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Huellas N.6, Junio 2009

BREVES

Cartas

a cargo de María Rosa de Cárdenas

Gran cena de Gala
Viernes 1 de mayo. Sentados cenando a diez mil kilómetros de Gaza unas ciento cincuenta personas, en un edificio neoclásico de Ponce, capital del Sur de Puerto Rico. Una estupenda comida, música, subasta de obras de arte, risas, pero sobre todo la alegría de estar en el camino que conduce a nuestro cumplimiento. El 13 de mayo escuchamos lo que desde la Tierra de Jesús el Papa dice a todo el mundo en su llegada a Amman: «No traigo regalos, vengo a rezar por el precioso don de la unidad y de la paz». De allí nació la cena, siguiendo humildemente ese mensaje del Papa. La responsable de los universitarios de CL y principal organizadora de esta cena explica: «Cuando me doy cuenta que necesito a Cristo, mi vida se convierte en una aventura fascinante y con esta hipótesis deseo afrontar toda mi vida. Así que pido: «Yo soy necesidad y Tú, oh Cristo, me respondes. ¿Qué me vas a dar?”». Aquella noche descubrimos que la vida es como una gran Cena de Gala en la cual cada uno es protagonista. ¿Pero por qué protagonista? Porque al seguir la indicación del Papa, nos descubrimos tomando iniciativa, con el deseo de invitar a todo Puerto Rico a “Una Gala para Gaza”. El pasado 7 de enero, el Papa abogaba desde Roma a pedir de manera especial por israelíes y palestinos para que reanudaran las negociaciones. El movimiento se unió a la petición del Papa y nos propuso una campaña para ayudar a los cristianos de Tierra Santa que sufren el conflicto. Aquí en medio del Caribe, un par de universitarios tomaron en serio esta iniciativa y la propusieron a sus profesores y compañeros lanzando la idea de una cena en la Universidad para recolectar fondos. Más tarde, entre todos, valoramos la posibilidad de involucrar varios ámbitos de la sociedad puertorriqueña: los que trabajan en otras universidades en San Juan, en colegios, en Tribunales Judiciales, o incluso los que laboramos en el campo de la salud. De esta manera, la idea de una cena en la Pontificia Universidad Católica pasó a ser la de una cena en el antiguo Casino de Ponce. Algunos empezaron a buscar el lugar, otros a elegir el menú, los manteles, los arreglos, en fin, todo para una Gala. Para amenizar la velada con cantos, Hugo Adames manifestó su talento musical y organizador, contactando con quienes cantarían en la velada y tocando la guitarra. Beatriz Colón mostró su expertice decorativo y económico. Desde el salón de clases y el trabajo para la tesis, Fabrizio Acciaro acudió a la Legislatura Municipal para conseguir un lugar libre de costo. En una imprevista ponencia explicaba a los legisladores quiénes somos y por qué queríamos organizar esa cena. Ante la recesión económica que afecta a Puerto Rico, se preguntaban por qué enviar fondos a Gaza y no dejarlos en nuestra comunidad local. Lo único que llegó a convencerlos fue conocer a las personas que lo proponían. Nosotros dos como anfitriones de la noche, vimos que se concretaba lo que veníamos indagando en la Escuela de comunidad acerca de la esperanza: sin ella todo sería tan sólo leña muerta –como dice Péguy–, porque es la esperanza quien tira de nuestra fe. En este sencillo gesto descubrimos que obedecer a otro en una indicación puntual nunca había sido tan divertido y liberador.
Aura y Daniel,
San Juan (Puerto Rico)

En la enfermedad
Después de realizarme unos análisis de rutina, después de quitarme un tumor en un ovario que resultó benigno, me dieron un resultado de marcadores tumorales con un parámetro muy elevado. Al leerlo y darme cuenta de la situación me fui a mi casa llorando. Pero después le agradecí a Dios por la esperanza y la certeza que Él me concede. Por la tarde el médico me confirmó que me tenían que operar de nuevo. Pensé enseguida en mis hijos Arturo, de 6 años, y Tania, de 3. Por ellos le pedí fuerza a Dios. Después de operarme por segunda vez, como medida preventiva, me dijeron que necesitaba someterme a un tratamiento de quimioterapia. Al salir del consultorio el mundo se me venía encima, tenía miedo de los efectos secundarios, de que tal vez desatendería a mis hijos, de faltar al trabajo… Pero no le reprocho a Dios. Todo esto me está sirviendo para reflexionar, para amar más a mi familia, para saber que tengo una familia, a mi esposo y amigos que me apoyan: esto me hace sentir la presencia de Dios dentro de lo más duro que me ha tocado vivir.
Anita, Mérida – Yucatán (México)

Lección de caridad
Era mi viejita consentida en Casa Sofía, su nombre era Mercedes. Hace quince días, de madrugada murió. ¿Qué es el amor que tanto duele separarse de las personas que amamos? Me duele no poder abrazar a mi “Palomita blanca” como hace quince días. A la vez le doy gracias al Señor, pues ella ya estaba consumida y el dolor era constante. Ya no había posición en que se sintiera aliviada. Recuerdo una vez que jugábamos a la lotería que ella pidió retirarse. Yo le pregunté que por qué lo hacía si a ella le gustaba estar con nosotros. Me respondió que le dolía mucho la cadera. Le pregunté qué podía hacer para aminorar su dolor y ella: «Estar aquí, tal como lo haces». La Palomita blanca a quien le gustaban los chocolates y aventarme besos al aire ya cerró sus ojos para encontrarse con nuestro Padre bueno. A veces pienso lo privilegiados que somos al ir a la caritativa. Somos como los mensajeros que Dios envía para que acompañemos en el lecho de muerte a tantos viejitos. Somos quienes los preparamos a la Pascua al ser portadores de la esperanza. La esperanza viene a ellos como preludio del encuentro final con Él. Nuestros rostros, la alegría que portamos, nuestras visitas hace crecer en ellos la confianza en la bondad de la vida, y para nosotros son puras lecciones de caridad.
María Rosa, Monterrey (México)

Salir de la incertidumbre
Querido Julián: cuando nos pediste en la Escuela de comunidad que te contáramos una experiencia de “inevitable incertidumbre” y como la afrontaríamos, ninguno acertamos a responder. De vuelta a casa, me preguntaba qué quería decir: «¡Para afrontar la niebla de la inevitable incertidumbre hace falta la razón! ¡Lo humano! ¡Es necesario el “yo”». Al día siguiente me desperté enfadada. Seguía pensando en que yo no soy como me gustaría, no sé comportarme como quisiera y me gustaría convertir a mis compañeros del despacho, pero no sé decir ni una palabra. Mi medida me deja siempre insatisfecha, ser presa de mis imágenes me produce una inevitable incertidumbre, sin poder realizar esa esperanza de cambio que tengo. El día antes, en la Escuela, me llenaba lo que escuchaba: el Misterio nos cautiva, llena el corazón, tiene misericordia con nosotros. Desde hace meses estaba viendo a personas contentas incluso en los momentos más difíciles, mientras yo seguía midiéndome. Entonces, de repente, entendí lo que querías decir: hacía falta mi yo, mi humanidad. Volví a mirar mi experiencia en la Escuela de comunidad, los rostros conocidos, los detenidos de Padua, todos los meses pasados, hasta llegar a aquel momento en el que los rasgos inconfundibles de Cristo me fascinaron de tal manera que me pregunté: «¿Quién eres tú que me quieres tanto?». Incluso pregunté a un amigo: «Pero, ¿tú cómo lo haces? Intento hacer como tú».
Paola

Un trabajo fuera de los esquemas
«Contemplaré cada día el rostro de los santos para encontrar descanso en sus palabras». Esta frase y lo que Julián nos dijo en San Diego hace dos años: «Ser cristianos es sumamente sencillo, como lo fue para los discípulos; todo lo que tenéis que hacer es ir con Él a pescar, ir con Él a todas partes y dejarlo entrar en vuestra vida» explican lo que el lunes empezamos, algo que no deja de asombrarme. Hemos contratado a cinco chicos con alguna discapacidad mental, uno de ellos veterano de la guerra de Iraq, para limpiar un edificio de oficinas. Los que conocen nuestra empresa y ven cómo trabaja comentan: «Sois gente fuera de los esquemas, jamás hemos visto algo parecido». «Sí», les contesto, lo que está «fuera de los esquemas» es el cristianismo, que supera la medida de la razón y cambia el modo “normal” de hacer las cosas. El sábado estuve trabajando con Nancy todo el día. Por la noche fuimos a tomar algo, felices y contentos. En un momento dado, en mitad de la cena, salta: «Lo único que podemos de verdad aportar al mundo mediante nuestro trabajo es nuestra fidelidad a la historia con la que Dios nos ha alcanzado y nos llama». El lunes entraremos en el edificio de las oficinas con sencillez y seguros de que ya lo tenemos todo: 5 chicos, 2 aspiradoras, 2 cubos de basura, trapos, escobas y la conciencia de nuestro “Sí” a Cristo. Y esto basta.
Guido, Los Ángeles (EEUU)

Viaje a Sioux Falls
Fui a ver a una chica de nombre Briege que vino con nosotros a las vacaciones de GS en febrero. Vive con su familia cerca de Sioux Falls en South Dakota, a unas cuatro horas de coche. La había llamado antes de Pascua y habíamos hablado de todo, del Evangelio, de las canciones que quería aprender… Le dije que la visitaría en cuanto pudiera. Cuando llegué dimos un paseo por el bosque que está detrás de su casa y me contó que ha propuesto hacer la Escuela de comunidad a sus vecinos, que viven a siete millas los unos de los otros. Todos los jueves se reúne con cinco o seis de ellos. El sábado conocí a una chica que se presentó como: «Susan, de GS» (probablemente ni sabe que significa la sigla). Antes de despedirme, Briege se echó a llorar, porque nadie de sus amigos podía ir con ella a las vacaciones que organizamos este verano. Me decía: «¿Cómo pueden seguirme a mí si no ven que yo sigo a otros?». Entonce me acordé de Julián: el encuentro con Cristo a través de personas despierta la conciencia de nuestro Bautismo y, en este sentido, ya no nos falta nada para vivir. Naturalmente, todo lo que ha sucedido en esos días no es obra nuestra. Así entendí que Briege puede seguirme a mí sólo si yo la sigo a ella, si sigo lo que el Espíritu Santo está obrando en ella y, a través de ella, en otros. Fui a verla realmente obedeciendo lo que veía suceder.
Sebastian, Rochester (EEUU)

La vida como vocación
Las palabras de la Madre Cristiana en el Capítulo donde la Hermana Cecilia María de Córdoba (Argentina) emitió sus primeros votos monásticos ante la comunidad del Monasterio Trapense de Quilvo (Chile), el pasado 3 de mayo. Situado a unos 180 kilómetros al sur de Santiago de Chile, el Monasterio de Quilvo es una fundación del Monasterio Trapense de Vitorchiano, en Italia.

Este IV domingo de Pascua es el domingo del Buen Pastor (Jn 10. 11,18) y pensamos instintivamente en el rebaño que es la Iglesia, en la oveja descarriada, en la unidad de los creyentes en el único rebaño. Sin embargo, el punto focal de este evangelio es la libertad. Jesús la proclama de una forma muy alta: «Yo doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo». Son expresiones muy fuertes que revelan una decisión interior irrevocable y totalmente libre. ¿Y qué es la libertad sino saber quién soy, saber a quién pertenezco, saber adónde voy? Exactamente ésta es la libertad de Jesús como también la nuestra. Él sabía quién era: diciendo «soy el Buen Pastor» define su esencia de guía y de luz, su misión de salvador, y al mismo tiempo su incondicional pertenencia al Padre cuya voluntad es el corazón de su libertad y de su decisión. Tú hoy haces buen uso de tu libertad porque te casas con el Señor de los Señores, con el universal Pastor del rebaño humano y con la Iglesia de Quilvo, signo de la Iglesia universal. Es un acto nupcial y la nupcialidad tiene tres características fundamentales: la estabilidad, la evidencia, la fidelidad.
La estabilidad: nuestro mundo está obsesionado por el cambio, atraído por el imán de la novedad: todas las cosas envejecen rápidamente, se hacen obsoletas e inútiles, hay que cambiar. Hablar, en una profesión todavía temporal, de un “para siempre” resulta algo fuera del tiempo, fuera de la historia y de la mentalidad corriente. Somos todos ovejas descarriadas. Y, sin embargo, el corazón humano está fascinado de un “para siempre”; lo admita o no, tiene nostalgia de aquel “para siempre” que dé a la vida un sentido de profundidad, de estabilidad, de eternidad. Algo que perdure en el tiempo y que revele el sueño más escondido del corazón humano: su pasión para la vida. Antes de llegar a la profesión yo tenía siempre miedo de ser echada del monasterio, pues era lo que merecía abundantemente. El problema no era dejar el pasado sino perder el presente. No por nada San Benito hace de la estabilidad una columna de su experiencia monástica, una experiencia que civilizó el mundo por aquel entonces conocido. Benito, lo sabemos, tiene una palabra durísima contra los monjes inquietos y volubles: la evasión es la gran enemiga de la verdadera libertad. La libertad necesita raíces profundas para levantarse con sus ramas hacia lo alto. Juan Pablo II decía: «Arraigarse en lo que es antiguo, fuerte, profundo y querido al corazón, da una energía extraordinaria». Permanecer en la elección que Dios hoy hace de ti y perseverar: perseverar es la expresión dinámica del permanecer e implica un constante movimiento de crecimiento y adhesión. No se adhiere una vez para siempre, se adhiere todo los días y a cada instante de la vida. De hecho permanecer no es perseverar. Una tentación de pasividad y de comodidad puede siempre insertarse en nuestro permanecer: la perseverancia, en cambio, es perenne camino hacia el más allá.
La segunda característica de la nupcialidad es su evidencia pública. Hoy frente a la comunidad reunida, más tarde frente al pueblo de Dios. Una profesión, que es siempre testimonio del absoluto de Dios, de su eterno derecho sobre la vida del hombre, no pertenece sólo a la persona que se consagra sino a la humanidad, no es un acto intimista, sino un acto eclesial, con una resonancia cósmica y por eso es un acto totalmente público. Como cuando se ordena un sacerdote, el obispo pide al pueblo si hay algo contra el ordenando y si el pueblo está conforme, porque el pueblo de Dios es protagonista y testigo del misterio que se cumple. Parece que hoy prevalece una cierta tendencia a lo “privado”, que no revela tanto una privacidad, cuanto una posesividad, una evasión hacia la esfera concéntrica del propio yo y de la propia comodidad que no tolera invasiones ajenas en lo suyo porque la apertura a la alteridad conlleva siempre el sacrificio de sí mismo.
La tercera característica es la fidelidad y la fidelidad pertenece a la esencia misma del amor: si no hay fidelidad no hay tampoco amor. La fidelidad da al amor su natural dimensión, la del “para siempre”. Y como dice Chesterton, no se trata sólo de una indeterminada o sentimental fidelidad a Dios, sino una fidelidad a la vida, a lo concreto de la existencia, un interés genuino para lo que Dios me pide vivir, por la realidad que Dios me da de tocar. La fidelidad no es un acto moral, sino la fuerza interior que adhiere a la realidad, a un acontecimiento, al milagro de una misericordia que me viste de perdón y me inserta en un contexto humano preciso, en un lugar bendecido, en una comunidad de hermanas. La fidelidad no es abstracción, sino pasión por lo que Dios me da y por lo que Dios me pide, hasta el olvido de mí misma. La fidelidad en la nupcialidad necesita la constante novedad de la admiración y del estupor para reconocer las maravillas que Dios siempre obra dentro de mí, y alrededor de mí, no cansándose nunca de alcanzarme con un amor eterno que siempre viene y me precede. La fidelidad es lucha contra la banalidad, contra el estancamiento rutinario que siempre mata, la de una pertenencia a lo infinito y a lo eterno que es el milagro de cada día.
Sobre todo la fidelidad es agradecimiento a la infinita novedad y anhelo de aquella intimidad con el Señor que consiente toda osadía. El predicador de nuestro retiro nos hacía resaltar el ejemplo de Moisés, tan íntimo con Yahvé, que se atrevía a decir: «Si no vienes Tú mismo con nosotros no nos hagas partir de aquí. Pues, ¿en qué podrá conocerse que he hallado gracia a Tus ojos, yo y tu pueblo, sino en eso, en que Tú marches con nosotros?» (Éxodo 33, 15). Es la osadía a la cual te abres hoy con tu profesión: «Yo no me muevo de aquí si tú no vienes conmigo». Siguiendo el Buen Pastor.

Dios necesita de los hombres
Llevo dos años yendo con otra amiga a la caritativa a un centro que hospeda a chicas en situaciones difíciles y dramáticas. La mayoría de las veces supone para mí un esfuerzo muy grande, porque las necesidades son apremiantes y tengo la impresión de no hacer mucho. La semana pasada, nada más llegar, la Hermana pidió hablar con nosotros. Nos contó que había ido a visitar a una chica que intentó quitarse la vida porque su proxeneta había matado a sus hermanos por venganza. Esta infeliz, nada más verla, empezó a gritar: «¡Entonces Dios no me ha abandonado!» y la abrazaba. La Hermana estaba muy conmovida y comentó: «Ni siquiera tenía ganas de ir y ¡Dios me concedió esta gracia! Me acordé enseguida de una película antigua, Dios necesita de los hombres, porque sin nosotros Dios no podría alcanzar y socorrer la vida de los hombres». Sus palabras me llegaron al alma y ahora tengo ganas de volver, porque comprendo mejor el porqué de la caritativa. ¿Cómo podría mirar a esas chicas sin volver a mirar continuamente a Aquel que he conocido y que sale a mi encuentro con toda Su belleza sin cansarse?
Carta firmada

Segunda tanda de Ejercicios en Rimini
Treinta amigos que acuden desde hace un año a la Escuela de comunidad han participado por primera vez en los Ejercicios para Jóvenes trabajadores. En cuanto les invitamos se apuntaron. Durante el viaje pensaba: «Esperemos que comprendan... que les conmueva la belleza de este gesto». Mi petición cambió desde el viernes por la noche, al ver en sus ojos la sorpresa y la admiración: «Dios mío, ¡hazme ser como ellos!». Así, después de muchos años, también para mí han sido “los primeros Ejercicios”. Más conmovedora aún fue la primera Escuela de comunidad a la vuelta. Al haber experimentado la humanidad de Cristo, estos amigos eran como un río que se desborda. He aquí algunos testimonios.
Roberto, Salerno

Al ir a los Ejercicios, quería un milagro, una gracia: que mi marido, por fin, cambiase. ¿Será posible que intente siempre desafiar a Dios con mis pretensiones? Quiero, quiero, quiero... Pero, ¿no me bastan todos los milagros y las gracias que Dios me ha concedido en mi vida? En primer lugar, me ha devuelto literalmente la vida sanándome de un tumor cerebral. ¡Ni siquiera eso fue suficiente! Porque, después de la operación, no conseguía hablar bien del todo y me quejaba por ello. Pues bien, ya debería estar satisfecha porque he recobrado del todo el habla. El Señor también me ha devuelto a mi hija, que ha intentado suicidarse dos veces. Hoy comprendo que nunca he sido verdaderamente agradecida, que no dejo de quejarme. Por ejemplo de que mi marido no cambie a pesar de todo lo que él también ha visto en Rimini. Sin embrago, yo he conocido a Cristo, ¡y lo quiero gritar al mundo entero! Tal vez hasta hoy no lo había reconocido verdaderamente con gratitud. Me ha concedido la gracia más grande: Su amistad. Ya no me falta nada.
Antonella

Es cierto, soy un verdadero mendigo... en busca de Cristo. Cuando entré en el pabellón de Rimini estaba como anestesiado. Cuando salí de allí, estaba vivo. En vuestra humanidad he visto la presencia de Cristo. Un Cristo que me quiere tal como soy y que me ha permitido ir hasta el fondo de mi deseo: mi deseo de verle. ¡Quiero invitar a todo el equipo a participar en nuestra Escuela de comunidad!
Gianni (ex jugador de fútbol, actualmente entrenador)

La gracia del encuentro con el movimiento. El río incontenible de mi corazón que choca contra las últimas resistencias del orgullo que «jamás necesita pedir». Una búsqueda afanosa durante un año, leyendo y releyendo El sentido religioso, ¿Se puede vivir así? y algunas cosas más. Pero la brújula todavía no apunta al norte. Luego un hecho: los Ejercicios. El joven rico. Jesús, mirándole, le amó. Y él, como yo, en vez de secundar el impulso de su corazón, se fue lleno de tristeza. ¡Aquí rompí a llorar! Pensé que me podía pasar la vida entera sin decir “sí” a las exigencias de mi corazón. ¡El bisturí del testigo era implacable! «No puedes seguir acallando el grito de tu humanidad». Yo lloraba en mi interior y él seguía insistiendo con su invitación. Lo mismo sucedía con los que tenía al lado, a mi alrededor, con todos. No era sólo mi humanidad la que por fin había sido tocada, sino también la de los hermanos. Experimentarlo a mi edad no es común, sin embargo, ¡los diez mil cedían a la presencia de Cristo!
Gerardo

«Las circunstancias no son casuales, todo sucede para que la vida encuentre a su Señor». Cuando escuché estas palabras me sentí verdaderamente amada. Sentí que pertenecía a Alguien. El Misterio había actuado en mi vida. Es como si hubiera vuelto a nacer, ¡y esto no me deja estar triste! Lo primero que hice cuando volví a casa fue contar todo a mis hijos y a mis amigos. Cuando encuentras algo hermoso y fuerte no puedes guardártelo para ti, debes contarlo, testimoniarlo. Nos toca ahora tomarnos en serio, amar esta humanidad que don Giussani amó como nadie. No falta Jesús. Ahora nos toca a nosotros, me toca a mí. Falta la humanidad de cada uno, falto yo. No comprendo todo, pero si me voy de Tu lado, ¿adónde iré?
Rosanna

Ejercicios espirituales para Jóvenes trabajadores. Diez mil personas que siguen a Otro, movidas por un deseo: su felicidad. ¡Esto es lo único que nos interesa, que me interesa! De la fe nace el método para afrontar la vida de todos los días, las dificultades, los hijos, el trabajo, la mujer... perteneciendo a una compañía humana, a una amistad. Porque solos no podemos ni siquiera ser felices. Si la fe no es algo útil para mi vida, no me interesa. Se puede vivir así. ¡Debemos vivir así, pues si no somos tontos!
Nicola

El abrazo de la Fraternidad
Querido Julián: Te escribo para agradecerte de corazón por haber aceptado mi solicitud a la Fraternidad. Conocí el movimiento en 1987, a los once años, gracias a mi párroco y a mi profesor de Matemáticas. Desde ese día, la compañía de Cristo, encarnada en los rostros de los que me rodean, ha sido fascinante y decisiva para mi vida y me ha estado acompañando en la fatiga del estudio y en todo lo que me ha tocado vivir. Por último, la enfermedad. En junio de 2008 me diagnosticaron una esclerosis múltiple. Durante esos días, tras haber aceptado el dolor y mi nueva condición, mientras me sometía a los varios controles médicos, surgió en mí una pregunta que nunca no me había planteado: «¿A quién pertenezco?». El Señor contestó en seguida a través de los amigos del movimiento que estuvieron a mi lado a lo largo de todo un domingo, alternándose cada seis horas. En ese día, Cristo abrazó mi humanidad herida. Gracias a estos hechos y las palabras que he leído en tu artículo en La Repubblica antes de Navidad, me he dado cuenta de cuánto necesito la compañía de Cristo. He aprendido que sólo en esta compañía me pueden abrazar y amar totalmente y que sólo Cristo puede sostener mi esperanza, porque Él es mi salvación. Por eso he querido decir “sí” y apuntarme a la Fraternidad, porque puedo ver en ella, concretamente, a Cristo. Gracias Julián, por haber hecho real mi deseo de pertenencia al movimiento y a la Iglesia.
María

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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