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Un miércoles especial

Carmen Pérez
27/02/2017

El día de mañana tiene significado de estreno, de comienzo, por el rito litúrgico que conlleva. Con él empezamos un período particularmente importante para la alegría. Todo el año litúrgico tiene una unidad en cuyo centro está la solemnidad de la Pascua, la alegría pascual.
Existieron dificultades para la fijación de la gran celebración pascual en el calendario. Fue en el concilio de Nicea donde se determinó que la Pascua se debía celebrar el domingo siguiente al plenilunio de primavera. Esto hace que la fecha oscile en el marco de un mes –por el desajuste entre el calendario lunar y el solar–, entre el 22 de marzo y el 25 de abril.

En el siglo IV se fijó la duración de la Cuaresma en 40 días antes de la Pascua. Pero en el siglo VI y VII cobra gran importancia el ayuno como práctica cuaresmal. Y surge el inconveniente de ayunar un domingo, el día de fiesta central en la vida del cristiano, siendo este la celebración del día del Señor Resucitado. Y entonces se adelantó el comienzo de la Cuaresma al miércoles previo al primer domingo de Cuaresma. Por eso en los calendarios litúrgicos, católico romano, protestante y anglicano, un miércoles es el primer día de la Cuaresma. A los cuarenta días se inicia la Semana Santa, es decir, el Domingo de Ramos.

La imposición de la ceniza es un rito lleno de significado al que bien podemos aplicar las palabras teresianas: «Todo se pasa, solo Dios basta. Quien a Dios tiene, nada de falta». La fugacidad de la vida, ese tema inabarcable e inagotable en la vida humana, es la tortura del hombre y, a la vez, el impulso necesario para la búsqueda de la verdadera alegría. La ceniza, todo lo que puede convertirse en ceniza, en contraste con lo que permanece, con ese acumular tesoros en el cielo.

Es el tema de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique: «cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando, cuán presto se va el placer. Nuestras vidas son los ríos que dan a la mar que es el morir, allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir, allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos, y llegados son iguales los que viven por sus manos y lo ricos». Nos transmite el sentido cristiano de la vida de la ya baja Edad Media, en la entrada del Renacimiento: la vida es solo un tránsito hacia una vida mejor. Nuestra vida consiste en ganarnos ese mundo y esa alegría. Contrapone las tres vidas: la vida terrenal, la vida de la fama y la vida eterna.

Los españoles tenemos arraigado, en el fondo de nuestra cultura y de nuestra historia, el sentido de lo fugaz y de lo perenne, de lo pasajero y de lo que merece la pena. Lo que se ha llamado el senequismo español. Es completamente distinto nuestro cantar de gesta, el Mío Cid, de los del resto de Europa. Concretamente en el realismo que pone de manifiesto lo esencial. Cuando D. Rodrigo le dice al rey: «Tú me destierras por uno, yo me destierro por cuatro», su mujer y sus dos hijas. O en esos pleonasmos tan gráficos: «de los sus ojos tan fuertemente llorando». No vamos a seguir la historia de nuestra literatura. Pero es ese mismo sentido que tiene Ganivet y lo proyecta en su visión de España como Virgen dolorosa rodeada de la cultura positivista y escéptica del siglo XIX y Unamuno con su conocida llamada al ¡adentro!

Las palabras con las que Jesús de Nazaret responde a esta inquietud y necesidad del hombre son clarísimas y sirven de referencia, porque están preñadas de la juventud de lo eterno: «No atesoréis tesoros en la tierra donde la polilla y la carcoma los corroen y donde los ladrones abren boquetes y los roban. Acumulad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón».

El miércoles de ceniza es la entrada en una peregrinación personal y comunitaria de conversión y renovación. La respuesta depende de cada uno de nosotros. No existe la Cuaresma en una pura teoría, existe cómo viva yo la Cuaresma, y cómo la vive mi familia, y mis amigos. Cómo la vivo en mis días de trabajo y de ocio. Cómo vivo el sacrificio que se me presenta, el sentido de lo esencial y de lo fugaz, de lo que merece la pena y de lo que es pasajero. Y la imposición de la ceniza es un rito tan profundo que nos puede tocar el corazón: es una llamada a la sinceridad, a la veracidad del interior y al amor «porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón».

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