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Huellas N.3, Marzo 2004

CL Por qué la Iglesia

Milán. La pretensión permanece

Aldo Brandirali

Un abogado judío, un pastor baptista y un sacerdote católico. El libro de don Giussani brinda la ocasión para una unidad deseada

Me embargó de inmediato la emoción al ver lo que sucedía entre un judío, un católico y un protestante: diferencias deseosas de unidad. Lo cual me lleva a reflexionar sobre mi experiencia de convertido ya en edad adulta. Es como volver al primer encuentro: 1982, yo, comunista, delante de Giussani.
También me he detenido posteriormente sobre la gran envergadura de lo que escuché la noche del lunes 2 de febrero en el Auditorium de Milán. Don Giussani lleva una novedad que cambia la historia.
Voy a intentar contarlo sin pretensión de profundizar.
Giussani relatado por hombres de distintas religiones, que hablan de él como de una persona familiar para su vida. Y sin embargo no hubo equívoco alguno sobre la identidad irreductible de don Giussani, pues todos reconocieron que habla de Cristo que es todo en todos, que es Dios entre nosotros.

En camino hacia la tierra prometida
Claudio Morpurgo, de la Unión de Comunidades Judías, habló de Giussani como el portador de una unidad nueva, de una novedad que apremia al pueblo elegido a abrirse como un pueblo universal. Por ello, Morpurgo fue capaz de decir: «Cambiemos juntos el mundo, luchemos por una vida mejor». Me atrevo a pensar que han incorporado a don Giussani en el camino hacia la tierra prometida. Ha participado en encuentros periódicos para recitar juntos los salmos y creo que atisba la Jerusalén liberada.
Archie Spencer, ministro de la Iglesia baptista, identificó en la tradición el punto de encuentro con don Giussani, que describe la pregunta irreducible en torno al Misterio. Reconoce en Giussani una lectura del alma humana que le lleva a decir: «Tradición viviente». Una novedad que se puede comunicar a la asamblea de los fieles de la Iglesia protestante.
La fe de Spencer, siempre tendente a interrogar al yo interior, se abrió al encuentro con la experiencia humana de Giussani y también a su profunda religiosidad, mostrándose disponible a un camino común. Es como si Spencer y Giussani constituyeran un pequeño pueblo.

Una novedad que cambia todo
Si las cosas están como yo las he comprendido, entonces tiene razón don Pino, que reconoció que aquella tarde se había manifestado una novedad que cambia todo, en el sentido de que no deja las cosas como están, ni siquiera para nosotros, en la vida y en la Iglesia.
Recordemos que es propia de estos días la evidencia de una irresponsabilidad que disgrega la misma convivencia civil. La clase dirigente del país es pendenciera, se alimenta de enfrentamientos, pero no vela por el bien común. Huelgas salvajes, protestas realizadas con graves daños para todos los ciudadanos, estafas financieras de empresarios en solitario. La unidad es algo que se considera superfluo y aquel que la desea vive con desesperación.
Ver la unidad que se produce ante la propuesta de don Giussani pone en evidencia que un cambio histórico es posible. Introduce el problema de la libertad como método para poder encontrar lo positivo que genera unidad. No existe libertad sin polémica cultural.
Quiero plantear algunos puntos que nacen de mis preguntas actuales en torno a la libertad. El materialismo ha llegado a su absurdo histórico, como vemos en China hoy: un gran dinamismo económico fruto del mercado libre que, sin embargo, no cambia con respecto al método de la dictadura comunista. Es decir, no es verdad que la superestructura nazca de los cambios económicos.

Comunistas, laicistas, integristas
El idealismo tiene su efecto opuesto en la “muerte de las ideas”, como se desprende del borrador de la Constitución europea, que ni siquiera accede a citar las raíces judeo-cristianas de Europa. Los que preconizaban desde el Siglo de las Luces el triunfo de la razón ya no admiten siquiera la fuente de la luz.
Se llega a considerar unos baluartes del idealismo los países musulmanes donde la mujer es prisionera de la idea de que es necesario impedir el pecado, de que el hombre no debe verse tentado por la presencia de las mujeres. Así, como reacción a Occidente, crecen los rostros velados y los castigos corporales.
Comunistas, laicistas e integristas manifiestan una incapacidad radical de salir de su esquema de pensamiento.
Urge que la Iglesia responda a estos fracasos humanos.
Desgraciadamente muchos católicos se disuelven en un empaste de diferentes posturas, como si la libertad no pudiese contar con un encuentro excepcional, con Cristo. Yo empecé a ser libre cuando me encontré con don Giussani: me cautivó en mi pasión de comunista y de revolucionario, me devolvió una experiencia de lo humano amable y deseable, y poco a poco he recobrado todo mi ardor, debido a la victoria de Cristo, a la correspondencia plena del cristianismo con lo humano.

Testigos en tierra de bárbaros
Giussani supone un nuevo inicio para todos, se ofrece a todos los caminos del hombre y muestra que el dolor de cada uno se convierte en alegría siguiendo a Cristo. Morpurgo y Spencer serán una novedad entre su gente.
Me acuerdo de los primeros santos de la historia cristiana, justo después de los apóstoles y los primeros mártires: los santos, testigos de Cristo en tierra de bárbaros, generaron la historia. Maduraron su experiencia humana ofreciéndola a todo hombre, como puente tendido entre Cristo y el último de los hombres. En todos los lugares y periodos de la historia se han formado comunidades y fuertes personalidades por la fuerza con la que Cristo plasma la historia.
Gracias, querido don Giussani, por estos encuentros que tú generas y que en mí se convierten en un “a priori” justificado por la experiencia. Dios se puede ver y tocar, y por eso estoy cierto de que le seguiré encontrando incluso en la oscuridad antes que rompa el alba.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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