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Huellas N.7, Julio/Agosto 2004

SOCIEDAD Hispanidad

Bienvenidos a Puerto Rico, laboratorio del futuro

José Rodelgo Bueno

En la isla caribeña se mezclan inglés y español, católicos y protestantes, salsa y rock. Gracias a una actitud positiva fiel a la tradición católica. Una experiencia para exportar

El tema de la hispanidad se aborda siempre desde perspectivas superficiales: una lengua, unas mismas costumbres y poco más. Un ejemplo de esta aproximación superficial es el hecho de que no se entiende por qué los hispanos de EEUU tienen tantos hijos, conservan lazos familiares fuertes o tienen una visión de la vida tan distinta. Se olvidan sus rasgos más importantes: un origen y una tarea común, que constituyen la verdadera unidad e identidad del pueblo hispano. El origen de este pueblo hay que buscarlo en la España de los visigodos. La unidad administrativa que tenía la diversidad de pobladores de la provincia “Hispania” del Imperio Romano, se transformó también en unidad espiritual con la conversión del rey Recaredo al catolicismo. De esta conciencia nueva surge una tarea común, que se vislumbra en los siglos de Reconquista y en la evangelización del Nuevo Mundo en el siglo XVI.

A merced de la inestabilidad
Como dice Julián Marías, quienes influenciados por la “leyenda negra” han visto en España un país destructor (a pesar de que ha sido el máximo constructor, después de Roma) no pueden comprender nada de lo que es la América de lengua española y portuguesa. Y por este motivo engendran una visión distorsionada de la realidad, que afecta a los mismos países hispánicos, hasta el punto de constituir el mayor obstáculo que encuentran para su proyección histórica, su estabilidad y su prosperidad desde la independencia.1 Es el pensamiento iluminista de muchos aristócratas (españoles y descendientes de españoles), fruto del período de la Ilustración, lo que dará pie, por un lado, a la independencia de estos países (lo cual era algo inevitable, pero que podría haber tenido consecuencias mucho más positivas para ellos de haberse producido de otra manera) y, por el otro, a la disolución de la verdadera conciencia del pueblo hispano. La idea masónica bolivariana de unir los Estados de Suramérica jamás podría haber tenido éxito, porque partía de un presupuesto ideológico, no de la conciencia y el origen de un mismo pueblo. Debido a que se ha renunciado a esta conciencia, América Latina ha quedado a merced de la inestabilidad política, las revoluciones comunistas y el nuevo colonialismo capitalista.

Dos orígenes diferentes
Para entender la controversia actual entre los anglosajones y los hispanos en EEUU es preciso mirar un poco a la historia. La sociedad mejicana, por citar un ejemplo, es el fruto de la unión y del mestizaje de la sociedades precolombinas (principalmente la azteca) y de la sociedad española del siglo XVI, que se injertó en ellas. Hernán Cortés, primer virrey de Méjico, es el primero en contribuir a ese mestizaje, pues se une a una india. Y el fruto de este enlace, Don Martín Cortés, llegaría a ser Comendador de la Orden de Santiago. No podemos decir lo mismo de la sociedad de EEUU,2 que no es el fruto del injerto de la sociedad británica en las sociedades de las tribus comanches, kiowas o sioux. El origen de la sociedad de EEUU está en los “Founding Fathers”. Y esta sociedad ha ido incorporando a otros que han ido llegando más tarde, primero de Europa y luego de otras partes del mundo, y también a los primeros pobladores de la América del Norte, los indios. En la conciencia de este pueblo blanco, anglosajón y protestante hay una idea de incorporación de otras personas y, como mucho, de tolerancia hacia otros pueblos, que es enormemente distinta del abrazo que da lo hispano a las culturas que encuentra en su camino y que procede de su origen católico.

Un caso concreto
Sin embargo, el encuentro de estas dos culturas no tiene por qué ser de conflicto. Para contradecir a Huntington,3 voy mostrar un ejemplo que describe que lo hispano y lo anglosajón pueden convivir de un modo muy positivo. Yo, que soy profesor, imparto mis lecciones en español, pero debo utilizar siempre libros en inglés, porque así me lo prescribe mi universidad. La mayoría de mis estudiantes son hispanos, pero también tengo anglosajones. Cuando vienen conferenciantes invitados o cuando asisto a ciertas reuniones, a veces se habla en inglés, pero, por el contrario, la mayor parte de los documentos internos de mi ámbito de trabajo están escritos en español. Mi decana es puertorriqueña y está casada con un anglosajón. La mayor parte de mis amigos son hispanos y con ellos hablo en español, pero también tengo amigos anglosajones con los que hablo en inglés. ¿Qué es todo este lío?

Mestizaje hispano-anglosajón
Bienvenidos al laboratorio del futuro, bienvenidos a Puerto Rico. En esta isla se entremezclan en todos los ámbitos el inglés y el español, pues aunque en casa el 85,6% de la población habla español y tan sólo el 14,4% inglés,4 ambos idiomas son los oficiales. A su vez se mezclan el color claro y el menos claro de la piel, pero la práctica totalidad son hispanos.5 También conviven en armonía la religión católica (a la que pertenece más de la mitad de la población) y la protestante (la segunda en importancia)6 y del mismo modo lo hacen la salsa y el rock, y el “fast food” y el arroz con habichuelas. Y este mestizaje hispano-anglosajón se exporta a otras partes, pues la cifra de casi cuatro millones de habitantes de la isla se prevé que sea superada en unos meses por el número de puertorriqueños que viven en el territorio continental de EEUU, que se agrupan en áreas como Nueva York (1.325.800), Filadelfia (206.800), Chicago (164.500), Boston (137.400) y Miami (135.300).7 Pero es preciso tener en cuenta que el éxito de esta integración reside en que hay una mayoría hispana fundamentalmente católica (aunque este rasgo está disminuyendo) que está abrazando a una minoría, una cultura anglosajona protestante, y no al revés.

Por el calor de un abrazo
En mi opinión, un mundo anglosajón que desconfía de ese mundo hispánico, que como máximo lo tolera, pero que no está dispuesto a “contaminarse” con él, y un mundo hispánico que reniega de su verdadera identidad, que camina sin referencias, que es un huérfano en un país extraño y que responde con la confrontación, están abocados al conflicto. Sin embargo, la vuelta del pueblo hispano a su verdadera identidad puede recordarle la gran tarea a la que está llamado: abrazar a la sociedad americana para hacerla más justa, más verdadera y más humana y, a través de ella, abrazar también al mundo entero. Yo tengo una enorme esperanza, porque en mi experiencia las dificultades o la incomprensión han sido siempre vencidas por el calor de un abrazo.

Notas:
1. Marías (1985), España inteligible. Razón histórica de las Españas, Alianza Editorial, Madrid, p. 21.
2. Ib., p. 29.
3. S. P. Huntington, The Hispanic Challenge, en: http://www.foreignpolicy.com (10 de abril de 2004)
4. En EEUU las proporciones son muy similares, pero al contrario (10,71% frente al 82,1%)
5. La fuente de los datos es el censo de 2000 del gobierno de los Estados Unidos (http://www.census.gov/census2000/states/pr.html)
6. En EEUU en 2002 las preferencias por la religión protestante eran del 53%, frente al 25% por la católica (Fuente: The Gallup Organization, Princeton, NJ)
7. Fuente: Censo 2000 EEUU.

 
 

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