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Huellas N.5, Mayo 2004

CL Ejercicios de la Fraternidad

El destino del hombre. Está si actúa

Carlo Dignola

26.000 personas se reunieron en Rímini o se conectaron vía satélite desde distintas partes del mundo para escuchar las lecciones de Julián Carrón sobre el hombre y su destino. A la luz de la carta de don Giussani a Juan Pablo II y de la respuesta enviada por el Santo Padre, tres días para profundizar en la conciencia del Acontecimiento que cambia la vida

Parece como si el cristianismo empezara siempre con una sorpresa, pero, poco a poco, fuera decayendo en un escrúpulo. Sólo la experiencia que tuvieron los primeros y que se repite hasta hoy contesta esta sospecha.
Los discípulos de hace dos mil años, justo después de la crucifixión, habían empezado a pensar en Jesús como en un sueño hermoso e imposible. Sí, habían oído decir a las mujeres que la piedra del sepulcro estaba corrida, pero no llegaban a creerlo del todo. Jesús había terminado colgado de un madero, como un malhechor cualquiera. «Parecía que el mal tenía la última palabra». Ya se había despertado la nostalgia. Aquella tarde, iban por el camino de Emaús dos discípulos del Nazareno –antiguos discípulos, quizás–, pero la Iglesia no parecía haber nacido aún.
Y, sin embargo, inesperadamente, se lo encontraron. Después, a la orilla del lago, les estaba asando unos peces; más tarde, Tomás, en el cenáculo, metió su mano en su costado... Sólo entonces empezaron a comprender quién era. Hoy el problema es el mismo: «Uno no pertenece a una organización y después cree en el Resucitado», dice Julián Carrón. O uno se lo encuentra por la calle o no le conoce.

El policía de la estación del Pozo
Madrid, 11 de marzo de 2004. Unos doscientos muertos y 1.427 heridos. Entre los testimonios de aquella mañana, el de un policía de CL que acudió a la estación del Pozo del Tío Raimundo (cf. Cartas en Huellas de abril). Cuenta que en aquel momento se vio frente al mal. Tuvo la impresión de que verdaderamente había vencido. Y sin embargo, incluso en medio de la devastación, ante los cuerpos abrasados, entre aquel olor a carne quemada, escribe, «he experimentado una Presencia buena». Cristo resucitado está presente, o no lo está, no hay punto intermedio.
Don Pino lo preguntó el viernes por la tarde a los 26.000 que se habían reunido en los cuatro salones de la Nueva Feria de Rímini, mientras acababan de entrar los últimos. «¿Por qué estamos aquí? ¿Para asistir a una reunión? ¿Para el congreso anual de una organización?». En la carta a don Giussani con motivo de la celebración de los 50 años de CL, el Papa deseaba que cada uno pudiese «volver a la experiencia original de la que el movimiento tomó su impulso, renovando el entusiasmo de los orígenes». Los Ejercicios de la Fraternidad fueron exactamente esto. Tanto que, después de la lección apasionada de Carrón el sábado por la tarde, se conectó de pronto don Giussani. Mientras los aplausos tapaban su voz, dijo: «Lo que he oído es lo más bello que he escuchado en mi vida. La invitación más clara».
58 países estaban conectados en directo vía satélite, Albania por primera vez este año; a ellos, se sumarían otros países, de todos los continentes, que participarían en los Ejercicios en diferido.
Llegaron telegramas del Papa y de los cardenales Christoph Schönborn y Angelo Scola. Después del 11 de marzo, Claudio Chieffo había escrito una canción a María en español, Reina de la paz. Para enseñársela a todos hizo falta proyectar en pantalla la letra a modo de karaoke.

Reducción sistemática
Allí estaba el lema de los Ejercicios, escrito en un panel beige, al fondo del escenario de las cuatro salas: «el destino del hombre». Sin mayúsculas, como algo que se ha afirmado siempre y que, con el paso de los años, se ha ido haciendo más potente. Carrón imparte las dos lecciones del sábado (mañana y tarde). Como hilo conductor, la unión entre el conocimiento y el afecto: «La realidad –dice– tal y como emerge en nuestra experiencia conmueve la conciencia del hombre porque la reclama, inevitablemente, a aquello a lo que está destinado. Sin este affectus –este impacto, esta impronta– es mentira pensar que conozcamos las cosas, es como una imagen que no queda impresa en el negativo de la fotografía, como una figura que se refleja en los ojos de un muerto».
El problema es la reducción sistemática de lo que es nuestro destino. Nuestra cultura, «no sin nuestra connivencia» –dice Julián–, nos separa de este “conocimiento amoroso”, simplemente porque intuye que afrontar el desafío de la realidad es «incómodo» –como ha escrito el profesor Giovanni Reale–, y que terminaría llevándonos allí donde no tenemos pensado ir. Pero, una vez que se ha introducido este distanciamiento, esta separación, acabamos en brazos de los ídolos. Hoy, al inicio del siglo XXI, nos damos cuenta de que ideología e idolatría pueden encontrarse repentinamente muy cercanas. El nihilismo, como viene haciendo desde hace varias décadas, puede proponerse como una náusea ante la realidad, pero también puede prometer un falso paraíso.
Lo único que restablece el orden de la dinámica entre el hombre y su destino es que «el destino, a nosotros, nos ha alcanzado». Carrón no habla del pasado. Habla del «encuentro con alguien que te hace sentir, como nunca antes, su vibración». Y cuando esto sucede «establece un punto sin retorno». «Es como haber probado el jamón de pata negra», bromea.

Una positividad radical
Queda un último riesgo que afrontar, el que Kafka señala: «Existe la meta, pero no el camino para llegar a ella». «Necesitamos que el destino presente se haga compañero de camino; de otro modo, antes o después, nuestro “yo” decae». El hecho de que Cristo es el Señor «se ve porque existe el pueblo de Dios». La certeza –continúa Carrón– se funda en el ofrecimiento de una «forma de vida», que la autoridad hace estable.
No hace falta ni siquiera ser cristianos para darse cuenta de ello. Le puede suceder a un musulmán, como Abdulkadir Abdi Farra, somalí, que notó algo diferente en un compañero de trabajo. La curiosidad lo llevó a participar en una Escuela de comunidad y después a visitar el Meeting de Rímini: «Desde entonces algo ha cambiado en mí –cuenta–, la esperanza ha vuelto a nacer». Es el momento en que don Giussani no puede resistirse y se conecta por videoconferencia con el auditorio. Dice que la victoria de Cristo sobre la muerte es el triunfo de una positividad radical en la aproximación a la realidad, una victoria que en las palabras de Julián se percibe con evidencia. Que esta positividad es “infalible”. Pide que le llamemos, que le dejemos participar en la vida de nuestro pueblo porque «esta es la compañía que salva al mundo».
El domingo por la mañana, después de la misa, vuelve a conectarse con Rímini. «Que el Señor nos ilumine en lo que habremos de hacer –dice–, para que podamos ver cómo la vida del hombre es toda ella positiva». Esta es precisamente la impresión más fuerte que dejan los Ejercicios de este año. Ni siquiera la «negrura del pecado oscurece el camino», como cantan nuestros amigos de Nueva York en Nazareth morning.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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