Los peregrinos que participaron en la vigesimoquinta edición de la peregrinación desde Macerata hasta Loreto llegaron desde toda Italia y también desde el extranjero. Al frente, como siempre, monseñor Vecerrica, desde hace poco obispo de la diócesis de Fabriano. Antes de partir, celebración de la misa presidida por el cardenal Ruini.
Este año participa en la peregrinación Giuseppe, un joven cuya vida ha sido devorada por la droga, la misma bestia que está acabando con la vida de sus tres hermanos. Pide a la Virgen que le dé la energía necesaria para continuar el camino de recuperación que ha empezado desde hace algunos meses con los amigos de la PARS, la comunidad para la recuperación de toxicodependientes en donde ha encontrado buenas razones para cambiar de vida. Participa Giancarlo, un veterano de la peregrinación: ha estado presente en todas las ediciones, desde que estudiaba en la universidad hasta hoy, y camina acompañado por su mujer y su hija. Está también Irene, que ha invitado a sus compañeros de instituto para dar gracias por este curso escolar. Todos aceptaron la invitación: «Más por curiosidad que por devoción - confiesa uno de ellos -. Quiero ver a los que, como ella, están fascinados por Jesús». Veintisiete kilómetros para pedir, para ofrecer, para comprender, para encontrar respuestas a las preguntas que importan. Cincuenta mil participantes (el año de mayor participación) procedentes de toda Italia, pero también de Bélgica, de Croacia, de España y de Suiza.
Una gran fiesta de pueblo
La peregrinación tiene lugar durante una noche sofocante, que añade el peso de la humedad al del cansancio y el sueño. A su paso por los pueblos de Las Marcas, la gente espera en las aceras de las calles y se une al rezo del rosario. También se escuchan los testimonios que, desde los altavoces instalados en carros empujados por voluntarios, acompañan al gran río de peregrinos. Por primera vez el cortejo está guiado por un Obispo: monseñor Giancarlo Vecerrica, que desde febrero está al frente de la diócesis de Fabriano-Matelica, y que para todos sigue siendo “don Giancarlo”, el mismo que en 1978 había comenzado la peregrinación junto a 300 estudiantes de Macerata, el mismo que cada año es la “voz” infatigable y sabia de este gesto nacido del carisma de Comunión y Liberación, y en el que están implicados decenas de grupos, movimientos y asociaciones de la más diversa extracción. «Estamos viviendo una gran fiesta de pueblo que alaba y da gracias a Dios - dijo el cardenal Ruini durante la misa concelebrada con siete Obispos y una multitud de sacerdotes en el estadio de Macerata -. Dios se ha escogido un pueblo y nosotros somos este pueblo». El presidente de la Conferencia episcopal italiana subraya que «María es venerada en Macerata como Madre de la Misericordia, porque la misericordia expresa el sentido más verdadero de la actitud de Dios para con nosotros». También hace referencia a que, «entre las intenciones de la peregrinación destaca la petición por la paz y para que Europa no se olvide de Jesucristo, que reconozca en Él su fundamento, que esté contenta y agradecida por haber recibido de Cristo su savia vital y que pueda seguir recibiéndola».
Testimonios de Joshua y Cesana
En la carta enviada a los organizadores de la peregrinación, Joshua, preso en un penal americano, dice que «vuestro gesto obliga a todos, creyentes y no creyentes, a preguntarse por qué tantas personas se ponen en camino hacia una meta común, qué se gana en un camino que todos comparten». Y tiene razón. Viendo el sudor que riega las caras de esta gente, no puedes dejar de preguntarte sobre el rostro del Misterio al que cada uno mira buscando una respuesta que sacie su deseo de felicidad. En la Santa Casa de Loreto hacia la cual caminan, ese Misterio ha asumido un rostro, se ha convertido en carne y sangre y se ha vuelto encontrable para todos, para siempre. Lo recuerda Giancarlo Cesana en uno de los testimonios que con más fuerza ha conmovido el corazón de todos los participantes: «El aspecto paradójicamente nuevo del cristianismo, que es un reto para cada uno de nosotros, es que el Misterio está en casa, entre nosotros. El Misterio está en lo cotidiano, se ha ligado a nosotros. María es justamente nuestra madre porque, del mismo modo que Dios ha dependido en cierto sentido de ella para realizar lo que quería para nosotros, así también Dios se entrega a nosotros para que su nombre sea difundido por toda la tierra». Por toda la tierra, entre nosotros, hoy.
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