Va al contenido

Huellas N.7, Julio/Agosto 2005

SOCIEDAD España hoy (II) / Tiempo de educar

Valoración. Una contribución original

Javier Prades

Estamos en plena batalla cultural. ¿Qué punto de vista hemos asumido para no estar sometidos a la mentalidad dominante o a las múltiples formas de una reactividad estéril? Es preciso abordar el trasfondo cultural de la “mentalidad zapateril” e identificar el objetivo vital para un cambio: la educación

Tras los atentados del 11-M y el vuelco electoral del 14-M la realidad de España ha cambiado. El Partido Socialista ha optado por una política radical, que pretende imponer a la sociedad mediante un programa utópico, fruto no de una real demanda social sino de una pretensión ideológica. Las reformas legislativas recientemente aprobadas tratan de llevar a cabo una doble pretensión: por una parte, quieren relanzar la “sublevación contra el padre” (en el sentido más amplio del término: rechazo de todo lo que nos precede y nos es dado) que caracterizó al 68; por otra, pretenden superar la transición política española y la Constitución del 78. Paradójicamente es el gobierno quien lleva adelante una política de ruptura del consenso social y constitucional en el que se ha apoyado la convivencia de los últimos 30 años de nuestra historia.

Un desafío insoslayable
El poder político –con el apoyo de sectores muy poderosos de los medios– crea una situación de desafío social y cultural ante el cual es preciso tomar postura. Ese desafío supone para nosotros una oportunidad, no buscada, de revitalizar nuestra propia conciencia y de contribuir al bien de nuestro pueblo. Antes de describir cómo nos hemos movido en este último año, es oportuno señalar que ya en los últimos años de gobierno del Partido Popular hemos tomado postura sobre algunas de sus iniciativas que eran injustas tanto para con la sociedad como con Iglesia. Basta recordar los panfletos que propusimos a propósito de la guerra de Iraq y del intento de instrumentalizar a la Iglesia española en favor de la lucha partidista contra el terrorismo.

Una necesidad urgente
Nos había llamado mucho la atención cómo en sus intervenciones sobre la guerra don Giussani insistía en la necesidad de una educación a la altura de las circunstancias que vivimos, es decir, a la altura de las exigencias más profundas del corazón humano. A raíz de este juicio hemos tomado postura sobre los acontecimientos sociales y políticos (los atentados, las elecciones legislativas y europeas, el referéndum sobre al Constitución Europea) y en el debate con otras posturas, laicas y católicas.
Quizás nuestra contribución más original –como juicio y como acción– es la de reclamar, desde dentro de estos problemas, el tipo de educación que nace de los factores esenciales de la experiencia cristiana. Entre la gente normal sigue habiendo una apertura a la exigencia de una vida plenamente humana, que puede estar debilitada por la mentalidad común pero no ha desaparecido.
En efecto, es inútil limitarse a echar la culpa al gobierno o atribuirla a una ideología ajena a la tradición cristiana, aunque somos bien conscientes de la gravedad de estos factores. Debemos preguntarnos por el resultado de la educación en nuestro país. ¿Qué es lo que no funciona?

Deber y deseo
La educación estatal va perdiendo sus referencias ideales y se reduce a mera instrucción y al esfuerzo por mantener la disciplina, como observan algunos representantes de la izquierda. La educación concertada alcanza porcentajes del 30-40 % y es en su mayoría de inspiración católica. Aun teniendo en cuenta la complejidad de la situación, hay que decir que un límite grave de la educación que se imparte en las escuelas católicas –y por ello son débiles a la hora de generar personalidades adultas– es la ausencia casi total de una educación cristiana del sentido religioso. Durante generaciones el vínculo entre la persona y su destino –su felicidad– se ha identificado casi exclusivamente con el “deber”. Profesores, padres y sacerdotes aseguraban la felicidad –más bien para la otra vida– en cuanto proponían con claridad los deberes que, educando la libertad, la llevarían a su cumplimiento. La palabra “deseo” resultaba a menudo ausente del vocabulario y de la praxis educativa. No debe extrañar por tanto que esta reducción del Hecho cristiano y de la naturaleza del corazón del hombre hiciera que para mucha gente su pertenencia a la Iglesia fuera formal. De ahí viene o el abandono de la Iglesia o la permanencia en términos de pura tradición social.

Una propuesta educativa
La propuesta educativa de Giussani permite reconocer a Dios como factor interno (y trascendente) de la experiencia humana, de tal manera que nos reconocemos como criaturas, como hijos y no como dueños (y aquí arraiga el “deber”); y por otra parte, es abolida toda forma de “esclavitud”, puesto que no se percibe a Dios como el puro límite externo a mi deseo, sino como su condición interna de posibilidad. En este sentido Dios, hecho hombre en Jesucristo, nos sale al encuentro y puede llevar a plenitud esas exigencias de libertad de los jóvenes que hoy, desvinculadas de toda referencia trascendente, se expresan ampliamente como exasperación del deseo y, por tanto, como insatisfacción.
Me llamó particularmente la atención el hecho de que tras el 11-M fuera casi imposible reconocer en las expresiones de la opinión pública española una pregunta sinceramente religiosa suscitada por la enorme tragedia de los atentados, como si la referencia a Dios fuera innecesaria –cuando no violenta– para mirar humanamente a las víctimas y a las consecuencias tremendas de la matanza. Ni siquiera se escuchó el grito de la desesperación o de la rabia: de Dios se puede prescindir, ha proclamado la cultura de los “intelectuales”. Sin embargo, esta censura de las preguntas humanas, que siguen latentes en las personas, hace presagiar graves daños para la convivencia.

Plataforma Cívica Pro-Educación
En estos años estamos tratando de identificarnos con la propuesta integral de vida que don Gius dirige a cada uno y a todos. Nuestras posturas públicas –desde la participación en las grandes manifestaciones del 12-M, 4-J o 18-J a los panfletos de juicio– o los gestos de encuentro intentan sostenernos en esta mirada a la realidad como un dato, como un don que llama a nuestra libertad a adherirse, a construir la sociedad.
El testimonio insistente de Julián Carrón sobre el trabajo de Escuela de comunidad se abre lentamente camino y empieza a obtener frutos de personalización en las circunstancias cotidianas. Se convierte también en fuente de iniciativas por parte de algunos adultos. Pienso sobre todo en las obras educativas nacidas en Villanueva de la Cañada y en Madrid, pero también en el grupo de Familias para la acogida, en todos los que están acompañando a las familias o impulsando iniciativas culturales como Encuentromadrid. Para favorecer la conciencia de que la educación es el bien mayor y a la vez nuestra responsabilidad hacia todos, estamos impulsando, junto con otras realidades sociales una Plataforma Cívica Pro-Educación. La Plataforma lanzará una campaña bajo el lema “Tiempo de educar” que, a partir de junio y durante todo el próximo curso, favorecerá un trabajo de profundización y de difusión de la concepción educativa de Giussani, implicando lo más posible a personalidades del mundo cultural y social, con el fin de fomentar una realidad de pueblo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página