ESPERANDO UN INGRESO
Era una llamada telefónica como otras. Llegan a cientos a cualquier sucursal bancaria. «Perdone, ¿podría comprobarme un ingreso? Lo estoy esperando desde hace días y no ha llegado. Le doy los datos… Un vistazo a la pantalla del ordenador. Otro vistazo, ahora con más detenimiento. Al cabo de un rato, Claudio, empleado de banca en Milán, responde al cliente: «Mire, con ese número no me aparece nada. ¿Podría pasarse usted por la oficina y lo comprobamos?». «Muy bien, me paso esta tarde».
La tarde llega, y también el cliente con la documentación. Había un número equivocado, y rápidamente se arregla el asunto. Mientras, empieza un diálogo. El cliente es un empresario del sector mecánico. Habla sobre su empresa, la crisis y las dificultades que aprietan cada vez más, «porque, sabe usted, para mí el trabajo lo es todo».
La conversación cobra más peso. «Usted tendrá una familia, ¿no? Mujer, hijos…». «Sí, desde luego». «Entonces el trabajo no lo será todo, ¿no cree?». «Bueno, en cierto sentido… Pero, ¿para usted no es importante el trabajo?». Y Claudio: «Ya lo creo. Es una forma de expresarme, pero no lo es todo. Si no, existe el riesgo de que se convierta en una trampa». El ingreso queda registrado, pero el cara a cara continúa. Es más, se prolonga durante una media hora larga en la que se habla de todo: de los amigos, de la educación. Aparece incluso alguna alusión a la última encíclica, antes de que el cliente, tan apasionado por sí mismo y por su empresa, admita: «Sabe usted, nunca he escuchado a nadie hablar así de sí mismo y de su trabajo. ¿Dónde ha aprendido usted estas cosas?».
La pregunta llega del todo inesperada. La respuesta también: «¿Por qué no viene a ver? A finales de mes tenemos un encuentro. La apertura de curso…». Un instante de silencio. Luego se abre la bolsa, asoma una agenda. «¿Cuándo y dónde?». El bolígrafo escribe un número. Esta vez correcto. «Allí estaré».
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