En el maremágnum de la discografía internacional, en busca de artistas que, a través de la música y las letras, sepan todavía hablar de sí mismos. Comenzamos con un fascinante cantautor australiano
Existe una escena musical insólita, la australiana, que en los últimos treinta años ha sacado a la luz algunas de las propuestas más interesantes del panorama mundial, como también ha sucedido en una isla de otro continente, la “pequeña” y atormentada Irlanda de U2, Cranberries y Sinead O’Connor.
Australia, por su parte, nos ha regalado el blues-rock de AC/DC, el pop tenso y sensual de Inxs, el baile de la pequeña estrella pop Kylie Minogue, pero también las dulces baladas de Crowded House o el orgulloso rock alternativo de Midnight Oil.
Y junto a ellos, en medio de una gran variedad de estilos expresivos, se ha abierto camino, con discreción, la figura tímida y carismática de un fascinante cantautor.
Se trata de Nick Cave, antes cantante y líder de los cáusticos y herméticos Birthday Party, que ha llegado ahora, después de veinte años, a un estilo de rock-cantautor en continua búsqueda y evolución gracias a la fiel colaboración de Bad Seeds, grupo de estupendos session-men capitaneados por el ex guitarrista de rock post industrial Blixa Bargeld.
El último trabajo
El año pasado salió a la luz “No more shall we part”, último trabajo discográfico del tenebroso y romántico juglar de las antípodas, siempre en equilibrio entre la desesperación humana y la búsqueda espasmódica y suplicante de una Redención.
Porque en el fondo Nick Cave es esto, un chico educado en un ambiente profundamente católico, que se ha hecho hombre acompañado por el sufrimiento y por la soledad típicas del genio, y que ha salido casi indemne de una toxicodependencia de más de quince años. Un hombre que ha llegado finalmente a una conciencia de la propia dignidad y de la propia necesidad de hacer cada vez más carnales y personales las exigencias que, ya desde el principio, se reflejaban en sus ácidas y tendencialmente desesperadas obras juveniles.
El tiempo y la serenidad encontrada han regalado además al poeta una familia, signo inequívoco de un deseo de construcción y de estabilidad afectiva. Esto no quiere decir que la vida esté resuelta: el dolor es uno de los componentes más palpables y acongojantes en la poética de Cave.
Lo que más impresiona es que su grito no se ha debilitado con el paso de los años y con la madurez artística y existencial, sino que se ha hecho si cabe más fuerte, más preciso y consciente del “Tú” a quien dirigirlo. En este disco, como en el precedente e intimista “The boatman’s call”, de 1997, el cantautor identifica en Dios al destinatario privilegiado de cualquier solicitud, de cualquier exigencia del corazón, ya sea ésta el amor hacia una mujer (Love letter, Sweetherart come) o la realización, imposible para el hombre por sí solo, de un bien universal, representada de forma ejemplar por la bellísima As I sat sadly by her side.
Canciones como oraciones
Pero el vértice de la capacidad evocadora de Cave se alcanza en canciones como Alleluja y Oh Lord, verdaderas oraciones pronunciadas por personajes confundidos y trastornados comprometidos en un viaje iniciático cargado de encuentros y de visiones.
Hay que destacar que la idea del viaje estaba ya presente en el bellísimo y épico álbum “Henry’s dream” (1992), en donde, en la coral y apremiante Papa won’t leave you Henry, se describe el doloroso errar de un joven a través de un escenario a veces apocalíptico, que se hace más dramático todavía por un obsesivo estribillo en el que se vislumbra la esperanza, representada simbólicamente por la voz de un padre («Papá no te dejará, Henry, papá no te dejará, hijo...», repetida hasta el infinito como queriendo confirmar la necesidad de una pertenencia que pueda dar sentido incluso al sufrimiento generado por una búsqueda que parece no terminar jamás.
Búsqueda que el poeta identifica a menudo con la necesidad de completarse en la relación con una mujer. Así nacen canciones como (are you) The one that I’ve been waiting for?, del citado “The boatman’s call”, en donde, en el devanarse de las expectativas y de las emociones, el deseo de la amada contiene en realidad una exigencia mayor, el preludio de un cumplimiento pleno y decisivo («Pienso en ti en movimiento, ¡cuánto te estás acercando!, pienso que cualquier pequeña cosa es una anticipación tuya, siento el reclamo del corazón pulsarme en las venas, ¿eres tú la que estaba esperando?»).
Es conmovedora la construcción de Into my arms, una balada para piano y voz persuasiva que, partiendo de afirmaciones que harían pensar en una fe incierta y frágil, termina describiendo una posibilidad de amor definitivo y total para la persona a la que Cave está tratando de declarar sus sentimientos («No creo en la existencia de los ángeles, pero cuando te miro pienso que existen de verdad. Si creyese en ellos los convocaría a todos juntos y les pediría que te protegieran y que encendieran cada uno una vela por ti, para hacer tu camino luminoso y claro y para hacerte caminar, como Cristo, en la gracia y en el amor, y guiarte entre mis brazos... entre mis brazos, oh Señor, entre mis brazos»).
Atraído por la belleza
Una extraña oración, como es frecuente escuchar en el romántico Nick, atraído, como él mismo canta en Bromptom oratory, por «una belleza imposible de definir, una belleza imposible de creer, una belleza imposible de soportar», pero también cada vez más próximo a admitir que la posibilidad de una respuesta reside en la correspondencia con Aquél que ha querido todo y ha creado todo. En la sencilla y bellísima There is a kingdom (ver recuadro), se habla finalmente de un amor que quiere ir cada vez más al corazón de la cuestión, no contentándose ya con una propia «ley moral», que no puede sino mirar el mundo a través de un «velo de lágrimas», expresión de una mentira con la que Cave no desea ya convivir.
Queremos concluir con los versos que cierran “No more shall we part”, que proceden de la melancólica y visionaria Darker with the day, en donde nuestro hombre se despide escribiendo: «Ahora los caminos están helados. Voy y vengo lleno del deseo de algo que no conozco... y busco, dentro y fuera, encima, alrededor, debajo... y espero y pido, pero el día pasa y la oscuridad avanza».
El dolor es fuerte todavía, el corazón no está satisfecho, la inquietud no está resuelta, pero el deseo de una compañía más grande y precisa es cada vez más vivo y consciente.
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