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Huellas N.6, Junio 2011

HACIA EL MEETING / Dentro de los evangelios

En casa de Pedro

José Miguel García

Curó a la suegra de Simón, liberó a los endemoniados y al paralítico que había sido descendido a través del techo, tras haberle perdonado sus pecados… Uno de los comisarios presenta la exposición que llevará Cafarnaúm a Rimini, para mirar a Jesús con los ojos de los apóstoles. Y para preguntarnos: ¿qué les permitió a esos hombres dar la vida por él?

Este año llegarán al Meeting de Rimini (21-27 de agosto, Feria Nueva de Rimini) nueve exposiciones que recogen desde la figura del beato John Henry Newman a las aportaciones de 150 años de subsidiariedad en Italia, el descubrimiento del átomo o las circunstancias vitales del escritor Boris Pasternak. Todo ello para profundizar en el tema elegido para este año: «Y la existencia se llena de una inmensa certidumbre». Una de estas muestras reconstruye el recorrido que algunos judíos de Cafarnaúm hicieron tras el encuentro con Jesús: «Con los ojos de los apóstoles. Una presencia que cautiva la vida». La muestra, realizada bajo el patrocinio de la Custodia de Tierra Santa, quiere ayudar a entender mejor qué sucedió cuando Jesús llegó a esta aldea para habitar allí durante algunos meses de su vida. Se presentarán el lugar y los hechos narrados en los evangelios desde el punto de vista histórico, arqueológico y exegético, mediante reconstrucciones, imágenes, paneles… Hasta llegar al corazón de la cuestión: ¿qué fue lo que permitió que estos hombres dieran la vida por Él?
Para introducir la exposición partamos del lugar: Cafarnaúm. Esta aldea desapareció prácticamente durante el dominio árabe de Palestina, iniciado en el siglo VII; las casas y los edificios públicos abandonados se derrumbaron y el pueblo quedó reducido a escombros. Hasta el punto de que en el siglo XIII, el fraile dominicano Bucardo del Monte Sión escribe: «La ciudad de Cafarnaúm, en un tiempo gloriosa, es en el momento presente despreciable, con apenas siete viviendas de pobres pescadores». Poco tiempo después, Cafarnaúm cae en el olvido. Seguramente habría permanecido en el olvido absoluto si allí no hubiese sucedido un hecho único: Jesús de Nazaret, el hijo de Dios, vivió y comenzó su vida pública en aquella pequeña aldea. Hasta tal punto fue importante para Él, que Mateo la llama «la ciudad de Jesús» (Mt 9,1). Los franciscanos, custodios de Tierra Santa, adquirieron sus ruinas en el siglo XIX y comenzaron a hacer excavaciones para rescatar a Cafarnaúm del abandono. Gracias a su trabajo, hoy conocemos mejor el lugar en que vivió Jesús durante la mayor parte de su actividad apostólica y podemos entender con mayor concreción las narraciones del Evangelio, que nos hablan de hechos que sucedieron en este territorio, de la predicación de Jesús y de los primeros milagros, acontecidos en la misma Cafarnaúm o en las regiones cercanas.

Cuatro apartados. La muestra se divide en cuatro apartados. El primero, que se centra en la propia Cafarnaúm, pone de relieve la vida social y religiosa de la época. Los visitantes podrán recorrer una calle del pequeño pueblo y entrar en su sinagoga. Después, la mirada se dirige al grupo de los discípulos y su experiencia de una humanidad distinta, más verdadera, en el encuentro con Jesús, para indagar cómo llegaron a vivir una unidad que ningún consenso humano podía generar. En el segundo apartado, se describe qué sucedió cuando Jesús comenzó a predicar y a realizar milagros en Cafarnaúm: curó de la fiebre a la suegra de Simón; liberó a los endemoniados que se amontonaban frente a la casa de Pedro; curó al paralítico que había sido descendido a través del techo, tras haberle perdonado sus pecados… Desde aquel momento, su fama se difundió por toda la región y fuera de ella. De cada aldea de Galilea, Judea y la Decápolis, comenzaron a llegar cientos de personas movidas por su necesidad, con un deseo grande en el corazón. En el recorrido de la exposición, por tanto, habrá una evocación del lago y de los lugares en que Jesús pronunció sus grandes discursos e hizo sus milagros más imponentes.
La tercera parte se dedica por entero a la casa de Pedro, que fue la casa del Señor durante casi un año. Y la cuarta, a la resurrección de Jesús y al culto cristiano que esa casa habría hospedado (por tanto puede ser llamada la primera Domus Ecclesiae): como es sabido, algunas apariciones del Resucitado sucedieron precisamente en esta región. Movidos por este hecho inimaginable, los discípulos se fueron por el mundo para dar a conocer a Jesús a todos los hombres.

Con los testigos. Principio metodológico de la exposición es tomar en serio el testimonio de los Evangelios. Benedicto XVI afirma en la introducción de su primer volumen sobre Jesús de Nazaret: «Para mi presentación de Jesús confío en los Evangelios […] He intentado presentar al Jesús de los Evangelios como el Jesús real, como el “Jesús histórico” en sentido propio y verdadero». En realidad, todo lo que sabemos sobre Jesús es gracias a los testimonios de los hombres que le siguieron en su vagar por las sinagogas y los campos de Palestina. Fiarse de estos testimonios no es una posición ingenua y acrítica: el testimonio no niega la dimensión histórica, al contrario la presupone, ya que trata de comunicar lo que ha sucedido verdaderamente, lo que el testigo ha visto y ha oído en primera persona. Testimonio y verdad histórica van de la mano. Por eso el modo más razonable de ponerse frente a los testimonios del Evangelio no es la duda, como ha hecho mucha investigación histórica, sino la confianza. A no ser que haya motivos fundados para dudar de la fiabilidad del testigo, se le debe dar crédito. Partir por principio de la sospecha o la desconfianza frente a los testigos es más signo de locura o maldad que de una postura razonable. Basta pensar en cómo hace el juez en el tribunal frente a los testigos de la causa.
Todos los evangelios provienen de testigos oculares, directa o indirectamente. Así lo dicen algunos de ellos explícitamente. Todos requieren, por tanto, la confianza y la acogida del lector. En muchas ocasiones la crítica moderna se pone frente al testimonio de los evangelios con la sospecha o la duda, manteniendo que sólo así se puede llegar al Jesús histórico, a la verdad de lo sucedido. En cambio los resultados de la crítica moderna no pueden ser más descorazonadores: tot capita, tot sententiae. Las consecuencias a las que llega tal posición de desconfianza ponen de manifiesto su error metodológico. En verdad, la única forma de llegar al verdadero Jesús es tomar en serio el testimonio de los evangelios.
No obstante, es cierto que los evangelistas cuentan determinados hechos históricos porque han reconocido en ellos el cumplimiento de la antigua promesa, porque tienen una validez salvífica para todos los hombres. Según el exegeta Martin Hengel: a los evangelistas «les urgía contar, con el relato de las obras y de la pasión de Jesús de Nazaret, nada menos que la historia de la participación de Dios en el hecho escatológico, la historia de su advenimiento entre los hombres, y justo de esta manera, contando el cumplimiento de la promesa, completar la narración histórica veterotestamentaria, a la que todos, de una forma u otra, se referían». Ciertamente el recorrido del conocimiento que se narra en los evangelios y que la muestra testimonia nos hace ver que algo entra en el interés humano, impacta al hombre por su imponencia de verdad, belleza y bien. Los habitantes de Cafarnaúm y alrededores sentían curiosidad por Jesús de Nazaret porque se habían percatado de su excepcionalidad, por la fascinación que suscitaba en ellos lo que veían y oían. Aquel hombre tenía una inteligencia sorprendente, una bondad extraordinaria, un dominio inexplicable sobre la naturaleza. Fueron tras Él atraídos por su excepcionalidad. Y, estando con Él, experimentaron una intensidad de vida que no habían conocido antes. Esta experiencia les hacía estar seguros de la conveniencia de la relación con aquel hombre que había llegado a ellos. He aquí el origen de la certeza, tema del Meeting. «Mira cómo la fe hace más humano el vivir», dice don Giussani: «Si tú no has podido decir jamás esto, la fe nunca llegará a ser una convicción para ti y jamás llegará a ser un factor de construcción, no generará jamás nada, porque no ha tocado la profundidad de tu ser, como sucede normalmente».

Un hogar de la belleza. También hoy el camino para llegar a tener certeza, seguros en la fe, es probar el cambio que Jesús introduce en nuestra vida, hacer experiencia de la verdad de lo humano que su Presencia genera, es decir su capacidad de despertar nuestro yo y llevarlo a su cumplimiento. Recientemente, en los Ejercicios Espirituales de la Fraternidad de CL, Julián Carrón ha dicho: «Un cristianismo que no es capaz de mover la persona, de suscitar lo humano, ha conducido a un desinterés sobre el propio cristianismo, convirtiéndolo en algo irrelevante». En su autobiografía, el entonces cardenal Ratzinger escribía: «No sabría dar una prueba más convincente de la verdad de la fe cristiana que la humanidad sincera y hermosa que genera».
Desde el punto de vista de la arqueología, la muestra cuenta con la ayuda del padre Eugenio Alliata, director del Museo del Estudium Biblicum Franciscanum. Para la perspectiva exegética disfrutaremos de los descubrimientos de la Escuela exegética de Madrid. En el célebre Informe sobre la fe, siguiendo aún a Ratzinger, se afirma: «Los cristianos no deben contentarse fácilmente; deben hacer de su Iglesia un hogar de la belleza – y por tanto de la verdad– sin la cual el mundo no sería otra cosa que la antesala del infierno». Recientemente, en Barcelona, el Papa ha reconocido que «la belleza es la mayor necesidad del hombre». Por esta razón, deseamos ardientemente que en esta exposición la verdad de la fe venga mostrada con todo el esplendor de la belleza, gracias también a la ayuda de Erasmo Figini, conocido estilista.
Hace algún tiempo Julián Carrón ha subrayado el valor canónico de los evangelios: en ellos se testimonia qué es el cristianismo y cómo sucede, entonces y ahora. Sin embargo no siempre se toma en consideración esta dimensión de los evangelios. Su contenido se entiende según nuestra mentalidad o nuestra medida, o incluso según nuestros prejuicios: quid accipitur ad modum recipientis accipitur. A veces favorece esta comprensión reducida de los evangelios al darlos por sabidos, pensar que ya conocemos lo que cuentan.
El objetivo de esta exposición es mirar aquellos hechos con los ojos de los apóstoles, como reza su título. Es decir, queremos favorecer la percepción de la imponencia y novedad del acontecimiento que sucedió en este lugar, experimentar el mismo asombro y fascinación de los que vieron y escucharon a Jesús por primera vez, y llegar así a la certeza.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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