Va al contenido

Huellas N.5, Mayo 2003

IGLESIA

El Papa en España. Les abrió el entendimiento para comprender

José Luis Restán

El Santo Padre ha visitado España el 3 y 4 de mayo, en un momento cumbre de su pontificado. El encuentro con los jóvenes, la proclamación de cinco nuevos santos y la obra incansable del Autor de la paz. La pasión por Cristo creadora de la Europa del tercer milenio

Juan Pablo II ha vuelto a España por quinta vez, diez años después de su última visita. Diez años que no han pasado en vano, ni en el cuerpo dolorido del pontífice, ni en la sociedad española, ni en la Iglesia que camina en estas tierras, que ha vivido en los dos últimos años algunos de los momentos más difíciles desde el inicio de la transición a la democracia, a finales de los años setenta.

Nuestro tiempo
Por otra parte, la Iglesia española va tomando cada vez más conciencia del calibre de la tarea que le espera, porque se hace más difícil la transmisión de la fe en el seno de la propia comunidad cristiana (familias, colegios y parroquias), se advierte un alejamiento radical de extensas franjas de la sociedad, y la hostilidad de los principales centros de influencia cultural no decae. Es el tiempo de la misión, quizás como hacía muchos años, y demasiadas cosas están frenando el impulso para que se manifieste con humilde y hermosa claridad la novedad de la propuesta cristiana.

Una necesidad urgente
También Comunión y Liberación en España es muy consciente de este momento crucial para la Iglesia. En el manifiesto para prepararnos a la visita del Papa, afirmábamos que «ni la incomprensión de muchos, ni la hostilidad de algunos, puede detener la comunicación de la fe, puesto que es el encuentro con una presencia excepcional que corresponde al corazón del hombre». La fe y la humanidad de Juan Pablo II, cuya autoridad se ha visto agrandada durante los trágicos acontecimientos de la guerra de Iraq, nos impulsa a «secundar su testimonio y su ministerio» tomando en primera persona la necesidad urgente de «educar a jóvenes y adultos en una estima verdadera por el hombre y su dignidad, que impulsen nuestra capacidad de justicia y de bondad».

Una propuesta contemporánea
Nada más llegar al aeropuerto de Barajas, el Papa señalaba la aportación fundamental del cristianismo a la construcción de una sociedad basada en el respeto a la dignidad de toda persona. En el encuentro con los jóvenes (setecientos mil, según las autoridades de la Base aérea), Juan Pablo II denunció que el drama de la cultura contemporánea es su «falta de interioridad, que le hace ser como un cuerpo que no ha encontrado todavía su alma». Una cultura que viva de espaldas a las grandes exigencias y preguntas del hombre, termina por no defender la vida y por degenerar todo lo humano. En medio de una desbordante manifestación de júbilo y devoción, el Papa lanzó a los jóvenes su propuesta más exigente: «sed artífices de la paz, responded a la violencia ciega y al odio con el poder fascinante del amor, venced la enemistad con la fuerza del perdón». Pero enseguida les advirtió que esto sólo es posible viviendo la experiencia del amor de Dios, en una amistad íntima con Cristo, que «es la respuesta verdadera a todas las preguntas sobre el hombre y su destino».

El hogar generador
Han pasado veinte años desde el primer encuentro de Juan Pablo II con la juventud española en el Estadio Santiago Bernabeu. Ni la secularización progresiva, ni la hostilidad de la cultura ambiental, ni los errores de los hombres de Iglesia, han impedido que una nueva generación, hija de aquella de hace veinte años, haya llenado un espacio diez veces superior para encontrarse con un Papa anciano en el que brilla como nunca la luz de la fe. Esta es una primera señal del reto educativo que se le plantea a la Iglesia en España, porque los cientos de miles de jóvenes que han aclamado a Juan Pablo II necesitan el hogar generador de la comunidad eclesial, para que la sabiduría y la paciencia de sus mayores traduzcan ese entusiasmo en itinerario de fe que conduzca a una personalidad cristiana adulta.

Testigo intrépido
Durante la Misa de canonizaciones en la plaza de Colón de Madrid, Juan Pablo II afirmó la vigencia actual del cristianismo, su “modernidad” que no caduca; de esta forma, volvía a colocar la fe en el centro de la historia. Más de un millón de personas pudieron comprender, a la vista de este testigo intrépido del Evangelio, que el cristianismo no es un patrimonio arqueológico que admirar, sino una vida que poner en juego. La santidad es precisamente esa vida que se pone en juego y da toda clase de frutos, y que hace de la fe un hecho presente e ineludible para todos.

Hermosa historia
Lo cierto es que la presencia del Papa en España, en apenas 30 horas, logró reunir y sacar a la luz al pueblo cristiano que andaba cabizbajo y disperso. Le ha hecho contemplar con gratitud su historia (hermosa historia documentada en las vidas de los cinco nuevos santos) y le ha recordado su vocación misionera, más urgente que nunca. Así pues, la primera sorpresa para propios y extraños, ha sido que la paternidad de Juan Pablo ha hecho posible el acontecimiento de un pueblo unido y feliz, que comparece sin miedos ni complejos en medio de la plaza pública.

Sed de paternidad
El buen pueblo cristiano tiene sed de esta paternidad sin artificio que encarna Juan Pablo II, tiene necesidad de hombres y mujeres que le consuelen y amonesten según el corazón de Cristo: padres de familia, catequistas, sacerdotes, profesores, obispos…. Porque de otro modo, este pueblo que tuvo su mañana de esplendor en la plaza de Colón volverá a dispersarse, olvidará su historia y abandonará su tarea. Por todo ello, la alegría y el reconocimiento por lo que ha sucedido, debería hacernos más conscientes de la magnitud del reto que se le ha planteado a la Iglesia en España.

Una acción poderosa
Un reto que no demanda agitación desaforada ni complicados planes, sino ante todo, apertura a la acción del Espíritu, que frente a la sonrisa de los cínicos, sigue soplando en la Iglesia. Como dijo el Papa en la plaza de Colón, las obras de los santos «que admiramos y por las que damos gracias a Dios, no se deben a sus fuerzas o la sabiduría humana, sino a la acción misteriosa del Espíritu Santo, que ha suscitado en ellos una adhesión inquebrantable a Cristo crucificado y resucitado, y el propósito de imitarlo». Así pues, conviene mantener los ojos abiertos para descubrir la obra del Espíritu y para secundarla, aunque suponga corregir nuestros estrechos esquemas y nuestros planes previos.

Romper barreras
Mientras, el conjunto de nuestra sociedad ha contemplado esta visita con sentimientos contrapuestos, entre la admiración al Papa, el reconocimiento de su liderazgo moral, y el recelo que siempre provoca la manifestación pública de la fe, más aún cuando tiene dimensiones de auténtico acontecimiento social. En todo caso esta sociedad que manifiesta tantos signos de vitalidad, está a la vez expuesta al peligro de una menor libertad real, y por eso necesita hombres de la estatura de Juan Pablo II. Quizás éste fuera un buen momento para disolver prejuicios, romper barreras y permitir una nueva relación entre la Iglesia y los protagonistas de la vida social, política y cultural española. La actitud del Secretario General del PSOE, la apertura de algunos medios de comunicación, y el homenaje general al Papa de la paz, ofrezcan la oportunidad de iniciar una nueva etapa. Para eso la Iglesia necesita un tejido vivo, capaz de aceptar el reto de esta sociedad alejada de sus raíces cristianas. En realidad el reto de siempre, el reto de la misión.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página