En la parte occidental de la ciudad de Czestochowa, se encuentran los edificios del santuario y del monasterio llamado de Jasna Gòra (Clarus Mons). En 1382 los monjes paulinos llegaron a la ciudad –llamados por el príncipe Ladislao de Opole, gobernador plenipotenciario del rey Luís de Hungría para las tierras polacas entre los años 1367 y 1372– allí se les hizo donación de una pequeña iglesia en la que colocaron la pintura milagrosa de la Virgen. La historia de la tabla de Jasna Gòra se ha transmitido en dos versiones. Según la versión de la tradición, el cuadro fue pintado por el evangelista san Lucas sobre la mesa de la casa de la Sagrada Familia. San Lucas habría pintado dos imágenes de María, una de ellas habría llegado a Italia, a Bolonia, donde se conserva y se sigue venerando hoy día. La otra, la de Jasna Gòra, habría sido trasladada desde Jerusalén a Constantinopla por el emperador Constantino y depositada en una iglesia. Seis siglos más tarde, el príncipe ruso Lev obtuvo del emperador el cuadro en reconocimiento por sus méritos militares. En la guerra de Rutenia el príncipe Ladislao de Opole encontró el cuadro en el castillo de Belz, donde era venerado como milagroso. Por haber recibido la gracia de la victoria sobre los tártaros, se llevó con él el cuadro a Czestochowa, confiándolo a la custodia de los monjes. Según la segunda versión, para los críticos de arte el cuadro de Jasna Gòra es un icono bizantino (de tipo “Odigítria”) cuya datación estaría entre los siglos VI y IX.
La fama creciente de la imagen milagrosa hizo que, en poco tiempo, el monasterio se convirtiera en meta de constantes peregrinaciones, y se comenzara a depositar gran número de preciosos exvotos. Pero el día de Pascua de 1430, el 14 de abril, una banda de ladrones, procedentes de Bohemia, Moravia y Silesia, asaltaron el monasterio. Entraron en la capilla de la Madre de Dios, bajaron la tabla del altar, arrancaron todas las piedras preciosas y clavaron sus espadas en el rostro de la imagen . Tiraron el cuadro al suelo provocando su rotura en tres trozos. Después de la profanación y la consiguiente restauración la fama del santuario creció enormemente y aumentaron las peregrinaciones, hasta el punto de que ya en el siglo XV, junto a la capilla de la Virgen, se inició la construcción de una iglesia gótica con tres amplias naves.
El monasterio sufrió otro asalto en 1466, de manos del rey de Bohemia. Estos episodios convencieron al rey Ladislao IV de la necesidad de levantar una muralla en torno al monasterio. El santuario de Jasna Gòra se convirtió así en una fortaleza mariana: la fortalitium marianum. En torno a 1655 se inició un plan de ataque contra Polonia. El 2 de julio de ese mismo año el ejército sueco entró en Polonia. Varsovia, Poznan y Cracovia fueron fácilmente conquistadas. Todo el país cayó bajo la dominación sueca. El 18 de noviembre de 1655, el ejército del general Müller, compuesto por tres mil hombres, llegó hasta Jasna Gòra, exigiendo la inmediata rendición del santuario. Pero el prior de Jasna Gòra, el padre Agustín Kordecki, decidió continuar la defensa del santo lugar. Disponía de 170 soldados, 20 nobles y 70 monjes. El combate, que duró 40 días, concluyó con la victoria del ejército de María. El ataque a Jasna Gòra se consideró una violación de los sentimientos religiosos y la victoria se atribuyó no ya a la bravura de los soldados ni a la solidez de las fortificaciones, sino a la tutela de la misma Madre de Dios, protectora del lugar. Después de estos acontecimientos, todo el país comenzó a combatir contra los invasores suecos.
El 1 de abril de 1656 el rey Juan Casimiro, pronunciando solemnemente un voto en la catedral de Leopoli, consagró todo el país a la protección de la Madre de Dios, proclamándola Patrona y Reina de Polonia. Desde entonces se confió la suerte de la nación a la Santísima Virgen María. Jasna Gòra se convirtió así en el símbolo de la libertad religiosa y política del pueblo polaco.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón