El mejor ejemplo de “realidad virtual” en el cine está en su mismo comienzo: cuando los hermanos Lumière, hace poco más de un siglo, proyectaron en París su primer cortometraje La llegada de un tren a la estación de La Ciotat, la gente se quedó tan impresionada que no pocos huyeron de la sala para que el tren no les atropellara, pues estaban convencidos de que era real. Durante muchos años después, la única confusión entre lo real y la fantasía fueron los sueños o las pesadillas, exceptuando la intervención metafísica, como en el caso de ¡Qué bello es vivir! (1946). Pero conforme la informática iba asumiendo un peso cada vez más preponderante en la vida del hombre, y los videojuegos iban dándonos la posibilidad de crear de la nada mundos nuevos y cada vez más extraños, el cine, con la ayuda de los guionistas de ficción y de ciencia-ficción, hacía oír su voz con mayor fuerza. El origen del género está en Tron, una película de Walt Disney de 1982, en la que el creador de un videojuego es literalmente “absorbido” por su ordenador y descubre que los elementos que lo constituyen tienen vida propia y antropomorfa. Con el paso del tiempo y el perfeccionamiento de los modos de comunicarse, la relación entre los protagonistas y el ordenador se ha ido haciendo cada vez más sofisticada, como en eXistenZ (1999), donde la frontera entre lo real y lo virtual es cada vez más difusa, y los “jugadores” pierden poco a poco la percepción de sus verdaderas acciones, en la italiana Nirvana (1997) o también en Días extraños (1995), donde se augura que en pocos años la gente pagará para obtener ilegalmente disquetes con las experiencias más extremas que otros han vivido, que se pueden volver a vivir con unos lectores con terminales en forma de una especie de “pulpo” que se apoya en la cabeza. El impacto de Matrix (1999-2003) es muy conocido, hasta el punto de que muchos filósofos se han empeñado en la discusión (id a ver la página web de la película, el debate sigue vivo). En El show de Truman (1998) el protagonista, que ha crecido en una serie de televisión cuyo único actor (inconsciente) es él mismo, intuye que existe un mundo verdadero, más allá del que siempre ha conocido, y está dispuesto a hacer cualquier sacrificio para descubrirlo.
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