Homilía del Santo Padre Juan Pablo II en ocasión del viaje apostólico a Eslovaquia
Banská Bystrica
Viernes 12 de septiembre de 2003
1. "Mi corazón se regocija por el Señor" (Salmo responsorial). Con íntima alegría y profundo agradecimiento a Dios me encuentro hoy en esta plaza con vosotros, queridos hermanos y hermanas, para celebrar la memoria del Santo Nombre de María.
El lugar en el que nos hallamos es particularmente significativo para la historia de vuestra ciudad, pues evoca el respeto y la devoción de vuestros padres hacia el Señor omnipotente y la Virgen santísima y, al mismo tiempo, el intento de profanación de esta valiosa herencia, perpetrado por un régimen oscuro en años aún no lejanos. La columna de la Virgen María es testigo silenciosa de todo eso.
Os saludo cordialmente a todos: en primer lugar, a vuestro obispo, monseñor Rudolf Baláz, al que agradezco las cordiales palabras con las que me ha acogido, y al obispo auxiliar, monseñor Tomás Gális. Saludo también a los cardenales, a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a los seminaristas, así como a los laicos que en los varios campos son fuerzas vivas de esta Iglesia diocesana. Por último, saludo a los que han venido de las diócesis y de los países vecinos.
Mi saludo se dirige con gran cordialidad también al señor presidente de la República y a las autoridades civiles y militares presentes. A todos agradezco la valiosa ayuda que han prestado para la preparación de mi visita.
2. "He aquí la esclava del Señor" (Lc 1, 38), dice María en el pasaje evangélico que acabamos de escuchar. Se dirige al ángel Gabriel, que le comunica la invitación de Dios a convertirse en la madre de su Hijo. La encarnación del Verbo constituye el punto decisivo del "proyecto" manifestado por Dios desde el inicio de la historia humana, después del primer pecado. Quiere comunicar a los hombres su misma vida, llamándolos a ser sus hijos. Es una llamada que espera la respuesta de cada uno. Dios no impone la salvación; la propone como iniciativa de amor, a la que es preciso responder con una elección libre, motivada también por el amor.
En este sentido, el diálogo entre el ángel y María, entre el cielo y la tierra es paradigmático: queremos sacar de él algunas lecciones para nosotros.
3. El ángel anuncia las expectativas de Dios para el futuro de la humanidad; María responde dirigiendo responsablemente la atención a su presente: está desposada con José, prometida a él como esposa (cf. Lc 1, 34). María no plantea objeciones sobre el futuro de Dios; lo que pide es que le aclare el presente humano en el que está implicada. A la petición de Dios responde entrando en diálogo con él. A Dios le complace tratar con personas responsables y libres.
¿Cuál es, en todo esto, la lección para nosotros? María nos enseña el camino hacia una libertad madura. En nuestro tiempo no son pocos los cristianos bautizados que aún no han asumido, de manera adulta y consciente, su fe. Se llaman cristianos, pero no corresponden con plena responsabilidad a la gracia recibida; aún no saben lo que quieren y por qué lo quieren.
He aquí la lección que debemos sacar hoy: es urgente educarse en la libertad. En particular, es urgente que, en las familias, los padres eduquen en la verdadera libertad a sus hijos, para prepararlos a dar la respuesta oportuna a la llamada de Dios. Las familias son el vivero donde se forman las plantitas de las nuevas generaciones. En las familias se forja el futuro de la nación.
Precisamente desde esta perspectiva, deseo que el Sínodo diocesano, que os disponéis a celebrar, constituya una ocasión privilegiada para impulsar la pastoral familiar y descubrir caminos siempre nuevos para el anuncio del Evangelio a las nuevas generaciones de esta noble tierra eslovaca.
4. "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). María cree, y por eso dice "sí". Es una fe que se transforma en vida: se transforma en compromiso con Dios, que la colma de sí con la maternidad divina, y compromiso con el prójimo, que espera su ayuda en la persona de su prima Isabel (cf. Lc 1, 39-56). María se abandona libre y conscientemente a la iniciativa de Dios, que realizará en ella sus "maravillas": mirabilia Dei.
Cada uno de nosotros está invitado a reflexionar en la actitud de la Virgen: para cada uno Dios tiene un proyecto, a cada uno dirige su "llamada". Lo que cuenta es saber reconocer esa llamada, acogerla y serle fiel.
5. Queridos hermanos y hermanas, ¡abramos nuestro corazón a Dios! En la variedad y riqueza de las diversas vocaciones, cada uno está llamado, a ejemplo de María, a acoger a Dios en su vida y a recorrer con él los caminos del mundo, anunciando su Evangelio y testimoniando su amor.
Asumamos hoy todos juntos este compromiso, poniéndolo con confianza en las manos maternas de María. Que su intercesión nos obtenga el don de una fe fuerte, que haga límpido el horizonte de la existencia y transparentes la mente, el espíritu y el corazón.
Encomiendo a la Virgen María vuestra diócesis de Banská Bystrica, a vuestro obispo, a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, y a todos vosotros.
Amén.
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