realidad es positiva. Ante las preocupantes condiciones políticas y económicas de mi país, necesito esta conciencia para no sucumbir. Ahora, mi deseo es vivir cada vez más intensamente con la conciencia de Aquel que me está haciendo ahora. Es esta la verdadera contribución que puedo ofrecer a mi familia, a mis amigos y a mi país.
Nyemike, Lagos (Nigeria)
LO QUE MÁS ME ASOMBRA
Propusimos un encuentro al grupo de los jóvenes trabajadores, algo sencillo, comenzando el año y pensamos que el contenido del mismo (a parte pizzas y cervezas) podía ser que los que participaron de las recientes vacaciones comunitarias contaran su experiencia. Estábamos casi todos, unas quince personas y le propusimos a Clarita que contara de las vacaciones del CLU en Paraguay (www.revistahuellas.org/default.asp?id=497&id_n=3841), y a Alejandra y Cecilia que contaran de las vacaciones de jóvenes trabajadores en Mendoza. ¡Fue impresionante! No sólo lo que contaron sino la evidencia de una conmoción y de un cambio de ciento ochenta grados en sus vidas, que se veía (y se ve) en sus rostros llenos de alegría. Tanto es así que mientras cada una de ellas hablaba, el resto no podíamos sino contemplarlas en silencio. Constatar que bastó un frágil “sí” de cada una de ellas en la situación en que se encontraban (una habiendo apenas conocido el movimiento, la otra un poco descreída y la tercera sin siquiera saber lo que era CL) para que el Señor, sin importarle ni pedirles nada, las cambiara «para que el mundo», y sobre todo yo, crea. Fue un acontecimiento. Estoy completamente agradecido y conmovido de que el Señor se percate de mi fragilidad y me regale un asiento en primera fila delante de este espectáculo para que yo pueda convertirme y «volver a creer en Él». Sólo una acotación más. Lo que más me asombra es precisamente que me asombre. Lo que quiero decir es que me doy cuenta del gran valor que tiene el trabajo de Escuela de comunidad en la modalidad en que se nos ha estado proponiendo en este tiempo: una ayuda a no dar por descontado la realidad, lo que pasa.
Sergio, Buenos Aires (Argentina)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón