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Huellas N.11, Diciembre 2011

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

EL IMPACTO DE UN “SÍ”
Hace cinco años Dios me llevó “literalmente “de la mano a encontrarme con Él de una forma muy concreta, cuando yo ni me imaginaba y, sin embargo, sin saberlo dije sí. Ya no pude dejar de seguir a aquel que Él había puesto en mi camino para ayudarme a empezar verdaderamente a mirar mi vida; tan poco he podido dejar de seguir todas aquellas personas con rostros concretos que generaban en mí un enorme atractivo, y aunque sin entender, seguía y seguía, sin embargo bastantes veces lo hacía contrariada a causa de mis exigencias constitutivas y que me llevaban incluso a una postura de rebeldía. No era capaz de hacer el trabajo que se me proponía. Al inicio ni me lo planteaba. Iba a la Escuela de comunidad y “algo” cambiaba en mí y me empujaba interiormente a querer descorchar todo mi pasado, aunque luego no podía permitírmelo, pues me generaba bastante dolor y un miedo de vértigo. A pesar de que tenía tantas evidencias de la presencia viva de Dios en mi vida, no dejaba de reducir mis certezas a simples “pegatinas”: si la realidad era positiva yo estaba feliz, pero cuando empezaba a cambiarse hacía el opuesto, yo dudaba. Hace unos meses, mi vida empezó a dar un vuelco enorme por una circunstancia muy concreta. Yo no era capaz de afrontarla y no entendía como tal situación, que me generaba un enorme dolor, podía tener que ver con Dios. Me lo he preguntado miles y miles de veces y nunca he encontrado ninguna respuesta verdadera, aunque fuera acompañada a hacer un juicio, no podía hacerlo pues todo me superaba. Miraba hacia atrás y pensaba que los cinco años vividos en el movimiento no me habían cambiado como yo pensaba; ahora me encontraba peor que al principio, auto flagelándome, castigándome y no levantaba cabeza. Estaba muy equivocada, pues justamente a raíz de ese enorme dolor, empezó a emerger en mí la verdadera humanidad con la que Dios me ha hecho y que yo no quería aceptar. Mi insatisfacción y mi necesidad se habían incrementado exponencialmente y nada ni nadie podían colmar mi alma. A lo largo de todo el verano tuve muchas experiencias buenas, pero incluso así seguía siendo insuficiente, y ahora sé con toda la certeza que esa insuficiencia era fruto de no hacer un verdadero juicio de la realidad. Hacía falta algo muy “impactante” para empujarme a hacerlo. Y se dio. Una amiga, una querida y gran amiga, un día, estando yo en mi trabajo me llamó. Vive muy lejos, y quería decirme “personalmente” que había dado su “sí” a la vocación a la que Dios la llama y que, tras el primer año de noviciado, iba a entrar en su “nueva casa con su nueva familia”. Me lo esperaba todo, menos eso y ese “sí” fue el verdadero impacto que me dio la verdadera certeza de la presencia y existencia de Dios. Hoy en día pido constantemente poder vivir con la certeza que he adquirido, yo que me veo muy influenciada por el poder y sufro en mí una división enorme. En esa noche no podía dormirme y yo misma, quería tener ese hecho delante de mis ojos, preguntándome por todo, sin ahorrarme nada de nada. No quería hacer un juicio basado en la “mentalidad común” ni un juicio que fuera una “pegatina” más. Estaba harta de las “pegatinas” porque no me resolvían nada; solamente me agotaban y mi fe se iba “esfumando”, mientras en mi propia vida, casa, trabajo, mi “yo” estaba muy lejos. En esa noche tan poco dejaba a mi marido dormir, porque me urgía mucho juzgar verdaderamente ese hecho. Esta amiga, guapa, inteligente, con dos carreras, con una proyección profesional internacional, no ha tenido una infancia marcada por el dolor o por alguna tragedia en su vida, pues sus padres son como familia mía y conozco con mis ojos su realidad familiar. Tuvo un novio que yo había conocido y tan poco se trata de una persona que deje que le cambien sus convicciones… Entonces, en ese momento me di cuenta que solamente existía una única respuesta concreta y posible para que una persona con todas estas “descripciones” pueda dar un “sí”, consagrando su vida a Cristo, con total certeza de la existencia y presencia de Dios. Yo que tanto me empeñaba a hacer malabarismos para poder tener esta certeza absoluta, ahora lo reconocía con una sencillez total. A partir de esa llamada de teléfono, todo se ha hecho evidente y simplemente la realidad ha dejado de ser para mí una carga. Ahora, al cabo de cinco años desde que conocí el movimiento, he verdaderamente empezado a nacer. Ya no puedo volver hacia atrás, porque he visto con mis ojos que el sí de una persona puede ser un bien enorme para la vida de los demás. Empezando por la mía. Cada día se ha convertido para mí en una aventura. Miro a mi marido, a mis hijos, a mi familia, mis amigos, mi trabajo, de una forma totalmente nueva, ¡dando gracias por todo lo que se me da! ¡Qué gracia tan grande! Es como que solo ahora hubiera nacido verdaderamente, de tal forma que le pido a Dios de todo corazón que mantenga viva en mí esta certeza que es un don suyo.
Inácia, Santa Cruz de Tenerife (España)

«UNA SOLA COSA ES NECESARIA»
Estimado padre Carrón: Últimamente, atravieso una situación financiera muy complicada, que ha obligado a mi familia y a la empresa que yo mismo fundé a reconsiderarlo todo. Para nosotros ha sido un tiempo doloroso e interesante, lleno de preguntas, de anhelos, de cambios, de proyectos, de petición. He tenido además la fortuna de leer el Jesús de Nazaret al tiempo en que, en la Escuela de comunidad, considerábamos la necesidad de descubrir al hombre «en acción». Yo me preguntaba qué quería decir esto. Entonces, encontré una frase que me ha llenado de sorpresa en libro de Ratzinger y que deseo compartir contigo: «La memoria de María es, ante todo, un fijar en la mente los acontecimientos, pero es más que eso: es una confrontación interior con lo acontecido. De esta manera penetra en su interior, ve los hechos en su contexto y aprende a comprenderlos». Esta frase tiene un gran paralelismo al método de don Gius y además, hoy, el asunto de la memoria se me hace más urgente que nunca. Es similar a ese «unir puntos del pasado» del que hablaba Steve Jobs en su famoso discurso en la universidad de Stanford, pero también es mucho más. La memoria no es mi recuerdo solitario, ni la imagen que tengo de las cosas que han sucedido, cribadas ya por mis prejuicios y estados emocionales. Con esto sólo conseguiría recriminarme por las decisiones “equivocadas” que me han llevado a esta situación. Pero, curiosamente, estoy y vivo en un “nosotros”; el de mi matrimonio, mi familia, mi comunidad, los empresarios amigos, mis empleados y clientes, la Iglesia. Por eso la petición más constante de todo este tiempo no ha sido –como el mundo nos invitaría a hacer– la de que pronto acaben los problemas, sino la de ver la voluntad de Dios y tener la fuerza para seguirla. Como decía Bruno (uno de los primeros memores que conocí en México y que Dios ya ha tomado para sí): «Una sola cosa es necesaria». El reto no es generar una estrategia más genial y exquisitamente ejecutada, sino pensar y hacer con la memoria de la Iglesia, abiertos a la comprensión que de otro modo nos estaría vedada, un camino que profundiza en los acontecimientos de manera que nos hace vivir plenamente, como nos has invitabas en la Jornada de apertura de curso. Esto nos ha movido ahora a recuperar esfuerzos esenciales en la empresa que habíamos dejado olvidados, y, aunque lejanas, se vislumbran ya oportunidades para nuestra gente. Mis hijos están creciendo con la conciencia del valor de las cosas. Por primera vez me he tomado en serio el trabajo de pensar en mi vejez y lo hago en compañía de mi esposa. Tengo que decir que todo esto no ha sido de balde. Aunque quiero que este vivir apurados acabe pronto, quiero más que ni siquiera esta estrechez se pierda. Gracias porque el movimiento nos acompaña y nos enseña a no renegar de nada.
Arturo, C.F. México (México)

UN CAMINO RAZONABLE
Este año una amiga me invitó a La ciudad de las ideas, un gran evento que se celebra cada año en la Ciudad de Puebla. Me sorprendió la organización y la cantidad de expositores y personajes que había: neurólogos, psicólogos, matemáticos, deportistas olímpicos con logros extremos, etc. Todo era interesante, pero una cosa me llamó la atención por encima de lo demás. Uno de los expositores mostraba una foto del universo en la que había marcando un cuadro diminuto. En esa milésima parte del universo se encontraban tan sólo 3000 galaxias o más, y hacía ver la cantidad de mundos y seres que probablemente existirían. Entonces, dijo: «¿Cómo podemos creer en un solo Dios, seamos católicos o mahometanos? Todo eso son costumbres. Yo creo en el Posibilitismo (Possibilian), porque dada la inmensidad del universo, las posibilidades de que existan otros mundos es real». Este hombre había publicado en Facebook su teoría y en menos de cinco minutos ya tenía alrededor de 300 fans, que hoy ya se contaban por miles. Empezamos a discutir si esta teoría era razonable o no. Yo veía en ella una infinita necesidad de conocer y una búsqueda por encontrar respuestas. Me asombró darme cuenta de la gracia que se me ha concedido: la certeza que me da mi fe católica. Una certeza que se sitúa en la categoría de los hechos. Los compañeros con los que iba se sumaban al Posibilitismo. En cambio yo, iba explicando las razones por las que soy católica y reconozco la presencia de Cristo en la realidad, en los hechos, incluida esa ocasión concreta que me provocaba a dar razón de mi fe. Es el camino recorrido en la Escuela de comunidad, y, sobre todo en la Caritativa, lo que me hace darme cuenta que estoy en el camino correcto, y este vacío y búsqueda que veo que tienen todos, para mí supone ya un encuentro con una realidad objetiva. Le doy gracias a Dios por estar en este lugar que me constituye cada día. La Caritativa me ha abierto mucho horizonte. Por ello, compartí esta experiencia con mis amigos: ver las carencias tanto espirituales como humanas, tener caridad con nuestros hermanos, sólo es posible cuando vemos a Cristo en cada uno de ellos.
Regina, Monterrey (México)

Banco de Solidaridad
REALIDAD, PROVOCACIÓN, SIGNO…
Todo de golpe ayer por la tarde. José Luis me había dicho hacía un tiempo si llevábamos la caja de alimentos del Banco de Solidaridad. Yo quería hacer algo con él. Él va a una caritativa, yo a otra, y no hacíamos nada juntos, así que me fié. La semana pasada nos avisaron de que había una familia en Alcobendas a la que le vendría muy bien la caja. El viernes  nos acercamos al Newman, la recogimos, y ayer por la tarde fuimos a llevarla. No sabíamos cómo saldría y sentíamos un poco de vértigo. ¿Estaríamos un rato con ellos? ¿Nos recibirían en la puerta? ¿Cómo serían? Todo tipo de preguntas se me pasaban por la cabeza. Nos abren la puerta y aparecen casi de golpe todos los miembros de la familia, los niños, la abuela, la madre. Nos presentamos. Dos gemelos de 5 años, Marcos y Adrián, un chico de 10, Ismael, una niña de 13, Nicole, la madre, de 37 años, Mari, y la abuela de 80, Anastasia. Nos invitan a pasar al salón y nos ponemos a hablar como si nos conociésemos de siempre. La madre nos habla de su difícil situación (tiene una invalidez reconocida y cobra una pequeña pensión). La abuela, viuda desde los 40, nos cuenta todo lo que ha trabajado para sacar adelante siete hijos. Los niños nos hablan del cole, sus amigos,  jugamos con ellos un rato, uno de ellos me hace un dibujo, son listos y avispados, ríen todo el rato. La abuela me repite una y otra vez que rezará por mí a partir de ahora que me conoce. Por mí, ¿y yo qué he hecho? No soy nada, y estoy recibiendo más que lo que yo haya podido ayudarles. ¿Qué significa esto? No es inmediato, pero me acuerdo de escuela, y pienso «esto sí que es un signo que me remite  a otra realidad distinta». No me puedo quedar sólo con que he visitado a una familia necesitada y me voy tan contenta por ello. Aquí hay Algo más grande. Nos cuentan cómo todos están concienciados de su situación; hasta los más pequeños cuentan céntimos para poder comprar una barra de pan, celebran que les regalen un bote de leche condensada. Y siguen adelante y nosotros allí, sentados, impregnándonos de la alegría y la paz que  transmitían. ¿Cómo puede ser que en esta situación tan difícil estén tan contentos? «Yo tengo mucha fe», decía la madre. «Él viene a mi casa en forma de personas que nos ayudan, hoy viene con vosotros». ¡Madre mía! Vaya lección. Me corre un escalofrío y me doy cuenta otra vez de que no soy nada, de lo que tengo que aprender. Somos de Otro, nuestros esquemas, prejuicios, no sirven para nada a la hora de un impacto así con la realidad. Esta experiencia real que viví ayer me ha impresionado, me ha movido a buscar más allá de lo que aparece inmediatamente; hay una realidad diferente, más grande, no nos lo podemos perder. Yo creo que ayer visitamos a Cristo y fue Él el que me dio la caja.
Marisol, Madrid (España)

CRISIS 1/ LOS MERCADOS, LA BOLSA Y LA ESPERANZA
Querido Carrón: Mi padre, de 96 años, ha trabajado en la banca y es experto en cuestiones económicas. Desde que ha empezado la crisis, ha seguido aún más de cerca la marcha de los mercados, preocupado por el futuro de sus nietos y los demás, hasta desanimarse. El otro día, cuando cayó la bolsa, leyó el manifiesto con nuestro juicio sobre la crisis. Me dijo que le había tranquilizado, como si le hubiesen quitado de encima el peso de su preocupación, porque se ve «que el que ha escrito esto tiene una esperanza». El 4 de noviembre siguió la retransmisión del encuentro de Assago, se mostró de acuerdo con los dos profesores, pero de ti dijo: «¡Qué razonable es este hombre!». Todos mis intentos de mantener su esperanza habían sido hasta ahora inútiles. Ahora, este manifiesto que habla el lenguaje del Ser, le ha revelado el interés de su interés, el Que verdaderamente le sostiene.
Margherita

CRISIS 2/ HACER BIEN EL PROPIO TRABAJO JUNTOS
Querido Julián: Te doy gracias por el manifiesto sobre la crisis. En mi puesto de trabajo, sucede ahora día a día lo que era impensable hace un año. Una estructura que parecía indestructible se ha vuelto frágil. Confusión, inseguridad, descontento, parecen ser las palabras que mejor definen lo que sucede. Mis compañeros y yo necesitamos ser arrancados de esta confusión e inseguridad. Para mí, todo vuelve a empezar desde una mirada, o sea, de dejar que los encuentros que suceden me guíen. Las relaciones nacen, vuelven a florecer, se hacen más cercanas: hay que estar con una compañera que acaba de perder una persona querida, con otra que ha tenido un grave accidente, con la que está a punto de tener su segundo hijo y la que bautiza al primero. Sobre todo sucede que nos ayudamos a hacer bien nuestro propio trabajo, que en este periodo para muchos es duro y fatigoso. Así, la preocupación se desvanece para dejar lugar a la seguridad de que todo es positivo (es decir, es dado) y es para mí. Pero aún esto sería inútil, o peor, ilusorio, si nuestra certeza no estuviese guiada por un Bien que ya he experimentado y que sé que es para todos, porque incluso está dificultad en el trabajo es lo que me permite ahora pulverizar la extrañeza con Cristo.
Alice

CRISIS 3/ EL MANIFIESTO: UN CUBO DE AGUA EN LA CARA
Querido Julián: El manifiesto sobre la crisis ha sido para mí como si me echasen a la cara un cubo de agua helada. Hace veintidós años que trabajo en la banca y desde hace doce soy director de sucursal. Las responsabilidades no me pesan, pero este año ha sido verdaderamente duro. La perspectiva de que el próximo sea peor y las humillaciones y problemas de todo tipo, día a día, me habían hecho venirme abajo. Las cosas buenas que tengo –mi familia, casa, carrera, etcétera– apenas me “consolaban”, sólo veía lo negro. Leer el manifiesto me ha despertado el corazón. La exposición sobre los “ciento cincuenta años de subsidiariedad” (también mi banco tiene 150 años) demuestra que podemos construir cosas buenas usando la razón. Entonces, ¿por qué la realidad no me provoca? Porque no miro y, sobre todo, no trabajo “seriamente” los textos, que probablemente leo con superficialidad (al fin y al cabo, ya me sé los conceptos). No veo la hora de que llegue mañana porque tengo mucha gente (compañeros, clientes y amigos) con los que medirme a partir de estas propuestas. No para cambiar el mundo, sino para cambiar yo.
Luca

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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