La experiencia común es que es necesario trabajar, porque el mundo, la vida, no la hemos hecho nosotros. La historia ya la sabéis: nuestros primeros padres tenían una fuerte participación en la creación y en su disfrute, pero quisieron “trabajar por cuenta propia”, de modo que les quedó el mundo, pero se perdieron a ellos mismos.
Para ser felices, para participar en la creación del mundo, para ser protagonistas del mundo hace falta dar la vida, devolver la vida al significado que fue rechazado, al Ser que rechazaron nuestros primeros padres. Y esto implica un esfuerzo.
¿En qué consiste la felicidad, el protagonismo, la participación en la creación, esa exaltación ante una realidad continuamente recreada, de la que habla Giussani? ¿Cuándo nos sentimos protagonistas? ¿Cuándo captamos el significado? Cuando se nos desvela. Es decir, cuando comprendemos que estamos dentro de una relación. Porque el significado de las cosas es la relación que existe entre el Ser y las cosas. El Ser del que habla don Giussani es la bondad de una relación: Dios es Trinidad. El Ser es amor. Nos sentimos felices, nos sentimos protagonistas cuando nos sorprende una correspondencia, cuando somos amados.
Para que en la vida aparezca esta correspondencia es necesario trabajar; para hacerla emerger (no la creemos nosotros, sólo la sacamos a la luz) hay que trabajar, debemos cambiar nosotros mismos y la realidad, debemos consumir la vida.
El aspecto más banal de esta correspondencia a la que nos abre el trabajo es el sueldo, porque el sueldo contribuye a mejorar la vida. Sin embargo, el sueldo no paga esta búsqueda de significado - que es el verdadero contenido del trabajo, el trabajo en el trabajo, el trabajo que uno hace en su puesto de trabajo - porque el trabajo de búsqueda del significado, en cuanto que tiene que ver conmigo, es totalmente mío. El trabajo que se hace gratis es el verdadero trabajo de la vida y nadie nos paga por ello. Es más, cuando nos pagan mucho - sobre todo cuando nos pagan un sueldo altísimo - es necesario estar alerta, porque nos dan mucho dinero para que olvidemos cuál es el verdadero trabajo de nuestra vida y hacernos siervos suyos.
De esta forma, el que cree tener cierto poder a través de su trabajo, en el fondo es más siervo que nadie, porque la libertad se conquista por el significado y el sentido es relación, pues el Ser es relación. La positividad es relación, porque la positividad implica que yo estoy hecho para ti y tú para mí. Hasta tal punto es verdad esto que la experiencia común es que el trabajo bien hecho, con precisión, con esmero, el trabajo hecho con dedicación, es el trabajo hecho para la persona a la que se quiere.
El trabajo es condición necesaria para encontrar el sentido de las cosas. No es suficiente, pero es necesaria. No es suficiente porque el sentido no nos lo damos nosotros, el mundo no lo hemos hecho nosotros. Se nos desvelará, pero el trabajo - el compromiso de la vida para hacer que salga a la luz este Infinito, el Ser dentro de la forma y la concreción que tienen las cosas - este trabajo es necesario porque Dios responde sólo a quien Le busca.
Esto se comprende mejor sobre todo si pensamos que gran parte del trabajo es rutinario, es siempre construir y reconstruir: como lavar los platos, que se ensucian y se vuelven a lavar. La diferencia está en la estima que tiene el mundo de un trabajo u otro, y ciertamente nosotros cedemos al mundo porque cedemos a su estima, pero la cuestión del trabajo es otra cosa. Es suficiente con pensar en una mujer que lava los platos por amor a su marido y a su familia: es un gesto que cambia la historia, que llena el mundo de sentido, pues es un gesto que afirma al Ser, afirma una relación. Lo que más se desea a través del trabajo, lo que sostiene el trabajo, lo que se busca a través del trabajo es la amistad.
Me permito hablaros de un aspecto de mi trabajo, que es el que llevo a cabo en la sede de CL, gracias al cual comprendo dos cosas.
Primero: allí se da una amistad, empezando por la relación con mi secretaria, codo con codo todos los días; comprendo que trabajo para ti, no para ti en el sentido de que yo hago algo para ti, sino porque es un trabajo que desarrolla mi vida y la tuya, y en este sentido tú trabajas para mí. También está la amistad con Martinelli, con Savorana, con todos los que trabajamos allí. Hacemos las cosas de todos los días - hablar, escribir, etc. - siempre, siempre para buscar la felicidad, para que la felicidad entre en la vida. Se comprende entonces que es necesario cambiar, pero también que uno no es capaz. Es necesario pedir poder cambiar.
Una vez le dije a Giussani: «Don Gius, hago lo que puedo». Y él me dijo: «Sí, pero tú sabes muy bien que hacer lo que se puede quiere decir hacer todo lo que se puede, todo». Trabajar es la única forma en la que el hombre se ofrece a Dios. ¿Qué es el ofrecimiento?
En el trabajo en la sede de CL experimento que cuando no hay amistad, termina incluso CL y el gusto por el trabajo, porque lo que se busca en el trabajo es la correspondencia, la amistad, porque el Ser es amistad.
La fuerza del cristianismo es que el Ser es amistad, es para ti, es uno que te abraza y al que tú abrazas: no es un motor inmóvil que está en el cielo, que mueve todo “pasando” de ti, sino que existe para ti. En el trabajo buscamos que este hecho vuelva a emerger. El trabajo de la vida es esto, da igual el oficio que se haga, y tenemos que sostenernos en esta tensión, como la modalidad a través de la que se puede realizar una verdadera experiencia de educación recíproca. La educación es el fruto de una presencia. ¿Qué quiere decir una presencia? Que yo te hago ver lo que te cumple, lo que cumple tu expectativa. El trabajo es dar la vida para que esto se manifieste.
Don Giussani comentó el otro día en la comida: «La vocación cristiana es una vocación para el hombre, para que se cumpla el hombre, para que el hombre encuentre la felicidad a la que aspira». Esta es la meta, el objetivo del trabajo.
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