Más de trescientas personas asistieron a la presentación de El Sentido Religioso en el Amphitéatre Guizot de la Sorbona. En la mesa de los ponentes, el cardenal Poupard, el poeta Jean-Pierre Lemaire y el profesor Feliciani, de la Universidad Católica de Milán. «El recorrido que hace Giussani da una respuesta razonable a un conjunto de cuestiones existenciales que abren al estupor»
Entre las butacas de la sala había una mujer de mediana edad que llegó sin aliento. Unos minutos antes, oyendo la radio mientras conducía, alguien habló de la presentación de un libro que tendría lugar aquella misma tarde. El tema del encuentro le interesaba y quien lo presentaba en la radio le había persuadido. Estaba también un joven de 18-20 años que había coincidido con alguien que le habló del evento unas horas antes, tras la misa vespertina en Notre Dame: «Ya había oído algo sobre esta conferencia», dijo, pero el título del libro que se iba a presentar y aquel encuentro fortuito en la catedral le habían empujado a participar. Unos eran estudiantes universitarios, otros colegas de trabajo y algunas personas habían recibido una invitación bien de la parroquia, bien de algún amigo. En total, más de trescientas personas, procedentes de toda la ciudad y alrededores. A las ocho de la tarde del 11 de marzo todos ellos hacían un alto en el Cour d´Honeur de la Universidad de la Sorbona, en el corazón del barrio latino de París, esperando el comienzo de la presentación de la edición francesa de El Sentido Religioso. En cuanto se abrieron las puertas del Amphitéatre Guizot, se apiñaron en los bancos y en las escalinatas, y muchos se quedaron de pie al fondo de la sala. Aguardaban.
Provocación
¿ Por qué es signo de coraje organizar una conferencia sobre el tema «Sentido religioso, religión y cultura: una exigencia de la razón humana», en la ciudad que, de alguna manera, ha sido la cuna de la razón moderna, la de la “r” mayúscula de la Ilustración? Ciertamente, decir que el sentido religioso es una exigencia de la razón humana puede sonar como una provocación para quien vive en un país donde, desde hace siglos, está vigente el dogma de que fe y razón no están de acuerdo, que si se tiene la primera no se utiliza la segunda, y si se quiere usar de verdad la segunda es mejor prescindir de la primera. Sin embargo, allí había más de trescientas personas que desmentían esa presunta certeza matemática y que estaban muy interesadas en la intervenciones del cardenal Poupard, francés de nacimiento aunque romano de adopción, y hoy presidente del Pontificio Consejo de la Cultura; de Jean-Pierre Lemaire, poeta muy conocido al otro lado de los Alpes; y del Sr. Giorgio Feliciani, profesor de la Universidad Católica de Milán que conoce y es conocido en la Sorbona, donde desde hace años viene impartiendo cursos y seminarios a los estudiantes de Derecho. Como moderador estaba Silvio Guerra, profesor de italiano en un instituto parisino, que había puesto todo de su parte para la celebración de este encuentro, esperando - o quizás sabiendo - que podía revelarse como algo más que una simple presentación de un libro.
Razón plena
El primero en hablar fue Lemaire, quien con estilo directo puso enseguida el dedo en la llaga: «Este libro habla de una fe razonable», una afirmación comprometida, sobre todo si quien la hace es un hombre de cultura - como dirían los cronistas - que con sencillez, partiendo de su experiencia y no de sus pensamientos, expresó una sucesión de afirmaciones nada ambiguas: «Leer El Sentido Religioso ha sido como respirar»; «Este libro habla de una razón plena»; «Me ha impresionado descubrir que las exigencias del corazón son un criterio válido para afrontar la realidad»; «En este libro se registra una pasión por la realidad» que emerge insistentemente página tras página porque, como escribe don Giussani, «la única condición para ser siempre y verdaderamente religiosos es vivir siempre intensamente la realidad».
Por tanto, primero realismo y después racionabilidad y moralidad en el conocer. Recorriendo las tres premisas del libro, el profesor Feliciani acompañó a los oyentes de la Sorbona en el descubrimiento del contenido más singular, del reto al que Giussani invita a quien ponga sus ojos en El Sentido Religioso. Citando fragmentos de los primeros capítulos, decía de forma novedosa palabras como experiencia, moralidad, fe y razón, en una intervención que no tenía nada que ver con una presentación formal, sino que era más bien el testimonio de quien ha descubierto la humanidad de lo que está escrito en el libro.
Recorrido metódico
Como dijo el cardenal Poupard, El Sentido Religioso es un libro que acompaña al hombre de hoy en la aventura nueva o renovada de la fe. E invitar a leerlo quiere decir invitar a dejarse asombrar ante una obra «determinada por la pasión por la realidad, por la valoración de la razón plena, por el amor a la verdad». «El recorrido que hace Giussani es metódico, sin ser rígido. No da una solución racional a un problema teórico, sino que da una respuesta razonable a un conjunto de cuestiones existenciales que abren al estupor». El estupor que invade las jornadas de quien, viviendo la exigencia de un significado total, llega a implorar que ese mismo significado se haga presente. Y cuando esto sucede, «si la hipótesis de la revelación se presenta, ¿quién rechazaría razonablemente examinarla, cuando inmediatamente la luz que transparenta transforma un amorfo conjunto de vidrios en una vidriera plena de color?» ¿Cómo rechazar semejante invitación? Esto se lo deben preguntar también los trescientos de la Sorbona; terminado el encuentro, fueron muchos los que se quedaron conversando en el patio de la universidad: habían participado en algo diferente. Hablaron un buen rato, intercambiaron las direcciones y se emplazaron para volver a verse, porque algo nuevo había comenzado.
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