Hay quien ve un bellísimo tapiz: «Un mundo que puede adquirir un rostro más verdadero». Quien la mira como posibilidad de recobrar el valor de uno mismo o de llegar a una política que no se limite al mero consenso. Escritores, periodistas, sociólogos… Continúan las reacciones al manifiesto, junto a los primeros descubrimientos y cambios
Se multiplican los análisis, las soluciones técnicas y burocráticas, las cumbres. Pero la reacción ante la crisis – así como la posibilidad de superarla – sigue oscilando entre la parálisis y los pronósticos catastróficos. Mientras sigue el riesgo de que Europa se derrumbe, perdura la provocación a la vida de cada uno. Todos estamos llamados a tomar posición y a juzgar lo que está sucediendo y cómo nos toca.
Segunda etapa del recorrido sobre el manifiesto de CL: La crisis: un desafío para cambiar. «La clave de bóveda de nuestra posición se sintetiza en la parte inicial del documento, donde se afirma que la realidad es positiva», ha dicho Julián Carrón en los dos actos públicos de Milán y Roma, que se extenderán a otras ciudades de Italia y del extranjero. La realidad es positiva. ¿Por qué? «¿Es verdad que la realidad es positiva? Es un desafío que queremos lanzar a todos, a nosotros los primeros, porque nosotros también pensamos que hay una realidad buena y otra menos buena – en este sentido, somos maniqueos –, y estamos inmersos en una situación que nos confunde, porque no conseguimos mirar de modo adecuado la realidad. Este juicio tiene la pretensión de cambiar nuestra mentalidad».
Queremos poner a prueba este juicio y esta pretensión, sin esquemas. Por eso, seguimos confrontándonos sobre el contenido del manifiesto, hablando con los compañeros de trabajo y organizando actos públicos para difundirlo.
LO QUE ESTOY VIVIENDO AHORA
Alessandro D’avenia
Escritor
Un tapiz. Así ve la crisis Alessandro D’Avenia, profesor de letras y escritor, hoy entre los primeros en la clasificación con su segunda novela, Cose che nessuno sa. «Un tapiz visto al revés es sólo un montón de hilos anudados de modo incomprensible. Pero cuando lo ves al derecho, descubres un dibujo precioso». El colapso al que estamos asistiendo se nos aparece como un enorme barullo, pero en realidad, abre las puertas a «un mundo que va hacia su rostro más verdadero, abandonando máscaras y falsedad». Nos acercamos a la recapitulación de cada cosa en la verdad. Lo que está en crisis no es el mundo, sino un mundo». D’Avenia se ha encontrado en total consonancia con el manifiesto al leerlo. En particular, le ha impresionado la insistencia en la posibilidad de cambio que siempre se nos da y que impide que la tristeza y el miedo lleven la voz cantante: «Es esta novedad en la que se funda nuestra esperanza y la que nos llama, como en la parábola de la cizaña, a la tarea de labrar el terreno para que crezca el grano bueno». Para él, de hecho, cada día se convierte en el lugar de “ese instante imprevisible”, creador de belleza: «Con mis alumnos, con mis compañeros, en las cosas que no van bien, resurge continuamente la posibilidad de algo positivo y esta es la alegría que nadie me puede quitar. En el Evangelio, los tiempos se miden en veinticuatro horas: “No os preocupéis del mañana, buscad en cambio su justicia”, o sea, el espacio de mi acción es el ahora, el campo que me ha sido confiado es lo que estoy viviendo ahora. Si vivo así, esas veinticuatro horas, como una concha, resuenan en la inmensidad del mar, en el infinito».
¿Y cómo provoca la crisis económica a una de sus horas de clase? «Cuando estoy en clase, miro esas veinte caras deseando que empiecen a ver la realidad de un modo más verdadero, porque serán ellos los que mañana tengan que hacer frente a los problemas de nuestra sociedad. Esto es lo más importante que puedo hacer durante mis lecciones. Si me hubiese hecho emperador haría otra cosa, pero soy profesor, este es el ámbito en el que puedo dar mi contribución».
Dos son las riberas que D’Avenia distingue en el posicionamiento del mundo juvenil. Por un lado hay un desencanto total del mundo de los adultos, que en realidad es un modo de justificar su propio egoísmo con el egoísmo de los que les han precedido; por otro, algunos reaccionan con lo que los medios de todo el mundo han bautizado como indignación. «Es una cosa totalmente distinta a la indignación; yo, en cambio veo ahí la ira del mundo clásico. Que no coincide con una rabia violenta, es una manifestación de la fortaleza, un impulso del cual volver a partir en la conquista del bien perdido». No se trata de hacer una lección de filología clásica, es un impulso real que D’Avenia ha interceptado en las caras satisfechas de los chicos que quitaban con palas el fango en Liguria y comenta: «¿No será que de vez en cuando la realidad se encarga de modo escabroso de recordarnos cuáles son las cosas verdaderas que debemos buscar? La crisis también servirá para esto».
ES VERDADERA LUCHA POLÍTICA
Piero Sansonetti
Periodista
«Es un documento serio con una fuerte idea política. Te vuelve a abrir el corazón y suscita un debate». Piero Sansonetti ve en el documento de CL sobre la crisis una vuelta a la «verdadera lucha política», que se hace sobre ideas. «En Italia, en la Segunda República, hubo un ausencia del pensamiento católico con grave perjuicio para un país en el que el catolicismo tiene un peso enorme: la política se redujo a consenso, uno de los defectos fundamentales del bipartidismo. En cambio, este documento devuelve al ámbito de la política un componente importante, el de los contenidos, en concreto, una cierta idea de sociedad».
Pero el aspecto que más le provoca es el de la centralidad del individuo: «Lo veo claramente». Impresiona que lo diga un hombre de formación marxista. «Toda mi historia, al privilegiar el colectivismo, diría que el individuo no cuenta. Pero hace un tiempo que para mí esta idea ha entrado en crisis. Creo que el punto débil de la izquierda, su error fundamental, ha sido eliminar el valor de la persona. No creo que el autoritarismo haya sido una desviación del marxismo. Fue un problema estructural». Y admite que ahora este es su «gran pesar»: «¿Se puede evitar que la centralidad de la persona desemboque en el individualismo? ¿Se puede poner a la vez en el centro a la persona y la colectividad?»
El manifiesto habla de esta posibilidad: el deseo y la iniciativa de la persona pueden sostenerse sólo si el individuo forma parte de un pueblo. «Vosotros podéis afirmarlo porque tenéis la solución, vuestra respuesta, la religión. Pero, ¿puede la política mantener unidas la persona y la colectividad?». Quizá la política demuestra su incapacidad en este sentido. «Ahora no puede», responde Sansonetti, «porque falta un pensamiento político, y hace más de un siglo que no lo producimos. Por ello, es aún más necesario que vuestras afirmaciones se concreten en la política y en la sociedad de hoy. Pero, para lograrlo, no podéis pedir que todos se sumen a vuestra respuesta».
¿Alude a ello nuestro documento? «Ponéis en circulación ideas políticas, pero después, por ejemplo, dais una respuesta fundada en la familia, es decir, individuáis un elemento que simplifica. Esto está bien, pero no podéis imponerlo». La familia no es una respuesta “católica”, simplemente indicamos lo que hay y funciona mientras todo se derrumba. «En mi opinión, sería necesario partir de lo que todavía no está». Pero, ¿cómo? ¿No es una contradicción en sus términos? «Necesitamos nuevas ideas. Cuidado, no pienso ni de lejos poner en discusión el valor que tiene la familia para quien la ama y la sabe construir. Pero es necesario discutir cómo esos valores se traducen en la creación de un Estado reformado».
En este sentido, el manifiesto sugiere que partamos de donde este valor ya se ejercita. «Yo reconozco que, en lo referente a algunos valores en los que creo – como la solidaridad o la integración de los inmigrantes – la única fuerza que ha expresado una acción positiva en estos años es la Iglesia Católica. Reconozco que vosotros sois más fuertes. Pero tendríais que dejar de serlo para serlo más». ¿En qué sentido? «Al tener ya una respuesta, tendéis a no afrontar las preguntas de los otros». Sin embargo, usted dice que este documento tiene una relevancia política, es decir, propone una respuesta válida para todos. «La solución que yo necesito no puede pasar por el acto de fe de otro. La respuesta no puede ser: hazte como yo. Vuestro punto fuerte, la fe, debe tender a encontrar soluciones en las que todos puedan reconocerse. Paradójicamente, deberíais renunciar a “vuestra respuesta”». Si se renuncia a la identidad, disminuye la fuerza. «No, nunca le pediría a nadie que renunciase a su identidad».
UN AMOR EN EL QUE APOYARSE
Gemma Capra
Viuda del comisario Calabresi
«Cuando he leído el manifiesto, me ha venido rápidamente a la cabeza la frase que el Papa dirigió a los jóvenes: “No perdáis la esperanza”. Esta es la cuestión». La esperanza es lo que ha sostenido y dado vigor a la vida de Gemma Capra, la mujer del comisario Luigi Calabresi, asesinado el 17 de mayo de 1972 por un comando de Lotta Continua. «Quisiera que leyesen este manifiesto los jóvenes, pero sobre todo sus padres. Porque ellos son los primeros que necesitan ser animados, ceder en lo referido a una hipótesis positiva para el futuro. Y esto es lo que transmiten. El problema es ante todo de los adultos. De esta generación perdida que no sabe ya lo que es amar, y a veces se refugia en el recuerdo de una edad de oro pasada. Pero no es así. Olvidan los años del terrorismo, del miedo. O antes aún, de la posguerra. E incluso olvidan que se ha empezado a reconstruir. Son ellos los que no tienen esperanza, confianza». ¿Dónde encontrar esta esperanza? La respuesta es límpida y segura. «Para mí, en mi fe cristiana. Lo digo siempre en los encuentros en que me piden participar, más allá del público que tenga delante. El Señor da la fe, y después, a través de algunos encuentros, toma consistencia y abre a la realidad». ¿Y para quien está alejado de la fe? «Parto de este hecho: el hombre es criatura de Dios, por tanto, en cada uno está Su huella. Uso esta palabra: religiosidad. Una religiosidad, que, vivida hasta el fondo, con honestidad humana, hace amar la vida, la realidad, y da una fuerza, un deseo de bien que construye. Tengo en mente a determinadas personas alejadas de los Sacramentos que he conocido, pero con este espíritu religioso profundo, con esta tensión ideal, hasta el punto que les convierte en ejemplos». Es esto lo que hace falta: alguien a quien mirar. «Es verdad. Y Benedicto XVI es uno de ellos. Las palabras de su discurso al parlamento alemán que recogéis en el manifiesto me han impresionado. Es un mensaje fuerte. Pero hay otro factor generador de esperanza: la familia». En la historia de la señora Capra, que a la muerte de su marido tenía dos hijos pequeños y esperaba otro, este siempre ha sido un punto del que obtener vigor. «Se lo repito a mis hijos y a mis nietos: haced lo que consideréis justo y bueno, después pase lo que pase, vuestra familia, como ancla de bien, estará con vosotros siempre. Jamás estaréis solos, abandonados. Esto es lo que necesita el mundo: un amor en el que apoyar la vida».
SOLOS SIN SOLEDAD
Giuseppe de Rita
Presidente del CENSIS (Centro italiano de investigación sociológica)
Soledad y deseo. Son las palabras clave que Giuseppe De Rita utiliza para resumir la posibilidad de no sucumbir a la crisis. «En primer lugar, creo que la crisis también se debe a que en los últimos veinte años buena parte de los italianos ha aceptado el tam-tam (mediático y no sólo) según el cual el País está en decadencia. La nuestra es también una crisis de opinión, creada precisamente por los derrotistas».
¿Y por qué el deseo es un elemento fundamental en esta situación? «Hace falta reaccionar a la crisis con vigor, pero nos falta vitalidad porque falta el deseo. El deseo del individuo, quiero decir. Que vive en una situación de apagamiento con el miedo continuo a perder lo que tiene. Entre lo que tenemos y el miedo de “bajar de nivel” hay una línea muy fina». Por eso hace referencia a los indignados, que representan «sobre todo a la clase media que tiene miedo de volver atrás».
De Rita ve la necesidad de «volver a un primado espiritual, que considere a la persona y a su valor, que la saque de la soledad». ¿Por qué habla de soledad? «Hoy existe un pobreza antropológica por la cual el individuo está solo, pero “sin soledad”». Quizá el individuo necesite reapropiarse de su soledad, en el sentido de volver a pensar qué es y qué valor tiene. Esto le reforzaría. Si no, es un continuo dejarse llevar por la corriente, por “falta de memoria” por parte de los más jóvenes y por un pesimismo pasivo por parte de los más viejos».
Después, entra a valorar los instrumentos que el manifiesto indica para favorecer la recuperación. Sobre la formación en el ámbito profesional observa: «Cuando se habla de ello haría falta ser más valerosos». Es justo, según él, señalar que se trata de un campo todavía marcado por el clientelismo, «pero no basta. Hace falta superar la confusión de fondo, que ha llevado además a consecuencias como el clientelismo. Tenemos que volver a pensar el sistema. La formación debe volver al ámbito del trabajo – sea manual o intelectual – porque esa es la verdadera cantera de nuevos técnicos y profesionales».
En segundo lugar, acerca de la ayuda selectiva a las empresas que invierten, crean empleo y exportan, observa: «Las empresas que exportan no están remolcando nuestro sistema», precisa De Rita: «No sacamos ninguna ventaja de ello; no podemos presumir de ser fuertes en el extranjero cuando, a nivel nacional, esta “parte dinámica” no incide en el sistema, que queda condicionado al gasto público. De todos modos, hay excepciones, empresas para las que nuestro país no es ni un peso ni un refugio».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón