Veinte años después de la muerte de monseñor Enrico Manfredini, don Giussani renueva su memoria con un artículo que aparece en estos días en Anche tu insieme (n. 5/6, segundo semestre 2003), periódico de la Asociación Cooperación y desarrollo de Piacenza
El Señor, que trabaja para gloria Suya, hace que un pequeño recuerdo de nuestra memoria constituya el comienzo de un desarrollo portentoso. Se trata de un momento oscuro, el último momento de un tedioso día de noviembre, en el pasillo del primer piso del primer año de bachillerato en el Seminario menor de Venegono. Todos los compañeros están tratando de divertirse con los habituales juegos “colegiales”. Pero tres de aquellos jóvenes parecen inquietos, parecen buscar algo desconocido para los demás. En matemáticas el mejor es Enrico Manfredini, que es también el más despierto a la hora de pensar, de imaginar y de decidir.
« Pero Cristo, ¿qué tiene que ver con las matemáticas?».
Nadie dice nada porque a nadie le interesa. Pero entonces, su vocación, ¿qué razones tiene? La fe, ¿qué representa de nuevo, es más, de definitivo? «Hay que hacer algo... Empecemos nosotros a hacer lo que podamos».
De esta forma empezamos a buscar nosotros estos nexos misteriosos entre todas las cosas y entre Jesús y todas las cosas. El tiempo libre se puede utilizar también afrontando un problema ignorado por todos... Aunque no por todos: el “formidable” don Gaetano Corti, profesor de filosofía –admirado por todos, aunque ninguno le siguió– se pondrá a la cabeza del exiguo grupo, y esto hará que aumente velozmente el número de los inscritos al Studium Christi. El entusiasmo por el objetivo identificado y amado invadirá no solo a toda la clase, sino también los tres años que dure el bachillerato.
El dolor que acompaña siempre a la obra del Señor golpeó gravemente al todavía pequeño grupo de los más apasionados. Un grupo de seminaristas, comascos (de Como) en su mayoría, empezó a experimentar un gran malestar, porque los del Studium Christi les quitaban la supremacía cultural en la clase. Estos últimos promovieron la primera iniciativa de investigación religiosa entre estudiantes. De esta forma, los estudiantes del liceo clásico de Como se encontraron una mañana, en todos los pupitres de la escuela, una hoja con esta pregunta: «¿Qué es Cristo para ti?». Todo esto condujo a los seguidores más entusiastas del Studium Christi a difundir sus ideas y sus investigaciones en una revista titulada Christus, en donde se razonaban o “demostraban” los nexos entre Cristo y todas las conquistas de la cultura humana. Había comenzado la batalla por dar a Cristo una juventud consciente y libre de los prejuicios que la mentalidad masónica dominante difundía en los colegios y en la prensa.
Las hojas con las respuestas más encarnizadas y negativas de los compañeros contrarios eran firmadas como Studium Diaboli. El jefe del Studium Diaboli, Luigi Gaffuri, organizó la encuesta entre todos los estudiantes del liceo clásico de la ciudad.
El rector de todo el bachillerato del Seminario de Venegono, monseñor Giovanni Colombo, conocido profesor de literatura italiana en la Universidad Católica, convocó al grupo de seguidores del Studium Christi, y les explicó que «lo que hacéis está bien, pero dividís a la clase entre Studium Christi y Studim Diaboli, y esto va contra el buen funcionamiento. Por eso os prohíbo continuar». El resultado no fue el esperado por el rector: antes de que terminara el curso escolar los dos comascos del Studium Diaboli abandonaron el Seminario.
En cambio, el grupo de los más fieles al estudio del magisterio cristiano no solo no se descompuso, sino que se dilató ininterrumpidamente, de forma que en los primeros años del 2000 era ya un gran movimiento católico, desde Alaska hasta Australia, y desde las repúblicas del norte de Europa hasta la Tierra de Fuego argentina.
Su vida
Enrico Manfredini nació el 20 de enero de 1922 en Suzzara (Mantua). Al terminar sus estudios en el Seminario de Venegono se licenció en Filosofía en la Universidad Católica de Milán. En 1945 fue ordenado sacerdote. Pasó a ser asistente parroquial en Monza y fue profesor de los clérigos prefectos en el colegio arzobispal de Porlezza. En los años 60 el cardenal Montini le pidió que llevara la guía de la Acción Católica de Milán, en donde favoreció el florecimiento de iniciativas eclesiales de las que surgiría, entre otros, el movimiento de Comunión y Liberación. Desde 1963 hasta 1969 fue preboste de San Víctor en Varese. En 1969 Pablo VI le nombró obispo, y su primera sede fue Piacenza. El 14 de junio de 1981, como obispo de Piacenza, reconoció a los Memores Domini como “Pía asociación laical” con decreto de erección canónica. En 1983 fue destinado a la sede cardenalicia de Bolonia, que ocupó durante pocos meses, sin llegar a recibir la púrpura: el 16 de diciembre de ese mismo año moría a causa de un infarto.
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