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MAGISTERIO

«La historia nos ha separado, pero estamos en camino hacia la reconciliación y la comunión»

Francisco
13/10/2014 - Audiencia general (8 de octubre de 2014)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En las últimas catequesis, buscamos destacar la naturaleza y la belleza de la Iglesia, y nos preguntamos qué implica para cada uno de nosotros formar parte de este pueblo, pueblo de Dios que es la Iglesia. No debemos, sin embargo, olvidar que son muchos los hermanos que comparten con nosotros la fe en Cristo, pero que pertenecen a otras confesiones o a tradiciones diferentes de la nuestra. Muchos se han resignado a esta división —también dentro de nuestra Iglesia católica se han resignado—, que en el curso de la historia ha sido a menudo causa de conflictos y sufrimientos, también de guerras y ¡esto es una vergüenza! También hoy, las relaciones no están siempre marcadas por el respeto y la cordialidad... Pero me pregunto: nosotros, ¿cómo nos situamos ante todo esto? ¿Estamos también nosotros resignados, si no hasta indiferentes a esta división? O bien ¿creemos firmemente que se puede y se debe caminar en la dirección de la reconciliación y de la plena comunión? La plena comunión, es decir, poder particiapar todos juntos en el cuerpo y la sangre de Cristo.

Las divisiones entre los cristianos, mientras hieren a la Iglesia, hieren a Cristo, y nosotros divididos provocamos una herida a Cristo: la Iglesia, en efecto, es el cuerpo del cual Cristo es la cabeza. Sabemos bien cuánto interesó a Jesús que sus discípulos permanecieran unidos en su amor. Basta pensar en sus palabras referidas en el capítulo diecisiete del Evangelio de san Juan, la oración dirigida al Padre en la inminencia de su pasión: «Padre Santo guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros» (Jn 17, 11). Esta unidad era ya amenazada cuando Jesús estaba aún entre los suyos: en el Evangelio, en efecto, se recuerda que los apóstoles discutían entre ellos sobre quién era el más grande, el más importante (cf. Lc 9, 46). El Señor, sin embargo, insistió mucho en la unidad en el nombre del Padre, haciéndonos entender que nuestro anuncio y nuestro testimonio serán tanto más creíbles cuanto más nosotros primero seamos capaces de vivir en comunión y amarnos. Es lo que después sus apóstoles, con la gracia del Espíritu Santo, comprendieron profundamente y tomaron en serio, de modo que san Pablo llegará a implorar a la comunidad de Corinto con estas palabras: «Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que digáis todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros. Estad bien unidos con un mismo pensar y un mismo sentir» (1 Cor 1, 10).

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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