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Huellas N.1, Enero 2010

BREVES

Lectura

a cargo de Elena Alonso Serrano

Libro recomendado
LA PÓCIMA DE LA ESPERANZA
Carmen Giussani

Teresa Gutiérrez de Cabiedes
El hechizo de la comprensión. Vida y obra de Hannah Arendt
Ed. Encuentro 2009
pp. 456 – 29,00 €


El próximo día 27 de enero se celebra un nuevo aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz. Vuelve a la latir, en el eco del tiempo, la gran pregunta: ¿Existe vida después de la experiencia de un exterminio masivo de seres humanos? La vida biológica siguió su curso; y siguió también su itinerario la Historia. Pero ¿quedó herida de muerte la esperanza?
Recientemente ha visto la luz una biografía literaria sobre la pensadora judía Hannah Arendt, uno de los símbolos intelectuales del siglo XX y referencia ineludible a la hora de entender la ideología totalitaria que llevó al mundo a mantener una guerra global. Esta obra, El hechizo de la comprensión, dibujar un perfil que rescata lo esencial de la figura de Hannah Arendt: la literatura y la investigación histórica hacen posible el encuentro entre una de las grandes intelectuales del siglo XX y una emergente autora española que ha sabido seguir su rastro en archivos de Europa y América. Teresa Gutiérrez de Cabiedes se pregunta: «¿Puede el eco cobrar fuerza con el tiempo, en vez de languidecer? ¿Qué esconde Hannah Arendt para que, casi cuarenta años después de morir, su voz siga originando huracanes en el mundo contemporáneo?». En efecto, el boom Arendt genera un interés creciente en personas de muy diversa procedencia y situación. Probablemente una de las fuerzas ocultas que actúan de imán sobre esta autora sea esa «cabezonería intelectual» para intentar razonar lo irrazonable, para robar un poco de luz a la asfixiante oscuridad, para construir puentes entre el pasado y el futuro, aunque la enésima riada de la Historia se los llevara por delante una vez más. 
Hannah Arendt fue testigo de vanguardia de estos acontecimientos que tiñeron el mundo de incertidumbre y luto. Sufrió también, como muchos de sus contemporáneos, la tentación de dejarse arrastrar por el desarraigo existencialista pero optó por intervenir en el curso de los acontecimientos, guiada por la convicción de que «incluso en los tiempos más oscuros tenemos el derecho de esperar cierta iluminación, y que esta iluminación puede llegarnos menos de teorías y conceptos que de la luz incierta, titilante y a menudo débil que irradian algunos hombres y mujeres en sus vidas y sus obras». También hoy vivimos tiempos de tiniebla. Primero fue la amenaza de un terrorismo global sobre nuestras cabezas, y después nos ha reventado en las manos un sistema económico que creíamos infalible: nuestra seguridad se ha hecho vulnerable. En momentos en los que la palabra crisis tatúa nuestra actualidad hasta asfixiarla, no bastan los discursos ideológicos más o menos brillantes. Necesitamos vidas que nos hablen, que nos interpelen, que aporten experiencia vivida a nuestras certezas descalabradas. El hechizo de la comprensión, pone delante de nuestros ojos una de esas vidas parlantes, proféticas. En palabras de Alejandro Llano, prologuista de la obra, «este es el caso de una escritora de raza que nos cuenta la vida y nos interpreta la obra de una pensadora que ha descifrado algunos de los enigmas más inquietantes de nuestro tiempo. El resultado es memorable».


Paul Auster
El país de las últimas cosas
(Traducción de Mª Eugenia Ciocchini Suárez)
Anagrama 2009
pp. 205 – 7,00 €


The country of the last things es la novela corta que Paul Auster publica en 1987, inmediatamente después de su gran éxito con la trilogía de Nueva York. Puede dejar sin aliento incluso a los lectores más avezados en el famoso escritor estadounidense. Es como entrar en una alucinación, dan ganas de restregarse los ojos para ver si no leímos mal, si no pudiéramos, rápido, volver a la normalidad. El texto es la carta de una valiente joven a su novio. En ella Anna Blume contará paso a paso su fantasmagórica vida en un país donde todo se terminó o se está por terminar: la comida, la vivienda, la ropa, los zapatos, el cariño, el deseo, el conocimiento, los libros, los intelectuales, la política, los niños, la posibilidad de salir de allí, y un largo, muy largo etcétera. 
Anna llega a este loco país para buscar a su hermano William, que partió como corresponsal del periódico donde trabajaba. Después de unos meses no se supo nada de él, como de tantas otras cosas dentro de este lugar devorador. Viaja sola, y llama “cruce” a este viaje. Cuando desembarcó «la costa estaba completamente oscura, sin luces en ningún sitio, y yo tuve la sensación de que penetrábamos en un mundo invisible, un lugar donde sólo vivirían los ciegos».
Inevitable recordar las palabras que fundaron, hace seis siglos, la ausencia eterna de color en la orilla infernal. Dante llega, junto a su maestro Virgilio, después de haber cruzado el Aqueronte, a la orilla del Infierno: «Me encontraba, en verdad, hacia la proa de aquel valle, abismo de dolor, que resuena con ayes infinitos. Era oscuro, profundo y de tal modo envuelto en tinieblas, que al mirar a lo lejos no distinguía cosa alguna. (…) ‘Bajemos al mundo ciego –dijo el poeta, que estaba pálido–. Yo entraré primeo, y tú, detrás’. Y yo, que me había dado cuenta de su palidez, dije: ‘¿Cómo podré avanzar, si tú, que sueles confortarme en mis vacilaciones, tienes miedo?’ Me contestó: ‘Es la angustia por los que están aquí la que se me pinta en la cara, y esa piedad es la que tú confundes con el temor; vamos ya, que el camino es largo».
Anna, en cambio, no tendrá más guía y consuelo que una foto. No hay maestros vivos y presentes para esta chica. El mundo en el que se interna Anna es como un gran círculo del infierno de la Divina Comedia, donde el contrapaso de los condenados fuera correr sin aliento y sin descanso impulsados por una necesidad que no se sacia jamás. En la vida, en el mundo que está del otro lado de este infierno, quisieron saciarla con lo que no correspondía a una sed ilimitada: con “cosas”, “things”. Ahora correrán sólo detrás de las cosas, a causa del hambre: «Pero la gente es insaciable; el hambre es una maldición que acecha cada día y el estómago es un abismo sin fondo, un agujero tan grande como el mundo”… “No importa cuánto puedan conseguir, nunca será suficiente”» (pp. 14-15).
Corren detrás de la basura o para conseguir objetos de deshecho, revenderlos y poder comer. O corren, simplemente, hasta dejarse morir –apoyados por otros corredores en los cuantiosos clubes de suicidas y de eutanasia que existen– identificando la muerte con su último deseo. Y cuando recuerdan ese deseo infinito, tienen a mano sólo mentiras para aplacarlo, un “lenguaje fantástico” en el que se habla únicamente empezando con un ‘yo desearía’, expresión a la que debe seguirle un deseo infantil e imposible: ‘desearía que el sol no se pusiera nunca’. Situaciones que nunca podrían convertirse en realidad: «Pero cuando la fe desaparece, cuando comprendes que ni siquiera te queda la esperanza de recuperar la esperanza, entonces tiendes a llenar los espacios vacíos con sueños, pequeñas fantasías y cuentos infantiles que te ayuden a sobrevivir. Hasta a la gente más endurecida le resulta difícil contenerse; de repente dejan lo que están haciendo y se sientan a hablar de los deseos que han ido brotando en su interior» (p.20).
Magistralmente, Paul Auster pinta al hombre de esta era fácil, incómodo en su nueva condición de criatura despojada de la materialidad e intentando volver a su comodidad en este país desértico. No hay “ayes infinitos” sino el infinito buscar estrategias para sobrevivir, o para dejar de vivir. Los viajes por Cuba y por México le dieron algunas ideas al autor: «Tal vez podría decirse que las piedras –que los ciudadanos arrojaban– representan el descontento del pueblo por un gobierno que no hace nada por ellos hasta que mueren. Pero eso sería hilar demasiado fino; las piedras son una expresión de infelicidad y eso es todo» (p. 29). Mucho más que una novela anticonsumismo, estas páginas son una advertencia sobre cuán breve, efímera e insatisfactoria puede ser la promesa del falso cumplimiento de los más íntimos y perennes deseos del hombre. Esta punzante infelicidad es el único motor de Anna, que suceso tras suceso, algunos rozando lo fantasmagórico, encuentra sin embargo lo que realmente buscaba sin cesar en sus movimientos alucinados detrás del conseguir o vender “things”: la amistad, el amor, la maternidad, la caridad.
(Alicia Saliva)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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