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Huellas N.5, Mayo 2005

SOCIEDAD Curar y cuidar

Debate. La caridad es la ley verdadera

Giancarlo Cesana

Se ha dicho y escrito mucho sobre el caso de la pobre Terri Schiavo, pero quizás merezca la pena hacer todavía una consideración sobre la que no nos hemos parado suficientemente. Terri Schiavo no sólo ha sido asesinada, y de una forma bárbara, de hambre y sed (aunque con sedantes), sino que se ha impedido que se realizara con ella cualquier forma de caridad. Su asistente era vigilada por policías que tenían la tarea de evitar que alguien entrase a nutrirla o a darle agua. Incluso se impidió el paso a algunos niños enviados a propósito por los padres de Terri con la esperanza de que la ley fuera menos despiadada.
La ley, ¡precisamente! Ha dominado la ley, excluyendo cualquier gesto de amor, incluso el más sencillo: dar de comer y de beber a quien tiene necesidad. No se me objete que es improbable que adultos o niños con botellitas de agua consigan quitar la sed de forma apropiada a una persona en estado vegetativo persistente. Yo también lo sé, pero es significativo que el gesto lo haya intentado la gente común e impedido los “tutores del orden”. Se ha buscado poner de manifiesto con un acto simbólico lo que el orden esta vez, por primera vez en una sociedad libre, ha negado con fuerza: el amor.
Los padres habrían acogido a su hija Terri, pero el Estado no lo ha consentidoquerido. Los padres habrían podido hacer una colecta para sostener la asistencia de su hija. El hombre más poderoso del mundo, el presidente americano Bush estaba de su parte; el Papa estaba de su parte; muchos, en todo el mundo, estaban de su parte. Muchísimos habrían sido felices de poder colaborar. No sólo la asistencia de Terri no habría costado nada al estado, sino que su situación habría podido constituir la ocasión para recoger un montón de dinero para ayudar a otros infelices como ella.
¡Nada! La ley ha vetado la gratuidad. A Terri se le ha quitado la vida y para quitársela no se ha ejercido violencia sobre la vida (no se le ha disparado ni inyectado dosis de veneno), se ha anulado su fuente, se ha dejado que la ley venciera al amor, que venciera una fría y objetiva abstención. Así, el pequeño mundo de Terri ha escapado de dos mil años de cristianismo, en un país que nació como tierra prometida para algunos cristianos perseguidos que pusieron a Dios en el centro de su construcción social, llegando incluso a acuñarlo en su moneda.
Nunca fue tan claro que escapar del cristianismo significa muerte, muerte de la vida, de lo que la hace nacer, la sostiene y la reconstituye. Todo el mundo ha percibido esta muerte; por esta muerte los periódicos y las televisiones han dado un énfasis tan grande al caso de Terri; contra esta muerte, millones de personas han mirado con esperanza el testimonio de Juan Pablo II. Cuanto más pretende la sombra de la muerte oscurecerlo todo, tanto más la fascinación de la vida se propone, de forma potente aunque confusa. Cristo, con su resurrección, con el testimonio de su Iglesia, ha puesto dentro de la confusión la semilla de la certeza: no tengamos miedo de amar y no permitamos que otros nos lo impidan.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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