Encuentro con obispos de las distintas confesiones cristianas y con autoridades civiles y diplomáticas, y el programa de ayudas con la implicación de organizaciones humanitarias católicas para reconstruir un país en el que sean reconocidos todos los derechos
A lo largo de estos meses, el Santo Padre ha expresado repetidamente su preocupación por los acontecimientos en Iraq. Tras los enfrentamientos bélicos, el Papa me pidió que fuera intermediario de su cercanía con cuantos, en los últimos meses, han tenido que soportar las tristes consecuencias de la guerra. Mi visita comenzó el pasado 28 de mayo y junto al Nuncio Apostólico, el Arzobispo Filoni, tuve la oportunidad de celebrar la Eucaristía con los católicos de este país en tres ocasiones: el 29 de mayo en Bagdad; el 31 de mayo en Mosul, con rito caldeo, y el 1 de junio con rito sirio-católico. Por lo tanto, pude dirigirme a la comunidad cristiana, muy numerosa por cierto, confirmando la unión paterna y el ánimo del Santo Padre.
En el transcurso de mi visita se llevaron a cabo multitud de encuentros, en particular dos reuniones con más de diez Obispos, con quienes reflexioné especialmente sobre el significado del compromiso caritativo en la misión eclesial. Tuve también ocasión de reunirme tanto con diversos Obispos de otras confesiones cristianas en Bagdad y en Mosul, como con autoridades civiles: el director General del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Sr. Francis Dubois, el Alcalde de Mosul y con algunos representantes diplomáticos. Asimismo, tuve la oportunidad de visitar algunas congregaciones religiosas y las instituciones caritativas que éstas gestionan, entre las que cabe destacar el hospital San Rafael, la Casa de las Hermanas de Madre Teresa y el Instituto para jóvenes en Mosul. Todos expresaron su enorme gratitud al Santo Padre por su incansable compromiso en favor del pueblo iraquí y de la paz. Habiendo constatado un gran espíritu de comunión y colaboración entre los cristianos de Iraq les aseguré que pondría en conocimiento del Santo Padre todos estos sentimientos de profundo agradecimiento.
Conforme al mandato que se me confirió y la labor de nuestro Dicasterio (el Pontificio Consejo Cor Unum), verifiqué personalmente las necesidades del país, con vistas a un plan de ayudas con la intervención de las organizaciones humanitarias católicas. Estas ya han individuado algunos ámbitos de intervención, como ayudas de emergencia, alimentación, vivienda, sanidad y educación. Varias agencias católicas de asistencia pretenden hacerse cargo de estas necesidades junto a otras instituciones.
Por lo que concierne la «Declaración de los Patriarcas y de los Obispos de Iraq», del 29 de abril 2003, deseo confirmar la contribución que la Iglesia católica podría dar para un futuro en el que sean reconocidos los derechos religiosos, culturales, sociales y políticos de todos y en el que, en particular, se garantice a los cristianos el derecho de profesar libremente su propia fe.
Bagdad, 2 de junio de 2003
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