Apuntes de la intervención final de Luigi Giussani en los Ejercicios Espirituales de la Fraternidad de Comunión y Liberación
Rímini, 20 de mayo de 2001
En estos dos días he podido seguir vuestro camino por videoconferencia, tal como el Señor me lo permite ahora, de una manera más limitada y fatigosa que antaño. Sin embargo, Dios se abre paso en nuestra vida a través de todo. En cualquier caso, sólo esta conciencia permite a nuestro corazón estar pendiente de Él y siempre dispuesto - incluso moralmente dispuesto - a sufrir por aquello para lo que Dios nos ha hecho, porque Dios nos ha creado para ello.
Para no alargar demasiado vuestra estancia allí, hoy me apremia deciros que hay algo que no podemos dejar escapar, que no debemos dejar caer en el vacío porque nos abre a una nueva posibilidad: hay que rezar, en el sentido literal del término, implorar a Aquel al que pertenecemos, implorarle para que no nos haya llamado en vano.
Todos los días se nos llama, cada hora, cada minuto, en cada instante estamos siendo llamados. De hecho, lo que identifica al “yo”, lo que define al “yo” frente a todas las demás actitudes humanas, es precisamente la conciencia de que consiste en su relación con el infinito: cuando una mujer está cosiendo guarda relación con Dios, ya esté cosiendo o cocinando es relación con el infinito. Lo que caracteriza al hombre es esta dimensión paradójica entre la minucia que es, la nada que es, lo “corruptible” que es, entre la poquedad que es y la relación con Dios que le constituye.
Pero no quiero ahora retomar lo que ya habéis tratado juntos. Quiero simplemente decir: recemos, recemos porque esto lo podemos hacer mientras realizamos cualquier otro trabajo. Es una intención, nos abre miras: igual que en una jornada lluviosa el sol traspasa las nubes, que esta oración despeje las nubes y arroje su luz, irradie luz sobre todo lo que somos y lo que hacemos.
Últimamente he utilizado, he descubierto con el corazón realmente conmovido, la forma de la jaculatoria en su expresión más completa, la más alta expresión que se pueda concebir desde el punto de vista cristiano: «Ven Espíritu Santo. Ven a través de la Virgen». Veni Sancte Spiritus. Veni per Mariam. Repetid esta fórmula todos los días, a menudo, cuando el Señor os elige para hacerse oír: es un momento en el que todo se unifica y recobra sentido, todo se hace uno.
Veni Sancte Spiritus, porque el Spiritus est Dominus, Spiritus est Deus (Dios es Espíritu, el Espíritu es Dios). El Espíritu es Dios, a quien pertenecemos. Porque el Espíritu en nosotros es autoconciencia y, si la utilizamos bien, nos permite entender: así el hombre entiende que pertenece, que pertenece a Otro. El hombre es pertenencia a una Presencia; pertenece a una Presencia, eso sí, misteriosa (porque no es nuestra es misteriosa pero, a la vez, no lo es, porque en cierto modo es una Presencia; está, pero proviene de otra fuente, no proviene de nuestra fuente).
«Ven Espíritu Santo» en cada uno de mis actos, «Ven Espíritu Santo» en todos los momentos de mi vida.
Veni per Mariam, y esto es realmente... la Virgen es realmente el toque más poderosamente humano y persuasivo que Dios haya creado para su acción sobre el hombre.
Veni per Mariam. ¡Pensemos en la evolución de esta mujer y en su permanencia en la historia! Claramente es obra de Dios, el fundamento de su pertenencia está en Dios. Pero, por otra parte, María es la integridad del hombre, la totalidad del hombre que es exaltada hasta convertir a María en el instrumento necesario para su relación con Dios (necesario, no en el sentido inmediato del término, sino en su sentido último). Per Mariam, a través de María, porque no cometió error, Dios no permitió que fuera objeto del ataque del demonio que se opone a la verdad. Virgen pura y hermosa: la belleza es el signo de Dios y ella es casi signo sacramental de la belleza con la que Dios ha creado el mundo.
Me alegro de haberos exhortado a esta jaculatoria, pues es una llamada a la gloria incipiente, siempre incipiente, de nuestra vida cristiana. Que el Veni Sancte Spiritus. Veni per Mariam constituya un apoyo para nosotros, un apoyo psicológicamente claro, porque está profundamente enraizado en el origen, alimentado desde sus raíces.
Os deseo que esta jaculatoria, este deseo sincero y sencillo, encuentre cotidianamente en vuestros corazones el espacio para ser repetida y encuentre también una realidad humana dispuesta a cambiar conforme al orden último para el que estamos creados. Este es nuestro destino y lo que tantas veces nos falta, pero que no se suspende ni un solo instante: Dios no puede cesar ni siquiera un instante de ser la fuente de nuestra felicidad, de nuestro rendimiento.
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