Algunos testimonios de que «no hay separación alguna entre la materialidad de la existencia y Cristo, que está con nosotros y que nos abraza. Somos bien conscientes de nuestra fragilidad humana, común a todos los hombres, pero también de la certeza que tenemos en Cristo, que nos diferencia de todos los demás y, en consecuencia, sabemos de la alegría y el optimismo que explican la tensión incansable a caminar en la vida»
No temas: «Estoy aquí»
Acabo de llegar a casa después de ver la película de La Pasión. Al terminar la película nos quedamos juntos para comentarla. Yo personalmente no he podido pronunciar palabra, quizás por la facilidad de lágrima que me caracteriza. Pancho me ha dicho varias veces que si estaba a punto de llorar por la emoción, pero no, no ha sido la emoción –que la he sentido–, ni la impotencia, ni ver el amor que Cristo nos tiene –que también lo he reconocido–. Ha sido una escena concreta que creo que por suerte jamás podré olvidar: es cuando Cristo va con la cruz acuestas y la Virgen recuerda cómo cuando de niño tropieza y ella corre a levantarlo diciéndole: «Estoy aquí», y decide ir a levantarlo y le repite: «Estoy aquí». A veces dudo de lo que tengo o lo que me falta, de lo que sufro o de lo que disfruto, de lo que soy y en lo que me quiero convertir, a veces dudo de la firmeza que tiene mi fe y de lo que tardaré en caer en la nada, pero ahora, después de ver esta imagen, tengo algo muy claro: aquí en esta compañía he encontrado ese «estoy aquí». Yo tengo mi propia cruz y con ese «estoy aquí» puedo volver a levantarme. Sólo pido a Dios que me convierta en una persona capaz de poder decir a los demás: «Estoy aquí», tal y como lo hace la Virgen con Jesús, y tal y como la mayoría de vosotros habéis hecho conmigo. Y sé que es esto lo que mi corazón desea, la presencia de Cristo a través de la vuestra.
María de la O, Madrid
Puedo sacar el curso
Iba con gran miedo a los Ejercicios de Pascua porque sentía que no iba a estar preparado. Pero estoy muy agradecido al Señor por la facilidad con la que ha hecho que me conmueva y que desee tantas cosas, sobre todo en cada gesto sencillo. Me he preguntado como hacía Gloria: «¿Qué quieres de mí?» y sé que quiere que saque el curso. Lo que más me cuesta es el estudio y reconocerlo ha sido un paso, así como ver que solo no puedo. Pidiendo con sencillez de corazón –como leía en la carta de Pepe publicada en el número anterior–, las cosas se te dan. Para reconocerlo es fundamental mi petición y darme cuenta que necesito ayuda. «La realidad te la da Alguien, y todo sucede para que se avive esta conciencia», lo cual me resulta “súper” difícil, pero tengo el deseo de poder verlo y la certeza de que las cosas se me irán dando si permanezco y soy fiel. Yo quiero que Jesús sea en mi vida no el primero, sino el único, porque sé que así comenzaré a amar cada una de las cosas: los amigos, la familia, la caritativa, el estudio… Tengo la necesidad y el deseo de ser educado y he empezado a pedir a Jesús que me eduque a través de esta compañía que, para mí, es cada vez más mi hogar.
Jesús Ángel, Parla
“Mi” razón
No había pensado en ir a los Ejercicios de Pascua de los bachilleres; es más, había decidido no ir. ¿Por qué? Porque no estaba segura del terreno que pisaba, porque me asustaba el no saber estar ante todo lo que se me abría delante, sobre todo me asustaba hacer las cosas porque sí, porque los demás no esperaban otra cosa de mí, porque a nadie le sorprendería que fuera. Me decían mis amigos: «Tienes que ir», «tú siempre vas», «es lo tuyo...». Pero, ¿por qué voy a ir? ¿Porque siempre voy? No. Sabía que no iba a ir hasta que encontrara “mi” razón, lo que me diría a mí misma y le diría también a los demás cuando me preguntaran. Con esta decisión tomada, recibí ese mismo día una carta de un amigo que me contaba todo lo que estaba descubriendo por el simple hecho de fiarse de los amigos. Me decía: «Dios es quien decide lo que me va a pasar, yo solo tengo que decirle “sí”, y si Dios me quiere y quiere mi felicidad, ¿me puede pasar algo malo? Yo me fío de Él y por ahora ha dado resultado, ¿por qué no seguir?». Pues gracias a esto decidí ir. Y ¡he ido!, una vez más, rescatada de la nada por un amigo. Me alegro de haber estado con chicos que viven lo mismo que yo. Si no hubiera recibido esa carta y no me hubiera fiado, no habría podido experimentar la verdad de lo que este amigo me contaba. Cristo al ponerme a este amigo delante, cumplió su parte para que lo descubriera, y yo al decir “sí”, cumplí la mía. En estos Ejercicios, he podido darme cuenta de que todos tenemos un gran deseo: «Ser queridos». Pero ser queridos así, como somos, con nuestras cosas buenas y malas, con nuestros defectos y virtudes, como “la María” que soy, y esto sólo se nos da en un lugar. Si no lo encuentras eres un desdichado, pero si lo encuentras y te apartas de él, eres realmente tonto.
María, Parla
Tomarse en serio como nunca
Hace unos cuantos años me propusieron ir a Escuela. Fue mi encuentro. Allí vi algo excepcional en Pancho, Enrique y Amparo, y me di cuenta que yo quería vivir así, pues me daban envidia. Luego tuve la misma experiencia con todos los bachilleres, sobre todo al conocer a los chicos italianos, viviendo algo que quería que fuese para toda la vida. Me doy cuenta de lo afortunada que soy y de la grandeza de todo esto. A pesar del primer encuentro, he tenido muchos momentos de debilidad, sobre todo este año, con un montón de problemas en todos los ámbitos. He visto que mi vida deja de ser una aventura cuando no parto de lo que otras personas –que sé que aman mi vida más que yo– me dicen. En esos momentos he vivido la realidad sin amarla, sin fuerzas para afrontar tantos problemas de golpe, y viviendo para olvidar. Por ello, decidí acudir a los Ejercicios. Me sentí reflejada en todo lo que nos hacía ver Pablo, y se lo estoy agradeciendo mucho, porque me ha abierto los ojos y me ha permitido continuar el camino tal y como debería haber hecho hace mucho tiempo: tomándome en serio mi vida. Tras los Ejercicios, mi vuelta a los estudios ha sido como nunca. Ahora vivo mi vida como una aventura arriesgándome en todo, y cuando tengo momentos de debilidad, busco a alguien de esta compañía para no vivirlos sola y apoyarme en alguien que me ama. Mi mayor preocupación ahora es el problema de mi abuela, que no sé cómo afrontar. Por culpa de una enfermedad no se acuerda de nada y es como una niña pequeña. Yo no me atrevo a ir a verla y siento un vacío enorme al no poder abrazarla y darle todo el cariño que tengo en mi interior y quiero. Por eso estoy pidiendo que algún día pueda superar este temor e ir a verla sin ningún miedo, a pesar de que no me reconozca. Por fin me estoy tomando en serio mi vida gracias a esta compañía. Y, como dice el lema del Happening de los universitarios de este año, «la felicidad está asegurada».
Sandra, Alcobendas
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