Una agrupación transversal para defender la libertad educativa. Un paso importante hacia una reforma de la enseñanza compartida por dos formaciones políticas
El pasado 22 de octubre apareció en el Corriere della Sera un artículo que ha dado que hablar. Estaba firmado conjuntamente por Vittorio Campione, secretario personal del ex ministro Berlinguer, y Luisa Ribolzi, profesora de sociología en la Universidad de Génova y miembro de la Comisión para la aplicación de la ley de paridad nombrada por el actual gobierno. Anunciaba públicamente el nacimiento de un grupo de trabajo que sobriamente se define “del buen sentido”, con un proyecto sencillo y ambicioso: llegar a identificar las líneas maestras de un diseño de reforma de la enseñanza que pueda ser compartido por las dos principales formaciones políticas.
Alguno se ha asombrado al ver mi nombre (erróneamente señalado como «responsable de enseñanza de CL» en lugar de la Compañía de las Obras, como sería lo correcto) junto al de personas con las que hasta ayer mismo hemos polemizado, a veces con dureza. Pero yo estoy plenamente convencido de la oportunidad de la iniciativa. La CdO siempre acusó al anterior gobierno de querer imponer a todo el país la reforma de una sola parte. Más de una vez advertimos a Berlinguer y De Mauro que así se exponían al riesgo de la reacción: cualquier otro gobierno sucesivo se habría sentido autorizado para hacer lo mismo. No oso imaginar cómo se reduciría la pobre enseñanza italiana si con cada cambio de gobierno la nueva mayoría tuviera que rehacer todo desde cero. La enseñanza es la enseñanza de todos. El sistema educativo necesita, quizás más que ningún otro, de un ordenamiento estable, que permita a los profesores construir con una perspectiva segura. El enfrentamiento a ultranza al que nos hemos visto abocados por la pretensión de una parte de la izquierda de imponer a todo trance su proyecto no es la condición ideal para construir. Así pues, la posibilidad de que gente de la enseñanza que hasta hace dos días se miraban con malos ojos puedan sentarse en torno a la misma mesa libres de lógicas partidistas, puedan afrontar con responsabilidad los gravísimos problemas que atañen a nuestros jóvenes y a sus profesores, y quizás logren idear una estrategia que pueda regalar al país una escuela que sea de verdad para todos, me parece algo cuyo interés está fuera de duda.
Soy perfectamente consciente de las dificultades y de los peligros de semejante iniciativa. Pero las primeras señales son más que estimulantes. Leer en el Corriere un artículo en el que un miembro de la dirección de DS (Didattica e Scuola, asociación italiana de profesores, ndt.), junto al responsable de educación de la CdO, señala públicamente como raíz de los males de la enseñanza italiana el elefantiásico sistema de reclutamiento del profesorado y la ausencia de un sistema de carrera docente basado en una efectiva evaluación de sus capacidades, me parece un hecho de extraordinario alcance (por no hablar de la aceptación de la necesidad de reconocer, incluso financieramente, el papel público de la escuela “paritaria” [se refiere a la escuela equivalente a la concertada y privada en España]). Es posible que a la larga las diferencias resulten insuperables y que el proyecto no se realice, pero estoy convencido de que vale la pena intentarlo hasta el final.
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