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Huellas N.6, Junio 2009

PÁGINA UNO

De la fe nace el método

Ejercicios de la Fraternidad

Como ayuda a la reflexión personal ofrecemos algunos pasajes de poetas, filósofos y escritores que acompañan el recorrido de los Ejercicios de la Fraternidad

La escisión entre saber y creer
La separación clara entre saber y creer, entre conocimiento y fe, es una síntesis de las decisiones que atraviesan y caracterizan la época moderna. Tal separación define, por una parte, una esfera del saber en la que domina una concepción racionalista de la razón (una razón como «medida de lo real», la llamaba don Giussani), que no tiene nada que ver con la cuestión del significado último de la vida, con el Misterio y con la fe; y, por otra parte y de forma equivalente, una esfera del creer entendido como el ámbito de lo no racional, del sentimiento, de decisiones subjetivas sobre los valores, dentro del que se arrincona el fenómeno religioso. Creer, por tanto, se halla en drástica oposición a un saber concebido de forma racionalista.
Julián Carrón, De la fe nace el método, p. 15

Yo creo que el pintor debe tener dentro de sí la imagen antes de plasmarla en el lienzo. Creo también que esta imagen no puede nacerle más que de una posición y una convicción ante el mundo y desde dentro de él, desde una verdad, en definitiva, que esa convicción y posición suya determinan. Ahora ya no soy comunista, lo sabes bien, sino cristiano católico, y precisamente en cuanto tal no puedo impedirle a nadie la búsqueda de lo que cada uno cree que es la verdad y luego su afirmación, aunque no sea tal para mí (no puedo repetir el error que has cometido tú, hablando de Cristo de forma ordinaria, simple y vulgar…). Me pregunto si todo este equívoco que está en la base de mucha pintura, y también de la vuestra, no haya que buscarlo en otro equívoco, en el que tú mismo has caído al escribir estas palabras: «Una verdad activa, una verdad peleada, buscada en el mar de la fantasía y de la imaginación». (…) Pero, ¿acaso puede buscarse la verdad en el mar de la fantasía y de la imaginación? Y, aunque la hallarais, ¿qué clase de verdad sería? ¿De nuevo y sólo la de un pintor, la de la fantasía de un pintor? ¿No te das cuenta de que en el mar de la fantasía y de la imaginación sólo se puede encontrar una forma figurativa de la verdad, que será siempre algo relativo con respecto a la verdad? (…) Querido Guttuso, yo no creo que el problema sea poder llegar a la realidad, sino poder partir de la realidad. Es decir, tener una Fe que permita partir. Y no tanto para pintar, créeme, sino para vivir. Este es el punto sobre el que ciertamente no estamos de acuerdo.
Giovanni Testori, Carta a Renato Guttuso, “Número-Pittura”, 1974

Cree que ha descubierto el secreto del universo, que consiste en el hecho de que no existe ningún secreto. Pero este es el problema de los modernos: no tienen el sentido del misterio.
Bruce Marshall, El mundo, la carne y el padre Smith, Encuentro

La ciencia moderna poco puede hacer ahora para restituirnos el sentido experiencial del mundo, pues por desgracia ha hecho mucho por embotarlo. Acostumbrados a pensar que existe una explicación para todo lo que nos sucede, hemos delegado en la ciencia la formulación de las preguntas y de las respuestas, hasta el punto de “desaprender” nuestra misma experiencia, para dejar que hablen de ella los expertos de turno.
Luisa Muraro, Al mercato della felicità, Mondadori

Parece una Iglesia destinada a apagarse y a dejarse sustituir por una concepción racional y científica del mundo más fácil y experimentable, sin dogmas, sin jerarquías, sin límites posibles al goce de la existencia, sin cruz de Cristo. Y si se prescinde de la Cruz de Cristo, con todo lo que ella comporta, ¿qué queda de nuestra religión? ¿Qué queda de nuestra Iglesia? Vistas así las cosas, se comprende que la Iglesia pasa por un momento de dificultad (…) ¿No se ha abierto, tal vez, un abismo insalvable entre el pensamiento moderno y la vieja mentalidad religiosa y eclesial? ¿No ha absorbido la cultura profana ese tesoro de sabiduría, de bondad, de socialidad, que parecía ser patrimonio característico de la religión católica, hasta llegar casi a vaciarlo y a privarlo de su razón de ser, para trasvasar este patrimonio a la mentalidad laica y civil de nuestro tiempo? ¿Hace falta todavía que la Iglesia nos enseñe a amar a los pobres, a reconocer los derechos de los esclavos y de los hombres, a cuidar y a asistir a los que sufren, a inventar alfabetos para pueblos iletrados? Todo esto lo hace el mundo profano por sí mismo, y según parece, lo hace mejor; la civilización camina con fuerzas propias. (…)
Nosotros planteamos ahora una pregunta, que afecta a todo el sistema: ¿puede la Iglesia superar las dificultades presentes? Por suerte para nosotros, la respuesta es fácil, porque no está formulada por la prudencia humana, ni fundada sobre nuestras pobres fuerzas; la respuesta se halla en la promesa de Cristo: non prevalebunt (Mt 16, 18); vobiscum sum (Mt 28, 20); in mundo pressuram habebitis; sed confidite, Ego vici mundum (Jn 16, 33). Más allá de los resultados inciertos que puedan tener nuestros asuntos, recordad que se trata de palabras verdaderas, de palabras divinas. Nosotros podemos y debemos tomarlas en serio. ¿Qué significa «tomarlas en serio»? Significa que asumamos una actitud fundamental: significa poner nuestra confianza en ellas; significa creer. Decimos claramente: la fe es la primera condición para superar las dificultades presentes. Lo ha confirmado el apóstol Juan: «Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe».
Pablo VI, Audiencia General, 11 de septiembre de 1974

«La primera condición para que el movimiento sea un acontecimiento para mí, para que sea un fenómeno imponente, la primera condición es precisamente el sentimiento de la propia humanidad […]: el “amor a uno mismo”». ¿Qué significa este amor a uno mismo? No se trata de un sentimentalismo: «El amor a uno mismo nos reconduce al descubrimiento de las exigencias constitutivas, de las necesidades originales, en su desnudez y amplitud […]: una espera sin límite. […] En esto consiste la originalidad del hombre; la originalidad del hombre es la espera del infinito».
Pero lo que falta muchas veces entre nosotros es el sentido del misterio, de modo que, como falta el Misterio, todo nos “corresponde” porque es lo mismo una cosa que otra. «Este es el problema de los modernos: no tienen el sentido del misterio». Esto es lo que falta muchas veces cuando hablamos entre nosotros.
Julián Carrón, De la fe nace el método, p. 24

«En el transcurso de una guerra, la batalla decisiva puede haber ocurrido bastante antes del final efectivo del conflicto. Sólo quien conoce el carácter definitorio de esta batalla tendrá la certeza de que a partir de ella la victoria ya es un hecho. La mayoría sólo creerá cuando el Victory-day sea anunciado. Así, el Gólgota y la resurrección –los acontecimientos decisivos de la historia de la salvación –le dan a aquél que cree en el Día del Señor la certeza del futuro último. En ambos planos –en la historia secular y en la historia sagrada–, la esperanza en el futuro descansa en la confianza en un acontecimiento ya ocurrido. La tensión entre la batalla decisiva y el V-day final se extiende sobre el entero período intermedio como sobre la última, pero no todavía definitiva, fase de la contienda, pues la meta final es la paz. El resultado de la batalla decisiva sugiere que el final ya es un hecho y, sin embargo, aún se sitúa en una lejanía indefinida, pues nadie puede pronosticar de qué esfuerzos será capaz aún el enemigo para postergar su derrota definitiva».
Karl Löwith, Historia del mundo y salvación, Katz (citando la tesis de: Oscar Cullmann, Cristo y el tiempo, Ed. Cristiandad)

…Mirado desde el origen, desde el humano ser [el hombre] se asemeja a una herida que no puede cerrarse.
María Zambrano, Filosofía y Educación (Manuscritos), Editorial Ágora

La herida no está sólo en nuestras cosas. Está ante todo en nuestra mirada… El misterio que nos rodea sólo nos encuentra disponibles para acogerlo en algunos momentos.
Fabrice Hadjadj, Réussir sa mort, Presse de la Renaissance

Pues ¿dónde y cuándo experimento yo mismo mi vida bienaventurada, para que me acuerde de ella, y la ame y la desee? En esto no estoy yo solo, ni tengo pocos que me acompañen, pues todos deseamos ser bienaventurados, lo cual no apeteceríamos con una voluntad tan firme y determinada si no la conociéramos con certeza y no tuviéramos de ella cierta y segura noticia.
Pero ¿en qué consiste, que si a dos hombres se les preguntase si querían seguir la carrera de la milicia, es muy posible que el uno respondiera que sí y el otro que no, y que si a entrambos se les preguntase si querían ser bienaventurados, sea también muy posible que uno y otro respondiesen al punto y sin poner duda en ello que lo querían y estaban deseando, y que no por otro fin sino el de ser felices y bienaventurados tomaban dos partidos tan opuestos como querer el uno seguir la milicia y el otro no seguirla?
Tal vez porque unos hombres tienen su alegría y gozo en una cosa y otros la tienen en otra, por eso concuerdan todos en responder que quieren ser bienaventurados, como convendrían también si se les preguntase si querían vivir alegres y contentos, porque este mismo contento y alegría es lo que ellos llaman vida bienaventurada. Aunque esta alegría la consiguen unos por un camino y otros la alcanzan por otro, es uno mismo el fin a donde todos conspiran y desean llegar, que es a vivir alegres y contentos.
Ésta es una cosa tan común, que nadie puede decir con verdad que no la haya experimentado en sí mismo: por eso cuando se oye el nombre de la vida bienaventurada, se reconoce al instante por aquella especie de alegría que se halla en la memoria.
Agustín de Hipona, Confesiones X, 21, 31

Su vida le parecía ahora tan vacía con respecto a los últimos días, galvanizados por (su) presencia. Y no sólo vacía: tenía la impresión de que antes de su aparición había actuado sin reflexionar, de forma casi mecánica, automática, superficial. Pero ahora…, cada cosa que le sucedía, cada persona con la que se encontraba, cada pensamiento suyo… todo se unía y se relacionaba con un único punto central, profundo, desbordante de vitalidad.
David Grossmann, Qualcuno con cui correre, Mondadori

¿De qué es falta esta falta,
corazón,
que de golpe estás lleno de ella?
¿De qué?
Roto el dique
te inunda y te sumerge
toda tu indigencia.
Viene,
tal vez viene,
desde más allá de ti
un reclamo
que ahora no escuchas porque agonizas.
Pero existe, y custodia su fuerza y su canto
la música perpetua… volverá.
Quédate tranquilo.
Mario Luzi, Sotto specie umana, Garzanti

Algo que se da antes
«El toparse con una presencia humana diferente se da antes, no sólo al comienzo, sino también en todos los momentos que siguen a ese comienzo: un año o veinte años después. El fenómeno inicial –el impacto con una presencia humana diferente y el asombro que nace de ello– está destinado a ser el mismo fenómeno inicial y original de cada momento del desarrollo. Porque no se produce desarrollo alguno si ese impacto inicial no se repite, es decir, si el acontecimiento no sigue siendo siempre contemporáneo. […] El factor original es, permanentemente, el impacto con una realidad humana diferente».
La contemporaneidad de Cristo no es una condición sólo del inicio, sino de todos los pasos del camino. La alternativa está clara: o se renueva y vuelve a suceder, o bien no se produce avance, no se realiza una verdadera continuidad y el carisma está muerto y sepultado. Pero lo más asombroso es que si no se renueva ahora, tampoco comprendemos lo que sucedió al comienzo, porque «si uno no vive ahora el impacto con una realidad humana nueva, no entiende lo que le sucedió antes. Sólo si el acontecimiento vuelve a suceder ahora, se ilumina y se ahonda desde una perspectiva más madura en el acontecimiento inicial, estableciéndose de esta manera una continuidad».
Julián Carrón, De la fe nace el método, p. 38

El carácter repentino de los dones divinos no tiene nada de fugaz. Lo que viene… llega sin preparativos…; pero con su irrupción abre un tiempo nuevo, de una novedad que no pasa y que se renueva incesantemente.
Jean Louis Chrètien, Lo inolvidable y lo inesperado, Sígueme

Con tu mirada tibia
alguien que no eres tú me está mirando:
siento confundido en el tuyo otro amor indecible.
Alguien me quiere en tus te quiero,
alguien acaricia mi vida con tus manos
y pone en cada beso tuyo su latido.
Alguien que está fuera del tiempo,
siempre detrás del invisible umbral del aire.
Miguel d’Ors, “Esposa”, Crónicas, Belacqua

La vida es un hacerse que se sostiene en algo que simplemente viene, que está allí antes.
María Zambrano, Los sueños y el tiempo, Siruela

Anticipa tu despertar cuanto quieras: ya lo encontrarás ahí, siempre llegará antes.
Bernardo de Claraval, Sermones sobre el Cantar de los Cantares, BAC

El acontecer es más originario que el hacer, cuyas obras se tejen en la trama de lo que acontece.
Hannah Arendt, Diario filosófico, Herder

Es fácil para un niño señalar cada domingo los errores del sermón en el camino de la Iglesia a casa. Es imposible que encuentre el Amor oculto que hace que un hombre, a pesar de sus limitaciones intelectuales, sus neurosis y su falta de fortaleza, renuncie a su vida para servir al pueblo de Dios, independientemente de cuán a trompicones lo haga...
Flannery O’Connor, El hábito de ser, Sígueme

El florecimiento de la esperanza
Si no podemos conocer verdaderamente que Cristo ha resucitado, si no podemos vencer la fractura entre saber y creer, no hay posibilidad de esperanza para nosotros. Si no existe este conocimiento de la realidad, de la resurrección como hecho real, que se manifiesta a través del cambio que podemos ver ahora, que es igual al que veían los que se encontraron con Pedro y con Juan, no podemos esperar.
Únicamente porque Cristo ha resucitado, porque existe, podemos mirar a la cara la pregunta: «Estos deseos, ¿se verán satisfechos, sí o no? Estos deseos, que se producen conforme a las exigencias del corazón [deseo de lo infinito], podemos estar seguros de que se cumplirán […] solamente en la medida en que uno se abandona, confía y se abandona a la Presencia que le ha indicado la fe [la presencia de Cristo resucitado]».
Julián Carrón, De la fe nace el método, p. 47

La sola idea constante de que exista alguna cosa infinitamente más justa e infinitamente más feliz que yo, me llena de una ternura sin fin y de gloria. El hombre necesita, más que ser feliz, saber y creer en cada instante que existe una felicidad tranquila y perfecta, para todos, para todo.
F. Dostoievski, Los endemoniados, Alianza

Jamás nos abandonará, porque por su voluntad la tierra es una anticipación del Reino de los Cielos y forma parte del cielo desde hoy. Esa tosca nodriza de todos, la esfera que es un punto en el infinito, y sin embargo contiene la esperanza del infinito, Cristo la ha recobrado para sí como propiedad eterna, y hoy está más ligado a nosotros que cuando comía el pan en nuestros campos.
Giovanni Papini, Historia de Cristo, Porrúa

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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