El canto popular, la lauda medieval, la lauda polifónica, hasta De Victoria y Mozart. Desde los orígenes del movimiento el canto es un factor fundamental para transmitir la verdad sobre lo humano de manera sensible
Hace unas semanas, en la boda de dos amigos, uno de los sacerdotes que concelebraban era Pigi Bernareggi, misionero en Brasil desde los años 60. Después del rito del matrimonio, el coro de CL de Milán cantó el Ave María de De Victoria y, al cruzarse nuestras miradas, vi a Pigi más que contento. Como después tuvo ocasión de decirme, por varias coincidencias hacía años que no escuchaba en directo el coro de Milán y comprendí que lo había hallado «con buena salud», esto es, con la misma sensibilidad y vitalidad que el coro tenía en los primeros años del GS (cf. Cartas de Giussani a los primeros estudiantes de GS que partieron para Belo Horizonte, en Huellas n. 1-1999, pp. 21-32).
Este sencillo reconocimiento introduce algunas reflexiones que surgen hoy, cincuenta años después, acerca de un factor que don Giussani ha percibido siempre como fundamental para la experiencia y esencial para la educación de la persona: el canto. «En la primera misa de GS, la primera en absoluto, ahí nació el canto del movimiento. [...] Diez minutos antes de la misa, me puse a enseñar Vero amor è Gesè y O cor’ soave. Moví las manos como lo hacía mi maestro en el seminario [...], canté y me siguieron». Esta frase pertenece a un encuentro particularmente significativo entre algunos cantores de CL y Giussani, hace justo diez años. Para narrar la experiencia del canto en CL podría partir de esta anécdota. Es decir, si don Giussani ha manifestado siempre un privilegio del canto para la experiencia humana, ¿puede esto dejar una huella y comunicarse de alguna forma mediante nuestro modo de cantar?
Una sensibilidad particular
La capacidad de uno u otro –solista, director, cantautor, guitarrista– naturalmente contribuye a determinar cómo se canta, pero no es el factor decisivo para nosotros. El primer factor, ciertamente, es esa sensibilidad y esa conciencia que caracteriza el carisma de CL de manera inconfundible. Don Giussani constante y conscientemente reconoce la belleza de una canto, lo elige entre otros, expresa su juicio sobre el valor o el porqué cantarlo, detalla, ejemplifica y corrige. Personalmente, debo decir que lo que me ha atraído siempre de un canto es que lleve en sí una verdad singular sobre lo humano. Giussani ha reconocido siempre de forma natural esta verdad en tantos testimonios de la historia de la música y del pueblo cristiano. Su punto de partida por tanto es una especial sensibilidad que su propia experiencia humana nos transmite constantemente. Por eso destaca algunos aspectos del canto auténticamente popular (como el canto ruso), los cantos que mejor expresan una religiosidad que todos pueden reconocer fácilmente, cercana a la experiencia del pueblo que los ha creado y el arte más grande e inspirado, que es siempre para todos (De Victoria, Mozart, el canto gregoriano...): la lauda medieval, la lauda polifónica de la segunda mitad del siglo XVI en tiempo de san Felipe Neri, junto a los grandes testimonios del arte musical de todos los tiempos y a los cantos que nacen de nuestra experiencia histórica.
Cuidar los detalles
Don Giussani ha transmitido personalmente una sensibilidad hacia el canto y ha guiado siempre de manera especial con su juicio y sugerencias
detalladas el canto común, los solistas y el coro –yo lo puedo testimoniar sobre todo a partir de 1986 hasta hoy–, con una finura de juicio extraordinaria en la elección de cada canto, con la elección del solista que lo interpretara, con la decisión de cantarlo en un determinado momento del encuentro o de la misa y también sobre la ejecución del canto coral. Nunca he sentido este cuidado del detalle como una mortificación de mi competencia profesional (soy músico y compositor), sino como expresión de una verdad de experiencia que valora todas mis capacidades personales.
En Mayo de 1987, interviniendo en un ensayo del coro, él mismo expresaba esta esperanza: «que el privilegio de la experiencia que hacéis al cantar, sobre todo por la conciencia y por el amor que crece en vosotros, en vuestra vida y en vuestra relación con Dios, además del amor a la comunidad, acreciente vuestro gusto a la hora de hacer este servicio». Debo decir que durante los ensayos del coro, dentro de la fatiga y los problemas, esta experiencia de gusto crece sin ninguna duda y va desarrollándose una grande y sólida amistad con los que comparten esta tarea. El agradecimiento, ¡como siempre!, es señal de la verdad del corazón.
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