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Huellas N.8, Septiembre 2004

IGLESIA Movimiento de Vida Cristiana

Una experiencia afín

a cargo de Ricardo Piol

En 1971 nace en Perú el Sodalicio de Vida Cristiana, en 1985 el Movimiento de Vida Cristiana. Conversamos largamente con el fundador Luis Fernando Figari, deteniéndonos en el bautismo y la misión. «Afinidad: me pareció una palabra muy apropiada para describir la relación entre las dos familias espirituales y su espíritu de comunión eclesial»

El Sodalitium Christianae Vitae nace en un contexto histórico y geográfico bien preciso: Lima, 1971. Entonces tenía usted 24 años. ¿Qué le empujó a iniciar esta experiencia eclesial?
El Sodalicio nace en un proceso de búsqueda y de encuentro de respuestas. Desde una perspectiva es importante destacar que el Sodalicio nace porque Dios lo tenía en su divino Plan. El reconocimiento de la Jerarquía de la Iglesia y el cercano acompañamiento de los Pastores a esta experiencia religiosa que se iniciaba en los setenta constituyen un signo de que el Sodalicio de Vida Cristiana así lo manifiestan.
El ser humano ciertamente no se encuentra en un vacío social ni existencial. Los inicios de los ’70 llevan la carga de hechos importantes acontecidos en los años anteriores. El mayo francés de 1968, la Revolución Cultural China, el asesinato de Martin Luther King, el asesinato de J.F. Kennedy y luego de su hermano Robert, por mencionar algunos. También en Perú se produjo un golpe militar que se denominó revolución. Y así se puede seguir enumerando acontecimientos que me impactaron profundamente.

Todos estos hechos no expresan solamente un mundo que cambia aceleradamente, sino un mundo en crisis. ¿Hacia dónde se dirigiría?
En aquellos años yo participaba activamente en política. Fui viendo con desilusión que ella no constituía la respuesta que buscaba. Constaté que era necesario ayudar al cambio de las personas concretas. Las estructuras, las políticas, los cambios socio- culturales los realizan personas. ¡Es el cambio de la persona lo realmente importante! Así, ensayé primero los senderos de la filosofía. Y luego, viviendo con mayor intensidad percibí que lo definitivo en la vida del ser humano lo refería a Dios. La respuesta para la construcción de un mundo mejor la encontré en la fe que transforma el corazón del hombre.
Valoré la acción profética de la Iglesia en el Concilio Vaticano II, atesoré sus enseñanzas que aún hoy iluminan el futuro. Igualmente leí los documentos del auténtico Medellín, la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, y quedé asombrado de sus riquezas. Todo ello fue llevando a la constitución del Sodalitium que empieza su peregrinar en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, en 1971.

¿A qué se debe la decisión de dar vida a un movimiento eclesial?
El Sodalitium es una experiencia eclesial cuya trayectoria desde los orígenes se encuadra en la nueva evangelización. Ya en 1968 los Obispos latinoamericanos invitaron a un “nueva evangelización” para obtener una “fe lúcida y comprometida”.
En 1984, al acudir a Roma para dar una de las Catequesis del Jubileo de los Jóvenes, me encontré de cara con el fenómeno de los movimientos eclesiales. De ese acontecimiento surgió una reflexión hilvanada de oración. Tuve la convicción íntima de que Dios suscitaba una nueva modalidad de vida asociada en la Iglesia: los movimientos. Igualmente estaba convencido de que ese conjunto de iniciativas y grupos apostólicos que habían surgido alrededor del Sodalicio deberían constituirse en movimiento eclesial. La invitación del Santo Padre a un esfuerzo de todos los fieles por la nueva evangelización daba mayor impulso a lo descubierto en el pensamiento y la oración. Así, en 1985 nació en Lima, Perú, el Movimiento de Vida Cristiana (MVC), formando parte de la misma familia espiritual que el Sodalitium.

¿Cómo describiría, en pocas palabras, el carisma del que nace la experiencia del Sodalicio y del MVC?
Ante todo la vida cristiana que llevan en el nombre. El Padre envía al Verbo Eterno a hacerse hombre en el vientre inmaculado de la siempre Virgen María, por obra del Espíritu Santo. Esta iniciativa divina de amor está orientada a la redención y reconciliación del ser humano. El Señor Jesús muestra al hombre su identidad. Es siguiendo a Jesús como el hombre descubre el camino de su propia realización. La vida cristiana no aparta al ser humano de su participación en la transformación del mundo y de la sociedad de acuerdo al Plan de Dios, al contrario, le dan un sentido preciso.
La persona debe dejarse transformar en un hombre nuevo, cooperando con la gracia de manera activa. Amando a la Virgen María, con amor de hijo, debe dejarse configurar con Cristo y cooperar para que el anuncio de la Buena Nueva se difunda por toda la tierra y por todas las culturas.

En poco más de 15 años su movimiento ha cruzado las fronteras de Perú, echando raíces en América Latina, EEUU, Canadá y también en Europa y Asia. ¿Cómo se produjo este desarrollo tan rápido?
Amar a la Iglesia y sentir con ella es una realidad que se vive en el MVC. Así, vivir la fe que enseña la Iglesia, experimentar la comunión eclesial y anunciar el mensaje de la Iglesia constituyen dimensiones fundamentales. El hambre de Dios, la nostalgia de infinito sólo encuentran una respuesta en el Señor Jesús. El encuentro con Jesús lleva a la adhesión a Él, a dejarse configurar con Él. Así, desde el propio corazón se irradia la adhesión y amor a Jesús. Esto constituye un testimonio. El ser humano en búsqueda suele tener la sensibilidad para percibir ese testimonio. Por ello se acerca a quienes viven lo que él anhela. Pero todo esto es cosa de Dios. Sin Él nada se realiza. En verdad pienso que es una pregunta cuya respuesta solamente la tiene Dios.

¿Cómo se produce normalmente la difusión de su movimiento?
La vida humana que día a día busca dar gloria a Dios con todo su ser es un testimonio y lleva al anuncio de la vida cristiana que uno experimenta. Testimonio personal, expresión de la fe, y anuncio de Jesús por todos los medios rectos posibles. De ello surgen comunidades que viven y celebran la fe con alegría y entusiasmo. Agrupaciones que inflamadas de parresia evangélica se constituyen en cenáculos de fe que anuncian al Señor Jesús a las personas en búsqueda de Dios o de profundización en su experiencia cristiana.

¿A qué exigencia del hombre contemporáneo trata de responder?
A lo fundamental. Al hambre de Dios que el ser humano tiene. Y por otro lado al hambre de pan, de respeto a la dignidad humana, de los derechos de todos, de techo, de salud, de caritativa solidaridad, de sentido, a las necesidades de la vida temporal. Todo ello es consecuencia del seguimiento de Cristo.
Desde la reconciliación con Dios y consigo mismo el ser humano se convierte en artesano de la reconciliación, y su labor se expresa en su vida personal, familiar, social y en el recto uso de los bienes. El hijo y la hija de la Iglesia convertidos con el auxilio de la gracia en servidores de la reconciliación se convierten en constructores de un mundo nuevo. La reconciliación traída por el Señor Jesús abre un horizonte de esperanza a la humanidad.

El Sodalicio nació como intento de vivir las consecuencias del Bautismo en la vida cotidiana, y justamente a partir de esto nacieron decenas de realidades y de obras. ¿Por qué atribuye usted un valor fundamental a la figura del bautizado?
El Bautismo en Cristo es un don porque el bautizado es reconciliado con Dios y transformado en criatura nueva en el Señor. Se trata de un dinamismo espiritual nutrido de caridad que lo lleva a reformular su relación con Dios, con su propia interioridad, alejándose del egoísmo, del pecado, de las rupturas y viviendo el amor.
El cristiano percibe a los seres humanos como hermanos y ve brotar en su mente y corazón la solidaridad que, hecha de caridad, lo impulsa a la acción. Constata que las cosas están puestas para usarlas según el divino Plan. El bautismo invita a la persona a una perfección integral y la hace sensible a una profunda transformación de la sociedad y la cultura iluminada por el fuego ardiente de amor que viene del Señor Jesús.

El Movimiento nació y ha crecido bajo el pontificado de Juan Pablo II. ¿Qué significa para usted este Papa?
Cuando el Cardenal Wojtyla fue elegido Sucesor de Pedro me embargó una intensa alegría. En 1979 escribí un libro titulado: “Voz de esperanza: Juan Pablo II”. Lo veía y lo veo como un mensajero de la esperanza en un mundo que pide ansiosamente la luz que viene de Cristo. Veinticinco años después sigo considerando a Juan Pablo II una “Voz de esperanza”.
El Papa me suscita hondo amor filial. Creo que su ministerio petrino marca un camino apasionante para el ser humano que ha ingresado en el tercer milenio. Estoy convencido de que sus enseñanzas ofrecen claves importantes para superar el divorcio entre fe y vida y cultura y razón.

¿Qué ha significado en su historia el reconocimiento del Sodalicio por el Papa como Sociedad de vida apostólica de derecho pontificio, y del Movimiento por parte del Consejo Pontificio para los Laicos?
Lo entendimos como un signo de aprobación de Dios al camino recorrido. Una señal sobre la responsabilidad del Sodalitium de responder con mayor coherencia al dinamismo del bautismo y la confirmación de sus miembros, así como de recorrer cada vez con más ardor el sendero espiritual propio que se había ido forjando por acción del Espíritu Santo. Atesoramos en el corazón esa aprobación pontificia como manifestación de la eclesialidad que como hijos de la Iglesia vivimos.
Cuando en 1994, en la fiesta de Santo Toribio de Mogrovejo, recibimos la noticia de la aprobación del MVC, nos maravillamos con las finezas de Dios. Un movimiento eclesial nacido en Lima recibía la aprobación de la Sede Apostólica el día en que se conmemoraba al Santo Arzobispo de Lima. Un signo que aludía al radical sustrato católico de los pueblos latinoamericanos e invitaba al MVC a comprometerse aún más con la nueva evangelización.

Educación y misión son dos palabras clave en la vida del MVC. ¿Qué representan en la vida del Movimiento?
La fe es un don. Pero la fe también es la respuesta personal al don recibido. Hay que conocer esa fe y vivirla. El Papa Juan Pablo II, en el gran encuentro de 1998, advertía a los movimientos eclesiales cómo el secularismo pone a prueba la fe. El Papa hablaba entonces de anuncio fuerte, de formación cristiana profunda y sólida, de conciencia de la propia identidad cristiana, de conocimiento de la misión de la Iglesia y de la propia, y de comunidades cristianas vivas.
¿Por qué la formación, la educación? Pues porque la adhesión a Jesús es la aceptación de su persona, vida, hechos y enseñanzas. La doctrina de Cristo es hoy desconocida por muchos que se llaman cristianos o es superficialmente conocida. Quien ama a Jesús debe profundizar en Él, en sus enseñanzas, en el camino que invita a seguir.
La fe reclama la educación en sus contenidos, y esta profundización conduce a desplegarse en el cumplimiento de la misión evangelizadora a la que, por el Bautismo, todos los fieles, tanto clérigos como laicos, somos invitados. Todos estamos llamados a la misión de participar activamente en la edificación del Cuerpo de Cristo. La caridad nos enseña que esa edificación debe empezar por un uno mismo, que es el primer campo de apostolado para sí, y desde ahí abrirse al anuncio y compromiso evangelizador.

Entre las ideas fundamentales que caracterizan la vida del Sodalicio usted recuerda a menudo la de la «vocación del hombre como artífice de cultura». ¿Qué quiere decir con esto?
El concepto aparece en un texto del Cardenal Wojtyla, quien señalaba poco antes de ser Papa que el ser humano es creador de cultura y como tal al actuar y generar efectos o productos, se expresa a sí mismo, y en cierta manera se realiza a sí mismo llevando a cierto cumplimiento sus potencialidades inherentes. Al profundizar sobre el Génesis el concepto resultó muy iluminador y lo adoptamos.
Desde el segundo relato de la Creación, antes del pecado, el ser humano aparece ya como un auténtico creador de cultura. La cultura es el mundo del ser humano. En este sentido, la cultura propiamente tal siempre debe estar a favor del ser humano.
El concepto de “anti-cultura” expresa justamente aquellas opciones del hombre que asumen anti-valores y se oponen a la realización de la naturaleza humana. Cuando el ser humano, imagen de Dios, procede como colaborador de Dios el proceso humanizador del despliegue del hombre y de su trabajo se proyecta personalizándolo a sí mismo, y aportando a la humanización de la sociedad y de su huella en el universo.

Recientemente se ha encontrado usted con don Giussani. Se conocieron hace veinte años. ¿Qué recuerda de su primer encuentro? ¿Qué se han dicho en este reencuentro?
Recuerdo vivamente nuestro primer encuentro. En la cumbre de unas extensas escaleras estaba esperando el Fundador de “Comunión y Liberación”. Sonreía amablemente mientras nos acercábamos. Me recibió con la calidez de un hermano en la fe. Pasamos a un salón y conversamos largo. Fue preciso en sus preguntas y cuidadoso en la escucha. Se trató de un diálogo eclesial en que la comunión reinaba en el ambiente. Me acompañó bajando las escaleras. En lo personal fue un encuentro sumamente edificante. Me admiraron las coincidencias entre su recorrido existencial y el propio.

¿Qué le ha llamado la atención de este último encuentro en Milán?
Don Giussani como siempre fue muy amable. La sintonía, intensa. Los comentarios estaban regados de amor a la Iglesia, de preocupación por lo que viene ocurriendo, de esperanza, y de prontitud a la acción. Lo encontré sumamente lúcido, de comprensión rápida, de respuestas precisas. Sus indicaciones a sus colaboradores brotaban sin dilación, eran directas, contundentes, oportunas.
El encuentro fue de los más edificante y muy cargado de esperanza y abierto al futuro. Pude constatar que también había madurado mucho nuestra sintonía personal. Mi impresión de don Giussani no pudo ser mejor. Me dijo, venga a verme cuando visite Italia. Le ofrecí hacerlo.

Usted y don Giussani hablaron de “afinidad” entre ustedes: ¿podría resumirlo para Huellas?
Fue en medio del diálogo en Milán que don Giussani expresó que entre Comunión y Liberación y la Familia Sodálite existía una significativa afinidad. Yo accedí. Pensé en lo que significaba; parecido, cercanía, simpatía. Me pareció una palabra muy apropiada para describir la relación entre las dos familias espirituales y su espíritu de comunión eclesial. Usamos la palabra afinidad varias veces en el contexto del rico diálogo fraterno tenido en Milán. Es una palabra que he incorporado a mi lenguaje usual.

Citando a Dante, don Giussani inisiste sobre la figura de la Virgen, indicándola como «el método necesario para una familiaridad con Cristo». ¿Qué representa María en su vida?
¿La importancia de María en mi vida? Baste decir que María es mi Madre y que la amo con profundo amor filial.

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Perspectiva evangelizadora
Del discurso de Juan Pablo II a los participantes en la I Asamblea Plenaria
del Movimiento de Vida CristianaQueridos hermanos y hermanas, miembros del Movimiento y del Sodalicio de Vida Cristiana: Dirigís vuestra mirada hacia el mundo desde el centro de la catolicidad, meditando en el significado de la universalidad del Evangelio, que no puede excluir ninguna cultura, ninguna región de la tierra, ningún sector de la sociedad. Al mismo tiempo, renováis vuestra plena adhesión al Sucesor de Pedro, encargado por Cristo de confirmar en la fe a sus hermanos (Lc 22, 32).
Nacido en tierras peruanas en 1985 con una proyección eminentemente evangelizadora, el Movimiento de Vida Cristiana se ha extendido ya por numerosos países americanos y traspasado también los confines del Continente, englobando, además del Sodalicio, otros grupos y asociaciones comprometidas, desde las diversas vocaciones y estados de vida, en proclamar a Cristo como salvador del género humano.
Haced que en la formación de la juventud el espíritu de iniciativa se aúne con la fidelidad al Evangelio, que la cultura se abra al sentido de la trascendencia y que la pobreza, en todas sus manifestaciones, reciba de la caridad y solidaridad efectiva un rayo de esperanza. De este modo seréis verdaderos artesanos de reconciliación en el mundo actual.
Ciudad del Vaticano, 6 de diciembre de 1999

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Asociaciónes y servicios
Impulso misionero

La presencia cultural, la solidaridad social o la familia han sido siempre temas centrales en la pastoral de la Iglesia en América Latina y se encuentran, también, desde los orígenes en la experiencia del Movimiento de Vida Cristiana. Son términos clave para comprender tanto la vida cotidiana del movimiento como su impulso misionero. La activudades surgidas en estos años por iniciativa de Luis Fernando Figari y de las Familias sodálites. Se trata, como dicen los seguidores del movimiento, de asociaciones y servicios. Las primeras representan una modalidad ordinaria de pertenencia al MVC y reúnen a los que se adhieren a él por ámbitos de edad: la Coordinación Universitaria implica a grupos de estudiantes en un camino común de fe y en actividades culturales; las asociaciones Betania y Emaús, la primera para mujeres y la segunda para hombres, están compuestas por adultos que comparten momentos de catequesis y de oración y se comprometen en actividades de apostolado, tal como hacen las Agrupaciones Marianas de jóvenes o las parejas de esposos que participan en la Familia de Nazaret. Los llamados “servicios” actúan en la realidad social y eclesial del país donde obran las comunidades del MVC. La Acción Misionera prevé la disponibilidad por un determinado periodo de tiempo para desarrollar actividades pastorales en ámbitos indicados por la autoridad eclesiástica; los Servicios de Fe ofrecen catequesis para los más pequeños, del mismo modo que la Vivencia propone jornadas de convivencia común para los jóvenes y las Jornadas de meditación cristiana Ejercicios espirituales; hay también “servicios” dedicados a temas precisos: Pro Vida, compuesta sobre todo por médicos, promueve el respeto a la vida humana; Siloé, realiza una actividad de ayuda a los enfermos y de apoyo en la experiencia cristiana para los que trabajan en los hospitales; Pan para mi Hermano asiste a los necesitados en sus necesidades materiales más concretas. En resumen, son muchos los “servicios” nacidos a partir del impacto con la realidad latinoamericana en primer lugar y más tarde con la mundial. Precisamente este intento de dar respuesta a la realidad ha llevado en los últimos años al nacimiento de otros dos “servicios” particulares: la Pastoral Musical, en la que la música y el canto se proponen como dimensiones privilegiadas de la expresión cultural del pueblo y de la fe, y el Ciberapostolado, para utilizar también las nuevas tecnologías como instrumento para comunicar la experiencia cristiana.

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Etapas históricas
1971 Por iniciativa de Luis Fernando Figari, nace en Lima (Perú) el Sodalicio de Vida Cristiana, «una comunidad de laicos y sacerdotes –como explica el fundador– que trata de vivir las consecuencias del bautismo en la vida cotidiana y que siente una clara vocación apostólica».
1985 Dentro del cauce de la espiritualidad del Sodalicio nace el Movimiento de Vida Cristiana (MVC), que aglutina las distintas iniciativas apostólicas surgidas a lo largo de años por iniciativa de los miembros del Sodalicio: agrupa a laicos y religiosos y su primer coordinador general es el laico Germán Doig Klinge (1957-2001).
1986 Empieza la presencia del movimiento en Brasil, en San Sebastián de Río de Janeiro, por invitación del cardenal Eugenio de Araujo Sales. Es el primer paso del MVC más allá de los límites de Perú y el comienzo de una difusión por toda América Latina y por EEUU, Canadá, y más tarde por algunos países europeos, entre los que están Italia y España, hasta llegar incluso a Filipinas.
1991 En el ámbito de la experiencia del Sodalicio, Figari funda en Lima la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, asociación religiosa de laicas consagradas, que obtiene la aprobación del cardenal de la capital peruana, Augusto Vargas Alzamora.
1994 El 23 de marzo, fiesta de santo Toribio de Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima y patrón de los obispos de América Latina, el Consejo Pontificio para los Laicos decreta el reconocimiento del Movimiento de Vida Cristiana como asociación de fieles de derecho pontificio. Éste se constituye como una federación de asociaciones y de iniciativas apostólicas; como explica el decreto de aprobación pontificia, el MVC se organiza «sobre la base de iniciativas y de experiencias previas que confluyen entre ellas».
1995 Por iniciativa del fundador del MVC nace la confraternidad Nuestra Señora de la Reconciliación, dedicada a una invocación muy ligada a la espiritualidad sodálite.
1997 El Sodalicio es reconocido por Juan Pablo II como sociedad de vida apostólica de derecho pontificio.
1998 Figari funda otra asociación religiosa femenina, las Siervas del Plan de Dios.
1999 Primera Asamblea Plenaria del Movimiento de Vida Cristiana.
Hoy en día el MVC cuenta con cerca de 20.000 miembros y está presente en 20 países: Perú, Ecuador, Colombia, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay, Brasil, Venezuela, Nicaragua, Costa Rica, Cuba, Méjico, Estados Unidos, Canadá, Italia, Alemania, España, Francia y Filipinas.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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