Apuntes de la intervención en las “profesiones” de los Memores Domini. Milán, 24 de diciembre de 2003
Disculpad si añado algo, aunque la voz me traicione y las fuerzas me abandonen, a la emoción que este momento me despierta.
¡Qué impresionante es lo que estamos “cometiendo”, poniendo en las manos de todo el universo, del mundo entero, de toda la historia! Este es un momento en el que el yo se renueva, porque es creado de nuevo, como acaba de recordarnos nuestro querido don Pino; es el momento en el que el yo es sustituido o –mejor dicho– es identificado con el “tú” dicho a Jesús, dicho a Cristo.
El himno a la Virgen que hemos aprendido a meditar en estas semanas1, el himno a la Virgen de nuestro gran Dante, abre una brecha a través de la posible confusión, a través de la superficialidad que de todas formas puede permanecer, como tentación o como punto de vista.
«En tu vientre prendió el amor / por cuyo calor en la paz eterna / así germinó esta flor»: la flor que eres tú, amigo mío; la flor que eres tú, hermano; la flor que, en cualquier caso, eres tú, hombre. Tu vida entera se ve involucrada y arrollada y arrastrada hacia el horizonte, con toda su humanidad –por eso es un momento grave–, ¡toda tu humanidad! amigo, compañero, hermano: lo que Dios se espera de ti, lo que el Misterio se espera de tu vida, lo que el mundo y la humanidad esperan de ti, lo que la historia espera de ti, es la vida entera que se compromete, como el terceto que he leído nos recuerda.
«En tu vientre prendió el amor»: el yo, si no se convierte en sujeto de amor, qué destino tiene?, ¿que nada sería? «En tu vientre prendió el amor [la totalidad de tus sentimientos y de los impulsos en que los traduces] / por cuyo calor [todo el calor de tu existencia –¡todo!– está dentro de este momento, se ve reclamado por este momento] en la paz eterna [con este momento tú entras en la paz eterna: en tu posición justa frente a Cristo, a Cristo que te abraza, a Cristo que te crea de nuevo]».
Tu vida es llamada a una responsabilidad todas las mañanas, a una respuesta en todos los cambios de actitud y de formas que tú crearás en la relación con el mundo entero, de manera que de ti también se pueda repetir con sinceridad y verdad lo que dice a continuación el canto a la Virgen: «Aquí eres para nosotros llama meridiana [fuego ardiente, en su pleno vigor, a mediodía] / de caridad [pues ya no puede ser amor el tuyo y no puede ser una expresión de tu yo, de tu personalidad, no puede ser una nueva creación, si no es caridad, si no refleja y reverbera el misterio de la relación que el Eterno tiene con la nada que serías]».
«Aquí eres para nosotros llama meridiana / de caridad, y allí abajo, entre los mortales, / eres fuente viva de esperanza». Es la vida, todo tu yo que se convierte en amor, tu vida entera que se convierte en esperanza. Una esperanza y, por tanto, una posibilidad de pureza y de elección, de recuperación en cada instante. Esperanza, porque eres partícipe y reconoces que para esto Cristo te ha “aferrado” y plasmado, porque reconoces que eres caridad, que te ha hecho caridad, participación en el Misterio como la Virgen supo ser, como la Virgen descubrió y comprendió (“paz eterna”: por eso en ella todo fue paz eterna).
Pero esta renovada conciencia de tu existencia no implica una capacidad extraña, distinta. No, no. Empeña tu origen, tu origen entero, empeña al Ser que te ha mirado, lo compromete según la sencillez absoluta de cómo te has sentido, la sencilla totalidad de cómo te has sentido en ciertos momentos que ahora están destinados a ser el momento de siempre.
Carmen me ha enviado una poesía de Juan Ramón Jiménez que ensalza la sencillez: «¡Sencillez, hija fácil de la felicidad! [hija fácil de la felicidad, porque la felicidad ya es presencia. “Estoy presente”: a la sinceridad de tu respuesta, al hecho de volver a decírtelo a ti mismo, corresponde esa felicidad por la que tu existencia, “tú mismo” fuiste creado]. Sales -escribe el poeta-, lo mismo, por las vidas, que el sol de un día más, por el oriente. Todo lo encuentras bueno, bello y útil [despertarse cada mañana y encontrar todo bueno, bello y útil]. ¡Sencillez pura! [la pureza de la vida es la sencillez: la conciencia con la que te percibes a ti mismo, te percibes rescatado y acompañado por la gran compañía que ha obrado en la paz tu nexo con el mundo, tu presencia; tu presencia: “¡Estoy presente!”], sencillez, fuente del prado tierno de mi alma [el prado: expresión inmediata y pura de la naturaleza], olor del jardín secreto de mi alma [este prado tierno derrama su perfume, derrocha su fragancia], luz del día sereno de mi alma [la luz de un día sereno que será posible siempre]»2.
La Virgen es el nombre de aquella que sensiblemente está contigo, estará contigo: «Señora, eres tan grande y tanto vales, / que quien quiere una gracia y a ti no recurre, / quiere que su deseo vuele sin alas». Madonna, mi señora, Madonna es la palabra que indica aquello por lo que el mundo está hecho, la historia está hecha, por la que tu vida va haciéndose suya, de Cristo.
Puesto que la felicidad, como sujeto final, será la plenitud de tu creación –«eres tan grande y tanto vales»–, aquello para lo que estás hecho, para lo que está hecha tu alma (y tú lo percibes cuanto más tu sencillez lo reconduce todo a la actitud del niño: «si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos», no entraréis nunca, no comprenderéis jamás, no lo sentiréis, dejaréis de ser), lo que se te concede descubrir como vida de la vida, como audacia, como riesgo impetuoso, tú lo expresarás en un deseo, lo expresarás en una espera, lo expresarás con un hambre y una sed de dulzura y plenitud. ¡Todo se te dará! Y con la ayuda de la Virgen, con la compañía de la Virgen, nada se perderá de lo que pidas a Dios, de lo que le pidas al Misterio. Nada será desatendido.
«Señora, eres tan grande y tanto vales [participas tanto del Ser, “paz eterna”] que quien quiere una gracia» debe recurrir a ella, a esta Mujer mediante la cual eres creado de nuevo, hasta en tu cuerpo –¡hasta en tu cuerpo!–, hasta tu cuerpo es renovado. Lo que pidas deberá ser sin sombra de duda –la fe es sin sombra de duda en el niño– porque lo que pidas, lo que podrás pedir en cualquier momento, en todo momento deberás pedir, lo pedirás siempre con el aliento de la Virgen. Tú pedirás; no temas, estate seguro, como el niño está seguro de la mano que lo acaricia, de la voz que lo llama; sé sencillo como un niño, así la certeza será como el sol que se renueva a tus espaldas y hace volver el día, como una incorrupta continuidad de la nueva creación. Entonces experimentarás en ti una verdadera… fuente veraz será tu esperanza, fuente veraz. Que tú seas grande con el paso de María, en el paso de María.
«En ti misericordia». De ti se podrá decir: «En ella misericordia», «en él misericordia», “en tu alma misericordia”. “En ti misericordia”: compasión hacia el límite del hombre que está a tu lado, en la calle, en la oficina o en casa. «En ti misericordia [piedad del límite], en ti piedad [un límite cargado de errores, como hubieras llegado a ser tú si no fueras continuamente reclamado], en ti magnificencia, en ti se aúna / cuanto en la criatura hay de bondad».
Quería ser un saludo y se ha convertido en una seguridad dicha con voz temblorosa, una juventud. Basta. «No te he perdido. Has permanecido en el fondo del ser. Eres tú. Eres otra, más bella. Amas y no exiges ser amada. Ante cada flor que se abre o criatura que nace, al Dios de los campos y las estirpes, das gracias en tu corazón» 3, a Jesús.
Canto4
Que cada uno repita la frase que se os ha entregado: «Seguro de la fidelidad de Dios…»5.
Notas:
1 Virgen madre, hija de tu Hijo,/ humilde y alta más que cualquier criatura,/ término fijo del consejo eterno,/ tú ennobleciste la naturaleza humana de tal forma que su autor no dudó en hacerse su hechura./ En tu vientre prendió el amor / por cuyo calor en la paz eterna/ así germinó esta flor. / Aquí eres para nosotros llama meridiana / de caridad, y allí abajo, entre los mortales, / eres fuente viva de esperanza./ Señora, eres tan grande y tanto vales, / que quien quiere una gracia y a ti no recurre, / quiere que su deseo vuele sin alas./ Tu benignidad no sólo socorre a quien pide, sino que muchas veces libremente se anticipa a la petición./ En ti misericordia, en ti piedad, / en ti magnificencia, en ti se aúna / cuanto en la criatura hay de bondad." (Dante, Paraíso, canto XXXIII, vv. 1-21).
2 ¡Sencillez, hija fácil / de la felicidad!/ Sales, lo mismo,/ por las vidas, que el sol de un día más,/ por el oriente. Todo/ lo encuentras bueno, bello y útil, como el sol.// ¡Sencillez pura,/ fuente del prado tierno de mi alma,/ olor del jardín grato de mi alma/ canción del mar tranquilo de mi alma,/ luz del día sereno de mi alma!" (Juan Ramón Jiménez, "Sencillez", en Diario de un poeta recién casado, Ediciones Cátedra, Madrid, 2001, pág.273.)
3 No te he perdido. Te has quedado, / en el fondo de mi ser. Eres tú, pero eres otra:/ sin fronda ni flor, sin la risa brillante / que tenías en el tiempo que no vuelve, / sin aquel canto. Otra eres, más bella. / Amas, y no esperas ser amada: ante cada / flor que se abre o fruto que madura, / o párvulo que nace, al Dios de los campos / y las estirpes das gracias de corazón. / Año tras año, dentro de ti, fuiste cambiando / rostro y sustancia. Cada dolor más firme / te hizo: a cada huella del paso / de los días, tu linfa oculta y verde / opusiste, como remedio. Ahora miras la Luz / que no engaña; en su espejo contemplas / la vida perdurable. Y permaneces / como una edad sin nombre: humana / entre las humanas miserias, pero viviendo / sólo de Dios y sólo en Él feliz.// Oh juventud sin tiempo, oh siempre / renovada esperanza, yo te confío / a los que vendrán, para que en la tierra / vuelva a florecer la primavera, y en el cielo / nazcan las estrellas cuando se oculte el sol." (cf.en L.Giussani, Mis lecturas, A.Negri, "Mi juventud" Ediciones Encuentro, Madrid 1997, Pág. 68-69)
4 “Prendi pure la mia vita"
5 “Seguro de la fidelidad de Dios, en presencia suya y de la comunidad, pido a Jesucristo, mi única salvación, que a través de los acontecimientos de la vida mi corazón permanezca fijo en Él, lugar donde se encuentra la liberación del mundo y la verdadera alegría. Confío este compromiso a la Virgen María, Madre de la Iglesia, y le pido un amor cada vez mayor para el pueblo de los creyentes."
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