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«A los cristianos les salvará su testimonio»

Daniele Rocchi
07/07/2017 - SIR

«Estamos en un periodo de cambio de época. No sabemos cómo será Oriente Medio en el futuro. En Tierra Santa la situación está bloqueada, no hay negociaciones. Por un lado está Israel, que se siente más fuerte, y por otra los palestinos, débiles y divididos. El ISIS no está físicamente presente en Tierra Santa, sí lo está en cambio su ideología extremista. Crece también el extremismo entre los judíos y aumenta la preocupación entre las minorías, sobre todo entre los cristianos». Un año después de su nombramiento, el 24 de junio de 2016, como administrador apostólico del Patriarcado latino de Jerusalén, monseñor Pierbattista Pizzaballa, que antes fue custodio de Tierra Santa, hace balance de su trabajo y alza la mirada a todo oriente Medio, haciendo un llamamiento a más de 200 periodistas católicos reunidos hace unos días en un encuentro nacional en la localidad italiana de Grottammare.

«Oriente Medio –dice mons. Pizzaballa– ya no volverá a ser lo mismo. Harán falta generaciones enteras para reconstruir las infraestructuras, pero sobre todo un tejido social estable y sólido. La guerra en Siria e Iraq ha hecho saltar todo por los aires, incluidas las relaciones entre las diversas comunidades. Ciudades como Alepo, en Siria, los pueblos cristianos de la Llanura de Nínive, que estuvieron ocupados por el ISIS, han sido en gran parte destruidos. En 2016 emigraron a Belén cerca de 130 familias cristianas, medio millar de personas, todas con hijos en busca de un futuro mejor».

Mons. Pizzaballa, ¿cuál es hoy el rasgo distintivo de las comunidades cristianas en Oriente Medio?
Su gran testimonio. Es verdad que muchos se han marchado, pero los que se han quedado testimonian su fe no entre las paredes de su casa sino ayudando a los ancianos, a los niños, a los discapacitados, a los refugiándose, reuniéndose para rezar. Me han llamado mucho la atención los jóvenes de Alepo, que a pesar del peligro que corren reparten agua a los que la necesitan; las familias cristiana de los pueblos sirios controlados por Al Nusra, que sabiendo que el islam prohíbe el alcohol escondieron el vino para la misa para poder seguir celebrando. Y cómo no citar el gran compromiso delos cristianos de Jordania y el Líbano acogiendo a los refugiados de Siria e Iraq. En Israel, hoy viven 125.000 cristianos, 11.000 en Jerusalén. En Palestina, son apenas 40.000. Estos son los números. Sin embargo, estoy seguro de que el cristianismo en Oriente Medio no va a desaparecer. Nuestra fuerza no reside en los números sino en el testimonio.

Después de un año como administrador apostólicos del Patriarcado Latino de Jerusalén, ¿qué balance puede hacer y cuánto piensa que puede durar aún su mandato?
Ha sido un año muy difícil. Estamos viviendo un tiempo de transición y es impensable creer que las crisis que están marcando a Oriente Medio no afecten también a la Iglesia. No hay una iglesia en todo Oriente Medio que esté en condiciones. Y no hablo solo de las católicas. Por lo que a mí respecta, los problemas del Patriarcado Latino son de dos tipos: de vida eclesiástica interna y de tipo económico, deudas para entendernos. En este primer año, he trabajado mucho con los sacerdotes, visitándolos uno a uno en sus casas, para comprender y escuchar. En aquellos días dos tercios de los sacerdotes habían sido desplazados, obispos incluidos. Ahora, un año después, las tensiones se han relajado. El desafío consiste en seguir adelante en esta dirección y saldar deudas. Nadie nos dará dinero así que habrá que vender algunos activos. ¿Cuánto durará mi cargo? No tengo ni idea. La figura de administrador no puede durar eternamente. He cumplido un año y preveo otro. Mi tarea consiste en preparar las condiciones para que el futuro patriarca pueda actuar en un contexto interno de serenidad.

Esa serenidad que falta en toda Tierra Santa debido al conflicto que aún sigue abierto, por no hablar del muro de separación, la ocupación militar, las colonias. ¿Es que la tan deseada solución “dos pueblos, dos estados” ha quedado obsoleta?
Respecto a las negociaciones, estamos muy lejos del objetivo. Como cristianos, debemos mantener viva la atención sobre la necesidad de diálogo. Técnicamente, la solución “dos pueblos, dos estados” es muy complicada, pero no veo alternativas posibles. El muro es una herida muy profunda en la historia, en la geografía y en la vida del país, pero ya no se habla de ello en la opinión pública, casi parece algo digerido. No podemos seguir fingiendo que esa herida no existe. Nuestra tarea es hablar de ella, de manera clara y respetuosa, no facciosa. Las colonias y las fronteras son un problema, junto al estatus de Jerusalén. La versión definitiva de las fronteras entre ambos estados y la eliminación (o no) de las colonias es uno de los temas más dolorosos de la crisis, pues influye en la vida de los territorios con mucho peso, sobre todo en los palestinos. A cualquier gobierno le costará mucho cambiar la situación sobre el terreno, también por los costes que supone, humanos, sociales y económicos. Todo eso hace que quede lejos una perspectiva de futuro estable.

Jerusalén, la Ciudad Santa, está sufriendo una progresiva judeización. Se trata de un nudo difícil de desatar donde los cristianos no pueden ser solo espectadores…
El futuro de Jerusalén se decide al mejor postor. No tenemos ni las posibilidades ni los recursos para competir en este contexto. En su tiempo, como Custodia nos gastamos mucho para edificar 80 apartamentos: permisos, una burocracia lenta, obstáculos de todo tipo. Hoy con un decreto se construyen 8.000. Pero queda fuera de toda discusión que el carácter de Jerusalén es universal. La ciudad debe garantizar constitucionalmente la libertad de acceso, movimiento, acción, expresión, a todas las comunidades, independientemente del número.

¿Jerusalén es una ciudad abierta?
Sin duda. No compete a la Iglesia ni a la Santa Sede establecer sus fronteras. Sobre esto deben ponerse de acuerdo las partes en conflicto. Nuestro deber es dar los criterios para definir el sistema futuro de la ciudad. Y el criterio es que todos son ciudadanos iguales, lo que significa que todos tienen los mismos derechos. Cuando se habla del futuro de Jerusalén, solo se hacen referencias a los judíos y a los musulmanes, los cristianos no se tienen mucho en cuenta. También es verdad que en los últimos 15-20 años no recuerdo un solo discurso de la Iglesia católica sobre Jerusalén. Protestantes y ortodoxos se cuidan mucho de no debatir sobre la cuestión de la Ciudad Santa. En cambio, sería importante decir una palabra al respecto.

¿Qué impacto tendría la eventual decisión de Trump de trasladar la embajada de EE.UU de Tel Aviv a Jerusalén?
Sería como encender una cerilla en un bidón de gasolina.

Antes mencionaba la cuestión de la ciudadanía como uno de los criterios para definir el futuro de Jerusalén, ¿por qué?
Es el reto del futuro. La comunidad internacional debe prestar mucha atención a este tema sobre todo ahora, preocuparse no solo del negocio de la reconstrucción de Oriente Medio sino encargarse también de que se reconstruyan las legislaciones y constituciones. El derecho de ciudadanía es determinante, por eso creo que las ayudas deben estar condicionadas a su respeto: todos los ciudadanos son iguales. No se pueden crear reservas para cristianos, sunitas, chiitas, yazidíes, kurdos, etcétera. El modelo de convivencia en Oriente Medio, basado en la identidad entre fe y comunidad, hoy ha fracasado. La convivencia debe basarse en otras perspectivas. El tema es la ciudadanía y no la laicidad positiva, que no existen en Oriente Medio. Kurdos, yazidíes, cristianos, sunitas, chiitas, turcomanos, todos con los mismos derechos, empezando por la libertad de conciencia. Reconstruir Oriente Medio sin encuadrar estos aspectos sería un fracaso y la antecámara de crisis futuras. Sobre esto los cristianos debemos trabajar e insistir. La presencia cristiana obliga a todas las sociedades en Oriente Medio, también a las mayorías relativas islámicas, a interrogarse sobre este aspecto desde una perspectiva distinta de la musulmana.

¿Cómo son las relaciones entre la Iglesia e Israel?
Hay que tener en cuenta dos aspectos: la negociación entre el estado de Israel y la Santa Sede y la vida ordinaria de la Iglesia local. Sobre el concordato que definirá desde el punto de vista legal el futuro de la Iglesia en Israel, está en la recta final. La firma podría llegar este mismo año. Luego habrá que interpretar el acuerdo. Por lo que respecta a la vida ordinaria de la Iglesia local, no hay ninguna actitud por parte de Israel. Prácticamente no existimos. Si miramos las escuelas, se conceden ayudas a todos los centros privados menos a los cristianos y, en todo caso, siempre en menos medida que en el pasado. Como cristianos, debemos estar más presentes sobre el terreno, no podemos limitarnos a la queja. Es tarea de la Iglesia construir relaciones cada vez más positivas con Israel para dar a entender que somos una realidad territorial con la que deben medirse. Lamentablemente, muy a menudo las decisiones que se toman no nos tienen en consideración para nada.

Desde hace tiempo las peregrinaciones están en declive, debido también a las tensiones en Oriente Medio que alargan la sombra sobre la seguridad de los fieles. ¿Qué se puede hacer para reactivarlas?
Tierra Santa es segura. Las peregrinaciones son un apoyo a los cristianos locales porque dan trabajo. Estaría bien que los obispos europeos apoyaran las peregrinaciones a Tierra Santa, por ejemplo lanzando campañas como ya pasó en el año 2000.

Aparte de la peregrinación, ¿qué otro instrumento puede ser útil para apoyar a los cristianos de Tierra Santa?
La comunicación. Siempre le digo a los analistas: seguid hablando de Jerusalén y Tierra Santa, no solo a través de la lente del conflicto y las tensiones sino contando las cosas bonitas que hay. Venid a Tierra Santa. No hay evangelización sin comunicación. Y la evangelización no puede prescindir de Jerusalén. No se puede hablar de Cristo sin hablar de los lugres donde vivió y donde su comunidad custodia su memoria. Mostrad que en toda situación, incluso en la peor, hay siempre una luz, por pequeña que sea, desde la que poder empezar. Narrad las ocasiones de encuentro, de diálogo, que en un contexto tan dramático demuestran que no todo es odio, rencor, guerra y armas.

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