Proponemos algunos extractos de los apuntes de un encuentro en España con Franco Nembrini, educador, en los que se ilustra que la educación consiste en comunicarse a sí mismo, una experiencia viva que se ve
«¡Papá, asegúrame que merece la pena venir al mundo; dime que hay una razón de esperanza y de bien por la que vale la pena vivir!». Así percibía Franco Nembrini el interrogante educativo en la mirada de su hijo mayor, Esteban, una tarde en la que trabajaba en silencio. Descubrió ante él aquellos pequeños ojos que apenas sobrepasaban el filo de la mesa: «De repente me di cuenta de que mi hijo estaba allí, en silencio, observándome como una estatua; se le veían sólo los ojos por encima de la mesa. Yo no me había dado cuenta de que había llegado pero, cuando nuestras miradas se cruzaron, lo que me vino a la mente fue que no me estaba pidiendo nada material, comida o bebida; no me demandaba matemáticas, física o italiano, sino que miraba a su padre trabajar. Y en esa mirada y en ese momento yo percibí de modo fortísimo que me estaba formulando esta pregunta».
Para Franco Nembrini «educar es el encuentro entre un joven y un adulto». «La tragedia de nuestro tiempo reside precisamente en que toda una generación entera de adultos ha renunciado a educar: el adulto carece de razones de esperanza y positividad para comunicar la vida y su sentido».
«Ninguno de nosotros hemos traído hijos al mundo preocupándonos de cuántas matemáticas llegarán a saber en el futuro sino con el deseo de que puedan llegar a ser felices. Y esta sabiduría ha existido en todos los padres desde el principio del mundo».
«El conocimiento es siempre un proceso afectivo, por ello los alumnos están condicionados en su aprecio o deprecio hacia la asignatura de la relación con el profesor. Uno se esfuerza, hace un sacrificio, cuando de se le ponen delante razones adecuadas. Un ejemplo: uno de mis hijos me preguntó un día: “¿Papa, por qué no tenemos piscina?” Y mi mujer desde la cocina gritó: “dile que no tenemos piscina porque hemos preferido tenerlo a él”. Esta es una razón que se ha hecho suya. Mi hijo desde ese momento comprendió que el sacrificio de su padre y su madre era para tenerlo a él». Sólo se puede pedir un esfuerzo o un sacrificio por una razón que esté dentro de nosotros. «Lo que distingue la experiencia del hombre de la del perro o del gato es que para nosotros todo es educación». Y esto se expresa en la experiencia cotidiana: «Yo entro en clase y educo a mis alumnos por cómo respiro, por cómo me muevo, por cómo estoy vestido, por cómo los saludo o no los saludo, por la tristeza o la alegría con que abro la puerta del aula....porque la relación humana tiene siempre en sí un significado, una potencia educativa extraordinaria».
«La educación es un encuentro que un joven, un chico, un niño hace con un adulto que le abre el corazón a una esperanza grande; y, por una esperanza grande, los jóvenes de hoy en día dan la vida. Mi hijo Andrés me dijo un día: “Papá, tu vas por toda Italia leyendo y explicando a Dante y a mí nunca me has explicado nada”. Entonces le propuse leerlo juntos. Un domingo por la tarde preparé con él una tarea que tenía para el día siguiente en la escuela; estaban con él su hermano y dos vecinos de casa y empezamos a leer juntos el primer canto de la Divina Comedia. A ellos les gustó muchísimo y pidieron volvernos a ver el domingo siguiente para seguir adelante con la lectura. Desde hace dos años todos los domingos me encuentro con ellos para leer a Dante u otras páginas bellas de Literatura. El último domingo eran 120 chicos, alguno de los cuales no son cristianos, otros son trabajadores y, los domingos por la noche, en lugar de ir a la discoteca o a pincharse, se encuentran conmigo para leer estas páginas tan hermosas».
Por eso, «el problema educativo –para Franco– reside en que haya alguien en nuestra sociedad que empiece a asumir su responsabilidad educativa haciendo y diciendo estas cosas, poniéndose así frente a los chicos: porque nuestro interés como padres no radica en que nuestros hijos lleguen a tener un título o sepan muchas matemáticas, sino que, aprendiendo matemáticas, lleguen a ser hombres».
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