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Huellas N.4, Abril 2011

PÁGINA UNO / Juan Pablo II

«Cristo, centro del cosmos y de la historia»

Algunos pasajes del Magisterio de Juan Pablo II
(a cargo de Stefania Ragusa y Paola Ronconi)


ANUNCIO DE LA BEATIFICACIÓN DE JUAN PABLO II
Benedicto XVI, 16 de enero de 2011

Queridos hermanos y hermanas: Como sabéis, el 1 de mayo próximo, tendré la alegría de proclamar beato al venerable Papa Juan Pablo II, mi amado predecesor. La fecha escogida es muy significativa: será el II domingo de Pascua, que él mismo dedicó a la Divina Misericordia, y en cuya vigilia terminó su vida terrena. Quienes lo conocieron, quienes lo estimaron y amaron, no podrán menos de alegrarse con la Iglesia por este acontecimiento. ¡Estamos felices!

CARTA A LA FRATERNIDAD DE COMUNIÓN Y LIBERACIÓN
Julián Carrón, 31 de enero de 2011

Queridos amigos: Me imagino la conmoción y el entusiasmo con el que cada uno de vosotros –al igual que yo– ha recibido el anuncio de la Beatificación de Juan Pablo II, fijada por Benedicto XVI para el próximo 1 de mayo, fiesta de la Divina Misericordia. También nosotros hemos exclamado, junto al Papa: «¡Estamos felices!» (Angelus del 16 de enero de 2011).
Nos unimos a la alegría de toda la Iglesia dando gracias a Dios por el bien que ha supuesto su persona, por su testimonio y su pasión misionera. ¿Quién de nosotros no ha recibido muchísimo de su vida? ¡Cuántas personas han recobrado la alegría de ser cristianos viendo su pasión por Cristo, viendo la humanidad que brotaba de su fe, su entusiasmo contagioso! En él hemos reconocido enseguida a un hombre con un temperamento y un acento marcados por la fe, en cuyos discursos y gestos se hacía patente el método elegido por Dios para comunicarse: un encuentro humano que hace fascinante y persuasiva la fe.
Todos somos bien conscientes de la importancia de su pontificado para la vida de la Iglesia y de la humanidad. En un momento particularmente difícil, volvió a proponer ante todos, con una audacia que sólo puede proceder de Dios, qué significa ser cristiano hoy en día, ofreciendo a todos las razones de la fe y promoviendo incansablemente las semillas de renovación del cuerpo eclesial procedentes del Concilio Vaticano II, sin ceder a ninguna de las interpretaciones parciales que querían reducir su alcance en un sentido u otro. Su contribución a la paz en el mundo y a la convivencia entre los hombres pone de manifiesto que una fe vivida integralmente en todas sus dimensiones es decisiva para el bien común.
Conocemos bien el estrecho vínculo que, desde el principio del pontificado, unió a Juan Pablo II con don Giussani y CL, en virtud de una consonancia en la mirada de la fe hacia toda la realidad y de la pasión por Cristo, «centro del cosmos y de la historia» (Redemptor hominis). Su enseñanza resultó preciosa para comprender y profundizar en nuestro carisma en las distintas y múltiples ocasiones en las que habló a todos los movimientos, que él calificó como “primavera del Espíritu”, en cuanto que la dimensión carismática de la Iglesia es “coesencial” a la institucional. Muchas veces se dirigió directamente a nosotros, remitiendo conmovedoras cartas a don Giussani en los últimos años de sus vidas, unidas también por la prueba de la enfermedad.
En el discurso con ocasión del treinta aniversario del movimiento, celebrado en 1984, nos dijo: «Jesús, el Cristo, Aquel en quien todo fue hecho y todo subsiste, es, pues, la clave interpretativa del hombre y de su historia. Afirmar humildemente, pero con igual tenacidad, a Cristo principio y motivo inspirador del vivir y del actuar, de la conciencia y de la acción, significa adherirse a Él, para hacer presente adecuadamente su victoria sobre el mundo. Actuar a fin de que el contenido de la fe se convierta en inteligencia y pedagogía de la vida es la tarea cotidiana del creyente, que se realiza en cada situación y ambiente donde está llamado a vivir. Y en esto está la riqueza de vuestra participación en la vida eclesial: un método de educación en la fe para que incida en la vida del hombre y de la historia […] La experiencia cristiana, comprendida y vivida así, engendra una presencia que pone en cada una de las circunstancias humanas a la Iglesia como lugar donde el acontecimiento de Cristo […] vive como horizonte pleno de verdad para el hombre. Nosotros creemos en Cristo, muerto y resucitado, en Cristo presente aquí y ahora, el único que puede cambiar y de hecho cambia, transfigurándolos, al hombre y al mundo» (Roma, 29 de septiembre de 1984). ¡Son palabras de una actualidad impresionante!
Con una paternidad sorprendente y única, Juan Pablo II abrazó nuestra joven historia reconociendo canónicamente la Fraternidad de Comunión y Liberación, los Memores Domini, la Fraternidad Sacerdotal de los Misioneros de San Carlos Borromeo y las Hermanas de la Caridad de la Asunción, como frutos diversos que han brotado del carisma de don Giussani para el bien de toda la Iglesia. El mismo Papa nos hizo comprender la importancia de tal gesto: «Cuando un movimiento es reconocido por la Iglesia, se convierte en un instrumento privilegiado para una adhesión personal y siempre nueva al misterio de Cristo» (Castelgandolfo, 12 de septiembre de 1985).
Por tanto, si alguien tiene una enorme deuda de reconocimiento con relación a Juan Pablo II, somos precisamente nosotros.
Y no podemos encontrar un modo más adecuado de mostrar nuestro reconocimiento que seguir incansablemente su llamamiento lleno de autoridad: «No permitáis jamás que en vuestra participación anide la carcoma de la costumbre, de la “rutina”, de la vejez. Renovad continuamente el descubrimiento del carisma que os ha fascinado y él os llevará más poderosamente a haceros servidores de esta única potestad que es Cristo Señor» (Castelgandolfo, 12 de septiembre de 1985).
Por este motivo, todos participaremos en la cita del próximo 1 de mayo. Y por eso, los Ejercicios espirituales de la Fraternidad, que habíamos programado desde el 29 de abril al 1 de mayo, terminarán el sábado 30 de abril por la tarde, de modo que podamos ir en peregrinación a Roma con todos los demás amigos del movimiento –los bachilleres, los universitarios y los adultos que no estarán en Rimini– para unirnos al Papa y a la Iglesia en acción de gracias a Dios, que nos ha dado un testigo tan auténtico de Cristo. Queremos unirnos estrechamente a Benedicto XVI, que en su clarividencia ha decidido señalar a todo el mundo al beato Juan Pablo II como ejemplo de lo que puede hacer Cristo en un hombre que se deja aferrar por Él.
Pido a don Giussani y al nuevo beato Juan Pablo II que acompañen desde el Cielo nuestra fidelidad a Pedro, cauce seguro para nuestra vida de fe. Pido también a la Virgen que cumpla en cada uno de nosotros el deseo de santidad, motivo por el que existe nuestra Fraternidad. Os saludo de todo corazón.
Tomados de la mano del Señor
Homilía de Benedicto XVI en el V aniversario de la muerte de Juan Pablo II. Basílica Vaticana, 29 de marzo de 2010

El profeta Isaías presenta la figura de un “Siervo de Dios” que es a la vez su elegido, en quien se complace. El siervo actuará con firmeza inquebrantable, con una energía que no desfallece hasta que él haya cumplido la tarea que se le ha confiado. Sin embargo, no tendrá a su disposición los medios humanos que parecen indispensables para la realización de un plan tan grandioso. Él se presentará con la fuerza de la convicción, y será el Espíritu que Dios ha puesto en él quien le dará la capacidad de obrar con suavidad y con fuerza, asegurándole el éxito final. Lo que el profeta inspirado dice del siervo lo podemos aplicar al amado Juan Pablo II: el Señor lo llamó a su servicio y, confiándole tareas de responsabilidad cada vez mayor, lo acompañó también con su gracia y con su asistencia continua. Durante su largo pontificado, se prodigó en proclamar el derecho con firmeza, sin debilidades ni titubeos, sobre todo cuando tenía que afrontar resistencias, hostilidades y rechazos. Sabía que el Señor lo había tomado de la mano, y esto le permitió ejercer un ministerio muy fecundo, por el que, una vez más, damos fervientes gracias a Dios.
(…) Toda la vida del venerable Juan Pablo II se desarrolló en el signo de esta caridad, de la capacidad de entregarse de manera generosa, sin reservas, sin medida, sin cálculo. Lo que lo movía era el amor a Cristo, a quien había consagrado su vida, un amor sobreabundante e incondicional. Y precisamente porque se acercó cada vez más a Dios en el amor, pudo hacerse compañero de viaje para el hombre de hoy, extendiendo en el mundo el perfume del amor de Dios. Quien tuvo la alegría de conocerlo y frecuentarlo, pudo palpar cuán viva era en él la certeza «de contemplar la bondad del Señor en la tierra de los vivos», como hemos escuchado en el Salmo responsorial (27, 13); certeza que lo acompañó a lo largo de toda su vida y que, de forma especial, se manifestó durante el último período de su peregrinación terrena: de hecho, la progresiva debilidad física jamás hizo mella en su fe inconmovible, en su luminosa esperanza, en su ferviente caridad. Se dejó consumir por Cristo, por la Iglesia, por el mundo entero: el suyo fue un sufrimiento vivido hasta el final por amor y con amor. 
En la homilía con ocasión del XXV aniversario de su pontificado, confió que en el momento de la elección había sentido fuertemente en su corazón la pregunta de Jesús a Pedro: «¿Me amas? ¿Me amas más que estos...?» (Jn 21, 15-16); y añadió: «Cada día se repite en mi corazón el mismo diálogo entre Jesús y Pedro. En espíritu, contemplo la mirada benévola de Cristo resucitado. Él, consciente de mi fragilidad humana, me anima a responder con confianza, como Pedro: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero” (Jn 21, 17). Y después me invita a asumir las responsabilidades que él mismo me ha confiado» (16 de octubre de 2003). Son palabras cargadas de fe y de amor, el amor de Dios, que todo lo vence. 

EL CRISTIANISMO, REALIZACIÓN DE LO HUMANO
Algunos pasajes del Magisterio de Juan Pablo II. La pasión por Cristo y, por tanto, por el hombre. El entusiasmo por la misión y la defensa de la racionabilidad de la fe

CRISTO, REDENTOR DEL HOMBRE Y DEL MUNDO
Redemptor hominis, 4 de marzo de 1979

1. El redentor del hombre, Jesucristo, es el centro del cosmos y de la historia. A Él se vuelven mi pensamiento y mi corazón en esta hora solemne que está viviendo la Iglesia y la entera familia humana contemporánea.
Dios ha entrado en la historia de la humanidad y en cuanto hombre se ha convertido en «sujeto» suyo, uno de los millones y millones, y al mismo tiempo Único.
7. La única orientación del espíritu, la única dirección del entendimiento, de la voluntad y del corazón es para nosotros ésta: hacia Cristo, Redentor del hombre; hacia Cristo, Redentor del mundo. A Él nosotros queremos mirar, porque sólo en Él, Hijo de Dios, hay salvación, renovando la afirmación de Pedro «Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6, 68; cfr. Hech 4, 8-12).
10. En el misterio de la Redención el hombre es «confirmado» y en cierto modo es nuevamente creado. ¡Él es creado de nuevo!
El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo – no solamente según criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes – debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo.
(…) Ese profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama Evangelio, es decir, Buena Nueva. Se llama también cristianismo. Este estupor justifica la misión de la Iglesia en el mundo, incluso, y quizá aún más, «en el mundo contemporáneo». Este estupor y al mismo tiempo persuasión y certeza que en su raíz profunda es la certeza de la fe, pero que de modo escondido y misterioso vivifica todo aspecto del humanismo auténtico, está estrechamente vinculado con Cristo. Él determina también su puesto, su – por así decirlo – particular derecho de ciudadanía en la historia del hombre y de la humanidad.
13. (…) Jesucristo es el camino principal de la Iglesia. Él mismo es nuestro camino «hacia la casa del Padre» (cfr. Jn 13,1 ss.), y es también el camino hacia cada hombre. En este camino que conduce de Cristo al hombre, en este camino por el que Cristo se une a todo hombre, la Iglesia no puede ser detenida por nadie. Esta es la exigencia del bien temporal y del bien eterno del hombre. La Iglesia, en consideración de Cristo y en razón del misterio, que constituye la vida de la Iglesia misma, no puede permanecer insensible a todo lo que sirve al verdadero bien del hombre, como tampoco puede permanecer indiferente a lo que lo amenaza. (…)
Aquí se trata por tanto del hombre en toda su verdad, en su plena dimensión. No se trata del hombre «abstracto» sino real, del hombre «concreto», «histórico». Se trata de «cada» hombre, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno se ha unido Cristo, para siempre, por medio de este misterio.


CARNE Y SANGRE DE MARÍA
Redemptoris Mater, 25 de marzo de 1987

10. María recibe la vida de aquel al que ella misma dio la vida como madre, en el orden de la generación terrena. La liturgia no duda en llamarla «madre de su Progenitor» (Liturgia de las Horas, del 15 de agosto) y en saludarla con las palabras que Dante Alighieri pone en boca de San Bernardo: «hija de tu Hijo» (Divina Comedia, Paraíso XXXIII, 1).
11. En el designio salvífico de la Santísima Trinidad el misterio de la Encarnación constituye el cumplimiento sobreabundante de la promesa hecha por Dios a los hombres, después del pecado original, después de aquel primer pecado cuyos efectos pesan sobre toda la historia del hombre en la tierra (cfr. Gén 3, 15). Viene al mundo un Hijo, el «linaje de la mujer» que derrotará el mal del pecado en su misma raíz: «aplastará la cabeza de la serpiente». (…) María, Madre del Verbo encarnado, está situada en el centro mismo de aquella «enemistad», de aquella lucha que acompaña la historia de la humanidad en la tierra y la historia misma de la salvación. (…)
Esta elección es más fuerte que toda experiencia del mal y del pecado, de toda aquella « enemistad » con la que ha sido marcada la historia del hombre. En esta historia María sigue siendo una señal de esperanza segura.
13. «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Este fiat de María – «hágase en mí» – ha decidido, desde el punto de vista humano, la realización del misterio divino, haciendo posible, en cuanto concernía a ella según el designio divino, el cumplimiento del deseo de su Hijo. María ha pronunciado este fiat por medio de la fe. Por medio de la fe se confió a Dios sin reservas y «se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo» (Lumen Gentium, 56). Y este Hijo – como enseñan los Padres – lo ha concebido en la mente antes que en el seno: precisamente por medio de la fe.
20. Gracias a esta maternidad Jesús – Hijo del Altísimo (cfr. Lc 1, 32) – es un verdadero hijo del hombre. Es «carne», como todo hombre: es «el Verbo (que) se hizo carne» (cf. Jn 1, 14). Es carne y sangre de María.


EL HOMBRE CREE MÁS EN LOS TESTIGOS QUE EN LOS MAESTROS
Redemptoris missio, 7 de diciembre de 1990

7. La urgencia de la actividad misionera brota de la radical novedad de vida, traída por Cristo y vivida por sus discípulos.
El anuncio y el testimonio de Cristo, cuando se llevan a cabo respetando las conciencias, no violan la libertad. La fe exige la libre adhesión del hombre, pero debe ser propuesta, pues «las multitudes tienen derecho a conocer la riqueza del misterio de Cristo».
11. ¿Qué decir, pues, de las objeciones ya mencionadas sobre la misión ad gentes? Con pleno respeto de todas las creencias y sensibilidades, ante todo debemos afirmar con sencillez nuestra fe en Cristo, único salvador del hombre; fe recibida como un don que proviene de lo Alto, sin mérito por nuestra parte. (…)
La tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humanas, casi como una ciencia del vivir bien. En un mundo fuertemente secularizado, se ha dado una « gradual secularización de la salvación », debido a lo cual se lucha ciertamente en favor del hombre, pero de un hombre a medias, reducido a la mera dimensión horizontal. En cambio, nosotros sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al hombre entero y a todos los hombres, abriéndoles a los admirables horizontes de la filiación divina.
26. Aun antes de ser acción, la misión es testimonio e irradiación (cfr. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 41-42: l.c., 31-33).
42. 42. El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros (cfr. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 41: l.c., 31-32); cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en las teorías. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión: Cristo, de cuya misión somos continuadores, es el «Testigo» por excelencia (Ap 1, 5; 3, 14) y el modelo del testimonio cristiano.


EN VOSOTROS PODRÁN VER Y TOCAR A JESÚS
Encuentro con los jóvenes de Roma, 24 de marzo de 1994

6. Conocemos muy bien a esta clase de personas; entre ellas también hay jóvenes. Son empíricos, fascinados por las ciencias en sentido estricto de la palabra, ciencias naturales y experimentales. Los conocemos; son muchos, y son de alabar porque este querer tocar, este querer ver indica la seriedad con que se afronta la realidad, el conocimiento de la realidad. Y, si en alguna ocasión Jesús se les aparece y les muestra sus heridas, sus manos, su costado, están dispuestos a decir: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20, 28). Creo que muchos de vuestros amigos, de vuestros coetáneos, tienen esa mentalidad empírica, científica; pero, si en alguna ocasión pudieran tocar a Jesús de cerca, ver su rostro, tocar el rostro de Cristo, si alguna vez pudieran tocar a Jesús, si lo ven en vosotros, dirán: «¡Señor mío y Dios mío!».


EL TODO SE ESCONDE EN LA PARTE
Fides et ratio, 14 de septiembre de 1998

La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo.

7. En el origen de nuestro ser como creyentes hay un encuentro, único en su género, en el que se manifiesta un misterio oculto en los siglos (cfr. 1 Co 2, 7; Rm 16, 25-26), pero ahora revelado. «Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad (cf. Ef 1, 9): por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina» (Dei Verbum, 2). Ésta es una iniciativa totalmente gratuita, que viene de Dios para alcanzar a la humanidad y salvarla. Dios, como fuente de amor, desea darse a conocer, y el conocimiento que el hombre tiene de Él culmina cualquier otro conocimiento verdadero sobre el sentido de la propia existencia que su mente es capaz de alcanzar.
12. Así pues, la historia es el lugar donde podemos constatar la acción de Dios en favor de la humanidad. Él se nos manifiesta en lo que para nosotros es más familiar y fácil de verificar, porque pertenece a nuestro contexto cotidiano, sin el cual no llegaríamos a comprendernos.
La encarnación del Hijo de Dios permite ver realizada la síntesis definitiva que la mente humana, partiendo de sí misma, ni tan siquiera hubiera podido imaginar: el Eterno entra en el tiempo, el Todo se esconde en la parte y Dios asume el rostro del hombre. (…) Fuera de esta perspectiva, el misterio de la existencia personal resulta un enigma insoluble. ¿Dónde podría el hombre buscar la respuesta a las cuestiones dramáticas como el dolor, el sufrimiento de los inocentes y la muerte, sino no en la luz que brota del misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo?
14. La Revelación introduce en la historia un punto de referencia del cual el hombre no puede prescindir, si quiere llegar a comprender el misterio de su existencia.
32. La creencia con frecuencia resulta más rica desde el punto de vista humano que la simple evidencia, porque incluye una relación interpersonal y pone en juego no sólo las posibilidades cognoscitivas, sino también la capacidad más radical de confiar en otras personas, entrando así en una relación más estable e íntima con ellas. (…)En efecto, la perfección del hombre no está en la mera adquisición del conocimiento abstracto de la verdad, sino que consiste también en una relación viva de entrega y fidelidad hacia el otro.


EL CAMINO DE LA FE PASA A TRAVÉS DE TODO LO QUE VIVIMOS
Jubileo de los jóvenes, 15 de agosto de 2000

1. Queridos amigos: ¿Qué habéis venido a buscar?, o mejor, ¿a quién habéis venido a buscar? La respuesta no puede ser más que una: ¡habéis venido a buscar a Jesucristo! A Jesucristo que, sin embargo, primero os busca a vosotros.
5. Queridos amigos, ¿por qué al comenzar vuestro Jubileo he querido ofreceros este testimonio personal? Lo he hecho para aclarar que el camino de la fe pasa a través de todo lo que vivimos. Dios actúa en las circunstancias concretas y personales de cada uno de nosotros: a través de ellas, a veces de manera verdaderamente misteriosa, se presenta a nosotros la Palabra “hecha carne”, que vino a habitar entre nosotros. 
Queridos jóvenes, no permitáis que el tiempo que el Señor os concede transcurra como si todo fuese casualidad. San Juan nos ha dicho que todo ha sido hecho en Cristo. Por tanto, creed intensamente en Él. Él guía la historia de cada persona y la de la humanidad. Ciertamente Cristo respeta nuestra libertad, pero en todas las circunstancias gozosas o amargas de la vida, no cesa de pedirnos que creamos en Él, en su Palabra, en la realidad de la Iglesia, en la vida eterna. 


NO SERÁ UNA FÓRMULA LO QUE NOS SALVE, SINO UNA PERSONA
Novo millenio ineunte, 6 de enero de 2001

No nos seduce ciertamente la ingenua convicción de que haya una fórmula mágica para los grandes desafíos de nuestro tiempo. No, no será una fórmula lo que nos salve, sino una Persona y la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros! 
No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste.

LA IGLESIA MISMA ES UN MOVIMIENTO

Los movimientos en el Magisterio de Juan Pablo II, desde el primer congreso internacional en 1981 hasta el encuentro en la plaza de San Pedro en 1998

LA IGLESIA ES EL MISTERIO DEL ETERNO “AMOR”
Congreso internacional “Los Movimientos en la Iglesia”, 27 de septiembre de 1981

2. Como sabéis bien la Iglesia misma es “un movimiento”. Y, sobre todo, es un misterio, el misterio del eterno “Amor” del Padre, de su corazón paterno, del cual comienzan la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo. La Iglesia, nacida de esta misión, se halla “in statu missionis”. Ella misma es un “movimiento” y penetra en los corazones y en las conciencias. Es un “movimiento” que se inscribe en la historia del hombre–persona y de las comunidades humanas. Los “movimientos” en la Iglesia deben reflejar en sí el misterio de aquel “amor” del que ella ha nacido y nace continuamente.


Los regalos deben ser acogidos con gratitud
Christifideles laici, 30 de diciembre de 1988

24. El Espíritu Santo no sólo confía diversos ministerios a la Iglesia-Comunión, sino que también la enriquece con otros dones e impulsos particulares, llamados carismas. Estos pueden asumir las más diversas formas, sea en cuanto expresiones de la absoluta libertad del Espíritu que los dona, sea como respuesta a las múltiples exigencias de la historia de la Iglesia. 
Sean extraordinarios, sean simples y sencillos, los carismas son siempre gracias del Espíritu Santo que tienen, directa o indirectamente, una utilidad eclesial, ya que están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo. 
Incluso en nuestros días, no falta el florecimiento de diversos carismas entre los fieles laicos, hombres y mujeres. Los carismas se conceden a la persona concreta; pero pueden ser participados también por otros y, de este modo, se continúan en el tiempo como viva y preciosa herencia, que genera una particular afinidad espiritual entre las personas. (…)
Los dones del Espíritu Santo exigen – según la lógica de la originaria donación de la que proceden – que cuantos los han recibido los ejerzan para el crecimiento de toda la Iglesia, como lo recuerda el Concilio. 
Los carismas han de ser acogidos con gratitud, tanto por parte de quien los recibe, como por parte de todos en la Iglesia. Son, en efecto, una singular riqueza de gracia para la vitalidad apostólica y para la santidad del entero Cuerpo de Cristo.


CARISMAS E INSTITUCIÓN SON CO-ESENCIALES
Congreso mundial de los movimientos eclesiales, 27 de mayo de 1998

4. La originalidad propia del carisma que da vida a un movimiento no pretende, ni podría hacerlo, añadir algo a la riqueza del depositum fidei, conservado por la Iglesia con celosa fidelidad. Pero constituye un fuerte apoyo, una llamada sugestiva y convincente a vivir en plenitud, con inteligencia y creatividad, la experiencia cristiana. Este es el requisito para encontrar respuestas adecuadas a los desafíos y urgencias de los tiempos y de las circunstancias históricas siempre diversas. 
En esta perspectiva, los carismas reconocidos por la Iglesia representan caminos para profundizar en el conocimiento de Cristo y entregarse más generosamente a él, arraigándose, al mismo tiempo, cada vez más en la comunión con todo el pueblo cristiano. Así pues merecen atención por parte de todos los miembros de la comunidad eclesial empezando por los pastores, a quienes se ha confiado el cuidado de las Iglesias particulares, en comunión con el Vicario de Cristo. Los movimientos pueden dar, de este modo, una valiosa contribución a la dinámica vital de la única Iglesia fundada sobre Pedro, en las diversas situaciones. 
5. En varias ocasiones he subrayado que no existe contraste o contraposición en la Iglesia entre la dimensión institucional y la dimensión carismática, de la que los movimientos son una expresión significativa. Ambas son igualmente esenciales para la constitución divina de la Iglesia fundada por Jesús, porque contribuyen a hacer presente el misterio de Cristo y su obra salvífica en el mundo. Unidas, también, tienden a renovar, según sus modos propios, la autoconciencia de la Iglesia que, en cierto sentido, puede definirse «movimiento», pues es la realización en el tiempo y en el espacio de la misión del Hijo por obra del Padre con la fuerza del Espíritu Santo.


UNA RESPUESTA PROVIDENCIAL
A los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades, 30 de mayo de 1998 

6. Por su naturaleza, los carismas son comunicativos, y suscitan la «afinidad espiritual entre las personas (cfr. Christifideles laici, 24) y la amistad en Cristo, que da origen a los “movimientos”». 
Su nacimiento y difusión han aportado a la vida de la Iglesia una novedad inesperada, a veces incluso sorprendente. Esto ha suscitado interrogantes, malestares y tensiones; algunas veces ha implicado presunciones e intemperancias, por un lado; y no pocos prejuicios y reservas, por otro. Ha sido un período de prueba para su fidelidad, una ocasión importante para verificar la autenticidad de sus carismas.  
Hoy ante vosotros se abre una etapa nueva: la de la madurez eclesial. Esto no significa que todos los problemas hayan quedado resueltos. Más bien, es un desafío, un camino por recorrer. La Iglesia espera de vosotros frutos “maduros” de comunión y de compromiso.  
7. En nuestro mundo, frecuentemente dominado por una cultura secularizada que fomenta y propone modelos de vida sin Dios, la fe de muchos es puesta a dura prueba y no pocas veces sofocada y apagada. Se siente, entonces, con urgencia la necesidad de un anuncio fuerte y de una sólida y profunda formación cristiana. ¡Cuánta necesidad existe hoy de personalidades cristianas maduras, conscientes de su identidad bautismal, de su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo! ¡Cuánta necesidad de comunidades cristianas vivas! Y aquí entran los movimientos y las nuevas comunidades eclesiales: son la respuesta, suscitada por el Espíritu Santo, a este dramático desafío del fin del milenio. Vosotros sois esta respuesta providencial.

NO UN CAMINO, SINO EL CAMINO

Algunos mensajes dirigidos a Comunión y Liberación


Discurso a los participantes en el Meeting de Rimini, 29 de agosto 1982

6. El “recurso” mayor del hombre es Cristo, Hijo de Dios e Hijo del Hombre. En El se descubren los rasgos del hombre nuevo, realizado en toda su plenitud: del hombre en sí mismo. En Cristo, Crucificado y Resucitado, se revela al hombre la posibilidad de asumir la totalidad de su naturaleza en una profunda unidad y el modo de hacerlo. Aquí se encuentra, diría yo, el principio unificador de este Meeting vuestro dedicado a los recursos del hombre. Hay una especie de hilo conductor en todos los diferentes momentos de vuestro programa de trabajo: Cristo Resucitado, fuente inagotable de vida para el hombre.
7. Hablar de Cristo como recurso del hombre es atestiguar que también hoy los términos esenciales de la civilización se refieren de hecho, consciente o inconscientemente, al acontecimiento de Cristo, anunciado y confesado cotidianamente por la Iglesia. (…) Es necesario dirigir la mirada “al artífice de nuestra salvación”, para engendrar una civilización que nazca de la verdad y del amor. Para no agonizar, para no hundirse en el egoísmo desenfrenado, en la ciega insensibilidad ante el dolor de los demás, hermanos y hermanas, ¡construid, sin cansaros nunca, esta civilización! Esta es la consigna que os dejo hoy. ¡Trabajad por esto, orad por esto, sufrid por esto!


Id por todo el mundo
Carta de Juan Pablo II en el trigésimo aniversario del nacimiento de Comunión y Liberación, 29 de septiembre 1984


1. Proseguid con empeño por este camino a fin de que, a través de vosotros también, la Iglesia sea cada vez más el ámbito de la existencia redimida del hombre, un ambiente fascinante donde cada hombre encuentre la respuesta al interrogante del significado de su vida: Cristo, centro del cosmos y de la historia.
2. Afirmar humildemente, pero con igual tenacidad, a Cristo como principio y motivo inspirador del vivir y del obrar, de la conciencia y de la acción, significa adherirse a El para hacer presente de manera adecuada su victoria sobre el mundo. (…)
La experiencia cristiana, comprendida y vivida así, engendra una presencia que sitúa en cada una de las circunstancias humanas a la Iglesia como lugar donde el acontecimiento de Cristo, «escándalo para los judíos... necedad para los paganos» (1 Co 1, 2324), vive como horizonte pleno de verdad para el hombre.
3. Nosotros creemos en Cristo, muerto y resucitado, en Cristo presente aquí y ahora, el único que puede cambiar y de hecho cambia, transfigurándolos, al hombre y al mundo. Vuestra presencia cada vez más consistente y significativa en la vida de la Iglesia, tanto en Italia como en las varias naciones donde vuestra experiencia comienza a difundirse, se debe a esta certeza, que debéis profundizar y comunicar, porque es esa certeza lo que causa impacto en el hombre. Es significativo a este propósito, y es preciso subrayarlo, que el Espíritu Santo, para continuar con el hombre de hoy el diálogo que comenzó Dios mediante Cristo y que ha proseguido a lo largo de toda la historia cristiana, haya suscitado en la Iglesia contemporánea múltiples movimientos eclesiales. Estos son un signo de la libertad de formas en que se realiza la única Iglesia, y representan una novedad segura que todavía espera ser adecuadamente comprendida en toda su positiva eficacia para la acción del Reino de Dios en la historia actual.
4. «Id por todo el mundo» (Mt 28, 19) es lo que Cristo les dijo a sus discípulos. Y yo os repito a vosotros: «Id por todo el mundo a llevar la verdad, la belleza y la paz, que se encuentran en Cristo Redentor». Esta invitación que Cristo hizo a todos los suyos y que Pedro tiene el deber de renovar sin tregua, ha tejido ya vuestra historia. Durante estos 30 años os habéis abierto a las situaciones más variadas, sembrando unas semillas de presencia de vuestro movimiento. Sé que habéis echado raíces ya en 18 naciones del mundo, en Europa, África y América, y sé también la insistencia con la que en otros países solicitan vuestra presencia. Haceos cargo de esta necesidad eclesial: ésta es la consigna que os dejo hoy.


Renovad continuamente 
el descubrimiento del carisma
A los sacerdotes de CL, 12 de septiembre de 1985

3. Cuando un movimiento es reconocido por la Iglesia, se convierte en un instrumento privilegiado para la adhesión personal y siempre nueva al misterio de Cristo.
¡No permitáis jamás que en vuestra participación se albergue la carcoma de la costumbre, de la rutina, de la vejez! ¡Renovad continuamente el descubrimiento del carisma que os ha fascinado y él os llevará más poderosamente a haceros servidores de esa única potestad que es Cristo Señor!
(…) Los carismas del Espíritu siempre crean afinidades destinadas a dar a cada uno apoyo para su tarea objetiva en la Iglesia. Es ley universal la creación de esta comunión. Vivirla es un aspecto de la obediencia al gran misterio del Espíritu.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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