Va al contenido

Huellas N.6, Junio 2004

CULTURA Claudio Rodríguez

La experiencia original y su decadencia

Letizia Falzetti

El concepto de esperanza en un poeta que perteneció a la Generación de los años 50 refleja la parábola de una posición original ante la realidad que no puede sostenerse por sí sola. Cuando la esperanza se desvirtúa en recuerdo, sueño o mentira, delata una actitud contradictoria a su mismo origen

Con este breve artículo pretendo asomarme al concepto de esperanza en un poeta de la Generación de los años 50, Claudio Rodríguez. Téngase en consideración que la Generación de los 50 cree en la poesía como acto de conocimiento. Por lo tanto, el poema es valorado como el encuentro entre el poeta y el lector en el cual se da el conocimiento no por imposición de una verdad pre-concebida, sino por un acontecimiento actual y novedoso.

Tanta materia deslumbrada por tu honda gracia
Claudio Rodríguez se inserta dentro de la Generación de los 50 justamente por su búsqueda inquieta e insistente de la Verdad. Sus versos intentan contestar a esta pregunta: ¿qué se esconde detrás de la apariencia?
«Mi boca sólo llega al signo,
Sólo interpreta muy
confusamente»,
escribe en el poema 5 del primer libro de Don de la ebriedad. O, también:
«Ven
conocimiento mío,
a través de
tanta materia deslumbrada por tu honda gracia»
(“Un viento” en El vuelo de la celebración).

El deseo encuentra la claridad
En su primer libro, Don de la ebriedad, el poeta se encuentra en una actitud de espera y su canto celebra los momentos de iluminación gnoseológica en un estado de ebriedad espiritual símil al éxtasis. El poema que encabeza su obra empieza con estas palabras:
«Siempre la claridad
viene del cielo;
es un don. No se halla
entre las cosas
sino muy por encima,
y las ocupa
haciendo de ello vida
y labor propias»
La realidad es iluminada, desvelada por esta “claridad” que trasciende lo sensible y a la cual el poeta se dirige como a un “tú”:
«mi boca espera,
y mi alma espera,
y tú me esperas,
ebria persecución,
claridad»
El conocimiento aquí se revela como el encuentro entre el deseo del poeta y la claridad.

Alianza y condena
Repleto de esperanza está también el segundo libro, Conjuros, a pesar de que en el último poema “Pinar amanecido”, se anuncie la dialéctica amor-miedo que en el tercer libro, Alianza y condena, pondrá en crisis la visión del mundo del autor. Al comienzo del poema parece que todos los hombres estén unidos esperando “las bodas del corazón”. Sin embargo, al final, la justicia de la luz desvela la verdad detrás de la apariencia: lo que nos une no es el amor, sino la defensa, el miedo. Descubrir la verdad es un don para pocas almas elegidas, pero al mismo tiempo es fuente de dolor.

Cambia la posición
A lo largo de la vida de Claudio Rodríguez se aprecia un cambio en su posición frente a la Verdad y en consecuencia en su concepción de la esperanza. Si en su juventud el conocimiento era un don recibido de lo alto, con la edad la espera de esta revelación se hace insostenible y él decide dejar de esperar y esforzarse para encontrar el sentido de la realidad él solo. En los últimos dos libros algo cambia en la posición del autor respeto a la esperanza. En efecto, disminuye la frecuencia del término. Los momentos de revelación son cada vez más raros y se alternan con descripciones de aspectos negativos de la vida. El deseo de la revelación persiste, pero falta la certeza que esto pueda ocurrir en el presente. Al principio el don recibido venía actualizado en el poema y el poeta podía disfrutar de ello como de algo en praesentia.

Recuerdo, sueño, mentira
Cuando esto ya no ocurre la experiencia se vuelve un pasado evocado con nostalgia:
«¿Es que oiremos tan sólo,
después de tanto amor
y de tanto fracaso
la música de la sombra
y el sonido del sueño?».
Por consiguiente, la esperanza se asimila al recuerdo:
«Esta es la lucha,
este es el tiempo,
el terreno
donde él ha de vencer
si es que no busca
recuerdos y esperanzas
tan sólo.
(“Oda a la hospitalidad”, en Alianza y condena).
O coincide con el sueño:
«Y veo, veo y sé
lo que se espera,
que es lo que se sueña».
(“La contemplación”, en El vuelo de la celebración).
Incluso pone la esperanza al nivel de la mentira:
«Y a mí tú no me vengas
con mentiras,
con músicas,
con esperanzas»
(“La ventana del jugo”, en El vuelo de la celebración).

Una solución inadecuada
Cuando se espera algo, la realización de lo que esperamos no depende de nosotros mismos. Esto es tanto más verdadero si el acontecimiento en cuestión es algo tan importante como la revelación de la Verdad. Si falta el fundamento de la certeza de que el acontecimiento esperado es posible, la espera llena de esperanza de la iluminación gnoseológica entra en crisis. El poeta reacciona a este fracaso de la esperanza sustituyendo la gracia por su esfuerzo:
«Y para ver
hay que elevar el cuerpo,
La vida entera
entrando en la mirada
Hacia la luz,
tan misteriosa
y tan sencilla,
Hasta esta palabra verdadera»
(“Hacia la luz”, en El vuelo de la celebración).
Esta solución no es adecuada al objeto deseado, puesto que el acontecimiento del conocimiento implica que algo ocurra fuera del yo, como atestiguan sus primeros poemas.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página