En el marco del congreso sobre el libro El riesgo de educar que se celebró en la universidad de Washington surge la posibilidad de rediseñar la educación en EEUU. Un desafío recogido por los participantes con compromiso y rigor intelectual
Si aceptamos el valor simbólico de ciertas instituciones, ningún lugar parece más significativo y apropiado para unas jornadas sobre Educar es un riesgo de don Giussani que la universidad Georgetown de Washington. Situada a orillas del Potomac, justamente en el centro del poder político y económico de un país que muchos comparan hoy con el nuevo Imperio - al cual don Giussani ha reconocido, en una reciente intervención suya, haber sabido garantizar históricamente «la posibilidad de una educación que salva realmente el deseo de paz y de justicia» -, Georgetown es la más antigua universidad católica de EEUU. Fue fundada en 1789, inmediatamente después de la Guerra de Independencia, por deseo de John Carroll, el primer obispo católico de EEUU. En la empresa - arriesgada y gravemente marcada todavía por la discriminación - de implantar la Iglesia católica en el país, Carroll concebía la educación como una prioridad absoluta, el medio para “anclar” sólidamente la presencia católica en la sociedad americana y el servicio más precioso que la Iglesia podía ofrecer en aquel contexto humano particular. No siempre las instituciones educativas católicas en este país han querido o sabido mantenerse fieles a la intuición del obispo Carroll. Siguiendo una evolución histórica y cultural que ha privilegiado la asimilación en los términos dictados por la mentalidad y por el ethos protestante, también en las escuelas católicas el acento propiamente cristiano de la educación fue relegado todo lo más a la dimensión personal o espiritual, en el sentido más individualista y moralista del término, en línea con el afirmado dualismo entre fe y razón, moral y conocimiento, ámbito privado y público. Hoy las universidades americanas, religiosas y laicas, comparten un planteamiento de fondo que une la altísima especialización y fragmentación de las disciplinas con la ausencia de una hipótesis unificadora, una ausencia que no sólo está aceptada de hecho, sino incluso teorizada. Como observaba recientemente Alasdair MacIntyre, «La situación que la fe católica afronta hoy en EEUU en el campo educativo no es fundamentalmente la presencia de una serie de creencias alternativas acerca del orden de las cosas - el sentido de la realidad total -, sino la convicción de que no existe un orden de las cosas, una realidad, sobre la que se pueda proponer una hipótesis de comprensión compleja pero unitaria». En este contexto, la propuesta de Educar es un riesgo se presenta con todas las connotaciones de un desafío radical, un desafío que han recogido cerca de cincuenta estudiosos y profesores de algunas de las más prestigiosas universidades americanas con gran compromiso y rigor intelectual, pero también con una extraordinaria disponibilidad a ponerse personalmente en juego. Rodney Hauerwas, protestante de fe metodista y profesor de ética en la Duke University, definido recientemente por el Times como el más importante teólogo americano vivo, abrió su intervención afirmando que, después de haber leído Educar es un riesgo, lo único que lamentaba verdaderamente es no haberlo escrito él. La agudeza y eficacia de sus juicios evidenció su especial atención a la lectura del texto.
Tanto en las tres ponencias principales a cargo de Hauerwas, de Scola y de Tillman, como en los coloquios siguientes, plagados de observaciones y de preguntas, el elevado tenor de la discusión fue directamente proporcional a la conciencia de la fuerza de la propuesta educativa de don Giussani. Especialmente por su capacidad de afrontar y juzgar los puntos fundamentales del debate contemporáneo, las cuestiones que realmente cuentan tanto a nivel existencial como más propiamente teórico, según una perspectiva unitaria, críticamente sistemática y radicalmente innovadora. Quizá el aspecto más sorprendente del encuentro fue la constatación de que ciertas categorías fundamentales, ciertos términos como experiencia, verificación, libertad, tradición o amistad - tan cercanos a la sensibilidad americana, pero hoy tan reducidos y deformados - en la aproximación a Educar es un riesgo adquieren de nuevo todo el espesor y el atractivo de una propuesta humana fascinante por su razonabilidad. Vuelven a diseñar la fisonomía de una educación posible.
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