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Huellas N.7, Julio/Agosto 2009

PRIMER PLANO - Meeting de Rimini

El juicio que nos hace hombres

Alberto Savorana

Lugar: Rimini. Fechas: del 23 al 29 de agosto.
Título: “Conocer siempre es un acontecimiento”. ¿Qué reto supone el lema del próximo Meeting? «Descubrir lo que somos y cómo hemos llegado a serlo». Lo afirma OSCAR GIANNINO, el invitado al encuentro conclusivo del Meeting que en estas páginas habla de la historia, personal y social, que le ha llevado a entender que «en la vida lo más importante es conocer»


Oscar Giannino nace en Turín en 1961, se licencia en Derecho y se especializa en Economía en la “Escuela de Chicago”. Es uno de los más destacados observadores de la realidad económica y financiera italiana e internacional. Llega al periodismo en La Voce Repubblicana, luego trabaja en Liberal, Il Foglio, Il Riformista, Finanza&Mercati y en el diario Libero. Actualmente es director de un programa de Radio24, la emisora de Il Sole 24 ore. El último día del Meeting de Rimini intervendrá en la presentación del libro de don Giussani Qui e ora (1984-1985), el nuevo volumen de los Equipes editado por BUR Rizzoli.
En vísperas de la cita de Rimini reflexiona sobre el tema del Meeting y analiza la crisis financiera actual a la luz del factor menos considerado por los analistas: la persona, con su humanidad muy concreta. En esta entrevista aboga por la necesidad de volver a juzgar, pues sin juicio no puede haber conocimiento ni experiencia verdaderamente humana.

Tus escritos e intervenciones ponen de manifiesto algunos rasgos característicos de tu posición cultural: la observación atenta de la realidad y el gusto por juzgar. Son rasgos que escasean en el panorama actual. ¿De dónde nacen?
Dependen de la trayectoria de mi vida. “Antes” ya había modificado gradualmente mi forma de análisis y de crítica de la realidad, separándome de la visión del mundo en la que había crecido; “después”, y sólo después de este cambio, he llegado a asumirlo conscientemente. Por aquel entonces tuve ocasión de leer la intervención de don Giussani en la asamblea de los universitarios de CL en Novegro, el 30 de octubre de 1975. En un momento de su intervención, cuando está hablando del amor como categoría sobre la que se fundamenta la vida, don Gius dice que «el problema más grave del amor no se produce a nivel del corazón: se da a nivel del juicio, porque el juicio es la raíz del corazón». Continúa diciendo: «Los antiguos escolásticos decían nihil volitum quin praecognitum, nada es deseado sin ser antes conocido». Y después de esto, va inmediatamente al corazón del problema: «Se llama juicio a ese fenómeno por el que el hombre conoce las cosas como hombre; mediante el juicio el hombre identifica el objeto hacia el que dirigir sus pasos, la meta de su dinamismo. La cuestión primera de la vida es el juicio de valor, aquello por lo que merece la pena vivir».

¿Qué tiene que ver con tu recorrido personal?
En un mundo de tertulianos para los cuales a menudo la minuciosidad encubre una hipocresía bastante extendida, en el que dan una de cal y otra de arena, en el que están a favor tanto del monopolio como de la libre competencia, del Estado recaudador y de los contribuyentes oprimidos, habiendo dejado la política hacía quince años y dedicándome al periodismo, decidí que lo políticamente correcto (para no quemar relaciones tal vez con vistas a un puesto de dirección en algún periódico) no iba conmigo. Sí, el juicio de valor es la cuestión primera de la vida. Ningún conocimiento de la realidad puede prescindir de la argumentación procedente de un juicio de valor: no importa si se trata de cómo funciona en Italia la relación entre lo público y lo privado –o más bien de cómo no funciona–, de cómo ejerce su papel cada banquero, o de cómo cada uno de nosotros decide encerrarse en su “interés particular”. El que se arriesga a juzgar personalmente, a menudo se equivoca. También yo. Pero, a medida que profundizo en el conocimiento, cuando me doy cuenta de que me he equivocado al dar un cierto juicio, he aprendido a reconocerlo, y no lo hago porque forme parte de un determinado grupo o lobby.

¿Qué quieres decir?
Pongo un ejemplo banal, pero que me ha costado muy caro. En el verano de 2005 escribí una larga serie de artículos críticos con respecto al pensamiento dominante, que asociaba la entrada de bancos extranjeros como ABN Amro en Antonveneta a un aire nuevo de eficiencia y transparencia en el sistema bancario italiano. En aquella ocasión, colegas autorizados dijeron y pensaron que yo era un oportunista que estaba a favor de los que podían procurarme algún beneficio. Tres años después, se vio que tenía razón acerca de la calidad de los activos patrimoniales de ABN Amro, uno de los bancos más infectados de Europa, objeto de rescate por parte del Estado. Pero no creo que mucha gente haya cambiado de opinión. Me consideran todavía un tipo sospechoso. Pero al final los hechos han corroborado mi tesis, no la suya.

El contexto cultural y social no favorece un itinerario de conocimiento de la realidad, y con frecuencia uno se sorprende como “atrapado” en la superficie de las cosas, incapaz de conocer cómo están de verdad, ajeno a lo que sucede, indiferente. El título del Meeting 2009 –“El conocimiento siempre es un acontecimiento”– retoma una preocupación constante de don Giussani con respecto a la primacía de la realidad y del acontecimiento en el fenómeno del conocer.
¿Qué te sugiere el tema de este año?

Me sugiere la esencia del descubrimiento de lo que somos y de por qué lo somos. Cuando pensaba de forma distinta, hijo como era de una visión laicista y anticlerical que me impedía un diálogo verdadero sobre los temas del cristianismo como fenómeno histórico y religioso, y naturalmente sobre la fe, una de las justificaciones clásicas que me daba a mí mismo y a los demás era una lectura “literal” de la primera carta a los Corintios, en el capítulo primero. Allí se dice que Dios se burla de la razón del hombre o de los criterios del hombre. Quedaos con un Dios así –decía yo–, porque la razón del hombre es lo que le hace grande, y si Dios se burla de ella, o vuestro Dios no existe o es el Dios de los mezquinos.

Pero esto no es el cristianismo según la tradición católica...
En efecto, el cristianismo no es la vulgata literal en la que yo me quedaba. Son los protestantes, en el otro extremo, los que leen este pasaje convencidos de que la fe se fundamenta sobre sí misma, en cuanto que su verdad es autoevidente. Por el contrario, para el cristianismo la fe no se convierte en algo verdaderamente vivido si no impacta y penetra la inteligencia que tengo de mí mismo y de las cosas, es decir, la razón. El proceso de verificación del acontecimiento-conocimiento pone en juego las experiencias originarias de cada uno de nosotros, de forma que cada uno pueda elaborar su propio conocimiento de las cosas dirigiéndola a ciertos fines. En esto consiste la cultura. Un proceso libre de autoexamen en el que el yo acepta hacer un camino, desde su posición como fuente de conciencia de la realidad y por tanto idealmente como centro del mundo, hasta llegar a ser espejo periférico en el que se reflejan otras fuentes libres de luz, de pensamiento y de hechos reales.

Algunos podrían objetarte: demasiada filosofía...
No lo creo. Pienso en cambio que el relativismo del que se ha impregnado el terrible siglo XX, hijo de la crisis de la modernidad y de la supremacía del lenguaje sobre la realidad, condena a la cultura a ser un mero escaparate en el que se presentan las distintas teorías, en vez de ser un instrumento que se ofrece a las personas para que puedan discernir lo que vale y lo que no.

¿Por qué resulta tan difícil aprender de la experiencia?
No creo que sea difícil. Digamos que por desgracia el circuito mediático cultural marca el predominio de los aprendizajes ya “codificados”, según escuelas de pensamiento en las que se reconoce una autoridad preeminente más allá de la continua verificación de los resultados, nada distinto de lo que pasaba con los que defendían el aristotelismo ante Copérnico, Kepler y Galileo. Quien aporta pruebas continuas de los efectos devastadores sobre la familia italiana de unos impuestos injustamente opresivos en comparación con cualquier otro país europeo, es considerado o un tonto papista o bien amigo de los evasores. Podría seguir con ejemplos análogos. Lo que es peligroso en nuestro tiempo es que la cultura oficial se arrogue como una pretendida virtud la teoría por la que la redistribución está antes que la producción, que el colectivo está antes que la persona, o que los vínculos europeos están antes que nuestras especificidades económicas.

Nos hallamos todos inmersos en un contexto cultural que identifica el conocimiento con la ciencia, y que tiende a aplicar el método científico de la cantidad y de la medida a cualquier aspecto de la realidad humana, individual y social. ¿Qué opinas al respecto?
Se trata de la herencia extrema de un enfrentamiento que tiene en Italia razones históricas propias que no se dan en el resto del mundo occidental. Explica por qué en EEUU no es así, y por qué allí es posible tener a Dios en el centro de la vida pública sin que por esto nadie se alarme por la violación de la libertad de conciencia, como hace aquí Scalfari un domingo sí y otro también. En Italia hemos tenido la Cuestión romana, y su solución concordataria no ha sanado de hecho la herida contra la que se levantaba el positivismo, del cual el cientificismo de nuestro tiempo es hijo directo. La Fides et ratio de Juan Pablo II es de 1998: creo que a muchos malos maestros de nuestros tiempos les falta todavía una lectura honesta de este texto.

La crisis financiera ha puesto contra las cuerdas a la economía mundial, y es hija del fracaso de leyes económicas presentadas como científicas, y por tanto perfectas a la hora de describir la realidad, construidas por las mejores escuelas económicas mundiales, en alguna de las cuales tú mismo te has formado.
¿Qué has aprendido de la crisis?

Durante años, cuando preguntaba a los que habían estudiado conmigo que, como eran más jóvenes, se habían convertido con el tiempo en agresivos investment bankers, me repetían que yo tenía un trabajo de menor éxito y ganancia porque había traicionado las lecciones aprendidas de los maestros de la escuela de Chicago. Todavía hoy no sé si alguno de ellos ha cambiado de idea. Dos o tres generaciones de los más refinados cerebros mundiales han crecido con la convicción de que los modelos del riesgo financiero auto producido por los intermediarios era la realización del Edén en la tierra. No será fácil hacer que cambien de idea los quinientos académicos y banqueros que cuentan de verdad en el mundo, y cuya influencia se deja sentir sobre los que se especializan en la actualidad en corporate finance.

¿De dónde se puede partir para empezar de nuevo?
Creo bastante poco en arquitecturas planetarias homologadoras, en materia de vigilancia financiera y de ratios patrimoniales. Son el enésimo producto, una vez más, de la ilusión ilustrada de la política. Creo mucho más en reformas basadas en la autorregulación desde abajo, según modelos nacionales y continentales distintos, sin anular de golpe las diferencias entre ordenamientos y sistemas económicos. En definitiva, creo mucho en la necesidad de una profunda revolución cultural. El siglo XXI necesita una teoría del descuento financiero basado en los enormes potenciales del capital humano, después de que la segunda mitad del siglo XX nos haya regalado un descuento basado esencialmente en lo inmaterial y en los llamados intangibles de empresa.

¿Qué piensas de la repetida llamada de Benedicto XVI a ampliar la razón, sin la cual no sería posible conocer?
Todos sabemos que el discurso de Ratisbona ha constituido una especie de piedra de escándalo del actual Pontífice. Y sin embargo, el Papa ha desarrollado en él un razonamiento que habrían debido exaltar los que cultivan la razón. Al pronunciar un no alto y fuerte a los intentos de deshelenización del cristianismo, el Papa ha hecho mucho más que refutar a los que, en nombre de una inculturación genérica, reducen el cristianismo a distintas disposiciones antropológicas, reinterpretándolo cada uno a su modo. Expurgar el cristianismo de su alma griega, es decir, de la filosofía prestada por aquella civilización, tiene como único efecto el de obrar el divorcio entre la fe y la razón, esto es, recluir la fe en la irracionalidad y el fideísmo. Yo he aplaudido este discurso y he lamentado que muchos racionalistas lo hayan atacado.

Julián Carrón sostiene que «el testimonio es la forma de comunicación de la verdad». ¿Qué significa para ti ser un “testigo” al que muchos miran para conocer algo de una realidad decisiva para la vida de las personas como es la economía?
A decir verdad, me cuesta mucho considerarme un testigo. Y jamás podría ser un maestro. Nunca podría decir: «Venid y veréis» a los discípulos que preguntasen: «¿Dónde vives?». Prefiero pensar en una categoría distinta de la autoridad moral: la que tienen personas que nos implican con su corazón, y que con él ofrecen argumentos mejores para la experiencia que están viviendo y sobre la cual fundan la “cuestión primera de la vida”, volviendo a don Gius, es decir, el juicio de valor.

Estas personas son justamente aquellas que don Giussani y con él Julián Carrón llaman “testigos”. No es la primera vez que participas en el Meeting. ¿Qué representa para ti y cuál es su valor?
Cada vez que he participado en él, he tocado con la mano una compañía profunda, he compartido un recorrido común muy concreto, que incluye “el ciento por uno aquí” en esta tierra. A todos aquellos que a lo largo de los años han querido pintar el Meeting como una especie de congreso de corriente, de partido o de facción –como hace tiempo hacía yo mismo–, les reservo hoy la misma devoción convencida con la que pienso que se debe ayudar a un enfermo, aunque él mismo se oponga. Con mucho respeto, pero ayudándole a comprender.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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